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Eterno por Akiko_y_Shizuka

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PARTE TRES




- No se dejen impresionar por su edad - dijo como comentario uno de los integrantes del equipo, que hacía las presentaciones en esa fiesta de bienvenida para Leo -. Seguro nos pateará el culo frente a conocimientos.

El comentario fue seguido de una risita de los presentes, aceptando a Leo como uno más. Después de todo también era hijo de Maury, al que habían apreciado mucho.

Leo enarcó una ceja ante ese comentario y dejó que el líder del departamento hiciera las presentaciones correspondientes, antes de estrechar las manos de todo el equipo de biología, dejando a Djafary al último sitio.

- Espero que olvidemos nuestras diferencias y podamos trabajar en equipo - fue el frío comentario de Léopold, cuando levantó los ojos avellana hacia Djafary y se dio la vuelta para seguir siendo presentado.

- Vaya - susurró un ingeniero a Djafary - ¿Qué le hiciste, viejo? Usualmente es un chico que derrama miel en todo lo que le rodea.

Djafary sonrió con suavidad hacia el hombre. Era normal después de todo, durante todos esos años le había dicho que no le gustaba y ahora, ya siendo un adolescente, parecía que lo había entendido.

Eso era lo mejor; esa distancia era perfecta.

- Nunca nos hemos llevado bien - explicó sin dar más detalles y palmeó el hombro - ¿Una cerveza después del trabajo?

Los otros científicos aceptaron las palabras de Djafary y continuaron festejando.

El día siguiente sorprendió al joven con la visita del ala de ingeniería con Léopold a la cabeza; el adolescente se había hecho responsable desde su llegada y ahora penetraba al sitio, observando todo, antes de acercarse a Djafary.

- Necesito las anotaciones de las investigaciones para comenzar a hacer ajustes al prototipo 09 - informó y deslizó la mirada hacia unas muestras biológicas, protegidas por un grueso cristal -. No seremos capaces de reproducir las características que requieren las muestras, si no tenemos los datos.

Djafary se movió hasta el ordenador central y tecleó hasta sacar los datos en pantalla, traspasándolos directamente al dispositivo de Leo, para que los revisara.

Sonaba tan profesional que no parecía el mismo mocoso de hacía seis años que no dejaba de llorar.

Había una seguridad y frialdad en ese nuevo Léopold que Djafary estuvo seguro que el adolescente sería capaz de defenderse de cualquier situación; incluso de él. Era extraño, pero eso daba la confianza al mayor para mirarlo con más libertad. De alguna manera ya no necesitaba protegerlo; Léopold podría protegerse perfectamente.

- Haré la planeación de inmediato - dijo Léopold, sobresaltando un poco a Djafary -. Si puedes hacer la selección de lo que realmente será útil llevar, podría optimizar el espacio. Pronto reduciremos el consumo de combustible por distancia luz, pero es mejor ser realistas.

- Me pondré a ello ahora mismo - respondió Djafary - Será difícil reducir mucho equipo, si realmente llegan necesitarán de todo, incluso defensa.

- Ya sabremos eso en cuanto el explorador mande las primeras imágenes - murmuró Leo y se enderezó -. Ayer mandamos uno hacia un cuadrante nuevo.

Djafary se sobresaltó al escuchar esa información. Generalmente todos sabían cuando un explorador era enviado al espacio.

- ¿Por qué no hemos sabido nada sobre eso? - preguntó Djafary con la misma rectitud.

Un rubor tiñó las mejillas de Léopold. Fue el primer gesto vulnerable que Djafary vio, desde que volvieron a encontrarse.

- La información ha sido discreta, por si el explorador falla - murmuró -. He cambiado el diseño de mi padre. Nadie cree que sea capaz de tener éxito.

- No deberías de mantener esas cosas tan en secreto, Leo. El trabajo aquí es en grupo, guardándote las cosas, aunque falles, solo mermará la confianza que hay entre nosotros - respondió Djafary - No vuelvas a hacerlo. Aunque falle.

Léopold conectó su mirada con los ojos verdes de Djafary. Ese gesto alertó al mayor, pese a que no hubo ningún acercamiento.

Leo había crecido y sin embargo tenía esas facciones aniñadas, propia de sus genes.

- Pasaré el informe de inmediato - dijo a Djafary y una tenue sonrisa adornó sus labios -. Gracias por el consejo - se incorporó para salir del ala de biología.

Cuando Leo salió, Djafary sintió de todo, menos alivio.

Tenerlo trabajando allí no iba a ser bueno. Al menos solo serían durante unas cuantas horas al día y no tendrían que coincidir siempre; con su padre le costaba, con él también podría ocurrir lo mismo.

El trabajo, sin embargo, logró que Djafary lograra estar distanciado de Leo. La llegada del pakhupra al ala de ingeniería parecía haber agilizado de sobremanera los trabajos, por los que el joven se aparecía raras veces a buscar mayores informes en el ala de biología.

La llegada de Léopold había significado avances y Djafary comenzó a tener informes del adelanto de la nave prototipo, junto con la detallada explicación de lo que debería ser el área de biología, así como la oportunidad para que se insertara las recomendaciones o necesidades requeridas.

Fue casi 8 meses después que el regreso del explorador detuvo los trabajos abruptamente.

Tal como Djafary había recomendado, Leo dio informes respecto al robot y ahora todos estaban reunidos y excitados en la sala de proyecciones, mirando los videos y fotografías que se habían logrado.

Al terminar el visionado, los presentes seguían sumergidos en un profundo silencio; no fue hasta un rato después que una de las investigadoras dio un pequeño grito que hizo saltar a los demás.

- ¡Lo hemos conseguido! ¡Hemos encontrado un planeta! - exclamó otro de ellos, mientras saltaban y se abrazaban entre sí.

- ¡Y todo gracias al prototipo de Léopold! - el hombre fue directo a abrazarse a él y le sacudió con alegría - ¡Esta noche lo celebraremos por todo lo alto!

Djafary sonrió ante el entusiasmo de todo el equipo y dedujo de manera correcta que los trabajos no seguirían después de esa reunión.

La tarde se vio adornada por música y risas, mientras los científicos bebían y charlaban contentos por la información recibida. El mismo Djafary estaba eufórico, pese a que era el único que no se había acercado a felicitar a Léopold por su éxito. Lo cierto es que disfrutaba más del gesto abochornado de Leo, cuando algún colega lo abordaba y comenzaba a halagarlo. Las mejillas se coloreaban de inmediato, alimentando la visión de Djafary con desinhibida glotonería, especialmente después del tercer trago que fue vaciado en su estómago.

Se conformaba con verlo desde allí.

En realidad era con todo lo que debía de conformarse, ya que, a pesar de todo, seguía sintiéndose culpable de que cada gesto, expresión o sitio donde mirase, se sintiera atraído por eso mismo. Ya sabía que Leo había dejado de ser un niño, pero el problema es que se había sentido así desde que lo fue, lo que no era ético.

Fue la aparición de Issa, lo que obligó a Djafary a acercarse. El hombre abrazaba a Leo con orgullo, antes de mirar a su hijo y sonreírle también.

- Han hecho un buen trabajo - dijo a ambos -. Ya puedo jubilarme sabiendo que dejo la investigación en buenas manos.

- No digas eso, padrino - pidió Leo.

- Papá, no te jubiles, ahora hay mucho más por hacer y podrás ver cada logro en directo - intentó Djafary convencerle -. Has trabajo mucho por este día.

- Y es ahora que veo mi sueño hecho realidad - dijo Issa y suspiró -. A Maury le hubiera gustado mucho estar viviendo este momento.

Léopold dejó ver un gesto de vulnerabilidad que despertó un deseo de protección arrollador en Djafary, quien le palmeó el hombro para animarlo, aunque hubiera deseado estrecharlo entre sus brazos.

- Basta de sentimentalismos - interrumpió Djafary y les acercó dos copas de alcohol -. Celebremos.

Djafary jamás había visto a un pakhupra ebrio. Tal como Leo le había dicho, el cuerpo de ellos era más resistente a muchas cosas a las que un humano sucumbía rápidamente, por lo que el alcohol no era problema. Dos horas de celebración, sin embargo, habían probado que Léopold era vulnerable a esa bebida, y el joven lo vio bailando con una de las pocas científicas, tropezando con ella constantemente.

Issa se había retirado temprano; y Djafary agradeció eso, ya que no tendría que ver eso mismo.

Al final ella se retiró con un pie dolorido y Leo se quedó en la pista haciendo el idiota. Djafary se adelantó y le atrapó para retirarlo de la pista y sentarle en una silla.

- Deberías irte a casa, Leo - propuso Djafary, viéndole en ese estado.

- No quiero - Leo hizo un puchero -. Todos están celebrando y si voy a casa estaré solo - le pasó los brazos por el cuello -. Ven conmigo - invitó.

- Lo que haré será llevarte para que descanses esa borrachera - Djafary atrapó los brazos para quitarlos con suavidad de su cuello y le guió para irse.

Antes de salir del local Djafary se despidió del equipo y después condujo al pakhupra hasta su coche.

Leo ya no vivía en casa de su padre, ahora tenía una habitación en el laboratorio y fue ahí en donde indicó al coche que se dirigiese.

Cuando la puerta automática se abrió para permitir que Djafary entrara a la habitación, tenía a Leo bastante pegado a él, murmurando un montón de cosas que no entendía.

El mayor llevó a Leo hasta la cama y le quitó los zapatos, antes de escuchar una risita y levantar la mirada hacia el atractivo joven.

- Al final estoy siendo una molestia para ti - murmuró y comenzó a quitarse los pantalones con torpeza -. Prometí ser autosuficiente, para evitar incomodarte, y resulta que hago justo lo contrario.

- Lo sé - respondió Dja, quien pensó que era una tontería hablar con un borracho -. Has hecho posible un gran descubrimiento, Leo, así que por hoy lo dejaremos pasar.

Dja rió cuando Leo acabó en la cama con más torpeza y con los pantalones hasta las rodillas. Podría tener ya los 16, o ser uno de los científicos más jóvenes, pero aún parecía un crío con esa risita, producto del alcohol.

Djafary se acercó para ayudarle a quitarle los pantalones y que descansara de una vez por todas.

- No me has felicitado - dijo Leo repentinamente y clavó sus ojos en Djafary - ¿No vas a hacerlo? He hecho un gran descubrimiento. Al menos podrías darme algo.

Djafary se obligó a apartar la vista de él, cuando logró quitarle los pantalones.

- ¿Y qué quieres, Leo?

Léopold dudó y un rubor inundó sus mejillas.

- ¿Me darás lo que desee? - quiso asegurarse.

- No sé, primero tendré que saberlo - testeó Djafary.

- Cobarde - acusó Léopold con una risita y acomodó su cuerpo -. Quiero que me beses - soltó con seguridad.

Djafary soltó un sonido irónico.

- Claro que no.

- Cobarde - insistió Leo e imitó un animal extinto con un tono de voz irritante - ¿Qué daño puede hacerte darme un beso? He hecho posible un avance en la investigación; me lo he ganado.

- Puede hacerme mucho daño - aseguró él -. Buenas noches, Leo.

- ¡Espera! - llamó Leo repentinamente y Djafary volteó a mirarlo de nuevo. De hecho vio a un ágil jovencito que se incorporó y eliminó la distancia entre ambos con una velocidad demasiado impropia de un ebrio; lo sintió abrazarlo justo instantes antes de que esos labios atraparan la boca de Djafary con sorpresa.

La primera reacción fue atraparle por los hombros y retirarle, sin embargo luego volvió a acercarle, perdiendo lo poco que le quedaba de cordura. Al final toda esa urgencia contenida en los años transcurridos se vertieron en ese beso donde Djafary devoraba literalmente a Leo.

Dios, era mejor que aquel sueño pervertido que tuvo, cuando era pequeño.

Léopold ya no era un niño.

Djafary podía sentir eso muy bien cuando lo atrapó contra una de las paredes y aplastó su cuerpo contra el de él, a medida que seguía profundizando en esa boca.

Sí, Leo no tenía ni idea del daño que eso estaba provocando.

Leo rompió el beso tan sólo para dejar escapar un gemido que hizo eco dentro de la cabeza de Djafary. El mayor vio la forma en que esa garganta tragaba, antes de ver girar la clavícula, dejando espacio en ese apetitoso cuello que se encargó de besar y rozar con los dientes con deseo.

El cuerpo del menor comenzó a ondear, provocándole y Djafary sintió que las manos de Leo se metían entre ambos costados, acariciándole la espalda y sosteniéndose de ella, para empujarse más.

Djafary lo apretó de las caderas y lo levantó, llevándolo hasta la cama. Fue allí en donde jugueteó con los botones de su camisa hasta abrir la prenda y deslizar los labios sobre ese blanco pecho. Una vez Leo le había dicho que lo odiaba por su color piel, y era al revés; le encantaba.

Casi pareció querer decírselo con esas caricias a una de las tetillas con su lengua o en cómo seguía tocándole con las manos por todo el cuerpo que tenía a su alcance.

Una succión particularmente fuerte arrancó un jadeo en Leo, quien arqueó la espalda, aplastando más su pecho contra la boca inquieta de Djafary y volvió a acomodarse, deslizando una mano por el pecho del mayor, hasta alcanzar ese bulto entre las piernas y acariciar sin vergüenza alguna.

- Quítate el pantalón, Djafary - ordenó y le miró con deseo -. Quiero tocarte, tal como tú lo haces conmigo.

Cuando Leo le tocó, se sintió arder. Pocas palabras más bastaron para que terminara de desabrochar esa cremallera y batallara para que los pantalones se estrellaran contra el suelo y tuviera más contacto con la piel de Leo.

El chico era enloquecedor. Se movía contra su cuerpo rozando cada prohibido lugar y en el fondo de su consciencia sabía que estaba mal, pero al dureza entre sus piernas no le dejaba detenerse.

Djafary fue deslizando la ropa interior de Leo, descubriendo esa sensible zona y abarcó con su mano y volvió a inclinarse para besarlo, sin dejar de acariciar su pene.

Tan hermoso. Con esa piel caliente e inquieta, pegándose a cada parte del cuerpo de Djafary; nublándole más la mente e invitándole a besar esa piel, recorriendo con la boca.

Entonces sus labios se detuvieron en el tenso abdomen, donde se apartó un poco para regresar a la boca de Léopold, sintiendo la perfecta manera en que esas caderas se acomodaban a él, colocando su erección en el sitio justo.

- Djafary - susurró Léopold con la voz cargada de deseo y elevó las caderas, haciendo que la punta del miembro duro se deslizara con esa humedad caliente -. Por favor, quiero sentirte.

Djafary jadeó.

¿Sentirle?

Eso sería tan... Sería tan fácil terminar de empujar y penetrar ese cuerpo que...

Djafary jadeó retirándose.

No, así no.

¡No!

El negro recogió sus pantalones sin parar la vista una sola vez en el cuerpo jadeante de Leo tumbado en la cama y se apresuró a vestirse antes de salir por la puerta.

No había luchado todos esos años, ni hecho tantas terapias, ni estado lejos de casa, para fallar a la primera de cambio.


*


No, no, no... ¡No!

Djafary no podía sacarse el sabor de los labios de Leo ni olvidar el calor de esa piel caliente.

Trataba de centrarse en el trabajo, pero no podía. Lo bueno es que Léopold parecía estar lo suficientemente enfadado para no ir y verlo.

Djafary intentó trabajar el resto del día, de verdad que lo intentó, pero el hombre tenía la cabeza tan llena de cosas y el cuerpo tan lleno de sensaciones que estropeó una muestra e hizo explotar algo que no tendría ni porque hacerlo, pero en su estado ese fue el resultado.

El hombre terminó por tomarse un descanso ante la preocupación de sus compañeros y lo que hizo fue ir directamente a ver a su psicólogo, sin tener cita concertada; siendo él, le atendieron de inmediato.

- Acabo de explotar algo en el laboratorio que no era ni tan siquiera inflamable - informó nervioso, después de explicarle lo que había sucedido esa noche a su médico.

El doctor hizo un ademán a esa información y emitió un suspiro.

- ¿Has pensado en tomarte un descanso? - preguntó con su voz tranquila -. La llegada del involucrado ha sido tan sorpresiva que no has tenido tiempo de pensar en ella de la manera en que ya practicamos. Necesitas hacerte a la idea, antes que suceda justo eso que no quieres.

Djafary no estaba seguro. Ahora, con el descubrimiento que habían hecho, estaban más ocupados que nunca. Pero tampoco en ese estado iba a ayudar demasiado.

- ¿Me lo aconseja? - preguntó el hombre negro, casi con desesperación, esperando que directamente lo mandara a casa sin poder rechistar y no sentirse culpable por ello.

- ¿Deseas violar a ese niño? - preguntó el doctor de manera cruda y sonrió al ver la expresión horrorizada en Djafary -. Claro que lo aconsejo. Diría que es una orden.

- Entonces me tomaré ese descanso.

Djafary pidió unos días. Tras los recientes despistes en su trabajo, ninguno se extrañó de ello y tampoco hicieron muchas preguntas. Tan solo el psicólogo informó a su jefe más directo que Djafary NECESITABA ese descanso, sin llegar a ahondar en el asunto.

Así que el hombre tuvo tiempo para analizar las cosas en una cómoda soledad. Continuamente se reprochaba haber llegado tan lejos con Léopold; repitiéndose que debía acostumbrarse a su presencia sin desear follárselo, pese a que sacarse la imagen de ese cuerpo tibio estaba resultando ser un verdadero dolor de cabeza.

Fue al término de la primer semana que Djafary recibió esa visita indeseada. Ver la figura de Léopold a través de la pantalla de seguridad sólo provocó el retroceso de todo lo logrado y gruñó enfadado consigo mismo.

- Sé que estás ahí, Djafary - dijo Leo a través del intercomunicador y sus ojos se posaron en él; o al menos eso parecía a través del maldito transmisor, ya que Djafary sintió que esa mirada se le clavaba muy profundamente -. Abre la maldita puerta y arreglemos esta estupidez.

Djafary cortó la comunicación e ignoró a Leo. No pensaba abrirle la puerta ni aunque se declarase un incendio en el edificio. El hombre caminó hasta la cocina y decidido a ignorarle se tomó un vaso de agua con unas pastillas relajantes que su psicólogo le había prescrito.

Leo terminaría por irse si seguía ignorándolo, estaba seguro de ello.

Djafary estuvo caminando en círculos por los próximos 10 minutos, atento al ruido del intercomunicador que anunciaba al visitante. La respiración del joven se volvió trabajosa, repitiéndose que sólo era cuestión de esperar a que Leo se cansara y de pronto todo fue silencio.

¿Ya se había ido?

Djafary suspiro de alivio, pero un ruido le puso alerta de nuevo y giro su cuerpo hacia la pantalla del intercomunicador donde se veía un intenso color negro y el traslado de datos y más datos a una velocidad asombrosa hasta que la palabra "abierto" se leyó perfectamente.

¡Demonios, no!

Djafary volteó hacia la puerta y escuchó los mecanismos de seguridad, moviéndose uno tras otro.

Djafary intentaría atrancarla si no fuera porque esas malditas puertas habían sido diseñadas para abrirse a un lado, en vez de usar los modelos antiguos. El hombre caminó hasta el cuarto de baño, escuchando de fondo el sonido característico de cuando se abría y pensó en escapar por la ventana. No había mucha distancia desde ella hasta el suelo así que sería fácil, pero parecía que Leo también hubiera pensado en eso.

La ventana estaba bloqueada.

Intentar romperla era una estupidez ya que estaba hecha de un material muy resistente y eso terminó por acabar con la paciencia de Djafary, con pastillas o sin ellas, y regresó al salón para enfrentar a Leo.

- Vete de mi casa.

- Hola también, Djafary - dijo Leo con calma y un cableado finísimo se conectó en la muñeca izquierda para cerrar la puerta -. Tenía la esperanza de que mis sospechas fueran incorrectas - le miró acusadoramente -. Me estás evitando.

- Y ahora que lo sabes, ¿podrías irte? - insistió Djafary, intentando permanecer sereno.

- No - Léo le miró con el ceño fruncido. Joder, ¿Por qué debía verse tan atractivo con ese gesto tan fiero? -. Ya no soy el niñito que podía aceptar que le despreciaras, Djafary. Tengo edad suficiente para preguntar la razón y enfrentar las consecuencias, así que empieza a hablar de inmediato o sabrás lo que es tener a un pakhupra muy... muy encabronado.

- ¿Qué demonios quieres de mí, Leo? - espetó Djafary - No puedo entender porque te empeñas en seguir insistiendo cuando lo único que he hecho es despreciarte todos estos años; en insistir que no me importas - gruñó ante esas últimas palabras y empezó a caminar de nuevo nervioso de un lado a otro -. Decides que nos llevemos bien en el jodido trabajo y acabamos en una cama; me ausento unos días y me acosas hasta manipular la entrada de la casa, ¡es un jodido infierno!

- ¡¡¿Cuál es tu maldito problema?!! - gritó Léopold con frustración - ¡Estoy a punto de meterme en tu jodida cabeza para saber lo que hice para molestarte tanto, pero te estoy dando la oportunidad de explicarte!! - se acercó un poco y gruñó, viendo que Djafary se alejaba - ¡Actúas como si intentara violarte, por Dios! - escupió - ¡He tratado de ser paciente contigo, pero realmente no entiendo nada de lo que está pasando!

- ¿En serio quieres saberlo? ¡¿De verdad quieres saberlo?! - fue Djafary quien se acercó a Leo, esta vez con más peligrosas - ¡Pasa que soy el que quiere violarte! - jadeó, sin creer que lo había soltado - ¡De siempre! ¡Desde que tenías cinco jodidos años! - continuó sin más -. Desde que llegaste a casa me he vuelto loco; no importa que pasen años, es igual siempre... ¡ese es mi maldito problema! ¡Tú!

Léopold quedó mudo ante esa afirmación.

La verdad es que era la reacción que esperaba Djafary. Claro que faltaba que le mirara con asco, odio y desprecio, pero sí; "mudo" era lo primero que pasaba en su imaginación cuando Leo sabía de su pervertido secreto.

Léopold suspiró con exasperación y cruzó los brazos volviendo a fruncir ese lindo ceño, antes de clavar la mirada en él.

- Decididamente eres un idiota - gruñó.

- Vete al diablo - espetó Djafary sin aplacar su enfado -. O más lejos si puedes.

- Bueno, hay un evidente fallo de comunicación entre nosotros - dijo Léopold con enfado y miró a Djafary con intensidad -. Lo que sientes no son deseos de violarme, Djafary - aclaró -. Te elegí desde que tenía cinco años; es por eso que te sientes atraído a mí.

- ¿Eh? - la expresión de incomprensión de Djafary se reflejaba por toda su cara - ¿Que tú qué?

- La verdad es que lo supe hasta los ocho años - admitió Léopold con molestia y un rubor intenso cubrió sus mejillas -, pero era evidente que había estado enviando señales muy específicas para que te sintieras atraído a mí; así que no eres pedófilo, si era lo que te preocupaba. Todo lo que has logrado es dejarme muy frustrado cuando pensé que por fin había logrado caerte lo suficientemente bien como para seducirte.

Djafary se pasó las grandes manos por toda la cara como gesto de desesperación. Eso lo repitió varias veces sin poder creerse lo que estaba diciendo.

¿Así que no estaba enfermo?

Su psicólogo anotaría esa clase de síntomas para posibles consultas si un jodido pakhupra estaba de por medio, de seguro.

¿Así que todo era culpa de Leo?

- Voy a matarte - susurró Djafary aún sin creerse lo que oía - ¡Debiste decírmelo! ¿Tú, frustrado? ¡Yo llevo años con esa jodida sensación!

- ¡¡¿Y cómo iba a decirte, si me evitabas cada que intentaba acercarme?!! - reclamó Léopold con igual frustración - ¡Por más que me esforzaba por ser bueno a tus ojos, veía arruinados mis planes y ni siquiera sabía la razón! - le miró -. Y cuando me llevaste a la habitación... Cuando por fin pensé que lo había logrado - gruñó - ; decides abandonarme.

- ¡¿Cómo iba a no hacerlo?! - gruñó Djafary de regreso - ¡Años luchando contra esa jodida imperiosidad y estropearlo todo en una noche! ¡Nunca me lo hubiera perdonado! ¡Además podrías haber hecho eso que hacen los pakhupras de leer la mente! - acusó el hombre abiertamente.

- ¡Es buena idea! - espetó Léopold -. Dejaré de confiar en tu instinto humano y comenzaré a usar el mío, ya que es evidente que eres un completo imbécil. ¿Cómo se te ocurre que la situación de un pakhupra es similar a la de un humano? - le señaló con un dedo -¡Ahora ven y bésame, antes que me encabrone más contigo y decida violarte!

De pronto, todos esos años de ansiedad y preocupación se desvanecieron con el primer paso que dio hacia él, esta vez sin sentir ningún remordimiento. Djafary aplastó los carnosos labios contra los de Leo e hizo que abriera la boca para ir en busca de esa lengua y enrollarla con la suya en un apremiante y húmedo beso.

Léopold dejó escapar un anhelante gemido y se sostuvo de los hombros de Djafary, apretándose a su cuerpo mientras esas lenguas debatían con hambre, buscando acabar con la frustración a la que ambos habían sido sometidos.

Fue Léopold quien rompió el beso y le miró intensamente; las mejillas estaban increíblemente rojas.

- No planeas dejarme de nuevo, ¿verdad? - quiso asegurarse -. Te irá muy mal si lo haces.

- ¿En serio? ¿Cómo de mal? - testeó Djafary con una ligera risita, mientras con libertad repartió besos por la piel de su cuello -. No lo haré.

- Más te vale - amenazó Leo con un pucherito y lo empujó hasta una pared, donde tomó el control y comenzó a besarlo en toda la piel que estaba desnuda.

Era hilarante, pese a que la sensación de culpa se había transformado completamente, pensó Djafary; Léopold parecía haber acumulado tanta frustración como él y ahora le acariciaba con urgencia, pese a que los movimientos resultaban lentos. Ese pensamiento se acentuó cuando el mayor sintió la clara manera en que Leo tiraba de su pantalón, dejándolo a media pierna antes de permitir que su mano vagara por un muslo, hasta rozarle una nalga y terminar apretándose a la erección que comenzaba a crecer por el descarado interés que estaba demostrando.

Djafary terminó por bajar los pantalones con sus propios pies ya que no pensaba despegar las manos de ese cuerpo. Con la misma urgencia empezó a desnudar a Leo, casi arrancándole la ropa y apretándose estratégicamente contra esa traviesa mano, besándole con más intensidad el cuello y las partes que lograba desvestir.

Hubo un momento en que lo cogió en brazos por debajo de las nalgas y caminó sosteniéndole hasta que lo tiró encima de la cama de su habitación, aplastándolo bajo su peso después.

Léopold dejó escapar una risita cuando Djafary comenzó a trazar una senda de besos por ese pecho que se agitaba de forma interesante y emitió un gemido en el momento que esos labios atraparon una sensible tetilla, tironeando de ella con algo de maldad.

Entonces Djafary lo sintió tensarse, antes que esa espalda se arqueara, apretándose más contra sus labios.

Su mano se deslizó por su estómago e imitó a Leo en sus movimientos de unos segundos antes. Abarcó y frotó el miembro de Leo mientras seguía dedicando a esa tetilla las caricias que hacían que esas caderas empujaran contra su mano y que arqueara aún más la espalda.

Djafary estaba dando rienda suelta a lo que ni en sueños se podía permitir, sabiéndole cada uno de esos momentos a gloria pura. Si bien era cierto que a lo mejor había mentido a Leo en la promesa anterior.

No lo conocía demasiado como para asegurar que fuera a ser su amor eterno. Tan solo recordaba a un niño alegre y risueño que dormía con él por las noches y que era demasiado listo como para entrar a formar parte del equipo de investigación a pronta edad; o que tropezaba cuando estaba borracho; o que se ruborizaba fácilmente.

Eran detalles, pero eran pocos. Esa noche lo iba a conocer más íntimamente y a saciar el deseo que Leo le había estado provocando dolorosamente todos esos años; después ya verían.

Djafary decidió dejar de pensar en el mismo momento en que abandonó esa tetilla y directamente tomó en su boca el miembro de Leo, lamiendo y chupando con avidez mientras resbalaba un dedo hacia la entrada de su cuerpo.

Esa acción arrancó un jadeo en Leo, quien permitió que sus caderas se elevaran, buscando acoplarse al ritmo de las succiones de la boca de Djafary, hasta perder un poco el control y empujar con mayor ímpetu. Después abrió más las piernas al hombre, apoyando los talones en el mullido colchón y encontró el movimiento exacto que permitió que ese dedo se frotara entre las suaves nalgas.

Djafary siguió con las caricias a su miembro y se asombró con la facilidad con la que la punta de uno de sus dedos se introdujo en ese interior. Con suavidad, buscó ese punto sensible en el cuerpo de Leo frotando con insistencia y notando como Leo temblaba cada vez más.

- Deja de torturarme - reclamó Leo, dejando que su cadera ondeara, logrando sacar y meter un poco ese dedo y temblando más -. Te deseo en mi interior - urgió.

Djafary se sentó sobre sus piernas y tomó las de Leo para ponerlas sobre sus hombros. Desde esa posición tenía una perfecta visibilidad de esa entrada a la que se arrimó lo suficiente como para rozarla con la punta de su pene. Cuando empujó lo suficiente, se deslizó con la misma facilidad con la que lo hizo la primera vez, solo que esa ocasión empujó hasta el fondo, deshaciéndose en un sonoro jadeo.

Las embestidas empezaron al instante.

Djafary no fue nada cuidadoso ya que ese sitio era tan resbaloso que no hacía falta. Ese cuerpo se amoldaba a su anchura a la perfección y a lo único que instaba era a que lo penetrara cada vez más al fondo; más rápido.

Léopold acompañaba cada penetración con un jadeo, deslizando las manos por la espalda baja, hasta abarcar las nalgas y apretarlas, pese a que el movimiento vertiginoso provocaba que no pudiera mantener sus manos en ese sitio por mucho tiempo.

- Más - rogó Léopold y miró a su amante con pasión -. Dame más duro, Djafary.

Djafary estrechó las piernas de Leo contra su propio pecho, dejando más a su visión en el lugar en donde se enterraba su carne.

Era perturbador.

El hombre negro aceleró las embestidas sin dejar de oír esos jadeos en cada una de ellas que se mezclaban con sus propios gruñidos. Djafary buscó un sitio entre sus piernas, apoyando el peso contra el torso de Leo y la cabeza ocupando el hueco entre su cuello donde besó la piel e incluso hasta mordió, acelerando el ritmo de sus caderas hasta un frenético y descontrolado nivel.

Fue Léopold el primero en alcanzar el orgasmo. Lo hizo de manera ruidosa, paralizándose y arqueando su cuerpo de forma novedosa, antes de detenerse y eyacular con un interesante chillido.

Entonces su interior se apretó alrededor de la gruesa erección de Djafary quien empujó con mayor ahínco.

El hombre jadeó ruidosamente contra el oído de Leo cuando se derramó en su interior. A pesar de haberse corrido el hombre seguía bombeando contra ese cuerpo extendiendo las sensaciones de placer que le recorrieron hasta que terminó por desplomarse encima de ese pequeño cuerpo, con la respiración agitada.

Ambos estaban tan saciados y plenos que no hubo necesidad de decir nada. Tan sólo se amoldaron uno al otro, durmiendo con brazos y piernas enredadas.


*


Una risa infantil llenó el oído de Djafary y volteó para mirar hacia donde estaba el pequeño jardín, donde Léopold estaría trabajando. Le extrañó ver que el diseño de la casa había cambiado; no recordaba que padre hubiese hecho tantos arreglos.

Tampoco recordaba que Léopold tuviera el cabello blanco. ¿Qué Diablos? ¡Claro que no lo tenía blanco!

Un niño corrió desde el jardín hasta donde Djafary estaba y se abrazó a sus piernas, escondiendo la carita entre ellas.

- ¡Papi, escóndeme! - pidió feliz y levantó el rostro, mostrando unos bellos ojos verdes.

¿Papi?

Pese a sentirlo extraño, Djafary sintió un profundo orgullo dentro de su pecho que le hizo juntar más las piernas y ocultar del todo al pequeño. Segundos después vio a Leo aparecer tras una esquina con las manos en las caderas y esa expresión malhumorada que lo hacía ver tan irresistible.

- ¿Pasa algo, Leo? - preguntó con toda inocencia Djafary, al pakhupra que se le acercaba cada vez más.

- ¿Has visto a un pilluelo? - preguntó Léopold, aunque su mirada estaba clavada en las piernas de Djafary, quien supo de inmediato que el pequeño se había delatado con esa risita -. Intenta escaparse de hacer sus deberes. Más vale que no lo estés consintiendo, Djafary.

- No, no he visto ninguno - aún así Djafary intentó seguir escondiendo al niño, que volvió a reír -. Podrías buscar por allí - señaló a un sitio aleatorio con esa expresión traviesa, igual que la que tenía el niño momentos antes.

- Iré a buscarlo, sí - aceptó Léopold, siguiendo el juego del niño y avanzó hacia la dirección que Djafary señalaba. Fue cuando el pequeño rió de nuevo, asomándose de detrás de las piernas de su padre.

- Voy a asustar a mi papá - informó y salió sigilosamente, andando por el mismo camino que había seguido el otro adulto.

Djafary sonrió al perderlo de vista y escuchar el gritito del niño, junto con esa carcajada que anunciaba que Léopold le había atrapado.

- Mira lo que me ha encontrado - dijo el pakhupra, volviendo con el niño en brazos, a quien besaba en una mejilla - ¿Seguro que no le habías visto, Djafary?

- ¡Papá me escondía! - informó el infante.

Djafary lo vivía como si fuera la primera vez, sin embargo lo sabía.

- Sí, papá te escondía, travieso - Dja se acercó y le hizo cosquillas mientras que Leo fingía una mueca de asombro y disgusto hacia él -. Seguro que Preston ahora hará bien sus deberes, ¿a que sí, Preston?

- ¡Lo prometo, papi! - dijo el niño y le dio un beso.

- Espero que cumplas esa promesa, Preston - dijo Léopold de modo regañón, aunque también terminó recibiendo un beso de su hijo.

Aquel sueño le fue arrebatado a Djafary de sopetón.

El hombre abrió los ojos y se frotó uno de ellos al mismo tiempo que se llevaba la mano a uno de sus muslos en donde había notado un dolor agudo. Cuando se despejó un poco más, tenía cara de Leo observándole enfadado, y esta vez no era una expresión fingida.

- ¿Me has pellizcado? - acusó directamente, viendo su mano muy cerca del sitio.

- ¡Claro que te he pellizcado! - gruñó Léopold y le taladró con la mirada, antes de incorporarse y comenzar a buscar su ropa apresuradamente -. Lamento haberte sacado de tus dulces sueños con ese tal Preston - localizó la ropa interior y se la puso se sopetón.

- No seas idiota - murmuró adormilado.

Djafary se levantó y tan solo con alargar el brazo fue suficiente para atrapar el de Leo. Con un poco de fuerza lo llevó a la cama y lo atrapó de nuevo entre las sabanas con la ropa a medio poner.

- Era un bonito sueño - ronroneó él, haciendo esa presión que evitaba que Leo pudiera escapar de él.

- ¡¿Un bonito sueño con otro hombre?! - Leo le miró con el ceño fruncido -. Djafary, tu desconocimiento hacia mi naturaleza podría convertirme en asesino - volvió a pellizcarle - ¿De todos modos de donde conoces a un tal Preston? ¡No sales del maldito edificio de investigación y nadie con ese nombre trabaja ahí!

- Es nuestro hijo - el tono de voz de Djafary fue totalmente natural -. Teníamos una casa enorme, con jardín... y le gustaba jugar a esconder... tenía unos ojos verdes enormes, ¿sabes? Y el pelo blanco.

Léopold miró seriamente a Djafary.

- ¿Has soñado a nuestro hijo? - preguntó, antes de soltar una risita -. Así que heredara tus ojos, eso es bueno.

- Lo demás será todo tuyo, eso es mejor - ronroneó Djafary, apretándolo más contra él - ¿A que ahora te sientes como un idiota?

- Claro que no - Léopold se había puesto colorado -. Ya te dije que he evitado leerte la mente porque planteo que me tomes en serio y seamos pareja.

- Vamos a tener un niño, ¿qué hay más serio que eso? - Djafary le dio un beso en la mejilla, todo convenció de que su sueño iba a hacerse realidad.

La verdad es que Djafary aprovechó para conocer más a Leo. Ciertamente habían saltado muy delante en su relación, pero ambos estaban tranquilos, ya que fueron muchos años de frustración y negación.

Trabajar en equipo con Leo era mucho más sencillo, cuando no se le estaba evitando. Además era una oportunidad de conocerle mejor.

Fue ese tiempo que Djafary pudo percatarse del respeto que Léopold había despertado hacia su persona. La mayoría de las veces que se lo mencionaba al pakhupra, él se ponía muy colorado y cambiaba el tema; cosa que fascinaba al hombre.

Todos esos detalles fueron los que llevaron la relación un paso más adelante.

Djafary había invitado a su padre a comer y se encargó de recogerlo en su casa para llevarlo personalmente, aunque el camino que tomó no se correspondía al de la ciudad, sino una pequeña y tranquila urbanización en donde Djafary aparcó delante de una preciosa casa.

- Es raro que me invites a comer - dijo Issa con sospecha - ¿Has hecho algo malo?

- No - Djafary arqueó las cejas y actuó con naturalidad mientras guiaba a su padre - Solo quería que vieras mi casa nueva, ¿te gusta?

- ¿Para qué has gastado en una casa si usas todo tu tiempo para el proyecto? - Issa no parecía muy convencido, aunque penetró a la casa y miró el buen gusto de su hijo -. Es muy grande para ti solo.

- Es que no voy a vivir solo - sonrió Djafary con cierta picardía - Espero que no te asustes demasiado, papá...

Issa suspiró, observando a su hijo con pesadez y cruzó los brazos.

- Déjate de tanto misterio, que me asustaré dependiendo de la información que me des. ¿Con quién planeas vivir en esta casa?

- Con Leopold.

- ¿Con Leo? - las cejas del hombre se arquearon -¡Pero si lo estás evitando desde que tiene cinco años! Cosa que aún no me explico - se encargó de agregar -. Me consta que Leo ha estado haciendo hasta lo imposible por gustarte.

Djafary miró a Issa con algo de reparo. Al final el hijo le confesó al padre los motivos por los cuáles le había estado evitando todo ese tiempo y en cómo habían terminado por desenvolverse las cosas.

Eran tan serias, hasta el punto en que había comprado esa casa.

La misma que vio en sus sueños.

- Y aquí estamos - concluyó - Ha sido un... viaje bastante extraño.

- No es que esté de acuerdo en que te fijaras en él desde que inició todo esto, pero me he tenido que soportar a un niño muy frustrado - dijo Issa a todo eso y palmeó el hombro de su hijo -. Me alegra que ambos lograran soportar hasta ahora - admitió.

Djafary sonrió. Era la primera vez que hablaba con él de ese tema y siempre había tenido miedo por su reacción, pero parecía que todo iba bien.

- No quería decepcionarte - susurró -, por eso tenía que salir de casa, lo siento papá.

- Seth aguantó un año - recordó Issa y sonrió -. Estoy orgulloso de ti, hijo.

Antes de que Djafary se le saltaran las lágrimas como a un niño pequeño, condujo a su padre a la cocina. Allí estaba Leo, cocinando tranquilamente, de manera tradicional, mientras colocaba el resto de la vajilla en la mesa.

- Hora de comer.
Notas finales: Respecto al concurso; sería mejor que no se aferraran a la idea de proponer un pakhupra... Si van a hacerlo traten de hilarlo muy bien. Tienen que cuidar perfectamente la trama y la edad.

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