Las mujeres en Midgard eran, después de todo, demasiado mojigatas.
Cuando Loki le había enumerado a Adder la serie de «actividades» que le hubiera gustado emprender involucrando sus pechos, había dicho aquello como un cumplido, de verdad. Y aunque el peligroso mirar en aquellos ojos reptilianos casi había sellado su destino, no se detuvo ahí. Sin importarle la evidente furia que ahora se reflejaba en aquel rostro, Loki además había sentido la necesidad de asegurarle a la criatura que, de hecho, estaba luciendo extraordinariamente bien el peso que había ganado tras su embarazo, y claro, teniendo en cuenta todas las veces que él mismo había estado embarazado, pensaba que Adder apreciaría esta inusual muestra de adulación.
No hace falta decir que cuando la criatura se transformó en una serpiente monstruosa y le arrancó un pedazo de hombro como respuesta, Loki vio aquel acto como algo completamente innecesario y, francamente, un poco grosero.
Tal vez esta era cosa de serpientes, decidió, pensando incluso en preguntarle a Jörmungander una vez saliera de esto.
A pesar de la furia de la criatura, Loki se encargó de Adder con bastante facilidad, dejando a su forma reptiliana retorciéndose, carbonizada y con la piel echando humo tras unos cuantos hechizos bien sincronizados. La dejo ahí, justo donde yacía como una advertencia a todos aquellos otros engreídos que se auto declaraban villanos, tratando de marcar su territorio.
Volteó de manera elegante sobre sus talones y se alejó, con la barbilla en alto, dibujando un perfecto ángulo de soberbia entre pecho y cuello, sonriendo y burlándose de los espectadores que se acurrucaban como ratones asustados en las puertas y escaparates del tórrido lugar.
La primera vez que tropezó, culpó al hecho de no mirar por donde caminaba. No era un hombre torpe, esto sin duda era extraño, y por alguna razón que no terminaba de comprender estaba empezando a sentirse además inusualmente cansado.
Entonces, tras unos cuantos pasos, una vez más volvió a tropezar, y esta vez supo que era porque el horizonte empezaba a inclinarse peligrosamente.
Primero apretó una de sus manos en su palpitante cráneo y luego en la carne desgarrada de su hombro. La herida ya estaba sanando, su piel, gracias a sus poderes, rápidamente se regeneraba; pero la articulación de su hombro se sentía inflamada, dolorida.
Cerró sus ojos y gimió. «Adder» era como la criatura se hacía llamar, y si recordaba correctamente, al igual que los demás de su especie, eran serpientes de venenosas variedades. Al comprenderlo, apretó los dientes y parpadeó para disipar las manchas que empezaban a inundar su visión.
«Piensa», se dijo, presionando la palma de su mano contra su casco que empezaba a deslizarse de su frente. «Piensa».
Pero no tuvo mucho tiempo para considerar sus opciones, ya que el silbido amenazador de una enojada y lastimada serpiente detrás suyo le impulsó a tomar una decisión de la que sabía probablemente se arrepentiría muy pronto.
****
En la mansión Stark, los Vengadores estaban enfrascados en un estimulante e inofensivo juego de cartas* —Steve, como siempre de aguafiestas, se había opuesto rotundamente a la sugerencia de Tony de jugar Strip Póker— cuando la alarma de intrusión sonó y J.A.R.V.I.S. les informó que tenían un invitado.
—¡Pesca! —Fue todo lo que dijo Tony a Steve despreocupadamente mientras empezaba a ponerse de pie.