Todo comenzó con un semestre como cualquier otro en la prestigiosa Academia Medianoche, pero lo que no sabía era que durante este año produciría un gran cambio en mí.
La Academia Medianoche, siempre ha sido reconocida como el mejor internado para hombres, sin mencionar que para ingresar a este lugar se tiene que tener un mínimo de 3 generaciones con algún título de nobleza. Yo hace solamente un año fui capaz de entrar a este lugar. Debido a una tragedia que me marco horriblemente
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De pequeño yo era muy tímido y me aterraba conocer gente nueva, además mi salud nunca fue muy buena. Odiaba que en ocasiones mama y papa se preocupaban demasiado por mi y no descansaban lo suficiente.
Cuando yo tenía apenas 10 años, mis padres me habían dicho que algún día sería capaz de ingresar a la academia, puesto que yo era el único heredero como el futuro Conde Phantomhive
-Tienes que mostrarle a la sociedad que el próximo conde es un hombre recto y de gran conocimiento –dijo mi padre Vincent mirándome fijamente a los ojos, con su siempre media sonrisa, la cual era muy tranquilizante.
-Recuerda que nosotros siempre estaremos orgullosos de nuestro pequeño Ciel –dijo mientras me sonreía mi madre Rachel, las palabras de mi madre siempre estuvieron llenas de ternura.
-Si papa, yo nunca los decepcionare – recuerdo que dije con una gran sonrisa.
-Estoy seguro de que mi amado hijo nunca me decepcionara –dijo él mientras me tomaba la cabeza y me despeinaba mis cabellos.
-Bueno tenemos que descansar, mañana tenemos que visitar a mi hermana –nos dijo mi madre a ambos. Me levanto y me coloco en medio de la cama.
Esa noche nos fuimos a dormir. Mi madre siempre decía que cada vez que parpadeaba, yo crecía un poco más y temía que un día dejara de ser su pequeño niño. A lo que su solución era que durmiera con ellos, justo en el medio. Al ver que mi padre siempre accedía con la cabeza, yo comencé a dormir con mis padres en la misma cama.
-Ciel, cariño es hora de despertar –oí la voz de mama- tenemos que ir con tu tía. Tenemos que vestirnos rapido.
Me levante muy lento y con mucho sueño, ya que eran las 5 de la mañana, esa era la hora típica de despertar si iríamos con tía, quien además nos había invitado a comer la merienda y para llegar a su casa teníamos que hacer cerca de 6 horas en carreta, ya a mama nunca le gusto llegar tarde a una cita, sobre todo a una cita de su amada hermana.
Nos vestimos muy bien. Como se suponía que deberíamos de vestir según nuestro rango social. Era típico saber que Vincent, Rachel & yo, Ciel Phantomhive, éramos distinguidos por nuestro buen sentido de moda. Subimos a la carreta y comenzamos el camino.
Papa siempre jugaba conmigo cuando íbamos en un paseo, era normal escuchar, sobre todo mi risa.
Quien iba a pensar que esa sería la última vez en la que mi cara mostro una sonrisa.