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¿Cúal es tu deseo? Recuerdos Eternos por Van Phantomhive

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Notas del capitulo:

Buenas tardes XD o dias o noches XD

 

Como veran es el fic basado en el umpleaños de nuestro adorado castaño, no esta mas decir que me costó mucho asi que espero que lo disfruten.

 

Este fi va dedicado a todas las chicas de Junjou no Baai, a Conni que me dio un estupendo ok y a mi superior (ella ni lo sabe, sabe que esribo y le molesta, que veo anime y todo eso pero bueno las madres son asi)

 

Los personajes pertenecen a Shungiku Nakamura.

¿Cuál es… tu deseo? Recuerdos eternos

 

El sonido de las cigarras y el brillo de la gran estrella eran una de las miles de señales que anunciaban la próxima estación: verano.

 

En una de las casas de familia, en el pequeño patio trasero, había un infante de cinco años jugando con unas bolitas de vidrio. Los rayos ultravioletas lo bañaban totalmente pero al parecer para el jugador era un detalle a no tener en cuenta.

 

Las canicas rodaban de un lado a otro, una de ellas: una blanca con sendas rojas y verdes, una italiana en términos coleccionistas se salió del campo de visión del menor debido al choque de una venezolana y una francesa.

 

-¡Espera! –exclamó el niño al ver que la tana rodaba sin parar por todo el patio, él la siguió gateando, por suerte la persecución se detuvo cuando la canica chocó contra objeto de mayor volumen.

 

Feliz fue hasta donde reposaba la bolita de vidrio pero en el momento que iba a recogerla su campo visual se anuló.

 

-Te dije que te pusieras el sombrero. –regañó una dulce voz femenina.

 

-Pero…

 

-Nada de peros, hace mucho calor y no quiero que te insoles. –dijo la mujer, el sol le arrancaba un brillo cobrizo a su cabellera.

 

El pequeño no replicó solo se quedó mirándola mientras que ella recogía el diminuto objeto redondo y lo observó durante unos minutos, el menor llevado por su curiosidad preguntó:

 

-¿Qué haces?

 

-Pido un deseo.

 

-¿Deseo? ¿Y eso qué es?

 

-Un deseo… -callada, meditó las palabras correctas que usaría en la explicación. –Desear… es como pedir o rezar para que alguien mejore o desear una cosa que no es fácil de conseguir. ¿Entiendes la idea o fue complicado?

 

El infante había prestado atención a cada palabra pronunciada y movió afirmativamente la cabeza, dándole a entender que si había comprendido, la mujer sonrió feliz ya que ella no era muy buena con esas explicaciones.

 

-Entonces desearé que Nii-chan se mejore y pueda jugar conmigo. –comentó tiernamente el niño.

 

-Oh Misaki que lindo. –dijo abrazándolo, el pobre se sintió sofocado y el calor no ayudaba a mejorarlo, con sus pequeñas manos inútilmente intentaba repeler el cariñoso afecto.

 

Ahí fue cuando el escenario cambió: la brisa tibia soplaba moviendo las blancas cortinas, el celeste del cielo era ahora beige, todo parecía ser parte de un sueño salvo… la sensación asfixiante que provenía del abrazo y el ser causante no tenía precisamente cabellos castaños, sino una sedosa mata cabellera plateada que nublaba parte de la visión que tenía del techo.

 

-Usa… gi-san…

 

-Dime.

 

-Q… -el menor no podía gesticular bien las palabras con lo cual divirtió al mayor.

 

-No entendí. –confesó sonriente.

 

El apresado molesto sacó fuerzas de quien sabe donde y gritó al otro.

 

-¡Quítate, pesas mucho! –dijo propinándole un coscorrón en la cabeza.

 

El mayor pasó la mano por la zona lastimada y miraba al castaño sin manifestar ninguna expresión.

 

-¿Qué? –espetó Misaki mirando al otro con recelo.

 

-Nada. –respondió levantándose de la cama y retirándose de la recamara, dejando al dueño de la misma a solas.

 

-“¿Qué le pasa?” –preguntó molesto Misaki mientras se despojaba del pijama y se ponía una ropa dentro de lo posible formal ya que ese día le tocaba trabajar en la editorial.

 

Unos quince minutos más tarde bajó encontrándose a su casero en la cocina, cosa que era muy rara en él ya que hacía estragos con cada cosa que preparaba. Pero hoy había algo distinto y ese algo comenzó con un par de tazas de café preparadas perfectamente y pan tostado, pero no estaban convertidos en carbón sino que estaban en su punto exacto.

 

-Buenos días, Misaki.

 

-Buenos días, Usagi-san… ¿Qué haces?

 

-El desayuno. –respondió indiferente colocando el plato de tostadas en la mesa y sentándose a la espera de su inquilino.

 

El castaño quedó extrañado por unos momentos, de todas maneras se sentó enfrente del otro y al lado del inseparable oso del escritor, Suzuki-san.

 

-Itadakimasu. –corearon al unísono; y empezaron a comer en el más denso silencio del mundo.

 

Misaki estudió las tostadas por unos segundos, verificando que las mismas no tuviesen algo fuera de lo común. Por otro lado, Akihiko lo miraba y con una suave sonrisa comentó:

 

-No tienen veneno.

 

-E-Eso ya lo sé. Refutó sonrojado y mordiendo una sin dudar.

 

Otro intervalo silencioso se interpuso y solo fue roto cuando el estudiante recogía los platos y vasos.

 

-Misaki, ¿Hoy hasta que hora trabajas?

 

-Mmm… supongo que hasta las seis, ¿por qué?

 

-Te paso a recoger, tenemos que ir a buscar algo. –sentenció el novelista mientras se levantaba mirando seriamente a su pareja.

 

-¿A buscar qué cosa?

 

Por desgracia o por vueltas de la vida, el escritor jamás respondió y solo se acercaba al castaño para sacarle los platos de las manos y llevarlos él mismo a lavarlas; esto extrañó aún más a Misaki pero la voz de Akihiko lo sacó de sus pensamientos:

 

-¿No se te hace tarde?

 

El chico miró el reloj y se asustó porque estaba retrasado; rápidamente recogió su nueva mochila y salió despidiéndose a las corridas del escritor.

 

-¡Nos vemos Usagi-san!

 

Una vez que la puerta se cerró, el rostro inexpresivo del dueño de casa cambió y una sonrisa amable y juguetona se asomó en los labios, diciendo a su oso lo siguiente:

 

-¿Crees que a Misaki le gustara? –y como si el peluche le hubiese respondido, comentó con toda jovialidad. –Sí, será un mejor regalo del que le di hace unos días… lastima que no lo halla pensado antes.

 

Estirándose y observando el cielo celeste sonrió con mucha alegría, una alegría que no se la asociaba al sentimiento de la amabilidad sino que correspondía al sentimiento más sincero de amor incondicional que el ser humano tiene hacia otro semejante.

 

Luego agarró al oso y subió las escaleras, rumbo al estudio para terminar el manuscrito, esa tarde la quería para ellos y no habría nada ni nadie que los interrumpiera.

 

Dejando de lado las conjeturas de un afamado novelista, el estudiante corría por las calles rumbo a la editorial Marukawa donde hoy asistiría por primera vez al fotomontaje de un storyboard.

 

Una vez que pisó el edificio, y estando en la oficina del departamento de manga shonen donde lo esperaba el editor en jefe, Kirishima Zen procedió a escuchar las explicaciones que este le indicaba como cortar prolijamente cada hoja y pegarla en su lugar correspondiente. Para el estudiante fue

interesante ya que aprendía cosas nuevas y algo que lo emocionaba más era que estaba ayudando en la edición del tomo Za Kan, del talentoso mangaka Ijuuin Kyou.

 

-Bien Takahashi-kun, corta otros dos centímetros y lo vas girando sin pasarte de la regla. –guiaba el editor, el otro hacia lo pedido de forma lenta y prolija. –Lo haces bien, una vez que tomes la mano te mostraremos como usamos las computadoras en la composición.

 

-Gracias Kirishima-san, lamento haber robado su tiempo para que me enseñara. –agradeció nervioso.

 

-No es nada, además soy el que tiene un poco más de tiempo libre porque los demás están ocupados con las entregas. En fin, ahora te dejo porque debo ir a hacer un reclamo en ventas.

 

-¿Sucedió algo?

 

-Oh no es nada, solo debo darle un recordatorio al jefe de ventas. –dijo con una sonrisa misteriosa y picara, cosa que Misaki no terminaba de comprender.

 

Después de eso el impenetrable editor salió de su sector para dirigirse al otro, dejando atrás al joven aprendiz concentrado en el corte.

 

Minutos que bien pudieron ser horas de silencio, salvo por el tipeo de los teclados de las portátiles, mientras el joven seguía cortando una figura se le acercaba lentamente y se colocó detrás de él para ver que era lo que hacía y una grata sorpresa se llevó con lo cual le susurró al castaño que recibió un susto de muerte.

 

-Takahashi-kun no sabía que podías hacer la composición.

 

-¡Ah! ¡Ijuuin-sensei no me asuste de esa forma! –gritó el menor corriendo la silla de golpe y poniendo distancia entre el mangaka y él.

 

Los ojos azules oscuros de Kyou lo miraban con la misma devoción y amor que le brindó desde aquel día que el universitario lo había salvado hacía más de cuatro años del abismo de la ruina total. Ambos se observaron y el dibujante comentó afablemente:

 

-Takahashi-kun, ¿hoy tiene tiempo?

 

-¿Eh?

 

-Le pregunto porque me gustaría que ambos tuviésemos una cita hoy ya que ayer no pudimos salir como es debido.

 

El menor sorprendido y confundido porque no comprendía, ayer lo había rechazado y claramente se rehusó al “amor” que sensei le profesaba.

 

Al parecer se dio cuenta de que el “gustar” de Misaki que profesaba a Kyou por sus trabajos, obras y como persona, era naturalmente confundido por el “amor” que el dibujante le dedicaba al chico por todos aquellas palabras de aliento y amables que alguna vez este dijo. A pesar de todo eso y

aferrándose a lo recién expuesto es por lo que el dibujante sigue queriendo al castaño, teniendo en cuenta que el muchacho a su torpe manera lo rechazaba.

 

-Lo siento… no puedo porque…

 

-¿Por qué?

 

-P-Porque Usag-… digo Usami-san vendrá a buscarme y… -las mejillas se coloreaban mas intensamente. –Y… me dijo que me llevaría a un lugar que desconozco y recogeríamos algo. –respondió rápidamente nervioso y sonrojado.

 

Un breve lapso trascurrió entre la asociación de ideas y la ejecución de respuestas.

 

-Oh bueno… lastima, aun así…

 

-Sensei tenemos una reunión y Kirishima-san no quiere esperar. –interrumpió la voz del editor de Ijuuin, Ishi Shizuku.

 

-Ya voy. –respondió el dibujante, en un rápido movimiento le susurró a Misaki en el oído. –La próxima vez que nos veamos, tengamos nuestra cita, nos vemos.

 

Todo eso dejó descolocado al menor, ya no sabía cómo decirle que no a su ídolo, ya habría momento en pensar sobre eso. Cuando se dio media vuelta con la vista al suelo noto que uno de sus dedos se había cortado y con un suspiro se dirigió al baño para limpiarse, no iba seguir ya que podría manchar la hoja y no estaba con humor de rehacer todo ese trabajo nuevamente.

 

En el otro lado de la ciudad, el escritor con una cara de humor de perros estaba dando los últimos tecleos a un sinfín largo y tedioso a una de sus futuras novelas bajo la intensa mirada azul eléctrico de su pelirroja editora.

 

La pregunta del millón es en qué momento entró Aikawa-san a la residencia, respuesta: pasada la media hora en que Misaki había salido.

 

No iba a permitir que nuevamente el escritor se saliera con la suya pero lo que la dejaba sorprendida es que apenas usurpó la casa y revisó las habitaciones de ambos residentes, halló a su objetivo escribiendo en la laptop la mitad de la novela. Al menos por esta vez no tendría que regañarlo por el hecho de asumir una vez su trabajo con toda la seriedad que esta requería.

 

-Aikawa, deja de mirarme que ya termino. –escupió el novelista sin mirar a la mujer.

 

-Olvídelo Usami-sensei, prefiero vigilarlo hasta el último segundo y que termine de una buena vez ese escrito. –sin mediar respuesta por la otra parte, ella siguió con la conversación. –Sensei… ¿por qué esta cooperativo?

 

-Porque si.

 

-Esa no es una respuesta.

 

-Lo es porque no quiero que nadie me moleste a la tarde.

 

-¿Y eso por qué?

 

-Ah… no molestes…

 

-Sensei… -llamó la editora en tono de reproche.

 

-Saldré con Misaki. –fue lo único que respondió.

 

-Aww… que lindos, y dígame ¿dónde irán? –preguntó la fujoshi.

 

-Eso es un se-cre-to.

 

-Sensei… vamos quiero saber, dígalo por favor.

 

-No.

 

-Por favor. –imploró.

 

-No y ten ya esta. –sentenció Akihiko tendiéndole las hojas y los cd correspondientes al archivo.

 

A regañadientes la pelirroja lo aceptó y miró con un puchero al más joven.

 

-¿No me lo dirá?

 

-No y es mi ultima palabra, ahora si puede hacer el favor, retírese que debo prepararme para recoger a Misaki.

 

La editora con el ceño fruncido y con un puchero se salió del estudio no sin antes decirle al escritor:

 

-Usami-sensei… bueno supongo que no me contará nada pero por lo menos no haga tonterías.

 

Y fue así como la editora se retiró del lugar dejando al mencionado con sus preparativos y meditando si realmente había hecho bien en haber creado ese regalo.

 

Ahora que lo recordaba… cómo fue que se le ocurrió semejante idea…

 

 

*************************Inicio de Flash Back************************

 

Apenas habían vuelto de Kyoto cuando de repente se encontraron con la grata sorpresa de la visita de Takahiro y su familia. El susto que se llevaron los dos fue tal que habían creído que los descubrieron in fraganti, por fortuna no pasó a mayores aunque Misaki seguía nervioso por lo acontecido.

 

Los cuatro Takahashi y Akihiko desayunaron, algo que no concordaba dentro del escenario era ver a la pareja romántica cocinando, el más joven estaba haciendo huevos cocidos mientras que el otro hacía café y buscaba los vasos correspondientes.

 

En medio de los preparativos, Takahiro acotó tan inusual panorama.

 

-Usagi ¿desde cuándo preparas algo?

 

-Desde hoy. –respondió con tranquilidad dejando atónitos a todos.

 

-Parece que vivir con Misaki-kun ha que logrado que Usami-sensei cambiara en ciertos aspectos. –comentó Manami.

 

-Tienes razón, además no se… ha cambiado en varias cosas, desde que lo conocí siempre fue una persona amable pero como el aura varió, algo debió suceder. –aventuró Takahiro mirando a los otros dos hombres.

 

Esos comentarios provocaron que Misaki se sonrojara pero intentó disimularlo dándoles las espaldas y buscando unos platos, algo parecido le sucedía a Usami, eran unos elogios muy bien recibidos y deseaba decirles que era todo gracias al castaño pero algo le decía que aún no era el momento y no deseaba estropear el cálido ambiente familiar que surgió.

 

Para un hombre que vivió casi toda la vida en la más intensa soledad, sentir ese calor que en su casa jamás recibió por parte de sus progenitores, ese instante era algo que atesoraría toda la vida. Eso también le hizo comprender como ambos hermanos crecieron con esos puros sentimientos sin un ente adulto que los contuviera y que sabiendo que ambos los perdieron siendo tan jóvenes, era digno de querer armar un mejor regalo para al menor de los hermanos.

 

La mirada clavada en la mesa donde estaba el matrimonio y que de pronto se sumara el menor colocando los platos en la mesa con una sonrisa complaciente y tierna, hizo que su mente obrara rápidamente y la idea llegó, un regalo más bello surgió en tan bello escenario.

 

Con esa idea en mente fue a donde se encontraba la familia del menor y colocó los vasos llenos en la mesa.

 

-Espero que sea de su agrado y de paso comentaré que educaste muy bien a tu hermano, Takahiro.

 

-G-Gracias Usagi… wow… no esperaba oír eso esto… -acotó el mencionado sonrojado y sorprendido por el pensar del novelista.

 

Ambos hermanos tenían las mejillas coloradas, uno por el elogio y el segundo por la sinceridad y comentario fuera de lugar que su casero hizo sobre su persona.

 

-Desayuno. –dijo Mahiro, el menor del grupo, y haciendo traer a la realidad a todos los mayores sobre lo que se suponía que iban a hacer.

 

Este pasó volando y los comensales disfrutaron poniéndose al día con los eventos que lo separaron por meses. El niño estaba jugando y miraba de reojo al afuera, el tío notando el comportamiento del infante sugirió.

 

-¿Les parece bien si salimos y vamos al parque?

 

Los demás meditaron y de inmediato secundaron la moción.

 

-Por qué no, es un día muy bonito. –comentó Manami.

 

-Y de paso podemos tomar aire fresco, estoy cansado de estar adentro de la casa. –dijo Takahiro sonriendo a su mujer y a su hermano.

 

De esta manera toda la familia incluyendo al novelista salieron una vez más a las soleadas calles de Tokyo, fueron a una de las plazas más cercanas y tanto Manami como Misaki fueron a jugar con el infante a los juegos. En una de las bancas se hallaban los amigos de secundaria, con una charla de trivialidades y alguna que otra felicitación por parte del moreno a su compañero por la reciente premiación.

 

Todo iba muy bien pero Akihiko lo decidió quebrar con unas preguntas para tantear terreno y no herir los sentimientos del joven de ojos azules.

 

-Takahiro… sé que no es muy ubicado de mi parte… pero… ¿te importaría contarme como fueron la infancia de ambos cuando sus padres vivían?

 

La pregunta evidentemente descolocó al mencionado y sabía de sobra que no iba a esperar respuesta, aun así… debía intentarlo.

 

-¿Por qué preguntas?

 

-Mmm… porque luego de vivir por cuatro años con tu hermano, jamás mencionó nada sobre su vida antes de que ustedes me conocieran y… sé que no tengo el derecho de pedírtelo a vos o a él… pero es algo que me gustaría conocer…

 

La justificación era rara desde el punto de vista de Takahiro pero si tenía en cuenta que mantuvo una amistad por más de diez años y sabiendo que algunos aspectos de la vida del escritor fueron confiados a él… de acuerdo por lo menos le mostraría algo.

 

-Usagi, no es un tema sencillo de hablar. –dijo mirando a Misaki y como este jugaba con su hijo.

 

-Lo sé pero si no quieres está bien.

 

-Entiendo y te lo agradezco pero al menos te mostraré algo que Misaki no creo que valla a recordar.

 

Durante unos minutos el azabache hurgó entre sus bolsillos y sacó su billetera, al principio solo había fotos de su mujer e hijo pero apartando las mismas retiró otra foto, una con más años debido al tinte del reverso de la foto.

 

-Ellos son… júzgalo por ti mismo. –dijo triste tendiéndole la imagen.

 

Akihiko la tomó y la observó unos minutos en silencio, la foto estaba compuesta por tres individuos, un hombre de ojos azules y de cabellos negros en el margen izquierdo, en el derecho una mujer de larga cabellera castaña y de ojos verdes, iguales a Misaki y obviamente el pequeño del medio era el mismo Misaki.

 

No se necesitaba ser un genio para deducir que la pareja era los padres de los hermanos.

 

Algo que llamó la atención es que la foto estaba tomada desde un punto no muy lejano y ligeramente torcido, con lo cual miró a su compañero y este con una sonrisa triste corroboró tal pensamiento.

 

-La persona que tomó la foto fui yo cuando tenia quince años, no era muy diestro con la cámara pero era un lindo recuerdo. -los ojos del azabache estaban sumidos en la nostalgia y sabía que no podía pedirle si podía mandarle una copia de la foto, eso iba a ponerlo peor y sería muy desconsiderado y desalmado de su parte.

 

Comprendiendo eso, los dos guardaron silencio pero fue roto por la voz del castaño.

 

-¡Nii-chan trae la pelota por favor!

 

Un objeto redondo llegaba a sus pies, Takahiro lo recogió y cambiando el semblante le dijo a su hermano:

 

-Ya se las llevo. Enseguida regreso.

 

El novelista solo se quedó unos momentos estudiando la foto y los demás, la sonrisa de Takahiro había vuelto y parecían que cruzaron una palabras tanto con su mujer y con su hermano menor, mientras acariciaba la cabeza de su hijo.

 

A los minutos regresó Takahiro y Akihiko le devolvió la foto.

 

-Gracias por enseñármela, y perdóname si fui desubicado y te hiciera recordar cosas que en el fondo son dolorosas. –se disculpó sinceramente.

 

-Más bien yo debería decir las gracias por preocuparte por los dos y lamento haberte incomodado.

 

Una vez que el morocho la guardó en su lugar, el novelista muy a su pesar se atrevió a preguntar:

 

-Takahiro, ¿te puedo hacer una pregunta más?

 

-Adelante.

 

-Misaki me contó que cuando era niño no sabía jugar con las canicas y que prefería coleccionarlas, luego le contaste sobre los deseos y demás cosas para que las usara… entonces yo me preguntaba

que hicieron de esas cosas, dudo mucho que un pote de canicas sea algo que moleste o me equivoco. –conjeturó.

 

La mirada del otro se ensombreció y respondió tristemente:

 

-La verdad las pocas canicas que consiguió mi hermano, las rompió todas a los ocho años.

 

-¿Por qué?

 

-Porque cuando nuestros padres murieron… y en medio del triste momento que preparábamos nuestro equipaje para salir de la casa donde vivíamos. Él tomó tres canicas… recordó que le había dicho que la tercera era la especial y pidió al imposible… deseó que nuestros padres regresaran y obviamente no se cumplió. Entre llanos y berrinches rompió todas y después se encerró en sí mismo.

 

El escritor solo lo mira sin decir palabra, la cruda verdad del pasado de ambos chicos lo dejó sin palabras.

 

-Lo que ves ahora es más o menos como solía ser… -siguió Takahiro. –Creo que jamás se perdonará lo que pasó, sabiendo de sobra que no fue su culpa. Por eso se obligó a madurar antes de tiempo, olvidando que debía ser un niño caprichoso o un adolescente rebelde.

 

-Perdón, ahora si que me pasé de entrometido. –se disculpó el albino luego de un molesto silencio, donde solo se oía el sonido de la cigarras de la estación.

 

-No te preocupes, además… -una suave sonrisa se asomó en el rostro de Takahashi. –mi hermano esta siento más egoísta, caprichoso y abierto, eso es algo que debo estar agradecido.

 

En eso el dúo de castaños lo miraban acuchillándolos con la mirada y entre risas el padre de familia se levantó y dijo más para sí mismo que para Akihiko.

 

-Ojalá ellos pudieran verlo en este día… -tras un suspiro cambió el semblante y miró al novelista. –Mejor vamos para allá o esos dos nos van a matar.

 

Mirando al dúo castaño notó que los ojos denotaban cierto reproche la tardanza de la larga charla, el otro divertido comentó:

 

-Ya veras que con un poco de helado esa mirada desaparece.

 

Entre risas los adultos se dirigieron al encuentro de los demás dejando por en estado de suspensión la idea de Akihiko. Una idea que conllevaba el siguiente pensamiento.

 

“No te preocupes… que ellos lo verán.”

 

La mitad del día fue en el parque y teniendo en su poder que la familia debía tener un momento privado, se excusó con la idea de volver a su departamento a realizar unas llamadas y otros detalles que la editora del novelista venia martillándolo desde hace semanas.

 

Lejos de toda esa mentira, condujo a alta velocidad a un lugar que no había pisado aproximadamente diez años.

 

Tras unos veinte minutos de recorrido, llegó a un edificio de gran envergadura y majestuoso, de ladrillos, con una fuente central y acompañada de complejos de grandes ventanales, la gran universidad de Tokyo abría sus puertas a todo estudiante de gran inteligencia y talento.

 

Usami se colocó las gafas y se dirigió a una de las zonas del campus que raramente visitaba, un pequeño letrero en la entrada rezaba: Departamento de Arte de la Universidad de Tokyo.

 

Centrado y dispuesto, creyendo que la idea que se fue consolidando en el camino era una buena, se encaminó a una de las aulas, hallando a un par de estudiantes terminado un retrato y a uno de ellos siendo elogiado por los mentores.

 

-Disculpen. –llamó Akihiko a la puerta.

 

-¿Sí qué se le ofrece? –respondió uno de los educadores.

 

-Podría pasar y ver las pinturas de los jóvenes, es que me gusta buscar material nuevo. –sonrió Akihiko retirando los lentes de sol y dejando a la vista sus orbes violetas.

 

Los presentes se sorprendieron porque reconocieron al novelista que a su vez fue el mejor estudiante de la clase que se graduó con la máxima nota del establecimiento.

 

-Claro pase por favor, Usami-san, que honor recibir a tan ilustre estudiante.

 

Algunos alababan la presencia del novelista pero el otro entre sonrisas y respuestas inteligentes, estudió todos los cuadros, hasta hallar uno que le brindaba algo más que una simple pintura al oleo.

 

-Disculpa, ¿este cuadro lo creaste vos no?

 

-Sí y es muy especial. –respondió el estudiante de cabellos castaños rubios y de ojos caramelo, vestido de overol para no manchar la ropa casual. A su vez este era bien parecido gracias a sus facciones decoradas finamente por unos aretes y su aire distendido ya que escuchaba música con el reproductor.

 

-Se nota y por eso te quisiera pedir un favor.

 

-¿Un favor?

 

-Oh Usami-san ya vio las habilidades de Yukina-kun, la verdad este chico tiene algo muy curioso cuando pinta ciertas cosas. –interrumpió el maestro del joven.

 

-Sí, ¿le importaría si me lo presta por unos días, sensei? Claro si el chico lo desea, no lo obligo. –preguntó educadamente a ambos.

 

-Yo no tengo problemas, solo que sea dos días y nada más, en la próxima semana estos chicos deben rendir. –respondió el profesor mirando a su pupilo que el veredicto final dependía de él.

 

-De acuerdo pero tendrá que ser durante la mañana ya que por la tarde trabajo. –respondió Yukina mirando al mayor.

 

-Gracias por tomarte tu tiempo, ahora te paso a comentar la idea… ¿podría ser a solas?, es que es una sorpresa para mis fans. –se defendió al ver que el maestro no se retiraba.

 

Una vez que quedaron casi a solas, el joven se levantó y comentó:

 

-Vamos al patio, a esta hora no hay gente.

 

Siguiendo al menor, ambos salieron al majestuoso patio del campus, dejando que el viento veraniego soplara con calma revoleteando las cabelleras de los hombres.

 

-Dígame Usami-san, ¿qué es lo que quería decirme?

 

Akihiko le relató el pedido que deseaba y por extraño que parezca Kou lo aceptó.

 

-Creo que entendí, sería milagro si la termino en un par de días. –comentó el estudiante.

 

-Espero que puedas pero si necesitas un día más, esta bien por mí y no te preocupes que yo te compro los materiales.

 

El menor se sorprendió, para él era extraño ver el afán del escritor y con un tono bajo y curioso aventuró:

 

-¿Es un regalo para una persona especial?

 

-Sí, y lo único que lamento es que no se me halla ocurrido con tiempo, no se por qué no me di cuenta antes pero es mejor tarde que nunca. –respondió con un aire compasivo y amoroso. –Quizás es algo que no te sea muy común…

 

-Nada de eso, y entiendo lo que me quiere decir porque yo tengo mi persona especial. –comentó mirando de reojo al salón, específicamente al cuadro recién dibujado.

 

El albino miró al mismo sitio y recordó la imagen plasmada, sonriendo se levantó y tendiéndole la mano al estudiante habló amablemente:

 

-Gracias por realizar este favor, avísame cuando lo tengas listo y no te preocupes que te pagaré por ello.

 

-No es necesario que me pague Usami-san, para mí dibujar es un placer y es más placentero cuando tengo entre mis manos tesoros de personas que desean ser plasmadas por toda la eternidad. –respondió estrechándole la mano tendida y también levantándose del sitio.

 

El otro para no discutir con el muchacho y no robar más el tiempo, una realizados los primeros preparativos, ambos volvieron a estrechar las manos y cruzaron miradas. Una vez que se separaron y se alejaban, Yukina agregó una cosa más que dejó en calma al novelista.

 

-Lo empiezo desde ahora, y lo tendré en un par de días de ser posible.

 

-De verdad gracias y todo lo que uses cárgamelo a mi cuenta, no escatimes en gastos y usa lo que desees y lo que te sienta más cómodo para trabajar.

 

-De acuerdo, tendrá noticias en dos días, hasta entonces Usami-san. –se despidió el menor haciendo una reverencia.

 

-Hasta pronto Yukina-kun. –saludó cordialmente el escritor.

 

Los dos agraciados varones se fueron cada quien por su lado mientras uno se escabullía por las instalaciones universitarias, el artista volvió a su salón y una de las compañeras le preguntó:

 

-Yukina-kun ¿de qué hablaron con Usami-sensei?

 

-Nada en particular, solo hablamos de algo trivial. –se defendió el menor pasando de largo para salir del aula y comprar un nuevo lienzo.

 

-Yukina-san ¿desde cuando conoces a Usami-sensei?

 

-Desde hoy. –respondió alegre.

 

-¿Le pediste un autógrafo? –encaró otra directamente.

 

-No, me parece algo fuera de lugar y además estoy ocupado. –se excusó saliendo del recinto y se perdió entre los pasillos sin que otra joven lo retuviera.

 

A la media hora el celular del novelista sonó y al ver quien era respondió automáticamente:

 

-Dime Misaki, ¿pasó algo?

 

-Usagi-san ya te tardaste mucho, ¿qué estas haciendo?

 

-Nada, solo un par de reservaciones en un restaurante.

 

-¡Usagi baka deja de gastar dinero y guarda algo para la vejez!

 

-Sí, sí ya estoy llegando a casa y los paso a buscar en diez minutos. –dijo cortando la conversación y dejando con la palabra en la boca al menor.

 

Llegando una vez a la residencia miró a su oso y le dijo:

 

-Suzuki-san espero haber echo lo correcto.

 

*****************************Fin del Flash Back**********************************

 

Mientras meditaba las horas transcurrieron sin piedad y cuando había vuelto al presente notó que era tiempo de la hora de salida y más aun su celular tenía un mensaje que rezaba lo siguiente:

 

“Usami-san el cuadro ya esta listo, cuando quiera puede pasar a recogerlo.

 

Yukina Kou.”

 

-Que suerte y justo a tiempo porque ya pensaba ir a buscarlo de todas formas. –rectificó el escritor y rápidamente escribió que iría ese mismo día a retirar el cuadro.

 

Saliendo con una velocidad inusitada condujo hasta la editorial donde el menor salía por la puerta principal despidiéndose de las recepcionistas. Él se bajó y se recostó por la puerta del deportivo saludando a su inquilino:

 

-Hola Misaki.

 

-Hola Usagi-san. –saludó Misaki cansado de ver como el otro brillaba y sonreía por todos los poros de la piel.

 

-Bien vámonos. –dijo entrando al auto en el asiento del piloto.

 

-Espera, ¿dónde vamos? –dijo entrando a las corridas en el asiento del copiloto.

 

-A la universidad.

 

-¿Universidad?

 

El otro no respondió nada y solo se dedicó a conducir, molestando aun más al menor.

 

-Usagi-san respóndeme a qué universidad vamos.

 

-Ya lo verás.

 

Tras media hora de deambular por las calles, llegaron finalmente al imperioso edificio donde el campus universitario elitista brillaba a su máximo esplendor.

 

-Usami-sensei-sama… ¿Por qué su señoría me trajo hasta acá? –preguntó el castaño mirando con los ojos abiertos todo la estructura.

 

-Como te dije, vinimos a buscar algo, vamos es por acá. –respondió escabulléndose por uno de los patios traseros del complejo siendo seguido a los poco metros por el menor.

 

-¿Dónde vamos? –preguntó otra vez.

 

-Es acá. –dijo deteniéndose en las puertas del departamento de arte.

 

-¿Acá? –mirando extrañado, pensaba que ya que habían venido hasta este lugar irían al departamento de literatura pero el de arte… ¿por qué arte?

 

-Espérame unos segundos. –dijo el mayor entrando a la zona en cuestión, Misaki sin poder reprochar se quedó atrás, confundido y sin comprender la razón de todo esto.

 

Mientras en el aula donde hace unos días tuvieron encuentro el escritor y el artista, este último esperaba sentado al lado de la pintura que estaba cubierta por una manta blanca que ocultaba la imagen creada.

 

-Usami-san que bueno que halla venido. –saludó Yukina con una cordial reverencia.

 

-No sabes como te agradezco por haberlo terminado en tan poco tiempo, ¿fue difícil lo que pedí?

 

-No tanto, eso sí espero que sea de su gusto. –respondió destapando un poco para que solo Akihiko pudiera apreciar, las orbes violetas se iluminaron y una sonrisa se asomó en los labios. La expresión convenció al joven rubio de que su labor fue bien realizada y volvió a tapar el cuadro, el otro comentó con un dejo tranquilo.

 

-La verdad tus maestros tienen razón posees mucho talento, ojalá sigas así en el futuro.

 

-Eso espero y bueno es fue todo por mi parte… y no se moleste no quiero nada. –se apresuró el menor al ver que el otro buscaba algo entre sus bolsillos algo.

 

-Por favor, solo acepta esto y esto otro déselo a su pareja y dígale que lo abra una semana antes de su cumpleaños. –dijo Akihiko tendiéndole dos sobres delgados, el menor solo aceptó sin rechistar ya que los ojos decididos del mayor imperaban en el ofrecimiento.

 

-Muchas gracias Usami-san, y cumpliré con su pedido, aunque dudo que Shouta-san cumpla con lo que halla escrito. –comentó riéndose.

 

-Ya veras que lo hará y no escribí nada del otro mundo. –el rubio lo miró curioso y ansioso. –Lo sabrás en su momento, bueno si no es molestia… me llevaré la obra.

 

-Por supuesto, es suya desde el principio. –dijo abriéndole paso.

 

-Mía no, de Misaki. –dijo tomando el cuadro cubierto. –Ah se me olvidaba, llámame cuando quieras porque la verdad me gustaría ayudarte a futuro.

 

-Es muy amable y si el destino nos dice que nos reuniremos más adelante, así será.

 

-Fue un placer conocerlo, Yukina-kun. –dijo tendiendo la mano el escritor.

 

-El placer fue mío y gracias Usami-san. –correspondió el artista.

 

Con una despedida cortes ambos hombres se retiraron, el encuentro fue dentro de todo corto y sumando que era tarde, no había muchos chicos en el campus para que interfirieran en el encuentro.

 

Una vez que salió al patio, ojeó en todo el lugar para ver donde estaba el castaño y no tuvo que ir más lejos ya que el chico se encontraba sentado mirando la fuente de agua como si de ella emanara algo que nadie más pudiese ver.

 

-Misaki. –llamó por lo bajo.

 

-¡Usagi-san ya era hora! –refunfuñó acercándose al mayor. -¡A dónde fuiste! –de pronto se percata de la presencia del objeto rectangular. -¿Y eso?

 

-Lo que vine a recoger. –sentenció aferrando el agarre.

 

-¿Y para qué lo quieres?

 

-Eso no importa.

 

-¿Cómo que no importa? Ahora dime ¿para qué un cuadro?

 

-Y para que va a ser, para decorar la casa. –la cara del menor se tornó más escéptica y el novelista cambió su expresión mientras le acariciaba el cabello. –Te lo mostraré en casa.

 

-¿Y por qué no ahora?

 

-Porque solo quiero que lo vez Misaki y nadie más. –respondió dándole un beso casto en los labios para transmitirle su sentir.

 

El menor se sonrojó a velocidad del rayo y se separó empujando al escritor despotricando a los cuatro vientos.

 

-¡Usagi baka estamos en público! ¡Ahh no tienes una gota de cordura en tu endemoniadamente cabeza!

 

-Claro que la tengo pero toda mi cordura te la llevaste vos desde que te conocí hace cuatro años. –dijo dirigiéndose al auto, dejando a su pareja pasmado por tales palabras.

 

Notando que el casero ya había acomodado el cuadro en el asiento trasero, Misaki se apresuró a subir en el auto mirando con cierto recelo el cuadro, creyendo que la obra dibujada era una de las otras excentricidades del carismático ganador del premio internacional de literatura.

 

Durante el trayecto a casa ambos hombres decidieron entablar una conversación.

 

-Misaki, ¿cómo te fue hoy?

 

-¿Eh? ¿A qué viene la pregunta?

 

-¿No puedo preguntar por las cosas que hace mi amado? –atacó con otra pregunta con el inmediato tinte rojo en el rostro del menor.

 

-No es eso… eso solo que es raro, definitivamente raro.

 

-Además no respondiste a mi primera pregunta.

 

Cinco segundos pasaron para que el menor emitiera una respuesta. –Bien, hoy me enseñaron la composición.

 

-¿Es difícil?

 

-Más o menos pero después de unas horas le tomas la mano. –dijo riéndose de sí mismo.

 

-Tu dedo. –señaló mirando la bandita de uno de ellos.

 

-Ah eso fe porque me corté accidentalmente. –respondió un poco nervioso.

 

-¿Cómo fue el accidente?

 

-Mmm… me asustaron cuando giraba la hoja…

 

-¿Quién fue?

 

-No te preocupes fue uno de los editores.

 

-No mientas.

 

-… Ijuuin-sensei.

 

-¿Y qué quería esa persona? –preguntó medio molesto al oír ese nombre.

 

-Q-Quería invitarme a salir… pero yo lo rechacé porque le dije que hoy… me vendrías a buscar e iríamos a recoger algo. –respondió atropellando las palabras por ver una diminuta aura negra emanando del escritor.

 

Sin embargo, tan pronto como había surgido fue como desapareció y eso daba a entender que había en la personalidad del mayor que cambió.

 

-Usagi-san…

 

-Me alegro que rechaces a los demás y seas tan sincero en exponer nuestras salidas.

 

El castaño se sonrojó pero no respondió nada por un lado porque no sabía que decir y por el otro porque habían aparcado en el estacionamiento del edificio.

 

Los siguientes minutos fueron de total silencio, una vez que entraron a la casa fue igual y como ya anochecía el menor empezó a preparar la comida mientras que el escritor se perdía en la segunda planta.

 

Una vez que el aroma de comida casera perfumaba cada rincón, el menor subió a la segunda planta buscando al mayor y anunciarle que la comida estaba lista.

 

Primero lo buscó en la habitación de él y no estaba, luego en el estudio sin hallar nada, husmeó en cada cuarto donde había juguetes, marimos y otros objetos pero tampoco estaba en ninguna de ellas y salir nunca salió porque lo hubiera notado. Finalmente decidió buscarlo en su habitación y allí estaba acomodando la pintura en un caballete ya que no tenía clavos para alzarlo en la pared.

 

-¿Qué haces? ¿Y por qué tiene que estar esa pintura en mi cuarto?

 

-Primero acomodando y segundo porque es tu regalo de cumpleaños.

 

-¡Otro más! ¡Usagi idiota no era necesario que gastaras más en ello! –dijo jaloneando al escritor que en ese instante desenfundaba la manta que la cubría.

 

Misaki pensó que conociendo a Akihiko este hubiera pedido que hiciesen una replica de una de las grandes obras de arte de la historia, por ejemplo: Picasso, Monet, Van Gogh, etc.

 

La sorpresa fue mayúscula al ver que no era lo que creía y en cambio eran tres personas enfrente de un campo de girasoles que miraban directamente hacia arriba para recibir mejor los rayos del sol que alumbraban a los presentes abstractos.

 

Iba a replicar al escritor pero algo lo detuvo y eso fue la cara de los retratados: un hombre entrado en años pero físicamente saludable, se podía apreciar la juventud desbordante que emanaba de los ojos azules oscuros y que eran enmarcados por una tupida cabellera negra con manchas grises.

 

En el margen derecho se hallaba una mujer que sonría de igual manera que el hombre, los ojos verdes brillaban de amor y cariño a los dos hombres que la acompañaban, tenía un aire muy maternal y era curioso ver esa sensación proveniente de un cuadro pero era lindo porque le sentaba de maravillas. La larga cabellera castaña caía con gracia y al ver como se aferraba a la persona del medio daba a entender que existía un lazo parental, sino fuera por algunas pequeñas arrugas que coronaban los ojos de la mujer se podría decir que la persona del medio y ella eran hermanos o primos.

 

Los ojos de Misaki estaban más que abiertos no solo por las personas descriptas sino por verse a sí mismo, es decir, con la edad actual y retratado entre las dos personas que lo acompañaban a su lado. No podía ser posible, era imposible que eso sucediera porque esas personas… sus padres habían muerto cuando tenía ocho años. No quería creerlo pero la voz suave del novelista desmoronó todo lo que su mente intentaba negar.

 

-Misaki… son tus padres y ese cuadro representa como se verían ahora, es la edad que ellos hubieran tenido si hubiesen estado con vida...

 

El menor no podía concebir tal idea, ver a sus progenitores abrazándolo a cada lado y con una sonrisa tierna y amorosa en el rostro, fue más de lo que pudo soportar. Sus piernas flaquearon y se sentó en el suelo sin poder dejar de observar el cuadro, los ojos verdes estaban desbordados y las lágrimas fluían, mojando el rostro del menor y parte de la ropa del mismo.

 

Akihiko sabía que esa iba a ser la reacción por parte del menor y le dolía, por lo cual se acercó despacio a él y habló con voz suave para no alterarlo.

 

-Sé que no era lo que esperabas pero deseaba que ellos te vieran, lo que has crecido y la maravillosa persona que sos y la que más amo en todo el mundo.

 

El menor lloraba a mares como si no escuchara las palabras de su casero, susurrando muy bajo y apneas audibles palabras de disculpas. El mayor lo abrazo muy despacio por detrás y susurró:

 

-No es tu culpa… y sabes que ellos querían que te perdonaras a ti mismo y les sonrías como siempre. –el sollozo continuaba por el menor con pequeños temblores, por lo cual el mayor lo aferró más a su cuerpo. –Misaki, ellos siempre te querrán y lo sabes, por lo que perdónate a ti mismo y sonríe.

 

-N-No puedo… n-no puedo… -negó el menor ocultando su rostro en la camisa del albino.

 

-Claro que sí. –dijo sobándole la cabeza. El tiempo pasaba y el llanto disminuía paulatinamente, Akihiko pensó que se había quedado dormido pero no fue así porque el menor se alejó de él, aun temblando se puso de pie y con lágrimas en los ojos habló:

 

-No tengo perdón y si aun me perdonasen… yo lo único que podría decir es… muchas gracias, g-gracias por amarnos… gracias…

 

Una pequeña reverencia hizo ante la pintura y unas cuantas gotas mojaron el piso, se mantuvo así por largos minutos, el escritor solo lo vio en silencio desde su posición pero sus ojos se quedaron en blanco al ver dos pares de alas cerca del menor. Uno de los progenitores lo abrazaba y el otro lo acariciaba, la mujer lo vio a él y gesticulo un par de palabras; eso hizo sonreír al mayor que asintió con educación a ambos seres celestiales.

 

En medio de pensamientos bondadosos, se disponía a irse pensado lo siguiente:

 

-“Ellos también están agradecidos de haberte tenido Misaki, y están muy orgullosos de ti”

 

Apenas dio un par de pasos, los brazos del menor lo apresó y un susurró nació:

 

-Q-Quédate… no me dejes solo.

 

El mayor se quedó donde estaba y volvió a abrazar al menor.

 

-Nunca te dejaré solo porque sos lo que más amo, Misaki.

 

 

Una persona que siempre se había mostrado indiferente.

 

Unas manos frías como el hielo que demuestran la falta de calidez en un ser que siempre a vivido solo.

 

Todo eso era mentira porque cómo puede ser que esta persona, que siempre estuvo solo sin recibir una gota de amor por parte de sus padres, admirado por muchos y odiado por otros, pueda ser así de amable… pueda amarlo como lo hace.

 

Una amabilidad que lastima, tanto que te hace llorar.

 

Palabras de amor que profesaba como si nada... personas así merecían recibir toda la felicidad del mundo.

 

Esos pensamientos volaban por la mente de Misaki mientras era arrullado por los brazos de Akihiko en medio del silencioso cuarto y con la presencia alada de los progenitores del menor.

 

-Lo diré de nuevo… Feliz Cumpleaños…

 

-G-Gracias… Akihiko-san.

 

La noche se alzó y solo un infinito sentimiento incondicional era todo lo que decoraba la casa de un niño rico de corazón lleno de amor y de un niño pequeño de puros sentimientos que solo quería recibir amor.

 

A la mañana siguiente ambos hombres se quedaron viendo después de un desayuno rápido, y mientras el menor se preparaba para salir, el mayor irrumpió en su habitación.

 

-¿Qué haces aquí, no ves que me estoy cambiando?

 

-¿Cómo la llamaras?

 

-¿Ah?

 

-La pintura, ¿Cómo llamaras a la pintura?

 

-No se… no soy bueno con los nombres, Usagi-san vos sos mejor para esas cosas.

 

-Vamos inténtalo.

 

El menor sonrojado y terminando de acomodarse la ropa, miró una vez más la obra y con una sonrisa pequeña dijo por lo bajo.

 

-Recuerdos Eternos.

 

-Que bonito y le sienta bien, ahora vamos te llevo. –dijo saliéndose del cuarto sin darle posibilidad de replica.

 

El menor solo miró una vez más y dijo al cuadro.

 

-Me iré a trabajar, vuelvo a la noche. –se despidió sonriendo y saliendo a las corridas donde el mayor lo esperaba.

 

-Te tardaste.

 

-Cállate y vámonos. –sentenció sonrojado.

 

Akihiko sonrió y siguió a su pareja, mirando por ultima vez el cuarto de este, susurrando por lo bajo sin que el otro lo oyera.

 

-Lo cuidaré, hasta pronto.

 

-¿Dijiste algo?

 

-Nada.

 

Y así fue como un regalo de cumpleaños se transformó en un recuerdo eterno, eso fue lo que aprendió tanto como Usami Akihiko de 32 años y Takahashi Misaki de 22 años en un verano donde una imagen vale más que mil palabras.

Notas finales:

En fin... espero que les halla gustado, como dije me costó horrores escribirlo, es decir, deje que parte de mi entrara sin querer en esto, asi que sepan disulpar si hice llorar a alguien.

 

Algunos se preguntaran sobre los sobres... bueno he aqui que pasó

 

 

 

 

 

EXTRAS

 

 

 

Casi dos semanas más tarde: 30 de agosto.

 

 

 

 

Una pareja iniciada su nuevo día, en especial, el joven artista que cocinaba felizmente para su pareja durmiente.

 

-Yukina b-bueenos diaaas… -saludó un adormilado chico de cabellos negros revueltos mientras se tallaba uno de los ojos marrones.

 

-Shouta-san ese no es mi nombre. –reprochó el artista con un encantador puchero.

 

De inmediato el editor se sonrojó y dijo refutando:

 

-Ya te lo dije… tu nombre es muy difícil usarlo de forma casual.

 

-Uhh que malo eres, en fin, con el tiempo me llamaras “Kou”. Ah se me olvidaba, esta carta es para ti. –dijo tendiéndole uno de los sobres.

 

-¿Para mí? ¿De quién?

 

-De parte de Usami Akihiko-san.

 

-¡Usami Akihiko! ¡El novelista!

 

-Sí, del novelista.

 

-… ¿Cómo lo conociste?

 

-Él me vio pintando y me encargó que hiciera un retrato. –respondió despreocupadamente.

 

-¿De él mismo?

 

-No, fue una familiar y lo raro es que no era de él sino de otra persona… supongo que era de su novio.

 

El editor escupió parte del café que tomaba sin poder creer que el afamado escritor fuera homosexual.

 

-¿Novio? No sabía que tuviera y que esta fuera un hombre.

 

-Puede ser que sea su pareja o algún pariente, no sé… de todas maneras me dijo que esa carta era para vos y esta otra era para mí. –señaló la suya. -¿Las abrimos juntos? –preguntó emocionado.

 

-Esta bien. –respondió medio sonrojado por el brillo del menor.

 

Al mismo tiempo rasgaron los sobres y sacaron su contenido, cada una contenía una hoja de una sola carilla. Los dos leyeron rápidamente y ambos pusieron la misma expresión de confusión, pero uno sabía el por qué mientras que para el otro era incomprensible.

 

El primero en reaccionar fue el mayor.

 

-¿Qué sucede?

 

-La carta dice que Usami-san apadrinará mi carrera y en las obras que exponga a futuro. –dijo sin aliento el rubio.

 

-“Eso si que es una sorpresa… y más aun a una semana del cumpleaños de Kou.” –pensó el editor. –“Hablando de cumpleaños… en la próxima semana será eso…” –en eso releyó la misiva y captó el mensaje, ahora el problema era qué le daría a él.

 

-Shouta-san ¿qué dice la suya? –preguntó curioso.

 

-Nada. –respondió guardando rápidamente el papel.

 

-Oh vamos muéstremelo. –forcejeó divertido aprovechando para poder abrazar al otro. –Vamos déjeme ver, Shouta-san. –susurró con un tono sensual.

 

Kisa se sonrojó peor y mantuvo su terca postura en no mostrar el contenido.

 

-Basta Kou, no te lo mostraré y punto final.

 

-Shouta-san me llamaste por mi nombre, estoy tan feliz. –sonrió el rubio, abrazando con fuerza el cuerpo de su novio.

 

Una pequeña discusión y juego de palabras que van y vienen hicieron olvidar el motivo por el cual habían comenzado la conversación.

 

Lo que Yukina Kou jamás descubrirá son las palabras que el escritor les dedicó a ambos pero Kisa Shouta tendrá que emplear el concepto en una semana.

 

“Los Recuerdos Eternos son hermosos porque quedan ahí para siempre, pero más bellos son los Recuerdos del Momento porque se viven solo una vez y más aun si es al lado de la persona que amas.”

 

Usami Akihiko

 

 

 

 


Con esto doy por terminado mi larguisimo fic (?)

 

solo tengo una ultima cosa para decir: OTANJOUBI OMEDETO MISAKI XDDD

 

Y FELIZ NO UMPLEAÑOS A TODOS XDD

 

Adyuu


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