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Horas Previas. por Angel_Chan

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Notas del fanfic:

Serie: Saint Seiya.

Pareja: Hyoga-Shun.

Clasificación: Romance-AU.

Advertencia: Lemon.

Notas:

Fecha: 27/11/2006.

Beta Reader: Pleasy Stay

Disclaimer: Todo lo referente a Saint Seiya pertenece a Masami Kurumada y a la Toei.

Notas del capitulo:

 

Horas previas.

 

Entramos. Contadas las horas, para una distracción rápida, previa al plan ya trazado. Todo tenía una hora pactada, un organizado itinerario, que se debía seguir a raja tabla, para que las cosas salieran bien, y no hubiera problemas.

Y así se aria, por supuesto. ¡Ellos eran profesionales! Solo que luego de un poco de distracción; y simplemente para evitar los nervios previos, que a pesar de los años en este estilo de vida, que siempre suelen estar presentes. Y aún más en una empresa tan arriesgada como la que llevamos adelante mi compañero y yo.

Ikki, un hombre de difícil carácter, y humor complicado, pero bueno en lo que hace, y con quien hasta ahora mejor me complemento.

Llegamos ambos a la barra, solo para que Ikki pudiera mostrar sus brazos llenos tatuajes tribales sobre su piel morena, tan solo al sacarse su vieja y favorita chaqueta de cuero negro... yo simplemente pedí algo para tomar.

Ya se había convertido en todo un hábito, tanto para mí como para él. Las horas previas al nuevo trabajo, las pasábamos aquí, un antro bailable; frecuentado por marginales, Freakis y cualquier clase de anormal; pedimos unos tragos, que nunca vienen solos, y nos sentamos a esperar que junto con el sol llegue la hora pactada.

Nunca pasaba nada extremadamente extraordinario, luego de la barra pasamos a una mesa, y esta se llena de más y más botellas pasadas las horas, Whisky o Vodka, la cerveza tampoco es mala para nuestros paladares. Y las camareras que sonreían cada vez que dejan otra y otra, pero Ikki prefiere simplemente tomar incalculables litros de alcohol, y así perder la conciencia, antes que meter a una mujer en su cama. El licor es lo único que lo calma, y sí, escapa de las mujeres. --Algo de un amor pasado, según tengo entendido, y por lo que nunca volvería amar--.

Yo en cambio, disto mucho de parecerme a él, y no solo en lo físico. No solo no ando mostrando por allí mis músculos, pues no hay mucho que mostrar, y tampoco hay en mi pasado amores a los que dedicarles una lagrima siquiera. En definitiva, yo no tengo nada. El presente llena mi vida y quizás, una no muy futura muerte. Y el alcohol para mí no es más que un pasatiempo, algo que acorta u aleja la distancia de esa tan ansiada muerte digna.

En el amor, las mujeres simplemente no despiertan mi interés… y a veces, los hombres suelen ser más histéricos que las mujeres, por eso mis relaciones con estos son momentáneas, casi efímeras. Aunque más pasionales, y fuertes; jamás cumplo con la promesa de llamar al día siguiente.

“Cuidado, vienen por ti, Hyoga”. Sonó la voz de Ikki contra mi oído derecho. Acomode mi cabello para ver que en la dirección contraria venían dos jóvenes con intenciones muy claras en sus rostros.

—Rubio, ¿Te gustaría bailar?—. Aliento cálido, y una voz sumamente sensual… pero su invitación no era nada que me tomara por sorpresa.

Fue la voz de Ikki, con su tono seco y desdeñoso, que gruño algo que no entendí; no me moleste en siquiera girar mi ojos hacia la figuras que siguieron su rumbo hacia un lado de la barra.

El muy cínico sonríe, a veces creo que se siente mi ángel guardián, o algo por el estilo, personalmente creo que el hombre está loco.

Apuro lo que queda de mi trago solo para que volver a llenarlo con lo que queda en la última botella. Ikki dejo su vaso junto al mío habiendo una seña para que también llenara el suyo, mientras buscaba algo en los bolsillos de su chaqueta. Cuando volví a tomar mi vaso, dos puntos blancos se vieron en el fondo, ya desintegrándose.

Lo vi por escasos segundos, y su sonrisa opacada por el borde del vaso, me dejo helado. Me retracto… ¡Este hombre sí que es mi ángel! El rey de los ángeles caídos, pero mi ángel al fin.

Volvió tomar todo el contenido de un solo trago, más ansioso de llegar al fondo que otras veces, donde aquellos minúsculos puntos aún no se habían disuelto del todo. Ahora sí que la noche si tendría color. Me gire en la mesa, viendo la pista, que no era más que una aglomeración de cuerpos moviéndose de un lado al otro, motivados por algo más que el solo ritmo de la música.

Bailar me parece una pérdida total de tiempo y esfuerzo, si hay que moverse al lado de otro cuerpo, sería mucho mejor hacerlo sobre una cama… ¡Mejor y más placentero!.

Pero por lo menos me entretengo viendo algo, y no solo la cara aburrida y seria de Ikki, ya bastante la veo día a día.

Así fue que cruce, casi accidentalmente, mis ojos con ese otro par.

Me sonreía entre el mar de rostro y las luces cambiantes, y no sé cómo es que supe que se habían fijado exactamente en mí. Sin embargo, note en esos ojos la misma idea que en esos momentos atravesaba mi mente. A pesar de la distancia que separaba nuestros cuerpos, podía sentir el aroma a sexo acercándose..

Dibujados  en sus facciones delicadas, y cuerpo ambiguo, todas y cada una de mis fantasías sexuales. De felicidad trunca, de un futuro errante… ¡De gran cazador al asecho!.

Reflejando en los orbes verde-azulados, las mismas ansias que hacían vibrar mi cuerpo, entre el alcohol y los demás estimulantes extras.

De golpe la pista pareció más pequeña de lo que había parecido en un principio, y ni siquiera recordaba cuando mis músculos se habían puesto en funcionamiento, acercándome hacia él, en un abrir y cerrar de ojos. O quizás era que ya no podía ver bien en dimensión.

Lo cierto que el ritmo atroz y estridente sonaba demasiado pesado a mis oídos, o tal vez ya ni podía diferenciar entre melodía y bullicio.

Algo a lo que estoy más que acostumbrado, unos pocos minutos en que mis sentidos se embotan; pero extrañamente vuelvo más lúcido de lo que antes me ‘fui’.

Ahora sé que estoy preparado, mental y espiritualmente. Solo falta desahogar mi cuerpo para poder deshacerme de los últimos y pocos nervios que aún pueden llegar a quedar, antes de la hora previa a nuestro trabajo.

Guiñe un ojo de manera seductora, y los suyos brillaron bajo un sonrisa hambrienta. Quizás hasta el mismo hambre que llevaba el mío esa noche. La carne me gustaba tanto como el alcohol, y era aún más difícil de evitar la adicción que se crea luego de conocer lo que es el sabor de la carne, el placer del sexo.

Danzo con su cuerpo antero hacia mí, sus labios formando una mueca  sumamente sensual, mezcla de erotismo e inocencia. Y hubiera jurado, antes todas mis viejas convicciones religiosas, y enseñanzas de mi madre, que su sola visión era lo más cercano a la imagen de una virgen, llegando a mi lado presta a espiar mis pecados. Con un pequeño rosar de sus labios, tan efímeros como terrenales.

Eso era, un cuerpo ‘virginal’ de puro sexo y placer, una carne destinada a la más exigentes de la tareas, la de brindar un placer semejante  a tocar el cielo con las manos, sin abandonar tu cama. Todo aquello en un lapso de tiempo tan coro que hasta el amor tan sincero no parece más que una invención ficticia de una mente confundida.

“Hermoso”. Fue lo que pude susurrar a sus oídos, una vez que la distancia se hizo tan mínima que casi podíamos ser confundidos con un solo individuo. Y mi juicio final ya tenía una sentencia pactada. El morir esa noche entre sus labios.

Sonrió una vez más, consintiendo así tan íntimo acercamiento. Pero sus ojos ya no estaban puestos en los mío; no, su atención entera estaba evaluando si en verdad era merecedor de la salvación de su cuerpo esa noche… si es que en verdad valía la pena ese acercamiento.

Encendiendo más mí deseo.

—Hola primor—. Dije, y sé que tengo que replantearme una vez más mis técnicas de conquista, me estoy sintiendo muy viejo con las que tengo memorizadas. Y esa no fue la mejor que podía salir en día como ese, y con semejante presa delante mío.

Afortunadamente basto.

—Exactamente ‘primor’ no es mi nombre, pero si te gusta, puedes seguir llamándome así. ¿Tú que crees?.

Me observo como un niño observa al dulce en una gran vidriera. Y así me sentí por una fracción de segundo. Como si yo fuese la presa y no al revés.

Hermoso enigmático y excitante, quizás mi muerte estaba cerca en verdad y esa sería la última vez que haría el amor. ¿Qué deidad de esta religión occidental se había acordado que existía en esta tierra?. O tal vez era todo al revés de cómo lo pensaba, y esta no era más que una ilusión, un mero señuelo para mandar mi alma directamente al infierno.

—Tu llámame ‘idiota’, entonces. Yo te llamare ‘mío’…

—Con que ‘tuyo’, ¿eh?.

Saboreó el apodo casual como si de verdad fuera un trozo de chocolate, mientras se asía con ambas manos a mi camisa entreabierta.

—¿Y tú te conformas con ser mi ‘idiota’?...

—No, por hoy seré tú dios—. Sonrió encantado con la idea. —Pero solo por hoy, ¿entiendes?.

Lo oí reír, murmurando algo como que estaba bien eso, pues no creía en ningún dios, ni hombre por más del tiempo suficiente, a menos claro que le demostraran verdaderos ‘dotes’.

—Ven—. Dije sin intenciones de perder el tiempo en más palabrería, y basto para que siguiera mis pasos.

No estaba pensando en alejarme mucho del ruidoso local, y al parecer él tampoco. Por esa noche nomas, el estacionamiento tendría que mostrar su lado más romántico, por los menos hasta que ambos calmaremos algo nuestros ímpetus. Entre el viejo y desvencijado Porshe en el que Ikki nos llevaba de aquí para allá, y aquel hueco entre la pared y la columna.

La prisa verdaderamente era eso, apremiante y decidida, acelerando los movimientos  y las acciones, por si alguno de los dos se retractaba… como si existiera esa posibilidad. Obligue a su cuerpo a tomar posición contra la pared y mi cuerpo urgente. Sin importar el espectáculo que podríamos llegar a bridar a cualquiera que saliera del local por esa puerta lateral.

Lo sentí muy curioso, sin apartar su mirada de mí ni un solo segundo, quizás fuera de la oscuridad del local, y sin las molestas luces intermitentes, mi otro yo lo excitaba aún más. Y eso podía entenderlo, lo que yo vislumbre entre una figura de sombras se había vuelto el cuerpo de mis deseos; aunque fue su rostro el que acabo con mi cordura, llevada al límite por sus labios. Sus ojos, sabía que eran verdes, por más enrojecidos que estuvieran  por el humo de cigarrillo a su alrededor.

Parecía estar cansado, y hasta creo que vi un sombra cruzar sus irises, claro que eso no opacaba su hermosura… ni desquebrajaba su espíritu. ¡Definitivamente, había algo más que alcohol corriendo por sus venas esa noche!

Y por las mías, corría un mar de lava, en esos momentos.

Luego de la mutua evaluación, cuando ambos nos habíamos aprobado con una sonrisa, y no había más tiempo para malgastar en palabras vacías. Sus manos me jalaron en un movimiento altamente demandante, fuerte y rápido, pegando mi cuerpo junto al suyo, apresándolo aún más a la pared. Devoró la carne de mi cuello como si yo no fuera más que su sacrificio pagano.

—Con cuidado… hoy, tu Dios es de simple carne.

Ironicé, clavando mis propios dientes en el pecho blanco, hasta hacerlo gemir de dolor, y antes de deleitarme  hasta saciar mi sed en sus labios, otra vez.

Pude haberme comido aquella boca, con tan solo un bocado, tan sedosa y dulce… tan empalagosamente deliciosa, pero era mejor utilizarla para otros menesteres, simples y carnales.

—Solo espera un segundo—. Lo aleje de mí con algo de dificultad, buscando entre mis bolsillos…

¡Ah!... sus ojos, hermosos y expresivos. Jamás había encontrado a alguien tan parecido a mí, excluyendo a Ikki; este pequeño ángel de alas negras, que ni siquiera se acercaba aun a la edad adulta, demostraba conocer muy bien a la salvaje y despiadada noche. Listo a ofrecer su cuerpo a quienes, como él, lo necesitaran para distenderse una hora al menos.

Siguió cada una de sus movimientos, entre curioso y aprehensivo, de seguro ya había tenido malas experiencia y había aprendido a no ser del todo confiado.

Encontré el preservativo en el último bolsillo de mi chaqueta, y él tomo el pequeño paquete entre sus dientes, apenas sonriendo de lado, con aquellos ojos cubiertos por su flequillo. Desprendió mi pantalón con asombrosa rapidez, alcanzando una erección que dolía de tanto tiempo que la llevaba.

Sentí su mano fría sobre mi carne, presionando fuertemente, y si lo dejaba seguir con su trabajo, eso terminaría antes de empezar. Forcé sus manos hacia atrás, restregando todo mi cuerpo contra el suyo; uní sus manos sobre su cabeza y comencé a abrir su ropa con una sola mano.

—Eres tan hermoso… delicado.

Mordí uno de sus pezones hasta casi hacerlo gritar. Marque lo que podía de su piel extremadamente blanca, todo cuanto tuve acceso, y si no hubiera estado tan desesperado, lo hubiera volteado solo para marcar también su espalda con mis dientes.

Corrí mis manos por su redondo trasero, solo para asirlo y apoyarlo sobre mi regazo, rosándolo una y otra vez contra mi miembro.

—¡¿Vamos que esperas, una invitación?!.

—Claro que no… solo no quería hacerte sufrir, pero si lo quieres así.

Me saltee la preparación previa por completo; sin lubricarlo, de seguro sentiría mucho dolor… o tal vez le excitaba el dolor en el acto.

Apretó los dientes con fuerza mientras me iba enterrando en su ser sin miramiento alguno, y de seguro ahoga un gemido silenciando su boca con su propia mano. Su peso totalmente recargado en mí, y sin posibilidad de moverse, yo le marcaba el ritmo y la fuerza de las estocadas dadas.

Ahí estaba, toda la adrenalina fluyendo antes de tiempo, horas previas antes de nuestro trabajo, allí con aquel muchacho.

Lo sentí reír contra mi oído, sin dejar de jadear. Lo mire extrañado antes de que me mirada directamente a los ojos.

—¿A tu amigo le gusta mirar?.

Busque girar mi rostro, apenas por sobre mi hombro, y sobre el Porshe, Ikki estaba apoyado. Sonrió hacia nosotros, y señalo su reloj con poco interés.

Volví mi atención hacia lo que estaba haciendo, con algo más de prisa.

—No, pero al parecer no tengo mucho tiempo.

Aceleré el ritmo, y con ello la manera en que él jadeaba, quizás porque Ikki seguía allí observando lo que hacíamos; al parecer era muy excitante tener público al tener sexo, en verdad a mí nunca me llamo la atención esa clase de fantasía.

Los ojos verdes no dejaron de verlo, mientras Ikki acababa su cigarrillo.

—¿Ya terminaste, Hyoga?—. El muy cabrón sonrió de esa manera tan particular suya poniéndose en movimiento.

Le permití tocar el suelo nuevamente con sus pies, y lo ayude a sostenerse mientras se arreglaba la ropa.

—Por lo menos ya sé que nombre tiene mi ‘Dios’…—. Me beso antes de darnos la espalda a ambos. —Si quieren la próxima podemos hacerlo de a tres.

 Ikki se atraganto con la última pitada, mientras yo rompía a reír de su rostro. Aunque no sería mala idea verlo en acción una vez, al menos.

—¡Oye!... ¿Cuál es tu nombre? Tal vez lo convenza—. Dije, señalando el rostro adusto de mi moreno compañero.

—Shun… si me buscas aquí, de seguro me encontraras.

Me gire para ver a Ikki, y que me dijera lo que estaba pensando, pero su humor no estaba para preguntas.

—Cállate, y tomate esto… ¡Te necesito despierto!.

No hice preguntas, y me lleve a la boca aquello que me había dado. La baje con un trago de una cerveza que estaba sobre el auto, y la cual, casi me hace escupir todo hacia fuera del auto. En ese momento me di cuenta de que… había estado fumando; eso rara vez pasaba, solo cuando Ikki disfrutaba mucho de algo se lo podía ver con un cigarrillo en la boca.

—¿Te gusto el show?...

No contesto nada, y tampoco esperaba que lo hiciera, me bastaba con saber que lo entretuvo al menos un poco, así yo no era el único que había aprovechado esas pocas horas.

Puso en marcha el vehículo, haciendo sonar el motor. Encendió otro cigarrillo, y evite por todos los medios sonreír ante el detalle.

—En verdad no sé cómo lo puedes hacer—. Me reprocho con fingido asco.

—Lo que no sé, es como tú no lo puedes hacer… si es lo que más deseas—. Retruque.

Tuve deseos de apretar su entrepierna, claramente despierta y excitada; pero eso me hubiera valido al menos un buena paliza de su parte, y en verdad estaba muy tranquilamente relajado para pelear con él, realmente la había pasado muy bien… lo poco que se lo había permitido el tiempo, e Ikki.

Estaciono no muy lejos, con apenas unos kilómetros recorridos, llegamos a nuestro lugar de trabajo. Me calcé los guantes de las gafas, ajuste mis botas y lo mire unos minutos.

—Te toca cubrirme esta vez.

—Ni loco… mi rostro es muy bello para que yo vaya primero.

Sonrió a pesar de que le tocaba volver a entrar primero. Saque ambas armas, mis queridas Desert, y suspire acabando de relajarme.

—Bien, vamos—. Escuche el ‘clak’ de su pistola automática como un anuncio de largada, y me persigne como último paso antes de la acción.

Ikki pateo la puerta y los gritos no se hicieron esperar, dos fuertes estampidos se oyeron y me metí detrás suyo… entre el revuelo y el miedo.

Otro día de trabajo para nosotros, minucioso, agotador, pero… muy fructífero.

 

Fin.

Notas finales:

Notas Finales: Aun no decido si darle una continuación a este Fic.


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