Otra taza vacía. Me quedé observándola por unos momentos, realmente perdido en el fondo de loza blanca que tenía frente a mis ojos. ¿Cómo es que mi mente aún recuerda el dulce olor del earl gray que me gustaba tanto tomar en las mañanas? Antes que nada... tú, si tú... inútil y molesto mayordomo... tráeme una taza.
¿Adónde había ido todo? y... ¿adónde habría ido él?
Quizás piensan que es estúpido para un demonio escribir un diario. ¿Es éste un diario en realidad? De cualquier forma, es la única manera en la que puedo expresarme ahora. Ahora que el silencio ha consumido todo. Cualquier pensamiento de esperanza, cualquier recuerdo del mundo en el que alguna vez estuve. Debo decirles, el infierno no es el mismo para todos. ¡Ha! me he reído al pensar pero, a la vez, he sentido un dolor profundo en el pecho.
Siempre me molestaron las personas que me rodeaban. Me fastidiaban sus perfumes, el sonido de sus voces, la forma hipócrita en que se movían con tal de mantener derecho el traje o impecable el vestido. Pero, ahora, en medio de esta soledad, he de aceptar que les
extraño.
Extraño a las personas que llegaban sin buen motivo hasta mi oficina, a los comerciantes que intentaban timarme... a los... ¿Qué? ¡Ah! Sí, para este momento ya lo están pensando: Ha perdido la cabeza. He de responderles con toda certeza: Se equivocan.
Y continúo... Extraño a mis sirvientes, haciendo desorden por toda la mansión, pero, sobre todos... lo extraño a él.
Sebastián.
Me odio a mi mismo por recordar tu nombre. Por respirar y aún ser capaz de sentir tu aroma. ¡Quiero olvidarte, maldito mayordomo! Siempre llamándome "Bocchan" cuando en realidad me veías por encima de tu hombro. Claro. Era yo muy poco para ti.
¡Qué estúpido el amor tan grande que sentía por ti! Jamás me dejó darme cuenta que tu naturaleza era ésta. Mentir, pretender... actuar. Y es entonces cuando me pregunto, ¿por qué tus labios rozaron mi piel con tanta dulzura? ¿por qué permitiste que mi mirada se encontrara con la tuya y ambos quedáramos ahí, sin decirnos nada uno al otro, sin respirar siquiera?
Sebastián... el eco de tu nombre sigue retumbando en mis oídos como la más dulce pero, aún así, la más triste de las melodías que alguna vez escuché.
Rompiste tu promesa...
De acuerdo. Ahora hasta yo lo acepto. ¡Ha! Me estoy volviendo loco. He pasado demasiado tiempo aquí, solo y... también hambriento. Los demonios son eso... demonios. Si quieres verdad y pureza, ve con un ángel.
Me has dejado solo. En las sombras, en esta oscuridad. Pero no esperaré más. Volveré al mundo al que pertenecí alguna vez.
Atraparé a alguien. Tal como tú lo hiciste conmigo y lo seduciré hasta el punto en que sea capaz de cambiar su alma... no por su deseo u orgullo, sino, por hacerme feliz. Y sólo entonces, yo la tomaré, jugaré con ella en mis labios y le haré sentir un placer infinito mientras la devoro.
Probaré un alma e imaginaré tu rostro cuando la luz en esos ojos se apague para siempre.