Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Y en inicio igual que en final por Marbius

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

2.- Bruno nació virgen y seguro moriría igual.

 

Georg se lo había venido oliendo desde kilómetros a la redonda, porque sí, desde lejos la mierda apesta y muuucho.

—Es que Bruno quiere esperar a que tengamos al menos un par de meses juntos…

—Bruno viene de una familia muy religiosa, para ellos el sexo antes del compromiso serio es verboten.

—Las cosas entre Bruno y yo van bien, sólo una pizca lentas…

—Bruno necesita tiempo, es muy tímido y no quiero hacerlo sentirse obligado para algo a lo que no se encuentra preparado.

Las excusas de Gustav no parecían tener final, porque aunque Bruno daba la impresión de ser un buen chico y de paso, lo era con el baterista como éste lo merecía luego de Adrian, pasados los seis meses de relación aún no habían dado ese gran salto que era tener sexo por primera vez y al parecer no tenían mucha prisa porque ocurriera. Eso por parte de Bruno, claro estaba.

—Bruno es virgen, tampoco quiero presionarlo —le dijo Gustav una tarde a Georg cuando el tema había salido a colación—. Si algo aprendí tras casi dos años de soltería, es que tampoco tengo prisas de ningún tipo. Cuando tenga que ocurrir, bueno… Así será. Hasta entonces puedo esperar y lo haré.

—Seguuuro —le chanceó el bajista, convencido de que ahí había gato encerrado—. Al menos sé honesto, ¿han hecho algo más que besarse o…? —Dejó la pregunta al aire para ver si Gustav soltaba prenda.

—Pues… —Desde su sitio al otro lado del sillón de la sala de conferencias donde esperaban la siguiente entrevista de la mañana, Gustav enrojeció hasta la raíz del cabello—. ¿Prometes al menos no reírte?

—Palabra de honor —alzó Georg la mano para enfatizar su punto—. Ahora sí, escupe los jugosos detalles.

—Mmm —hesitó el baterista—, la última vez que nos vimos… ¿Recuerdas que todos salimos a ese nuevo club de Berlín?

—¿El de las bebidas con nombres raros? —Rememoró Georg el apuro por el que había tenido que pasar al gritarle al bartender por encima de la barra que quería ‘un cunnilingus rosado’ y éste no lo escuchaba pero al parecer sí toda persona a su alrededor.

—Exacto. Esa noche bebimos como cosacos y no es que esperara nada ni eso, pero había reservado una habitación para nosotros solos dos y no tener que preocuparnos de nada más, así que… —El baterista suspiró—. Te juro que fue consensual, pero Bruno pasó de estar de rodillas chupándomela a estar de rodillas y llorando. Al principio pensé que lo había lastimado o algo porque la verdad es que estaba desesperado luego de tantos meses de ser sólo yo y mi mano, pero después me dijo que no podía seguir, que era incorrecto y que necesitaba más tiempo.

—Woah, eso es…

—Lo sé, lo sé. Patético en potencia de diez —se recostó Gustav en el sofá y se cubrió los ojos con un brazo en el gesto más dramático que Georg le hubiera visto hacer antes—. Estaba tan frustrado que pasé los siguientes cinco minutos en el baño. Solo.

—¿Sólo cinco, uh?

—No estoy para bromas. Fue horrible. Bruno estaba llorando cuando regresé y no sabía ni qué hacer o decir así que me disculpé y nos fuimos a la cama con una almohada en medio de los dos. Jamás me había sentido tan… Ugh, no sé.

Dispuesto a replicar con alguna broma, Georg se quedó con las palabras pendiendo de la punta de la lengua, pues justo entonces David entró a la sala seguido de los gemelos y la siguiente entrevistadora de su jornada.

—Más tarde seguimos hablando —le susurró Gustav por lo bajo y recuperó su habitual expresión desinteresada. Por su parte, Georg asintió una vez.

Por curiosidad plagada de morbo -y de paso porque se preocupaba por Gustav-, no dejaría pasar la oportunidad de ahondar más a fondo en el tema.

 

Bruno era agradable, demasiado agradable y educado, tan formal que parecía tener cincuenta años en lugar de los mismos dieciocho que Gustav, por lo que Georg automáticamente se sentía incómodo cuando éste se encontraba en la misma habitación que él.

—Así que… ¿Te gusta algún deporte? —Le preguntó una tarde en que Bruno había ido de visita al departamento de la banda y esperaba por Gustav para los dos salir juntos a cenar a un restaurante de comida italiana. Una más de sus infinitas citas ahora que la banda estaba grabando su nuevo disco en inglés a la espera de un nuevo tour.

—Claro —asintió Bruno, tan rígido que el bajista se preguntó si no tendría dolor de cuello permanente por la torticolis que seguro le daba por estar día y noche tan estirado tal cual si hubiera olvidado sacarle el gancho a la ropa que vestía—. Encuentro gratificante el golf, el tenis y por supuesto, el deporte de los campeones.

—Ah, ya entiendo, ¿fan del futbol?

Bruno abrió grandes los ojos, la única prueba de que había sido sorprendido por la sugerencia de que a él le gustara el futbol. —No, me refería al ajedrez.

—Oh. —Georg se quedó con la boca abierta, los labios fruncidos en una pequeña ‘o’ tan redondita como el sol hasta que Gustav salió de su habitación dos minutos después.

—Perdón por la espera —se disculpó. Tal cual lo haría un caballero, Bruno se puso de pie y lo beso, pero un beso en la mejilla y tan casto, que Georg tuvo que contenerse para no poner una cara burlona que expresara bien su pensar.

De la mano, pero con una distancia considerable entre ambos, Gustav y Bruno abandonaron el departamento juntos mientras que Georg se quedó ahí pensando en lo platónico y poco romántico que se sentía la vibra de aquel par.

Podían ir a tantas cenas románticas como quisieran, pero en su opinión, faltaba chispa, ese algo que los convertiría en verdaderos amantes en lugar de un par de gays a los que les gustaba salir juntos y fingir que lo suyo iba en serio.

Y amor, ahhh, claro.

 

Dos meses más en aquella relación sin apenas contacto físico, y Georg no parpadeó ni un poco cuando al abrir la puerta del baño aquella mañana, se encontró con Gustav masturbándose furiosamente por tercera vez en lo que iba de la semana. Tan concentrado en lo suyo, que apenas si dio muestras de vergüenza al verse atrapado infraganti de nueva cuenta.

—Gus, ¿en serio? —Se le curvaron muy a su pesar la comisura de los labios hacia arriba.

—Ugh, cállate —resopló Gustav, aún con la mano rodeando su erección y la frente perlada de gotitas de sudor. Sentado sobre la tapa del inodoro, no parecía dispuesto a detenerse—. O me ayudas o cierras esa puerta, tú elije, así que-… ¿Uh?

Para su sorpresa, Georg cerró la puerta, pero con él dentro. —Déjame ver qué tal está.

Obediente y un tanto aturdido, Gustav así lo hizo, las mejillas tan sonrojadas que bien podría ser de bochorno, calor, excitación o las tres combinadas en una mezcla explosiva.

—Eso luce inflamado, recomendaría drenar y usar una pomada —rió Georg por lo malo de su broma—. En serio, ¿qué pasa contigo? Esta es la millonésima vez que te encuentro igual a estar horas. Al menos podrías, no sé, poner un letrero o algo. ‘Hombre abstinente por obligación en proceso de masturbación, entre bajo su propio riesgo’, tú elige —le dijo, consciente de que era culpa del cerrojo que no funcionaba. Por eso mismo era que Gustav se daba sus escapadas lo más temprano posible en la mañana, cuando los gemelos aún dormían. Por desgracia para él, el bajista a veces tenía la mala costumbre de madrugar, y en días como esos, también de interrumpir momentos privados.

Gustav apretó los muslos y se cubrió la entrepierna con ambas manos. —¿Tan malo es desear un poco de contacto humano? No es que no ame a Bruno, pero esto es cruel…

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez? —A ver la pregunta escrita en el rostro de su amigo, se explicó—. Ya sabes, desde la última vez que tuviste sexo.

—Mmm, no te burles. Fue hace más de un año. Estábamos en una fiesta y bueno, ese chico me estaba lanzando miradas desde el otro lado de la habitación. Nada serio salió de esa única vez. Después conocí a Bruno, pero nada mayor ha ocurrido entre los dos. Ni… Ugh. Nada, absolutamente nada va a pasar si seguimos así.

—Oh Gusti, vas a morir y tu cadáver tendrá bolas azules —bromeó de nueva cuenta el bajista, pero Gustav no se rió con él—. ¿Puedo hacer algo por ti?

—Como dije antes, puedes salir y dejarme terminar esto.

—O quedarme y ayudar —suplió Georg la segunda parte—. Me quedo.

Gustav abrió grandes los ojos. —¡¿Qué?!

—Oh, vamos —se arrodilló Georg sobre la alfombrilla que mantenían en el baño. Luchando un poco contra las manos de Gustav, logró que el baterista se descubriera—. No voy a decir una chorada como que ‘esto es lo que los verdaderos amigos hacen por los amigos’, pero seh. Tú sólo cierra los ojos y disfruta.

Muy en contra lo que la consciencia y el sentido común le dictaban, Gustav así lo hizo y al cabo de unos minutos, se corrió en las manos del bajista con un amortiguado gemido largo y ronco.

—¿Ves? —Georg se limpió la mano con un poco de papel higiénico—. Nada por lo cual sentir culpa. Dios sabe que lo necesitabas con urgencia y si Bruno no te lo da, bien, allá él. Que no se sorprenda si lo encuentras en otro lado.

—No sé qué tanto va a aliviar mi culpa eso, pero… G-Gracias —exhaló el baterista, apenas recomponiéndose y con el corazón aún palpitando como loco dentro del corazón, él ya no muy seguro de que fuera sólo por el orgasmo, pero apartando ese pensamiento de su cabeza antes de que se transformara en algo más.

—No hay de qué, pero… —Georg se mordió el labio inferior, seguro de que iba a cruzar una línea incluso más extraña pero decidido a ello de cualquier modo—. Sabes que no me quiero meter entre lo que tienes con Bruno, no es mi estilo en lo absoluto y no lo haría si creyera que todo entre ustedes marcha sobre ruedas bien engrasadas, pero si sigues así… Y no digo que esté mal esperar a dar el siguiente paso en su relación si ambos así lo desean, es una buena idea y todo, pero ya han pasado, ¿cuántos? ¿Nueve meses? Seguro que para Bruno está bien, pero tú…

—¿Yo?

—Últimamente estás malhumorado, un poco más encerrado en ti mismo y pasando largas, larguísimas horas en la regadera. Uhm… No que te esté criticando; al contrario, lo comprendo sin juzgar ni nada, pero tú entiendes. Podemos hablar de esto porque somos hombres y estas confesiones son pues… masculinas y eso. Creo. Puedes corregirme si me equivoco, pero presiento que no será así, ¿eh?

Gustav suspiró. Lo que Georg decía tenía mucho sentido y sin embargo, lo que ocupaba su mente en esos momentos era algo más.

—Ya, entiendo de qué hablas y erm… Tomaré una ducha. Haré todo lo posible por no acabar con toda el agua caliente.

Comprendiendo que aquello era la manera discreta que tenía Gustav de pedir la tan necesitada privacidad, el bajista se puso en pie de vuelta y salió del baño cerrando la puerta tras de sí con un suave clic.

Sólo entonces el peso de lo que había hecho ni cinco minutos atrás con su mejor amigo le cayó sobre la espalda como una tonelada de plomo. ¿Qué lo había llevado a hacerlo en primer lugar? Y más importante, ¿por qué en lugar de culpa o confusión lo que quería era volver a cruzar esa puerta y obtener un segundo round?

«Estás loco, Listing. Muy loco», pensó el bajista, riéndose de su propia locura.

Después de que Gustav terminara con su ducha (y de paso con toda el agua caliente de una manzana alrededor a pesar de su promesa) tomaría él también una. Helada en su caso, esperando así matar la erección que se iba formando en sus pantalones. Por su propio bien, que así fuera.

 

No fue entonces una gran sorpresa cuando poco antes de cumplir al año, Gustav regresó un día al departamento arrastrando detrás de sí la sonrisa con la que había salido horas antes.

Aún en el estudio, el único que presenció la deprimente entrada del baterista fue Georg, quien comiendo maíz tostado y viendo una película de acción, se limitó a hacer espacio en el sofá e invitar a Gustav a compartir con él las maravillas de las explosiones, carreras de autos y chicas sexys al por mayor en pantalla.

—¿Qué pasó? —Preguntó al cabo de diez minutos en total silencio, atento a cómo el baterista comía palomitas sin siquiera saborearlas.

—Terminamos. Quiero decir, sí, terminamos. Fue mutuo. Porque yo quería avanzar dentro de nuestra relación y él, bueno, no…

—O sea que todo se redujo a sexo…

—Sí. Sexo que nunca tuvimos, seh —asintió el baterista—. Duele pero no tanto como debería. A fin de cuentas quedamos como amigos y no se siente fuera de lugar por eso mismo, por la falta de sexo entre los dos.

Georg suspiró y le pasó el brazo por los hombros a Gustav.

—Está bien si lloras y te desmoronas como la última vez, ¿sabes? Eso no te va a volver menos hombre o lo que sea. De todos modos ya pienso que eres un sentimental así que-… ¡Ouch! —Se frotó el costado donde el baterista le había asestado un golpe con él codo—. ¡¿Y yo qué hice?!

—Deja de ser una bestia y sólo quédate en silencio. No lo arruines. Porque no, no voy a llorar y sí, sí necesito un amigo ahora mismo.

—Gusti… —Ajeno a que el baterista hacía lo posible por rechazar su abrazo, Georg se le dio por igual, apartando el tazón de palomitas maíz entre ambos y se lanzó encima de él con fuerza hasta tenerlo sobre su espalda y a su merced—. No lo malinterpretes, Bruno era un buen tipo —«quitando lo del ajedrez y eso», obvió el decir—, pero no era para ti, ni tú para él. Estarán mejor así. Por ahí en el mundo hay un chico genial, divertido, guapo y con un enorme pene-…

—¡Georg!

—… que te ame por lo que eres y te haga feliz —siguió el bajista con su discurso, que esperaba sonara tan honesto como lo era él al decirlo. Sin exagerar, le deseaba lo mejor del mundo a Gustav, y le parecía terriblemente injusto que alguien tan bueno como era el propio baterista, tuviera lo que parecía ser, un grave caso de mala suerte en el amor.

—¿Y si no? —Lo retó Gustav a contradecir su predicción—. ¿Y si jamás encuentro a ese ‘alguien especial’? —Ironizó con un par de comillas hechas en el aire y ayudado de sus dedos.

Georg se ahorró el rodar los ojos. —Entonces tendrás tus diez gatos, y yo mis diez perros, y así todos viviremos juntos en una casa enorme y como seremos veintidós, los fines de semana montaremos un torneo aficionado y jugaremos futbol. Como árbitro invitado podemos alternar a los gemelos, un sábado Bill y los domingos Tom para que no peleen ni se sientan menos, ¿te gusta el plan?

Gustav aguantó medio segundo antes de soltarse riendo a mandíbula batiente. Las bromas de Georg, si bien eran muy malas en la mitad de las ocasiones y en la otra mitad, terribles era el único adjetivo con el cual se podrían clasificar, a veces servían para ver el lado bobo de la situación y simplemente reír de lo absurdo que era todo en la vida.

Podría estar soltero de nuevo y haber pasado de vuelta por una ruptura dolorosa, pero Gustav estaba seguro que mientras tuviera a Georg a su lado para ayudarlo a recoger los destrozos, él estaría bien.

Muy, muy bien.

 

/*/*/*/*

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).