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Sonrisa Alquímica por Kojinajo

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Full Metal Achemist y Full Metal Alchemist: Brotherhood son una marca registrada y protegida por los derechos de autor. Los personajes y partes del guión utilizados en esta historia no me pertenecen.

Notas del capitulo:

Un fanfic que se me ocurrió hace un tiempo y desde entonces viene dando vueltas en mi cabeza. Hace poco comencé a ver Full Metal Alchemist: Brotherhood (si, ya se... tarde mucho XD) y bueno... siempre me gustó el RoyxEd, pero nunca había pensado en AlxEd.

 

Los dejo con mi primer fanfic de FMA, espero que les guste!

Ojos ámbar como la miel en bruto miraban por la ventana incapaces de darle a su propietario un merecido descanso. Su cabello amarillo, largo y lacio, caía en melena sobre los hombros. Uno de ellos, metálico. El implante lo recorría hasta formar un brazo que tocaba la ventana. La noche estaba negra, solitaria y sepulcralmente silenciosa.

Edward Elric tenía miedo de voltear hacia la habitación que lo contenía esa velada. No quería ver a su hermano que por culpa de un capricho de infante había sido convertido en un hombre de hojalata vacía y por pura suerte, con vida. Esa noche lo azotaban los recuerdos de la inocencia no muy lejana. La casa en llamas, su único refugio en el mundo, se prendía fuego otra vez. El rostro de un monstruo que no era su madre lo acosaba vívidamente. Su pierna y su brazo ardían como mil infiernos. Pero lo peor era saber que su hermano ya no podría dormir, comer o sentir por su culpa.

No debía llorar… hiciera lo que hiciera no debía llorar. Pero el impulso era tan fuerte ¿Cuánto tiempo lo podría contener?

-¿Qué pasa, hermano?-. Le preguntó una voz que conocía, una voz que se filtraba por debajo del sonido metálico de la hojalata. Pero no podía contestar. Sabía que estaba quebrado y que rompería en llanto si lo hacía; que sus cuerdas vocales lo traicionarían y mostrarían esa negrura triste que yacía dentro de él. Hoy no era fuerte. Hoy no se podía dar el lujo de actuar como todos los días de su vida.

Sin mirar la armadura animada sentada en la penumbra, tomó su chaqueta de Alquimista Estatal, se la puso y salió del cuarto. Sin esperar que Alphonse, su hermano, tuviera tiempo de seguirle comenzó a correr a toda prisa por los pasillos del cuartel, tapándose la boca y mordiendo fuerte para que nadie notara sus lágrimas.

Finalmente estuvo fuera y ni el frío ni la nieve hicieron mella en él. No le importaba. Ahora lloraba; lloraba esa angustia y tristeza vieja y quería morir.

-No harás nada llorando…-. Alguien a sus espaldas. También conocía esa voz y la odiaba.

-¿Qué quiere, Coronel Mustang?-. Intentó sonar normal pero no pudo.

-Edward… sabías perfectamente en lo que te metías cuando hiciste lo que hiciste. Sabías también que el ejército no era un juego ¿Qué caso tiene llorar por algo que no cambiará a menos que hagas algo?-. Mustang se sentó en uno de los escalones de la escalinata que conectaba al patio y admiró la belleza de los jardines.

-Váyase al diablo, Coronel…-. Dijo entonces Ed con ganas contenidas de patearle el culo. Qué mierda sabría…

-Ya lo sé… piensas que no sé una mierda… pero te recuerdo que estuve en la guerra y vi cosas, hice cosas…-. Mustang, si bien por dentro se destrozaba en cada palabra, parecía inexpresivo. Duro como una roca. La muerte de su camarada y mejor amigo le agobiaba el pecho. Se mantuvo en silencio unos minutos y luego de respirar profundamente cerró los ojos y puso la expresión de aquellos que han tomado una resolución.

– ¿Qué harías si tuvieras la posibilidad de volver a tu hermano a la normalidad… aunque su efecto no durara mucho?-. Preguntó siniestro aquel hombre de mirada afilada y rasgos finos.

Edward dudó. No era la primera vez que el Coronel se mofaba de él, aunque fuera a través de los recuerdos más dolorosos que tuviera. Analizó la situación. ¿Qué caso tenía preguntar aquello si todos sabían que era imposible? ¿Por qué someterle a ello si era obvio que no importaba porque jamás sería real? La ley de la equivalencia de intercambio iba perfectamente en contra de lo que el jodido Coronel estaba diciendo… y sin embargo, contrario a todo pensamiento lógico, Ed quería creer que eso era posible. La esperanza… la esperanza era lo único que lo había mantenido en pie.

-Eso va en contra de la alquimia… de lo lógico… de la ciencia… de todo lo que he aprendido en estos años…-. Empezó. –Pero daría cualquier cosa por volver a ver la sonrisa de mi hermano una vez más… me daría…-.

-Fuerza…-. Lo secundó Roy que sin que el rubio se diese cuenta había girado para verle el rostro, para ser testigo de esa luz que se encendía cada vez que Ed encontraba algo que le hiciera aferrarse con más ganas a este mundo.

Se levantó pesadamente y se enfrentó al pequeño rubio que había crecido a penas unos centímetros desde que le conocía. Se acercó más, rozó su pecho con la chaqueta azul que llevaba puesta. No había espacio entre los dos, y sin previo aviso lo tomó con suavidad por una de las mejillas y cerró un beso profundo.

La nieve era testigo de algo tan tabú como la transmutación humana. Dos hombres, dos humanos besándose con oscuro anhelo, buscando en el otro a alguien que pudiera mitigar el lóbrego deseo de morir. Ed no se resistía y Roy simplemente le encerraba en ese abrazo fuerte y tibio mientras le besaba.

Lentamente los labios se separaron y la frialdad volvió a invadirles. El Coronel metió su mano enguantada dentro de su bolsillo derecho y sacó un pequeño frasco con unas gotas rojas dentro.

-No es lo suficiente como para que tu hermano tenga una forma humana para siempre. Lo sé. Pero también sé que harás buen uso de esto…-. Dijo entregándole el frasquito.

-Alquimia reversible…-. Murmuró Ed tomando el objeto sin mirar a Roy y a punto de que las lágrimas se le cayeran en cataratas de los ojos. –Puedo… puedo…-.

-No me importa lo que hagas… pero si eso hace que dejes de llorar como una niña, hazme el favor de intentarlo…-. Murmuró el Coronel mientras pasaba a un costado de pequeño Alquimista de Acero. –Cuando muestras esas agallas tuyas… me gustas mucho más…-.

El Coronel Mustang no pudo ver el sonrojo en las mejillas de Ed, y este último estuvo agradecido por ello.

Pero ahora no era tiempo de tener vergüenza. No. Era tiempo de arriesgarlo todo y darle a Alphonse algo de esperanza.

***

-¡Hermano!-. Escuchó la voz de Alphonse a sus espaldas mientras él terminaba de hacer el círculo de transmutación. Era uno especial, uno que rayaba con lo tabú; que jamás había sido inventado: un círculo de transmutación reversible. Edward sabía que de todos, era el único que podría llevar a cabo aquello.

Dejó que la gran armadura penetrara en la habitación y cerró con llave. Su hermano admiraba el trabajo que había hecho con un material que parecía tiza teñida de rojo… teñida con sangre.

-Al… aún no puedo devolverte tu cuerpo, y lo que estoy a punto de hacer jamás se ha intentado. Podría recuperar tu cuerpo por unas horas, pero cuando el efecto pasara volverías a ser una armadura… tu alma volvería a encadenarse al sello-. El rubio pequeño le pareció mucho más grande a Al que en cualquier momento de su vida. Estaba allí, serio y lo indagaba con la mirada. No tenía que hacer la pregunta, entendía perfectamente que su hermano mayor le preguntaba si deseaba aquello. Sabía que existía la posibilidad de no volver de aquella transmutación.

-Hazlo…-. Dijo con suavidad y se colocó en medio del círculo.

Edward respiró y se colocó frente a él. Chocó sus palmas haciendo un levísimo ruido y las apoyó sobre el círculo. Inmediatamente, una luz azul muy brillante envolvió la armadura. El alquimista de Acero sentía cómo la energía abandonaba su cuerpo, cómo la puerta negra se colocaba detrás de él.

-¿Realmente es lo que quieres?-. Le preguntó una voz en la blancura impoluta que ahora le rodeaba. –Sabes que en la mañana volverá al encadenamiento… ¿Qué me darás a cambio?-. Ed se dio vuelta y le entregó a la criatura la piedra filosofal incompleta.

-Te daré tres horas…-. Dijo aquella silueta negra y desapareció. Todo se había vuelto negro.

***

-¡Hermano! ¡Hermano!-. Por un momento Ed pensó que nada había ocurrido, que estaba en su casa y se había desmayado en una de las tantas peleas en las que Al le había golpeado fuerte; que su madre estaba en la planta de abajo cocinando un guiso. Podía sentir la suavidad de la piel de su hermano chocando contra su rostro, tan humana y tibia. Al abrir los ojos, reconoció la habitación del cuartel, el círculo de transmutación y los ojos verdes más bellos de todos.

Lentamente reaccionó; como si el caprichoso tiempo le diera la gracia de grabar cada cuadro de esa silueta en su memoria para siempre. Y finalmente se vio abrazando un cuerpo tan o más real que el propio y sintiendo el aroma a flores y almizcle que tanto había extrañado; llorando como un crío, mojando esa piel desnuda y tersa, blanca como la suya.

-¡¡Alphonse!!-. Gritó a todo pulmón atragantándose con las lágrimas y comenzando a toser. Pero nada haría que deshiciera ese lazo. No. No se iba a permitir perder ni un solo minuto.

-Her... hermano... me… me estás asfixiando…-. Logró decir el menor mientras depositaba sus manos sobre las extremidades de Ed, comunicándole delicadamente que aflojara el apretón.

-Lo… lo siento…-. Se las arregló para decir el pequeño rubio, pero sin poder quitarse de encima de su adorado objeto ¿Cuánto había añorado ese momento? ¿Cuántas noches había llorado en silencio tratando de grabarse a fuego la imagen humana de su amado Al? ¿Cuánto? ¿Cuánto? Y ahora estaba estrujándolo contra sí, apretándolo, incapaz de soltarle por miedo a que todo fuera una ilusión.

Fue entonces cuando se sintió egoísta y abriendo los ojos, a regañadientes de su propio instinto, apartó a su hermano sin dejar de mirarle ni por un segundo.

-¡Lo siento! ¡Sé que quieres ir a comer algo de toda esa lista tuya que has armado en estos años! ¡Sé que muy probablemente quieras acostarte en una cama para variar y sentir la suavidad de una sábana! Sé… Sé…-. Otra vez el llanto, otra vez esa angustia sin igual por no poder creer lo que veían sus ojos. Al, en carne y hueso, serio y quieto, le miraba… le miraba con sus ojos, tan verdes y limpios… tan hermosos… ¿Le miraba serio porque le odiaba? ¿Lo odiaba por no poder darle más que unas horas? –Al… Al, por favor… ¡haré lo que quieras! No sé cocinar, pero me las arreglaré para hacerte una tarta de calabazas con queso o…-.

-¿Podrías… hacer silencio?-. Interrumpió el menor mirándole con algo que a Ed le pareció decisión. –No quiero nada de lo que dices… es decir, sí, lo quiero. Pero no ahora. Si sólo tengo unas horas en esta forma, quiero hacer algo que me he venido conteniendo desde hace tiempo…-. Y dicho esto frunció el seño y apretó muy fuerte ambas manos, cerrándolas en puño.

Aun cuando Alphonse estuviera desnudo y tuviera una contextura angelical, Ed tuvo miedo. Sabía que el golpe que le propinaría su hermano, producto de la ira que se venía contenido durante todos estos años, sería grave. Ahora podía golpearle sin miedo a matarle, pues sería una pelea limpia. Ed Apretó los ojos y con estoica resignación aguardó por la tunda.

Húmedo

                              Cálido

                                                         Suave

Lentamente los párpados subieron, lo mismo que la temperatura en sus mejillas cuando descubrió que su pequeño y tierno hermano, con una delicadeza sublime le besaba dulcemente los labios. Ahora, se acercaba un poco más, le tumbaba, y él, incapaz de reaccionar se dejaba hacer. Dejaba que Al le recorriera la mejilla con la palma de la mano, el cuello luego, y continuara masajeando sus labios con los propios…

Celestial

                                                                Alquímico

-Al…-. Susurró cuando los labios se separaron, mientras se perdía en esos mares esmeralda buscando una respuesta. Quería contestar cómo era posible que no existiera asco en su pecho por el acto que acababa de permitir. Su hermano le había besado, y contrario a todo vaticinio él le correspondía…

-Ed… a veces hablas mucho… simplemente… déjame hacer esto…-. Y otra vez le cerró la boca con un beso, pero esta vez demandante, posesivo, rayano con lo violento y lo asfixiante…

-Somos… gnmm herm…-.Trató de hablar Ed entre las caricias…

Pero no importaba cuánto dijera, Al había tomado una decisión y ahora enredaba sus carnosos dedos entre las fibras de cabello rubio, largas hasta los hombros y se deleitaba en la suave sensación, cerrando los ojos y pegándose a su hermano, quitándole la chaqueta, adhiriendo su piel y experimentando esa lujuriosa calidez…

-Al… bast…-. Pero se vio interrumpido pos su propio suspiro cuando el aludido tomó su sexo con extrema gentileza y comenzó a masajearlo con lentitud.

-Ambos lo hemos querido desde hace tiempo, hermano…-. Jadeó Al y cerró el pacto lamiendo el cuello de Edward que yacía inmóvil en el suelo. Y era cierto, el enano lo sabía, siempre lo había sabido y cuando cayó en la cuenta de aquello no hubo más que hacer. Se aferró a la espalda de su amado hermano y comenzó a gemir.

-Así… es mejor…-. Dijo Al en un tono terso como su cuerpo. Los dedos de Ed se clavaron en su espalda y él, continuó con el masaje en la entrepierna sintiendo cómo el falo se humedecía y su propietario se estremecía cada vez que el prepucio bajaba y subía, primero a penas y progresivamente un poco más, hasta que el masaje se tornó intenso y la sangre comenzó a bombear.

Al, llevándose por el instinto, apretó fuerte la melena de su hermano entre sus dedos y apresuró el masaje. Él mismo estaba duro como una piedra, pero si su hermano había perdido una pierna y un brazo sólo por él, debía devolverle el favor. Y de hecho, lo disfrutaba bastante.

La luna, cuya luz se filtraba por la ventana, era la única testigo del encuentro de dos almas que se deseaban en lo más profundo del ser; de una conexión más allá de cualquier lógica, ciencia o magia.

-Al… basta… o me vendré… tienes que comer algo... gnnn... ahhh…-. Dijo Ed que había comenzado a sudar y sus mejillas delataban que el calor le ganaba a su cuerpo.

-Lo único que voy a comer… es a ti…-. Sentenció su hermano, y dicho esto, quitándole el pantalón, abrió las piernas de Ed y se posicionó entre ellas. –Recuérdame así… siempre…-. Dijo y lamiendo sus dedos, aquellos que tenían la esencia de su amante, los posicionó en la entrada de éste y comenzó a masajearle, primero suave, lento… tierno, hasta que por fin introdujo un dedo y, moviéndolo en forma delicada y circular, la zona empezó a dilatarse…

Al, sentía cómo el sexo de su hermano palpitaba sobre su vientre, deseoso de eyacular, y cómo la entrada reclamaba por más. Eso le excitó de sobremanera y sin poder aguantarlo, quitó el dedo de la entrada y colocó superficialmente el glande de su sexo. Ed, ante esto, le miró completamente ruborizado…

-Hazlo… por favor… hazlo ya… ¡quiero sentirte dentro!-. Y sin que él hiciera nada, Ed mismo impulsó sus caderas y dejo que el falo le penetrara hasta el fondo y un gemido al unísono fuera la prueba del placer mutuo.

-Ed… es… ahh… ¡Dios!-. Al, tomando por los glúteos redondos y firmes a su hermano, escondiendo el rostro entre el hombro y el cuello, entre los dorados y largos cabellos, comenzó a clavarlo con fuerza, con ganas y lujuria, una y otra vez. El rubio de larga cabellera no esperaba a una estocada que ya estaba moviéndose para recibir otra, abriéndose lo más que podía para dejar que Al le penetrara y se excitara más y más. Abrazándole, clavaba sus dedos carnosos y metálicos por igual, en la espalda del menor.

-Alphonse… Alph… gnn ahh… ahhh…-. Era imperioso, lo sentía… sentía el sexo duro, el suyo y el de su hermano, palpitando al unísono, lo mismo que sus corazones. –Me vendré…-. Advirtió con pánico al principio, pero en cuanto vio el rostro de su amante supo que estaban en la misma situación.

Cada vez más fuerte, cada vez más rápido, el acto se apresuraba a su final. El jadeo se volvía un rito salvaje, música a los oídos de ambos. La sangre bombeaba firme y fuerte y las almas se unían en una… todo en una comunión tan fuerte como el lazo de hermanos que compartían.

Finalmente, y al unísono, ambos descargaron sus esencias en el otro…

Alphonse, aún agitado descansaba sobre el cuerpo rendido de su amado Ed, y cerrándolo en un abrazo sonrió. Edward entonces, estuvo feliz… feliz de poder haber visto otra vez, la sonrisa de su hermano.

Notas finales:

Sean buenos lectore sy dejen review!! que estoy nerviosa puestoq ue este es mi primer fandom de FMA y mi primer Lemon en muuuuuuuuuucho tiempo. Habre perdido el toque? XD

Espero sus comentarios!!!

SAludos chocolatosos,

Koji-sensei

 

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Fics de mi autoría:
The two of us will always be together - http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=80755

A fever you can't sweet out - http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=81464

Todo Por un diario - http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=84209

Sonrisa Alquímica - http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=84364


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