No hace mucho, por primera vez en mi vida y en un día tan frío como este, conocí el calor del amor.
Fue un invierno como el actual, nevaba fuertemente y yo estaba simplemente escondido en medio de un callejón, buscando algún techo que me protegiera de los copos helados que mojaban mi pelaje y hacían que el viento me pusiera a temblar.
Una única persona se detuvo a verme. Me quedé paralizado admirando sus purpúreos ojos durante un largo rato. Él… se inclinó a mí. Dejó su propio paraguas apoyado en el suelo de modo que me protegiera de la nieve.
Sus manos eran grandes… y tan frías como la nieve. Lo sé por que me tocó ligeramente la cabeza, produciéndome una tranquilidad que nunca sentí antes.
En esos breves instantes, solo pude pensar en que el calor intenso en mi pecho y mis imparables latidos se debían a que… me había enamorado de ese humano.
Desde aquel día, esa persona siempre pasaba a visitarme por el callejón para dejarme algo con que alimentarme. Solo podía pensar en él como una persona muy amable, que se dedicaba únicamente a mí. Creí que todo estaba perfecto así. Quería que las cosas nunca cambiaran.
Pero un día, mi persona especial… vino con alguien más.
-Este es el gato del que te hablé, Takahiro.-Le explicó al extraño.-
-Es muy bonito. ¿Has estado alimentándolo?
-Si. Pero no puedo llevarlo a casa… mi madre odia a los gatos. ¿Sabes de alguien que pueda adoptarlo?
-Mm… no lo sé…
Esa persona extraña se acercó a mí para tocarme, y por reflejo solo le lancé un zarpazo, lastimando su mano.
-¡Takahiro! ¿Estás bien?-Él lo miró con tanta preocupación que me sentí angustiado.-
-Si, parece que lo asusté.
-Déjame ver…-Mi persona se acercó a él con tanta familiaridad y lo trataba con tanta delicadeza, lo miraba tan intensamente que sentí mi pecho estrujarse.-
En ese mismo momento… mi amor murió.
Corrí ignorando sus llamados de preocupación. Corrí hasta que no pude más. Me dejé caer en el cansancio sobre la nieve húmeda y fría. Había estado tanto tiempo corriendo y tratando de alejar esa imagen de mi mente que no me dí cuenta, pero me estaba congelando, literalmente. Mi cuerpo se negó a moverse otra vez, iba a morir de frío y lo sabía.
Quizás sería lo mejor. Mi persona especial… tenía a alguien más y un simple gatito como yo no podía hacer absolutamente nada al respecto. Mis latidos se volvían cada vez más suaves. Estaba muriendo. En pocos instantes todos mis pensamientos se disiparon, el último pensamiento que tuve, fue el dulce recuerdo de sus ojos púrpura que me miraron, aunque fue brevemente y por una vez, solo me miró a mi. Su atención era toda mía y era la memoria más feliz que podía tener. Entonces cerré finalmente mis ojos dispuesto a abandonar el mundo como lo conocía. Todo acababa aquí.
Solo alcancé a preguntarme ¿Era esto lo que el destino deparó para mí? ¿Morir de frío, completamente solo… y con el corazón roto?