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Martes 8 de Julio. por Untitled

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Martes, 8 de julio.

‘‘Por favor, déjame escuchar tu voz’’

 

 

Nubes negras comenzaban a acumularse, a lo lejos podía oírse uno que otro trueno, que anunciaban la llegada de la lluvia, el frío viento comienza a jugar con los cabellos de un chico, en uno de los lugares más deprimentes y sombríos que pueden existir, un lugar de sueños rotos, lágrimas derramadas, gritos de dolor, en pocas palabras  un cementerio. Entre tantas estatuas, algunas rotas, otras que realmente daban escalofríos, hojas marchitas, flores muertas, se encontraba el joven castaño vestido de negro parado frente una de mil lápidas con un ramo de flores en su mano, se notaba claramente en su rostro el cansancio, en sus ojos lo mucho que había llorado, estaban perdiendo su brillo, ¿era cierto lo que veía?, tenía los puños apretados, no quería creer lo que sucedía, tenía que ser una mentira, un mal sueño, una pesadilla… ¿no?

 

 

Tenía que ser un sueño, sus ojos no podían estar leyendo aquel nombre grabado sobre esa piedra rectangular, que parecía burlarse de él. Poco a poco, comenzó a perderse en sus pensamientos, dejando a su cuerpo valerse de sí mismo. Sin despegar su mirada de esa lápida, comenzó a indagar en su mente, la cual comenzaba a jugarle malas bromas, y comenzar a torturarlo con aquellos recuerdos.

 

 

Cerró sus ojos para tener más claridad, en su cabeza apareció el rostro de un rubio de cabello liso que cubría una parte de su rostro, piel clara, y una peculiar banda que cubría su nariz, podía recordar su sonrisa, esa que lo atrapaba hacía sentir una calidez en su interior que nadie más podía hacer. Sus labios delgados que solían ser pálidos en ciertos momentos, pero emanaban un calor que lo hacía estremecer cada vez que lo besaba. Su piel suave, sus cejas delgadas, su nariz, que aunque la mantuviese oculta, seguía siendo hermosa solamente por el hecho de pertenecerle a él, su risa tan contagiosa y hacía que se sintiera feliz. Su forma de ser, a veces era muy tonto, otras veces podía ser serio y hasta frío, solía ser bromista e incluso, a veces, sacaba al castaño de sus casillas, pero en pocas palabras aquel rubio era hermoso, era perfecto.   

 

 

En su rostro se formó una sonrisa boba ante tantos recuerdos que venían a su mente, como cuando se juntaban con sus otros tres amigos, un castaño alto cuyos labios hacían que los otros lo apodasen ‘‘pato’’ por su contextura, un pelinegro igualmente alto, con labios gruesos, destacándose por ser el mayor de todos pero aún así tenía el comportamiento de un niño, y un castaño con una peculiar sonrisa y risa contagiosa, entre los cinco eran una banda, y podría decirse que los mejores amigos. El vocal, de poca estatura, siempre fue algo cerrado, pero aquellos cuatro lo hacían sentir en confianza, hacían que se sintiera feliz. Eran como una pequeña luz en su oscuridad, especialmente el rubio del que se enamoró perdidamente un martes 8 de julio:

 

Era un día nublado, el pequeño castaño se encontraba en su hogar, escribiendo algo en una pequeña libreta, se le veía inspirado, concentrado en lo que hacía. De repente se pudo escuchar, rompiendo bruscamente con el silencio del lugar, el sonido de su celular. Bufó suavemente y lo tomó, dejando de lado lo que hacía. Era un mensaje–  ¿Uruha? –dijo en un susurro, extrañado por el repentino mensaje, sin mucha prisa lo abrió y leyó. Era una invitación por parte del chico a su casa, una pequeña reunión al parecer. Lo pensó por un momento, y respondió, afirmando que iría al lugar; hace mucho que no salía, no le vendría mal, ¿no? Se levantó de la silla del escritorio, y fue a darse una fugaz ducha, se vistió y maquilló superficialmente, para luego tomar las llaves de su casa y auto, y salir del lugar, no sin antes tomar aquella libreta que contenía, entre otras, una canción recientemente escrita por el, pero que aún no le ponía algún título decente.

 

A varios minutos de su partida, llega a la casa de su compañero, pudiendo ver el auto del pelinegro, supuso que él y el castaño líder de la banda debieron llegar juntos más temprano a la casa de su amigo, también pudo divisar una moto – ¿Hay alguien más aparte de nosotros cuatro? –se preguntó en voz baja mientras bajaba de su auto, comenzando a dirigirse a la puerta de la gran casa. Al verse frente a esta, tocó suavemente; no pasaron ni cuatro minutos cuando se abrió, y se pudo observar al castaño alto sonriendo – ¡Ruki! Pensé que ya no vendrías –exageró un poco, puesto que el menor no había tardado casi nada, a esto, el pequeño vocal sonrió divertido –No tardé nada, Urupato –dijo para luego soltar una pequeña risa, e ingresar al interior del lugar.

 

–Lo importante es que ya estás aquí –se defendió el guitarrista, sonriendo divertido mientras cerraba la puerta. Ambos se adentraron a la sala de estar, en la extensión del sofá, se encontraban el otro guitarrista, Aoi, y el castaño risueño, Kai; el enorme televisor se encontraba encendido, transmitían un concierto de Luna Sea. Se fijó mejor en la sala, en el mismo sofá, se encontraba un joven rubio con reflejos negros en el cabello y la nariz cubierta por una banda, alzó una ceja – ¿y este qué? –se preguntó mentalmente el castaño, hasta que se vio fuera de sus pensamientos al sentir el brazo de Uruha rodear sus hombros, y acercarse a ellos, casi llevándolo a rastras al lugar– Chicos, llegó nuestro pequeño vocal –se escuchó la voz del chico por todo el salón, lo que llamó la atención de los otros tres, no, la atención del peliteñido, pues los otros dos ni se dignaron a saludar por estar viendo el concierto en vivo que en ese momento se transmitía. Ante esto Uruha rió divertido –no me parece chistoso –sentenció el menor, en su tono gruñón, que era costumbre.

 

Para ese tiempo, los cuatro no tenían una banda bien formada por así decirlo, les faltaba con urgencia un bajista, lo que preocupaba la mente de todos, sin embargo en ese momento los otros tres estaban muy ‘‘relajados’’, esto lo notó el más bajo, razón por la cual estaba realmente extrañado. Miró a Uruha pidiendo, exigiendo, una explicación, a lo que el guitarrista asintió y aclaró su garganta, para comenzar a hablar – Ruki, él… –se dirigió al rubio, quien dio un suave respingo al ser señalado –…es Reita, y será nuestro bajista a partir de hoy, toca de una manera excelente, así que Kai no vio problemas en que se uniera. –terminando con eso, Ruki dirigió su mirada al chico, quien se levantó y acercó a su persona, cruzando la mirada con la suya, podía verse un poco de tensión en el encuentro visual, que incluso Uruha llegó a notar, esbozando una clara sonrisa, comenzó a alejarse lentamente, encaminándose a los otros dos miembros.

– ¡Hey, ustedes dos! –Susurró golpeando la cabeza de ambos, quienes de inmediato se quejaron frunciendo el ceño de una manera casi infantil – ¿Qué ocurre contigo pato? –susurró igual el pelinegro, viendo confundido al guitarrista mientras que el batero se sobaba la cabeza, confundido igualmente – Miren eso –señaló con la mirada a los otros dos, quienes se observaban sin decir ni una sola palabra; ambos, curiosos, digirieron sus miradas al bajista y al vocal, de inmediato esbozaron una sonrisa – No me digas que la iguana y el enano se enamoraron a primera vista –bromeó Aoi – O quizás se odiaron a primera vista –dijo entre risitas inocentes el batero; el castaño alto recostó sus brazos en el respaldar del sofá, y susurró por igual –Eso seria un gran problema, aunque conociendo a Ruki… -suspiró pesadamente negando con la cabeza.

 

Mientras aquellos murmuraban entre sí, el vocal se encontraba realmente concentrado en el otro, examinándolo con la mirada, cada aspecto de él – Su  forma de vestir, sus manos, piel –se decía mentalmente, mientras iba subiendo su mirada –su rostro, sus labios, esa extraña banda, sus… ojos… –no sabía lo que hacía, ¿por qué observaba de tal manera a aquel extraño? Se preguntaba el mismo en su mente, mientras comenzaba a perderse en  esos ojos finos de color café, comenzaba a nacer el deseo de conocer más sobre él.

 

El peliteñido se veía nervioso, no sabía si hablar o continuar contemplando los intensos ojos color café del pequeño, cuya mirada se notaba inexpresiva, e incluso algo fría. De reojo, contemplaba la contextura delgada de su cuerpo, su piel, la cual se notaba fina y suave a simple vista, nívea y de un color pálido, sus labios medianamente gruesos. En pocas palabras para la vista del bajista, el chico era perfecto; siguió detallándolo disimuladamente, hasta que la voz del vocal lo sacó de sus pensamientos –Mucho gusto, ¿Reita? –Dijo, notándose un poco de nerviosismo en su tono de voz, el bajista se aclaró la garganta y bajó levemente la mirada, asintió e hizo una leve reverencia –El gusto es mío, Ruki –se irguió por completo y sonrió de manera cálida. El castaño abrió los ojos un poco más de lo normal, volviéndolos a su tamaño original casi inmediatamente en un parpadeo, tragó saliva – Su sonrisa es hermosa –pensó, reprendiéndose a sí mismo de inmediato ¿qué clase de pensamientos eran esos? Se aclaró la garganta y asintió, sonriendo levemente de lado.

 

Pudo escuchar unas suaves risitas provenientes del sofá, dirigió su mirada al lugar, viendo a sus amigos casi meándose de risa. De inmediato los fulminó con la mirada, estos se acomodaron de inmediato e hicieron que veían la televisión con atención, poniendo una expresión seria algo forzada, sin embargo se notaba a leguas sus ganas de reír. Suspiró y negó levemente, se encaminó al sofá, el cual tenía un tamaño considerable, sentándose en extremo, recostando un brazo en el brazo del mueble, cruzando las piernas y clavando su vista en el televisor, lo mismo hizo el bajista, sentándose en al extremo contrario. Uruha cruzó la mirada con la de él, esta se veía divertida y pícara; Reita entendió los pensamientos de su amigo, el cual conocía hace años, y soltó una pequeña risa. Así se les fue la tarde y parte de la noche a los cinco, entre risas y bromas juguetonas, sin que faltaran algunos refunfuños, infantiles a la vista de sus amigos, por parte del vocal.

 

Dando el reloj las 11:30 de la noche, el vocal anunció su partida, a lo que los demás reprocharon pues era ‘‘temprano para acabar la fiesta’’ según ellos, sin embargo sabían que cuando el pequeño decidía algo lo hacía. El guitarrista castaño lo acompañó hasta la puerta, abriéndole para que pudiese irse –Te cuidas enano, ¿vale? –dijo en un tono con una pizca de preocupación, el menor solo le sonrió y asintió. Se dirigió a su auto y entró, viendo de reojo como la puerta de la casa se cerraba, se recostó del asiento y suspiró. Encendió la luz del auto, tomó su libreta y de la guantera sacó un bolígrafo, abrió el pequeño libro, en la página donde había escrito aquella canción, a la que decidió ponerle el nombre de ‘‘Shichi Gatsu Youka’’.

 

Abrió sus ojos, viendo como el suelo era humedecido por aquellas gotas de lluvia que comenzaban a caer del cielo – martes, ocho de julio… –susurró, sonriendo melancólico, sentía una presión aplastante en su pecho, su ropa comenzaba a apegarse a su piel, el frío comenzaba a envolverlo por completo, sin embargo no se movía, parecía que hubiera sido clavado al lugar en donde estaba –No quiero separarme de ti… –pensó. De un momento a otro, comenzó a recordar ese doloroso incidente, no quería, pero su mente lo torturaba a su gusto:

 

 En aquel momento esa piel blanca comenzaba a teñirse de un rojo carmesí, ante los ojos del castaño, su amado moría lenta y dolorosamente. Un tipo, cuyo rostro era cubierto por una máscara negra, reía exageradamente mientras pateaba el cuerpo del bajista, quien emitía gemidos, quejándose del dolor. Se podían escuchar las súplicas del vocal, quien lloraba sintiendo su pecho oprimirse, y sentir impotencia al no poder hacer absolutamente nada, mientras era obligado a ver como lentamente mataban al hombre que amaba, bajó su cabeza, pero rápido fue reprendido por un segundo enmascarado, quien lo tomó bruscamente por los cabellos, levantando su rostro e hizo que mirada la escena en contra de su voluntad. El rubio cruzó la mirada con la del castaño, y sonrió cálidamente.

 

 Esa sonrisa misma sonrisa que me dedicó por primera vez.

 

De repente, en aquel lugar, que parecía ser algún tipo de fábrica abandonada, entraron rápidamente tres chicos, reconocibles a simple vista, en los ojos de los tres se veía la furia que sentían, el castaño volteó su mirada y sintió algo de alivio en cierta parte. Los enmascarados, al verse superados en número, optaron por huir, sin embargo, Aoi no pensaba de igual forma, y corrió hacia ellos, seguido de cerca por Uruha y entre ambos reprendieron a aquellos dos a puños y patadas, dejándolos moribundos; mientras que el batero se acercó rápido a sus otros dos compañeros. Despojó al vocal de las cuerdas que lo mantenían atado y este rápidamente se lanzó sobre el bajista, gritando desesperadamente su nombre mientras tomaba con delicadeza su rostro– ¡Reita, Reita! Resiste… por favor –suplicó, sin embargo era demasiado tarde, el rubio estaba al borde de la muerte, con varias heridas en su abdomen, las cuales fueron realizadas por un arma blanca y en las que se notaban que no tuvieron pudor y dieron descaradamente en puntos vitales. Poco a poco, su corazón iba deteniéndose –Ruki… –con todo el esfuerzo del mundo puso una de sus manos sobre la del vocalista, quien lo miraba a duras penas mientras lloraba sin poder controlarse –perdóname… –dijo en un susurro, mientras que el castaño negó desesperado y siseó, callando al chico al colocar un dedo sobre su boca – N-No hables, todo estará bien… t-tú sobrevivirás, y viviremos juntos para siempre… amándonos… –decía en un hilo de voz. Intentando creerse a sí mismo, sintiendo que la propia vida se le iba. A su alrededor se colocaron los guitarristas y el batero, Uruha se aferró del cuello del pelinegro, comenzando a llorar silenciosamente al igual que el batero, ellos, e incluso el mismo Reita sabía que no se podía hacer nada.

 

–Ruki… recuerda que… siempre te amaré… no importa donde esté… mi corazón siempre será tuyo –decía en un susurro, mientras subía su mano y acariciaba lentamente la mejilla del otro, para luego, con sus últimas fuerzas, atraerlo a sí mismo y darle un beso a los labios, algo tembloroso, las lágrimas comenzaron a inundar los ojos del propio bajista, quien luego de unos segundos se separó del chico, y le sonrió ampliamente –este… es nuestro adiós… te veré después, mi amado Takanori. –sus ojos se cerraron, el lugar fue invadido por el silencio.

 

Un grito de dolor atravesó el lugar.

 

– ¡¡¡REEITAAA!!! –gritó con todas sus fuerzas, rompiendo en un llanto desesperado y lleno de dolor, el viento golpeaba su rostro sin pudor, al igual que aquellas frías gotas de agua que golpeaban con violencia el suelo, haciendo sordos sus gritos y gemidos dolorosos, se dejó caer de rodillas sobre el fango que comenzaba a formarse, dejando caer el ramo de rosas color rojo carmesí que resaltaban entre todo el sombrío y gris lugar, alzó su cabeza hacia atrás, mirando al cielo mientras lloraba sin poder controlarse. Se inclinó hacia adelante, sujetándose de aquella lápida…

 

Akira Suzuki

1981 – 2012

 

Sentía que su corazón se desgarraba lenta y tortuosamente, su vida simplemente ya no tenía sentido, no había otro pensamiento en su cabeza que no fuese el chico que conoció ese 8 de julio. Sentía como si miles de agujas se clavaran en su pecho, todas al mismo tiempo, el dolor que sentía no era comparable con nada, sólo quería tenerlo de vuelta, abrazarlo como lo hacía, sentir el calor de su piel rodearlo, pasar esas noches apisonadas con el, reír con el, enojarse con él, vivir junto a él, quería tener al hombre que amaba nuevamente junto a el. No quería creer lo que sucedía, quería despertar de ese sueño, de esa pesadilla. Sin embargo sabía que era su realidad, su dolorosa realidad. Tomó el ramo de flores, y las puso frente a lápida.  Se levantó, casi moribundo, el cielo comenzaba a aclararse sin embargo pequeñas gotas rebeldes seguían cayendo, miró a duras penas aquella tumba, sus ojos aún eran inundados por las lágrimas –Ahora aquí de pie… te prometo que… jamás te olvidaré –dijo apretando los dientes y frunciendo el ceño, dando de un momento a otro jadeos y suspiros cargados de dolor e impotencia. Elevó el rostro, y se dio la vuelta, comenzando a caminar, dando fuertes golpes al suelo, sin dejar de derramar sus lágrimas, sentía que su corazón se le era arrancado lentamente con cada paso que daba. Al verse en la salida del cementerio, miró al cielo, el cual se había aclarado casi por completo.

 

En ese momento, puedo jurar, que sentí aquellos cálidos labios besar los míos suavemente, llenándome de esa calidez

Que solo él provoca. 

Notas finales:

Espero que les haya gustado, sinceramente no me convenció mucho pero aún así lo subí e_e. Y pues, eso, gracias por leer.

Dejen review's Q_Q me ayuda mucho asdkljas gracias.

 

Kuki


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