EN CONTACTO CON LA REALIDAD
Una suave brisa me despertó. Lo primero que vi fue un techo blanco, giré hacia la izquierda y reconocí el ventanal de la sala de recuperación del departamento central Enma.
- ¡Oh, Bon! Por fin despiertas.
Watari entró acompañado de Tatsumi; checaron mi estado de salud y aplaudieron mi gran capacidad de recuperación. Llevaba dormido dos días, entonces procedieron a platicarme qué había ocurrido.
- Tsuzuki contactó primero a Gushoshin, sonaba realmente preocupado –empezó Tatsumi-. Nos dijo que se enfrentaba a un demonio poderoso y que tú corrías gran peligro.
- Nos movilizamos de inmediato, Konoe nos envió para ayudar. Cuando llegamos sólo quedaban los restos de la batalla en la parte oeste del condominio; dentro del almacén hallamos una vasija con las almas de las víctimas de la familia. Tsuzuki lo derrotó por completo, bon, ya no debes preocuparte.
- ¿Y en dónde está? –quise saber de inmediato, porque no lo sentía en los alrededores.
- Le dije que fuera a descansar, ha estado aquí desde que te internamos, era necesario que durmiera un poco –contestó Tatsumi suspirando, él estaba más preocupado por su antiguo compañero.
Los hermanos Gushoshin hicieron su aparición también, me dieron una sopa tradicional de Okinawa, diciendo que era lo mejor para ganar fuerzas. Estuvieron poco tiempo pues debían continuar con el papeleo en la biblioteca.
- Cuídate, nos estaremos viendo.
Me despedí igualmente, y enseguida llegaron Wakaba y Terazuma con un jarrón repleto de flores distintas. Permanecieron más tiempo, hasta que Watari dijo que era suficiente, aún debía permanecer en observación durante la noche, por si algo se complicaba.
- Mañana podrás irte.
Apenas iba a llegar el atardecer, me detuve a mirarlo por la ventana antes de acomodarme para dormir otro poco; todavía me sentía un poco cansado.
En la madrugada sentí como alguien se sentaba a mi lado y se recargaba sobre la cama. Abrí los ojos, no es difícil imaginar quién estaba ahí, mirándome con una sonrisa dulce.
- Hola, Hisoka –susurró y se me estremeció todo el cuerpo.
Ahí estaba completo, con pensamientos y emociones, como nunca antes me alegré de tenerlo como compañero.
- Hola, Tsuzuki –devolví el saludo con la mayor suavidad que pude, no quería alejarme de él nunca más- ¿Por qué estás aquí tan tarde?
- Intenté descansar como Watari me dijo, pero no logré concebir el sueño –esperé un segundo para que continuara-, estaba preocupado por ti.
Se me aceleró el corazón con tan sólo escuchar la última frase, me puse rojo de repente.
- ¿Te encuentras bien? –colocó su mano sobre mi frente para cerciorarse de que no tuviera fiebre.
- Sí… todo está bien.
Nos miramos fijamente, las palabras sobraban. Pero aún así tenía ganas de decirle quien había sido en realidad ese demonio, y saber sobre la pelea. Sin pensarlo más, le expliqué la situación y todo lo que me había sucedido estando dentro del almacén. Cuando lo supo, se enojó, pero pronto me dijo que se sentía aún mejor por haber acabado con él.
- Por unos instantes me costó atacarlo, porque estaba usando tu cuerpo y temía dejarte daños permanentes; después me dije que mientras más rápido mejor. Primero lo sellé para enseguida destruirlo con facilidad con ayuda de Suzaku, que quemó todo alrededor.
“Cómo cambian las cosas”, pensé. Cuando mi compañero había planeado quitarse la vida, había invocado también al dios del fuego, y la presencia de Muraki tenía en esencia al demonio que me atacó.
- ¿Descubrieron quién era el demonio?
- Gushoshin hizo una recolección de datos, el demonio pertenecía a la rama de Nekomata, el dios de la muerte.
Observé con más cuidado a Tsuzuki, sorprendido. Se había enfrentado a un dios de la muerte para salvarme.
- ¿Por qué no me dijiste desde antes tus sospechas, Hisoka? Todo habría sido más fácil.
Escondí el rostro sobre la almohada porque me sentí avergonzado, él pudo morir en la pelea debido a mis estúpidas decisiones. Le dije que no pensaba hacerlo hasta estar seguro.
- Así que preferiste dejarme así, dudando de tu relación con Hazuki, luchando contra los celos más grandes que jamás había tenido.
No me lo creía, me quedé perplejo, con la cara apretujada contra la almohada. ¿Cómo estar tranquilo ante tal revelación? Pero dudé un poco, tal vez se refería a otra cosa, o no. ¡Rayos! Cómo deseaba poder mirarlo a la cara y preguntarle directamente. Como si supiera lo que estaba pensando, escuché su voz junto a mi oreja.
- Sí, Hisoka, no quería que ella se acercara a ti, la posesión más valiosa que tengo.
Giré el cuerpo sobresaltado y lo miré. Estaba sobre mí, con las manos a cada lado de mi cabeza, como aquella vez que me acorralara contra la pared. Era el momento perfecto para darle una buena contestación, declararle mis sentimientos. Y como siempre, no extrañándome, las palabras se me atoraron en la garganta, sólo abrí la boca un poco y emití un pequeño gemido que le resultó gracioso.
- No hay que apresurarnos, ¿o sí?
Por un segundo pensé que era él quien podía leer mi mente; tal vez siempre actuaba como un idiota, pero en los momentos más importantes sabía qué decir, cómo actuar. Bajó su rostro y colocó sus labios sobre los míos, cerré los ojos para disfrutarlo, era el contacto más delicioso que había tenido hasta entonces. El beso fue profundizándose poco a poco hasta que me vi obligado a separarme para tomar aire; sentí mis mejillas ardiendo, mis labios punzando de excitación.
- Descansa, mañana vendré a recogerte.
Depositó un último beso sobre mi frente y se levantó, no pude evitar sentirme un poco decepcionado, pero había sido el paso más grande que cualquiera de los dos pudo haber dado hasta entonces.
- Buenas noches, Hisoka.
- Buenas noches, Tsuzuki.
Estaba en el último chequeo general, mi compañero me esperaba recargado en el marco de la puerta. Sentí su mirada por mi cuerpo cuando Watari abrió mi camisa para escuchar los latidos de mi corazón con el estetoscopio; ya no tenía las marcas de la maldición, pero me incomodaba un poco.
“Tarde o temprano me verá desnudo”, pensé súbitamente, y el nerviosismo se apoderó de mí. Algún día pasaría eso, entonces podría mirar mi cuerpo por completo. ¿Qué pensaría de mí? Cada vez que me veía en el espejo no podía evitar el pensar que seguía teniendo un cuerpo semi desarrollado, inadecuado para mi madurez mental.
- Todo está perfecto, Hisoka –me guiñó un ojo Watari-. Debo admitir que Konoe insistió en que hiciera esto antes de que te fueras, y por cierto, quiere verlos a ambos antes de que regresen a su apartamento.
Di las gracias y me apresuré a ir con Tsuzuki, tenía ganas de abrazarlo, pero me limité a colocarme a un paso de él.
- Nos vemos, Watari –se despidió con su aire infantil.
El doctor sonrió y nos dijo que mejor nos apresuráramos, el jefe a veces se ponía un poco temperamental. Caminamos por el pasillo con paso lento, no sabía cómo debía proseguir con una relación “aparentemente normal”.
- Toma mi mano, Hisoka –y la extendió hacia mí.
- ¡¿Aquí?! ¡Alguien podría vernos! –me hice el digno, preocupado porque algún miembro del departamento nos viera así.
- ¡Hisoooka! –hizo pucheros moviéndose de un lado a otro del pasillo.
Terminé aceptando. Su mano cálida era el complemento perfecto para la mía, siempre fría. Él tenía un rostro triunfante, una enorme sonrisa de oreja a oreja; yo procuré ocultar mi alegría. Después de todo, no estaba acostumbrado a mostrar mis emociones, sólo el tiempo y la dedicación harían de mí una persona como las demás. Seguramente puse rostro pensativo, porque se dirigió a mí y me dijo:
- Así como eres está perfecto.
Gritarle, llamarlo idiota, humillarlo… ninguna de esas cosas pasó por mi mente esa vez, más bien era él quien era perfecto: una mezcla de una en un millón, con inocencia, inmadurez, madurez, coherencia, ternura, fuerza, amor, pasión.
- Adelante –exclamó Konoe cuando tocamos a su puerta.
Como siempre nos dio un recuento de los hechos, nos dijo que estaba orgulloso de que pudiéramos terminar todo, pero se quejó de la destrucción que Tsuzuki había causado a la casa Okakura.
- Va sobre tu sueldo –le espetó con seriedad.
- ¡Pero Jefe!
La misma pelea de siempre, perdida por mi compañero. Nos señaló que podíamos retirarnos a descansar, pero sólo por un día, no más.
- Un día es más que suficiente, ¿no creen? –nos guiñó el ojo antes de que cerráramos la puerta.
Me sonrojé con la idea y al entender a lo que se refería el jefe. Tsuzuki rió, me tomó de nuevo la mano y así me llevó por todo el camino.
Nos detuvimos junto al río bordeado por árboles con flores de cerezo, se sentó recargado en uno de ellos y me coloqué en medio de sus piernas, recargando mi espalda contra su pecho. Sus brazos rodearon mi cintura.
- Por fin en paz, ¿no te alegras? –me preguntó tras posar un beso sobre mi cabeza.
Un recuerdo súbito me atravesó la mente, ambos recostados sobre el pasto, bajo una luna menguante. Y recordé todo sobre mi estancia en el “paraíso”, le platiqué con detalle cada cosa que había sucedido mientras estaba ahí, excepto la última parte.
- Entonces no lo disfrutaste –repitió mis palabras-. Definitivamente todavía no era tu tiempo de morir; se busca siempre que una persona encuentre su vida ideal cuando muere –suspiró-. Dime, ¿qué sería lo mejor para ti si murieras en estos instantes, Hisoka?
- Mi paraíso está aquí, a tu lado, junto a los demás –no tuve que pensarlo mucho-. Esto es perfecto, y supongo que cuando muera, seguirá siendo igual, una prolongación de la vida. ¿Qué sería para ti?
- Si muriera ahora... Ay, mi paraíso tendría que estar censurado, acceso limitado para mayores de edad –soltó una carcajada mientras me apretaba más contra su cuerpo.
- ¡idiota! –no pude evitar gritarle, me giré y le di un puñetazo en la cabeza.
Me levanté y me alejé, con paso lo suficientemente lento para que me alcanzara.
- ¡Espera, Hisoka! ¡Sólo bromeaba!
Y así, bajo el sol de medio día, emprendimos la marcha hasta la cafetería; debíamos tener energía suficiente para el resto del día, si es que me entienden.