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Cálido Verano por SHINee Doll

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Notas del fanfic:


¡Feliz Cumpleaños, Kibum!

Septiembre 23, 2012.

Notas del capitulo:

Segundo ne-shot de la serie Four Seasons. Debería haberlo subido ayer, pero sigo sin Internet y no pude. Disfrútenlo hoy.

 


Apenas comenzaba el mes de julio, pero el calor era insoportable. Kibum se dejó caer en el viejo columpio estilo sofá de sus abuelos, trazando con sus dedos largos y delgados, inquietos, las formas marrones que se dibujaban en los cojines claros. Balanceaba la mano libre, echándose aire con uno de esos abanicos de madera floreados que su madre trajo de su último viaje a España.


— Hace demasiado calor. — se quejó, dejando de dibujar para cubrirse los ojos con el brazo. — Esto es peor que el infierno.


Una risa musical, maravillosa, encantadora y desconocida, inundó sus oídos. Del otro lado de la pequeña cerca blanca que separaba la propiedad de la contigua, se encontraba un muchacho de piel levemente tostada, con el cabello castaño cómicamente revuelto y ojos de cachorro, tan oscuros como el chocolate derretido con el que preparaba paletas cada San Valentín para sus amigos cercanos.


— El verano apenas comienza. — le dijo el muchacho, apoyando sus brazos fuertes, marcados, levemente humedecidos en sudor, en la cerca. — Deberás esperar a que el mes termine y comience agosto. Ahí si podrás quejarte del mal tiempo.


Se incorporó un poco, despacio, no queriendo hacer pensar al otro que le interesaban sus palabras, por más que así fuese. Echó una mirada mal disimulada al castaño, memorizando cada detalle de su rostro, buscando en sus ojos algo que él mismo desconocía. El otro se mantuvo en silencio, sonriendo levemente ante el análisis descarado del chico rubio de ojos felinos, inspeccionándolo cuidadosamente.


— Agradezco no quedarme tanto tiempo, entonces. — habló serio, sonriendo de costado, insatisfecho por lo poco que la cerca le permitía ver del otro.


El muchacho rió, mordiéndose el labio inferior después de una forma que, aunque el rubio lamentó pensar, le pareció extremadamente sensual. Alejó la idea de su mente, porque no estaba ahí para eso; al contrario, había elegido la casa de sus abuelos como el tranquilo lugar donde se repondría de esa última decepción amorosa y, comenzar una aventura con un, para qué negarlo, atractivo y desconocido sujeto, estaba lejos de sus planes.


— Supongo que eres Kibum. — el nombrado enarcó una ceja, cerrando el abanico y levantándose del columpio. — Tu abuela siempre está hablando de ti. — respondió a su pregunta no formulada, mostrándole una hilera de blancos y alineados dientes cuando sonrió de esa forma maravillosa.


— Espero que sean cosas buenas las que dice. — agregó arrogante, acercándose peligrosamente al que dejaba abajo por un par de centímetros. — Aunque tiende a exagerar en ocasiones, especialmente cuando habla de cosas que le gustan y personas que aprecia.


Negó, alborotando un poco más sus cabellos oscuros. — No mintió al decir que eres terriblemente hermoso.


Kibum se quedó sin palabras en ese momento, con una mezcla de sentimientos. Entre sorprendido y avergonzado, dibujó una sonrisa en sus labios.


— Aunque creo que su descripción no te hace justicia. — los orbes gatunos le miraron con atención. — Eres aún más perfecto en persona.


El abanico cayó de sus manos, prueba de su nerviosismo. Estaba acostumbrado a recibir muchos elogios por su apariencia, inclusive de personas que acababa de conocer, pero ninguno le había disparado el pulso como los de ese chico cuyo nombre siquiera había escuchado una sola vez.


— Ha sido un gusto conocerte finalmente, Kibum. — dijo sonriente. — Nos veremos luego.


El rubio volvió al interior de la casa con una sonrisa tonta y la mirada felina brillando traviesamente. Por alguna razón, se sentía bien, muy bien.


 


 


— Taemin, ¿crees en el amor a primera vista? — preguntó con suavidad, sonriendo ladinamente al ver el rostro sorprendido de su amigo de infancia. — Olvídalo, es algo tonto.


El pelirrojo negó, para luego arreglarse los cabellos que le cubrieron los ojos. — Me haz tomado desprevenido, Key. — añadió, mordiendo la pajilla de su manteada. — Siempre haz dicho que eso es una estupidez, lo mismo con el asunto del “destino”, ¿por qué ahora, de repente, te interesas por ello?


— Te he dicho que lo olvides. — susurró, desviando la mirada. — Sólo quería tu opinión al respecto.


El chico soltó una risita, cubriéndose la boca con su mano.— Tonto, claro que creo. — añadió con las mejillas enrojecidas. — Así es como me enamoré de Minho.


Kibum enarcó una ceja, preguntándose de que le sonaba ese nombre. — ¿Minho es ese chico alto?, ¿el futbolista?, ¿el que es dos años mayor que tú? — el pelirrojo asintió en cada ocasión, sonriendo ampliamente. — Estás loco, Taeminnie, te prohíbo enamorarte de la rana tonta. Mejor sal con alguien como Jinki, su amigo, es más… no sé. Es mejor, creo. — zarandeó la mano, restándole importancia. — Aunque Minho es más guapo. — pensó en voz alta, arrepintiéndose apenas decirlo.


— De hecho, Key. — comenzó, apartando sus ojos de los ajenos. — Llevamos un par de meses saliendo. Me hubiera gustado decírtelo cuando sucedió, pero con eso de que sólo vienes en navidades y un mes cada verano, pues… — sonrió traviesamente. — Digamos que no tuve oportunidad alguna.


— Taemin. — le riñó el muchacho. — ¡Debiste decírmelo! — bufó. — Te regalé un celular en diciembre, ¿por qué no me enviaste un mensaje al menos?


Se rió nerviosamente, con su rostro cambiando de color una vez más. — No me mates, pero lo perdí una de esas veces que Minho y yo…


— No quiero saber. — cortó seco, entornando los ojos y haciendo una mueca. — De verdad, Taemin, no quiero saber.


 


 


La conversación con Taemin se había desviado desde el comienzo, resultando inútil e infructuosa. Kibum regresó a casa con un mal sabor de boca, y no precisamente por la leche malteada de fresa que se había tomado en compañía del más chico, sino por ese montón de ideas que se agolpaban en su mente y comenzaban a confundirle. Tenía claro que no debía pensar más en ello, porque nada bueno saldría de eso, pero era inevitable.


— Kibum, ¿haz vuelto ya? — preguntó su abuela, sirviéndose una taza de café en la amplia cocina. Asintió, sonriéndole amablemente. — Luces mal, cariño, ¿qué ha ocurrido?


Si algo no deseaba el rubio eso era, sin duda alguna, preocupar a la adorable mujer. Se obligó a sonreír de vuelta, tan sincero como le fue posible, alegando estar cansado. Su abuela reconoció inmediatamente la mentira, más no dijo nada, quizá porque le conocía lo bastante para saber que no obtendría una respuesta verdadera del muchacho.


— Abuela… — la llamó antes de abandonar por completo la habitación, de pie bajo el marco de la puerta. — ¿Quién es el muchacho castaño de a lado?


Kibum se perdió la sonrisa de la mujer, así como la mirada pícara en sus ojos oscuros. — Su nombre es Jonghyun, es sobrino del señor Kim.


Asintió, siguiendo su camino hacia la alcoba que estaría siendo suya hasta que el mes terminase y volviese a Seúl, a su lujoso apartamento en uno de los más caros complejos departamentales de la ciudad. Se tumbó en la pequeña cama, incomparable a su King size de cobertores blancos y negros, pero que sin duda parecía cómoda, cálida y reconfortante. Suspiró, acomodándose sobre su costado izquierdo, cerrando los ojos, conteniendo las traicioneras lágrimas que rogaban por recorrerle las mejillas.


— El amor a primera vista no existe. — se dijo en voz alta varias veces. — No pienso caer de nuevo; mucho menos por un par de palabras bonitas.


El resto de la semana se mantuvo lejos del jardín, lejos de la cerca y, especialmente, lejos de Jonghyun.


 


 


— No entiendo por qué acepté. — se regañó el rubio, meciendo sus pies con nerviosismo, mientras esperaba al castaño en una de las bancas del parque.


Era sábado y pasaban de las seis, el calor no se sentía como en las primeras horas del día, pero sin duda alguna seguía presente la sensación de sofocamiento. Movió la cabeza hacia un lado, acomodando de esa forma su flequillo. Se miró al espejo por décima vez en los últimos cinco minutos, comprobando que su delineado siguiese intacto, porque temía que se corriese y le dejase un aspecto desagradable.


— ¿Por qué demora tanto? — miró la hora en su celular, frunciendo el ceño.


Cinco minutos antes, Jonghyun había ido a comprar un par de helados y aún no volvía. Kibum podía presumir muchas cualidades, pero la paciencia no era una de ellas.


— Te hice esperar. — escuchó la voz del moreno y alzó el rostro, devolviendo el móvil al bolsillo de sus ajustados pantalones rojos. — Había más gente de la que pensé.


— Está bien. — dijo serio, tomando el cono de helado, apartando la mirada de él.


Jonghyun se sentó a su lado, con una amplia sonrisa. Se sentía un completo tonto por estar tan feliz, y quizá lo fuese, porque obviamente para el de mirada gatuna aquello era algo sin importancia, mientras él lo consideraba el paso más importante para conquistar el corazón de Kibum: una primera, y perfecta, cita.


— Jonghyun, ¿por qué nunca antes te he visto? — inquirió curioso, secando sus pómulos con una servilleta de papel.


— Es el primer verano que paso con mi tío. — sonrió ampliamente. — Aunque parece que lo hice para escapar de casa.


— No eres el único. — el rubio soltó una risita, aparentemente más cómodo con la presencia del que ahora sabía un año mayor que él. — Seúl llega a ser un lugar agotador, especialmente su gente.


Para el castaño no pasó desapercibida la sombra de tristeza que cubrió los orbes pequeños, y aquel “a Kibum lo engañó su novio”, que escuchó decir a la abuela del muchacho una tarde que ésta conversaba con su tío, regresó a su memoria; y forzando una sonrisa, se levantó de la banca y tomó la mano del chico, obligándole a imitarlo.


— ¿A dónde vamos? — interrogó confundido, mirando sus manos unidas. — ¡Jonghyun!


— Tengo una pregunta que hacerte. — dijo serio, con sus ojos de cachorro brillando traviesamente. — ¿Tus pantalones se destiñen cuando los lavas?


La expresión sorprendida de Kibum provocó las risas del más bajo, pues se encontraba con los ojos muy abiertos y los labios le temblaban un poco.


— No. — cortó seco, alzando una ceja. — ¿Por qué?


— Curiosidad. — Kibum no le creyó.


Se detuvieron varios metros adelante, a mitad del parque, sin nadie además de ellos ahí. Jonghyun miró su reloj, pronunciando un “casi es hora” que al menor le llamó la atención y le dejó un montón de dudas. Un par de minutos más tarde, Kibum pegó un salto y se aferró con fuerza, demasiada desde el punto de vista y para sorpresa del castaño, al brazo del mayor, cuando un chorro de agua helada salió disparado hacia arriba y le salpicó, sobresaltándolo.


— Por esto lo preguntaba. — rió Jonghyun, apartando sutilmente la mano del rubio. — ¿Nunca habías visto este tipo de fuentes?


Asintió, forzando una sonrisa. — También en Seúl las hay, pero no he ido a ellas.


— Tu primera vez será conmigo, entonces. — aunque el castaño dijo aquello inocentemente, para el menor tuvo otro sentido, uno que se le antojó muy atractivo y en el que sería mejor que no pensase demasiado.


Kibum regresó a casa empapado de pies a cabeza, con la ropa totalmente pegada a su cuerpo y sus zapatos haciendo un chistoso y chillón sonido con cada paso dado. Se sentía agotado, con sueño, pero sonreía ampliamente, porque ese día había sido maravilloso y rió como nunca antes, tomado de las manos con Jonghyun, girando una y otra vez, jugando como niños pequeños, disfrutando el momento.


 


 


— Te digo que le gustas. — insistió Taemin, con una sonrisa burlona en sus labios rosados. — Le gustas mucho, Key, se le nota por todos lados.


El rubio se mordió el labio inferior, mirando en la dirección donde Jonghyun, Minho y Jinki se encontraban. Los tres hablaban animadamente, como si se conocieran de toda la vida y no de unos escasos minutos atrás. Esperaban poder ordenar, mientras Taemin y él cuidaban que nadie robase su mesa.


— No quiero salir con nadie por ahora. — susurró, respondiendo un mensaje de texto. — No hace mucho terminé con… él, y…


— Pensé que él te había dejado, ya sabes. — lo fulminó con la mirada, molesto. — Eso es bueno, significa que puedes hacer lo que desees, ¿no?


El de mirada felina asintió, poco convencido. — Aun así, Taemin, no creo que sea tiempo de…


— No seas tonto. — interrumpió el chiquillo, moviendo su mano con desdén. — Le gustas y él te gusta, estarán juntos sólo un mes, ¿cuál es el problema?


Kibum se encontró a sí mismo sonriendo traviesamente, sorprendido por las palabras del pelirrojo, porque si lo veía de la misma manera que lo estaba haciendo Taemin, no encontraba problema alguno en tener una relación un tanto menos amistosa con Jonghyun, quien estaría ese único verano ahí; no como Minho -que estaba fuera de su alcance al ser el novio de su mejor amigo- o Jinki -que aunque era una opción viable, lo encontraba cada dos estaciones en el mismo lugar-; no sonaba mal, nada mal.


Los chicos volvieron cuando el de ojos de gato se encontraba todavía perdido en sus pensamientos. Dejaron las bandejas frente a ambos, con sus enormes sonrisas y sus comentarios sin sentido sobre el partido -los minutos vistos- que trasmitían por la pantalla del establecimiento en ese momento.


Kibum pasó los siguientes minutos observando la forma en que Minho se comportaba con Taemin, para poder compararla con la de Jonghyun hacia él.


Y encontró tantas coincidencias que se asustó, pero al mismo tiempo se sintió conmovido.


 


 


Reunirse en el jardín por las tardes, con una taza de café a pesar del calor, meciéndose plácidamente en el columpio de dos plazas, conversando de todo y nada frente a frente, se convirtió en una costumbre para ambos, un hábito que a nadie molestaba y que incluso la abuela del rubio agradecía, porque esa sonrisa en el rostro de su nieto era sincera.


— Siento que el tiempo se escapa demasiado rápido. — la voz de Jonghyun estaba impregnada de cierta tristeza; el menor le miró largamente, sin saber qué decir, porque él mismo pensaba de esa forma en ocasiones. — Dentro de dos semanas te habrás ido.


Asintió, mirando el contenido de su taza. — También te marcharás, ¿no?


Jonghyun sonrió apenas perceptiblemente, moviendo su cabeza de arriba a abajo, asintiendo. — Estoy considerando mudarme, ¿sabes? Si lo hago, es probable que este sea el primer y último verano que nos veamos. — aquello no agradó al rubio; sin embargo, se mantuvo en silencio, esperando que el otro continuara. — No quiero volver a mi casa, pero si me quedo aquí, sin duda alguna vendrán a buscarme.


— Ven a Seúl conmigo. — propuso inmediatamente, tomando la mano del castaño. — Dudo que piensen que irás a la ciudad.


El mayor soltó una carcajada, entrelazando sus dedos con los de Kibum. — Voy a pensármelo, ¿está bien?


Y a pesar de que al rubio le hubiese encantado obtener un “si” como respuesta, se conformó con las palabras de Jonghyun que, aunque podrían interpretarse como una negación encubierta, deseaba ver como un “lo pensaré” real que al final cambiaría a una respuesta afirmativa. Lo dudaba, pero conservaría la esperanza un poco más.


 


 


Fue durante la última semana de su estadía, que Kibum se dio por vencido con el tema del viaje a Seúl. Las dos semanas pasadas eran incomparables con cualquier otro tiempo, ese verano en sí difería de todos los otros, y sabía que los recuerdos creados con el castaño permanecerían en él mucho tiempo, porque para ese entonces Jonghyun se había adueñado de una gran parte de su corazón, quizá sin proponérselo, tal vez sin saberlo, pero así era. 


— ¡Kibum, tu teléfono está sonando! — gritó su abuela desde la puerta, sosteniendo en su mano el pequeño móvil rosado del rubio.


El chico se levantó del columpio, dejando a Jonghyun solo un momento para poder recoger el aparato y ver de quién se trataba. Para ninguno de los presentes pasó desapercibido el cambio en el menor cuando leyó el nombre en la pantalla y tomó la llamada, internándose en la casa para no volver a salir de su cuarto en lo que restaba del día, olvidándose del que le esperaba en el jardín sin decir nada, mismo que no llegó a la cita acordada la tarde siguiente, dejando al de ojos felinos esperando por él.


 


 


— ¡Jonghyun! — gritó la tarde del viernes, corriendo hacia la cerca. — Estuve esperándote ayer…


El mayor se acercó, forzando una sonrisa. — Yo estuve esperándote el día anterior.


— Lo siento. — se disculpó sinceramente, borrando su sonrisa por completo. — Estaba tan…


Negó, sin mirarlo. — No necesitas explicarme nada; puedo entenderlo.


— No, no puedes. — frunció el ceño, enfadado. — ¿Por qué siempre acabas malinterpretando las cosas?


— No creo haber malinterpretado nada esta vez, Kibum. — se cruzó de brazos sobre la cerca, con su rostro muy cerca del otro. — ¿Vas a negarme que él te ha llamado?


Kibum le miró sorprendido, pero pronto volvió a su expresión normal. — No voy a negarte que se trataba de él. — dijo serio, mordiéndose el labio inferior. — Pero no soy tan estúpido como para aceptar sus disculpas o volver con él, Jonghyun.


— No lo haz hecho. — una sonrisa se dibujó en los labios del castaño, el de ojos felinos se relajó ante el cambio de actitud.


— No, y no pienso hacerlo. — sonrió también, sintiendo los dedos del más bajo acariciarle la mejilla.


Jonghyun se acercó un poco más, con su aliento rozando los labios rosados del menor. — Vayamos por un helado. — propuso coquetamente, apreciando el tono rojizo que se extendía por los pómulos altos de su compañero.


 


 


— Jonghyun, ¿irás conmigo a Seúl? — preguntó Kibum, cerrando su maleta.


El castaño se encontraba tumbado en su cama, jugando con una pelota de esponja; a ambos les costaba creer que el día de la separación llegase tan prontamente. Entre ellos se instaló un silencio pesado, de esos que te cortan la respiración. El rubio negó, mordiéndose el labio y abandonó la maleta a lado de la puerta, sentándose en un hueco libre de la cama, esperando que el otro se incorporara y le diera una respuesta.


— ¿Lo harás? — la ansiedad reflejada en su tono. Jonghyun sonrió, mordiendo su labio inferior; negó. — ¿Por qué no?


— Dame un buen motivo para que lo haga. — ordenó travieso, muy cerca del menor.


Kibum no lo pensó mucho, simplemente acortó la distancia que lo separaba de Jonghyun, juntando sus labios con gentileza. El castaño cerró los ojos y llevó la mano al rostro del más chico, acercándolo un poco más, al tiempo que movía su boca contra la otra, con los erráticos latidos de su corazón escuchándose de fondo.


El rubio se alejó con la respiración agitada, sonriendo ampliamente. — ¿Es esa razón suficiente? — inquirió divertido, apartándose el flequillo de los ojos.


— Quizá. — rió el más bajo, apartando la mirada.


Salieron de la habitación después de aquello, con Jonghyun cargando la maleta de Kibum hasta el taxi que le esperaba fuera de la casa. El chico se despidió de su abuela con un largo y fuerte abrazo, sonriendo amable mientras secaba las lágrimas de la mujer. Jinki, Minho y Taemin llegaron a tiempo también, apretándolo con fuerza, revolviéndole los cabellos, tirando de sus mejillas, con esa promesa de volver el próximo verano a reunirse. Y luego llegó el turno del castaño, que hasta ese momento había permanecido a un lado, ajeno a la despedida de los otros.


— Supongo que no fue un buen motivo. — se lamentó el de mirada felina. — Gracias por todo, Jonghyun. Espero verte de nuevo alguna vez.


Dejó un beso en su mejilla y otro muy cerca de sus labios, sonriendo con melancolía. Cuando el taxi se perdió en la distancia, fue que el mayor comenzó a arrepentirse de no haber dicho muchas cosas, pero ya era tarde hasta para eso.


 


 


— No, Taemin. — regañó por sexta vez el de cabellos rubios, cambiando el teléfono de oreja, mientras comía una galleta en la cocina de su apartamento. — Es imposible, ya te lo he dicho. — seguía riendo por lo bajo ante las ocurrencias de su amigo. — Las clases comienzan el lunes, este es mi último fin de semana libre. — lamentó terriblemente, bajando de la encimera para servirse un vaso con jugo. El timbre sonó antes de que llegase al refrigerador. — Están tocando. Te llamo luego, ¿si? — no esperó respuesta del más chico, simplemente se limitó a colgar.


Se arregló un poco el cabello en el espejo del pasillo, comiendo una nueva galleta. Preguntó al menos dos veces de quién se trataba, pero no obtuvo respuesta y eso le molestó, porque odiaba quedarse con duda de cualquier cosa, así fuesen escasos segundos. Abrió, pero no tuvo tiempo de reaccionar, porque un par de cálidos brazos le atraparon con fuerza y unos labios dulces se apoderaron de los suyos, robándole el aliento por completo.


— Sabes a chocolate. — señaló el castaño, acariciándole la mejilla enrojecida.


— ¡Jonghyun! Oh, Dios, tonto, ¡estás aquí! — lo abrazó de nuevo, con sus ojos de gatos llenándose de lágrimas.


El mayor rió, acercándole otro poco, con una enorme sonrisa en su rostro. — Kibum, hay algo que quiero preguntarte.


— ¿Qué cosa? — cuestionó ansioso, echándose hacia atrás para mirarlo de frente.


— ¿Tienes una habitación extra? — trató de no reírse, pero fue inevitable cuando el más joven le dio un golpe en el brazo.


Negó, mordiéndose el labio inferior con aire coqueto. — No, pero tengo una cama bastante grande.


— Esa respuesta me gusta más. — susurró cerca de su boca, adueñándose de ella una vez más.

Notas finales:

Próximo: 


Apacible Otoño con Minho (MinKey)


Septiembre  16, 2012.


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