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Manos. por Bubble x3

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Notas del fanfic:

Combinación de narrador omnisciente con POV, no se confundan. 

Manos.

 

 

Él me llevaba de la mano a ningún lado a ser feliz, casi una media hora, y quizás hasta cinco minutos más mientras me iba a dejar a casa, cuando soltaba mi mano y yo tocaba el timbre, y él se escondía tras los arbustos.

 

Abría mi padre con el ceño fruncido, y luego yo entraba para encontrarme con mamá que me ignoraba a toda costa.

 

Cuando la miré a los ojos, ella no dijo nada, pero tenía marcada una decepción en la cara, y olía a decepción, y emanaba decepción. Volteó el rostro cuando encontró mi vista y yo me mordí la lengua para no hablar.

 

Pero en ese momento no quise callarme nada.

 

-¿Tienes que ser tan hiriente? –Y me ardieron los ojos, y una constante punzada me partía en dos el cráneo, o por lo menos así se sentía. Me observó indignada, y con todas las fuerzas que poseía lanzó el teléfono contra la mesa, mi padre se escondió tras el diario, no sin antes suspirar y negar, negar era su cosa favorita para hacer, de todas las cosas posibles.

 

-¿Perdón? ¿Me estás hablando a mí? –Las palabras dolían más de lo que aparentaban, yo tratando de mantener el rostro serio, indiferente, y pensaba en él y en sus besos, en él y en su sonrisa, en él y en sus abrazos, en cuando nos escapábamos todas las tardes para ir a ningún lado y ser feliz un rato.

 

No supe de donde sacar nervios para contestarle, su mirada se ensombreció, y yo sentía que se avecinaba una tormenta.

 

-¿Sabes? Yo nunca quise tener hijos… -Me apuntó, con su dedo despectivo y flaco, acusador, culpable de alguna forma. -¡Tú eres un error, eres una maldita noche de borrachera y sexo sin protección! ¡Eso eres, maldito!

 

Se reía, pudo haber hecho otra cosa, podría haber llorado de impotencia, o volver a ignorarme como solía hacer, pero se reía con una maldad que no cabía en mí, y que no cabía en nadie.

 

Corrí a mi cuarto, cerré con pestillo. Me escondí bajo la cama, y no prendí la luz en toda la noche, mi celular vibraba pidiendo atención, él pedía atención.

 

Pero no contesté ninguna de sus llamadas, por más que quisiera oír su voz, y no le respondí ninguno de sus mensajes, aunque en ese momento lo necesitaba más que nunca.

 

La mañana que le siguió a esa noche desperté más solo que nunca, aún podía oír a madre abajo gritándole algo a padre, y a las amas de llaves cuchichear escondidas en la cocina, los oía, pero, ¿estaban ellos cerca de mí?

 

Lloré mucho cuando me llegó su último mensaje.

 

Porque decía así…

 

¡Me cansé de llamarte, de enviarte mensajes, de esperarte! Si ya no quieres estar conmigo, está bien por mí, no el porqué, pero hubiese preferido que me lo dijeras a la cara a esto, porque la indiferencia duele y ambos lo sabemos.

 

Espero que cuando se te pase lo caprichoso no sea lo demasiado tarde, y espero también estar yo todavía para ti.

 

 

Ya han pasado dos meses, no he salido de mi cuarto.

 

A veces, de vez en cuando, mamá golpea a la puerta, y su voz llorosa se cuela por el cerrojo, y se clava en mis memorias.

 

Él no volvió a llamarme después de eso, quizás estoy triste, pero no lo sé, no me he visto en un espejo desde hace semanas y no quiero hacerlo.

 

 

Cuando abrí la ventana y el viento helado de la noche chocó con mi rostro, me llevó de la mano a un lugar mágico a ser feliz, pero no era el mismo lugar ni la misma mano, ni la misma nada que hacíamos cuando estábamos juntos él y yo, pero agarré de la mano al viento y entrelacé nuestros dedos, y sonreí un poco para que se viera creíble para mí mismo y corrí sin alegría pero con esperanza, con esperanza aún.

 

 

No me buscaron y me parece lo correcto, lo más real. Yo estoy feliz con el viento, se ha convertido en mi mejor amigo.

 

Tiene una voz de niño y siempre susurra, nunca me ha gritado y eso es bueno, eso es muy bueno.

 

Hacemos todo juntos y le he puesto un nombre, porque antes de conocerme era solo viento, pero ahora es mi mejor amigo y se llama MinHo.

 

 

MinHo me dijo que lo hiciera… ¡Él me lo dijo!

 

Anoche maté a una niñita que caminaba por ahí cerca, era blanca y era linda, y tenía unos brillantes ojitos sonrientes. Al verme en un charco sentí pena por mí mismo, por mi ser perdido, por mi imagen deplorable y pobre, y por sobretodo lo mal que pudiera verme, por sobre todos los adjetivos que existiesen para describirme, me sentía triste y me veía triste, eso era lo peor.

 

Entonces le sonreí un poco cuando pasó por mi lado y su rostro infantil se llenó de miedo, se llenó de temor, que a mí me causó repugnancia porque antes era yo quien profería aquel gesto a extraños, pero esos tiempos se habían ido volando, o MinHo me los había quitado de encima con su soplo helado.

 

Le tapé la boca con una mano, sus rosados labios trataban por todos los medios despojar mis manos de su cara surcada de lágrimas, y lanzaba gritos al azar, cualquier tipo de gritos a cualquier persona que pasase por ahí a esas horas.

 

Con esas horas, no me refiero a la noche, porque en la noche las niñitas como ella no deberían andar en las calles. Con “esas horas” me refiero al espacio donde los padres están en la oficina y las madres haciendo su labor de ama de casa, o trabajando, o haciendo cualquier cosa, menos pasar por un barrio alejado de todos y mucho menos acercarse a un callejón mugriento y oscuro, eso no lo hacen los padres o las madres, o las mujeres o los hombres, es una regla que alguien impuso sin palabras y todos la siguen aunque nadie sepa por qué.

 

La niña había mordido varias veces mis dedos, me parecía un gesto tierno, muy tierno, y sus lágrimas me parecían más tiernas y deliciosas aún.

 

Percibí un temblor en su pequeño cuerpo cuando lamí sus mejillas y encontré esas estrellas de sal regadas por toda su cara.

 

Percibí más temblor y su vocecita intranquila cuando empecé a besarle la frente y abrazarme a su cuerpo.

 

Cuando menos lo esperé, ella estaba desangrada y en el suelo, y yo llorando aferrado a su cuerpo.

 

Confié en ti…

 

Susurré antes de quedar dormido en cualquier parte, donde MinHo me había llevado.

 

 

Desde esa vez MinHo no ha vuelto a decirme nada, solo se pasea por aquí y se esconde por allá, donde yo no pueda verlo ni oírlo, ni sentirlo siquiera.

 

 

Un niño venía caminando a saltos por la calle.

 

Había muchas cosas buenas ahí.

 

La calle estaba vacía y no se veía nadie cerca.

 

El niño cantaba y a Jonghyun su voz le pareció hermosa.

 

Pero lo mejor de todo es que era liviano y débil, y fue la cosa más sencilla el llevárselo sobre un hombro para esconderlo más en la oscuridad de su callejón.

 

Hyung, hyung, por favor, déjeme ir… Mamá se preocupará si no vuelvo.

 

 

Cuando Jonghyun escuchó esa palabra, solo pudo pensar que extrañaba el calor de un hogar, pero no a una de esas mujeres que los niños solían llamar madres.

 

Y también pensó que él estaba demasiado solo, demasiado solo para su propio gusto.

 

Esa noche no hizo nada más que abrazarlo y besarle la frente, susurrando que no se fuera, que por favor jamás lo dejara otra vez.

 

El niño entendía muy poco, y casi nada, pero devolvió el abrazo con todo el cariño y con toda la ternura que pudo juntar para regalársela a un extraño, y hasta se tomó la molestia de vigilar su sueño, por si tenía pesadillas como las que él estaba teniendo frecuentemente.

 

Entre todo eso, olvidó a su madre y a su hermano, olvidó su cita en el dentista y olvidó ese pastel que su madre lo mandó a recoger a la panadería de la esquina.

 

Pero le quedaba ese extraño, que a pesar de la suciedad en su rostro y esa mueca desgraciada, poseía unos hermosos ojos y unas bellas manos, y eso le era suficiente a él para no abandonarlo.

 

 

El niño se llama Taemin y es el más lindo de todo el mundo.

 

Ayer, me contó varias cosas sobre él, y yo le conté otras tantas sobre mí.

 

Algunas de las cosas que recuerdo son, por ejemplo…

 

Me gusta la leche de banana, y detesto las verduras, aunque mamá siempre las cocina…

 

Cuando era pequeño le tenía miedo a la oscuridad, ¡Pero ya no hyung, lo juro!

 

Tengo once años, y pronto cumpliré doce…

 

Me llamo Lee Taemin, y creo que ya quiero mucho a hyung…

 

Las cosas que yo le dije no son realmente importantes, creo que ya me conocen lo suficiente.

 

 

Estoy triste, y también muy seguro de que la tristeza no va conmigo.

 

Taemin me ha dado muchos besos tratando de ponerme de buen humor, sus labios son suaves, pero no sé aún si dulces o amargos.

 

Yo lo quiero mucho, y se lo dije, un poco bajo porque no recordaba haber pronunciado nunca aquellas palabras, pero creo que lo hice bien.

 

Él me tomó del cuello y estampó su boca pequeña y roja contra la mía, lo tomé por las caderas, y me miró directo a los ojos.

 

Las lágrimas caían de sus bellos ojos cuando entré en él, pero yo no podía hacer nada por eso, solo esperar a que su dolor se hiciese ínfimo, o por lo menos soportable.

 

Susurró un continúa, y yo jamás le negaría nada a su hermosa boca.

 

Esa noche dormimos abrazados, hacía frío y MinHo soplaba más fuerte que nunca y frío, últimamente no hablo mucho con él.

 

Estoy feliz, y también muy seguro de que la felicidad no va conmigo.

 

 

MinHo tenía un amigo que era la luna, yo lo llamé Chang Min y MinHo dijo que él era muy lindo, y brillante y pequeño, si lo veías de lejos, pero era grande y opaco si lo mirabas de cerca.

 

Por eso MinHo siempre va a visitarlo, aunque vivan tan lejos, ellos siempre están cerca.

 

Suelo pensar, como para convencerme a mí mismo, suelo creer que MinHo está haciéndole una visita a Chang Min, una larga visita, pero que pronto volvería.

 

 

Taemin me ha dicho que me ama pero yo ya no puedo con esto, ya no puedo.

 

Se me saltan las lágrimas de los ojos, pero es lo mejor que puedo y que podría hacer.

 

Le he pedido su dirección y me la ha dado, sin hacer preguntas.

 

Cuando llegamos miré con un poco de envidia esa casa pintada de blanco, la sonrisa en el rostro de Taemin, y esa mujer que podaba las plantas a quien él llamó mamá.

 

Ya no lo soporto, ya no lo soporto más…

 

 

Han pasado unos cuantos días, nada nuevo.

 

Solo que me siento más solo que antes, sin Taemin aquí, sin sus labios suaves, sin sus manos pequeñas, sin sus palabras.

 

Además, MinHo se ha ido.

 

Y me siento aún más solo porque ni siquiera tengo su soplo helado, o su voz susurrada, y tampoco daba señales.

 

Estaba solo, estaba solo y recordaba el día en que había confiado en el viento y le había dado la mano, y el viento me había traído hasta donde estoy y había soplado todas mis memorias fuera de mi mente, y todo lo bueno se volvió malo con su frío céfiro.

 

 

Encontré una casa abandonada donde hay muchos cuadros, muchos cuadros, son de un joven llamado KiBum, comencé a envidiar sus pinturas tan hermosas y ese talento tan valioso, rompí todos los cuadros, algunos los quemé, y arrojé las cenizas por la ventana, pero MinHo no se las llevó.

 

La casa no es cálida ni está limpia, pero tiene techo, es lo único que me importa ahora.

 

 

Recordé como llegué aquí, recordé que esa tarde me mordí la lengua para no hablar, pero terminé gritándolo todo, terminé llorando bajo la cama.

 

Y recordé como cerré el pestillo, y como no contesté ninguna de sus llamadas, ni tampoco respondí alguno de sus mensajes.

 

Recuerdo todo, pero cuando trato de pensar por qué…

 

No encuentro nada.

 

Solo espero que esto se acabe, por favor.

 

.

.

.

 

Adiós.

 

.

.

.

 

 

Y con sus propias manos se ató la soga al cuello, cerró los ojos, saltó de la silla y solo vio negro, y solo vio blanco.

 

Ahí venía MinHo, con su soplo helado y su voz hecha susurro, contándole lo que en todo ese tiempo había hecho, lo que había sufrido todos esos días sin su amistad. Y de como Chang Min lo amaba y de como habían miles de estrellas hermosas que podrían amarlo como nadie había hecho.

 

Él empezaba a irse de a poco del mundo.

 

La puerta sonó, un chillido infernal que se alargó y llegó a sus oídos, pero ya no podía escuchar, ni podía verlo, ni siquiera podía sentirlo cerca.

 

Cuando Jinki llegó ya era tarde.

 

Habían unas cuantas manchas de sangre en el suelo, el aire escapó de sus pulmones y parecía no querer regresar, un rayo de conciencia iluminó su mente, y recordó las últimas palabras que con suerte le había escrito esa última noche que lo vio, y que lo besó, y que lo tomó de la mano para llevarlo a ningún lado y ser más felices, y si podían, sonreír un poco.

 

Espero que cuando se te pase lo caprichoso no sea lo demasiado tarde, y espero también estar yo todavía para ti.

 

 

Fin.

 

Notas finales:

Se viene el capítulo de Ciel vide... ♥


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