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Amor en tiempos de guerra por CometadeLuz

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   Las risas infantiles se escucharon por cada rincón del bosque cercano al reino; internadas en él, donde nadie pudiera verlas, dos niñas jugaban corriendo una detrás de otra como cualquier niña normal, la gran diferencia es que ninguna de ellas lo era. Julietta de Fairwish era la hija única del rey y, por lo tanto, heredera al trono; mientras que Isabel era proveniente de una familia de campesinos. En cualquier tipo de situación, el hecho de que Julietta hubiera salido del castillo para reunirse con una plebeya habría sido seriamente castigado, pero ahora gracias a la guerra su padre estaba ausente y como no tenía una madre que le vigilara fácilmente podía salir a escondidas para reunirse con ella.

Aunque Isabel sabía que aquello, de cierta forma que su pequeña mente de siete años aun no alcanzaba a entender, estaba mal, gustaba de salir a jugar con ella. Ella era divertida, era diferente y bonita, de profundos ojos azules. Siempre llevaba largos vestidos rosados de la tela más fina que pudieran encontrar y el largo cabello rubio oscuro arreglado con listones y trenzas perfectas, en cambio ella… bueno, ¿qué podía decir de ella? Ella era la hija menos de un matrimonio bastante pobre con cinco hijos, su ropa la heredaba toda de su hermana mayor: Louisa. A los ojos de Julietta, Isabel era bonita también, tan diferente a las chicas que solía frecuentas, de piel blanca algo sucia, cabello lago y negro alborotado, rostro pecoso y ojos del color de la miel. También sabía que estaba mal jugar con ella, pero por qué, ¿no se supone que era bueno para los niños jugar con otros niños? Julietta tropezó cayendo de bruces al suelo y rasgando su hermoso vestido, de la rodilla descubierta brotaba un poco de sangre de un inocente raspón que para ella era gigantesco.

 — No llores —pedía la niña entristecida mientras acariciaba el cabello de su amiga.

   En ese entonces para ella era algo tan normal y a la vez agradable de una manera distinta al simple gusto, por supuesto que no sabía por qué ni que significaba. La joven princesita la miró asintiendo y secó sus lágrimas con la manga del vestido.

A lo lejos los gritos de los sirvientes y las niñeras de la pequeña comenzaron a sonar, la buscaban. Ambas se miraron con pícaras sonrisas de complicidad, como si hubieran hecho una travesura que querían esconder para evitar un regaño. Cada vez las voces se escuchaban más cerca y, como era ya la costumbre, llegaba el momento de despedirse hasta la llegada del día siguiente. Isabel ayudó a la  princesa a ponerse de pie y se sacudió el vestido lleno de tierra, a su nana no le haría nada de gracia. Se sonrieron.

 — ¿Nos veremos mañana? —preguntó Julietta con aquella voz dulzona tan adorable que toda niña tiene.

 — ¡Sí! —los ojos de Isabel brillaron de la emoción.

 — ¿Lo prometes?

 — Te lo prometo.

   Y dicho aquello la joven princesa se alejó corriendo, dejando a la niña a mitad del bosque, no le preocupaba, sabía que Isabel podría llegar sola a casa. Continuó corriendo hasta encontrarse con su nana quien insistió en preguntar que hacía en las profundidades del bosque, pero sin obtener más que una enorme sonrisa de la niña que confiaba en la promesa de su amiga sin saber que sería una promesa que no podría volver a cumplir jamás.

Aquella tarde los padres de Isabel empacaban sus pertenencias. Por el bien de sus niños habían decidido marcharse lejos del reino que por ahora estaba en guerra, ya volverían, pero lo harían el día que hubiera paz. La niña subió en la carreta entre lágrimas, preguntándose por qué, aunque claro, la respuesta no la habría alcanzado a comprender. Solamente pudo prometerse algo: volvería en cuanto pudiera para buscar a la princesa.


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