Aquí estaba, en el mismo lugar justo un año después. Nunca pensé en hacer lo que iba a hacer. El suicidio nunca entró en mis planes, ni la vez anterior ni esta misma. Siempre había sido muy cobarde así que no me veía mentalmente con fuerzas para quitarme mi propia vida pero después de pasar dos años de altibajos, no veía más salida que esa. Dos años, los cuales no tenían contraste el uno con el otro. Uno fue el peor con un dulce desenlace, mientras que el otro había sido de los mejores con agrio final.
>Flashback<
Era una buena noche, como otra cualquiera. Conducía con mi coche por las calles de Seúl, no a demasiada velocidad. Iba confiado debido a que ya llevaba bastante tiempo conduciendo, pero de pronto un taxi se me cruzó y no me dio tiempo a maniobrar para esquivarlo y choqué contra el. Enseguida salí del coche para atender al taxista, ya que el golpe había sido fuerte. Pero me dijo que él no era lo más importante y me señaló a un cuerpo tirado en la calzada. Corrí a socorrerlo, seguía vivo pero perdía bastante sangre.
Antes de que pudiese decir nada la policía y la ambulancia ya estaban allí. No me quería separar del motorista con el que me había accidentado pero la policía me obligó. Me hicieron muchas preguntas y también la prueba de alcoholemia. Yo estaba en estado de shock, no me podía creer que hubiese atropellado a alguien y simplemente respondía con monosílabos. Me llevaron al cuartel para seguir con la investigación propia de la situación.
Cada vez eran más y más preguntas, qué hacía allí, a dónde me dirigía, qué pasó, si había bebido.... Y yo no paraba de preguntarles por el motorista, cómo estaba, si seguía estable, pero ellos no me decían nada claro.
Después de muchas horas allí retenido me comunicaron que el motorista había muerto. Fue el momento más triste de toda mi vida, no me lo podía creer. Había matado a alguien...
Me dejaron irme con la condición de que no me mantuviese alejado.
No sabía como mirar a la gente que me rodeaba, sentía vergüenza de mi mismo, me daba asco.
Me encerré en mi casa y no salí durante días. Mis hyungs vinieron a visitarme, pero yo no tenía la mente en este mundo, mis ojos estaban perdidos en el horizonte y no podía articular ni media palabra. Por un momento pensé en los fans, las VIP, seguro que me odiaban, lo más importante en mi vida y ahora no las podría volver a ver nunca.
Mr. YG me llamó para hablar de mi futuro. No supe decirle nada, quería seguir con mi trabajo, mi única droga, pero ya no sería posible, nadie me miraría igual. El CEO me repitió miles de veces que por eso no me preocupase, que ya lo arreglaríamos, pero yo no le creí y simplemente le dije que ordenaría mis ideas y que le llamaría.
Estaba cansado, asqueado de todo así que salí a pasear. Caminé, caminé sin parar y sin saber por qué ni nada por el estilo llegué al puente Banpo, era hermosa la vista desde allí, tan hermosa que yo no me la merecía. Me acerqué hasta la valla de protección, muchos pensamientos pasaron por mi cabeza, pero el único que se quedó fue el suicidio. Que mejor solución, rápida y sin problemas. Dejaría de ser una carga en la empresa y para los demás. Sería un ojo por ojo pero voluntario.
Me acerqué aún más a la valla ya por fin tocándola y asomándome un poco. Subí uno de los barrotes rememorando la escena tan famosa de Titanic, pero sin un Jack que me salvase. En ese momento no pensaba en nada, mi mente estaba vacía y no escuchaba absolutamente a nadie. La gente se comenzaba a parar a mi alrededor susurrando cosas que yo no llegaba a oír. Estaba dispuesto a hacerlo, a tirarme, pero noté como alguien me lo impedía. Vociferaba mi nombre entre lo que parecían ser lagrimas. Me giré finalmente y divisé a el maknae gritándome sobre que clase de estupidez estaba pensando hacer. Por un momento me pareció que tenía alas, era mi ángel que acababa de venir a salvarme y simplemente me tire a abrazarle y comencé a llorar.
La gente comenzó a dispersarse. Nosotros estábamos en el suelo sentados abrazándonos, yo no quería soltarle. Después de un rato nos levantamos, el me dio su chaqueta por que yo estaba temblando, y nos dirigimos hacia mi apartamento. No hablamos en todo el trayecto, solo me cogió la mano, apretándola tan fuerte que casi ni la sentía ya. El abrió la puerta entró decidido a la cocina mientras yo me sentaba en el sofá y me acurrucaba intentando quitarme el frío. Al rato, SeungRi vino al salón sujetado dos tazas de café. Me alargó una casi sin mirarme. Le comprendía, yo tampoco podría mirarme a la cara.
Pasaron largos minutos sin cruzar ni medía palabra. Por fin yo me atreví a decir algo. No fue demasiado coherente, pero se trataba de una tartamudeante disculpa. Él comenzó a llorar. Entre sollozos me dijo que cómo era capaz de querer desaparecer, qué yo le importaba, a él y a todos, qué no podía irme así por las buenas, que qué pensarían las fans de lo que pensaba hacer. Varias veces repitió lo de que a él le importaba y que qué iba a hacer sin su hyung preferido. Eso me hizo sentirme querido, más de lo que nunca lo había sentido. Me lancé sobre él a abrazarle. Nos pasamos así un buen rato hasta que él se fue por que era tarde.
Después de eso pasaron los meses sin incidentes. Decidí seguir adelante con BIGBANG por petición de SeungRi y de los demás, y por que yo ya comenzaba a sentirme con ánimos de hacer algo de provecho. Escribí una canción con Ji que se incluyó en el mini álbum, en esa canción puse todo de mi.
Mi mayor apoyo durante ese tiempo fue SeungRi, mi pandita. Es extraño decirlo, pero comencé a sentir algo por él y no era simplemente amor fraternal. Me enamoré de él, de su sonrisa, de su sentido del humor. Con tan solo un gesto hacía que me olvidase de todo. Pero obviamente no podía decirle nada, él era un ligón empedernido y Corea no está tan avanzada en estos temas así que lo mantuve en silencio.
En el primer stage no podía mirar a las fans a los ojos, me sentía culpable. Pero cuando me tocó cantar mi solo me armé de valor y lo di todo. Les transmití todo lo que sentía y me respondieron positivamente. Por segunda vez en mucho tiempo, me sentí querido. Estaba muy feliz. Después del concierto, ya en el hotel, corrí a decírselo al maknae, pero cuando le encontré estaba con una de las bailarinas, como no. Se estaban besando así que me fui. Llegué al ascensor y subí hasta la azotea, necesitaba aire fresco para aclarar mi mente. Nada más pisar el suelo del terrat se me saltaron las lágrimas. No entendía por que lloraba si ya estaba concienciado de que con él no podría pasar nada, pero era inevitable que le quisiese.
Después de tranquilizarme bajé a la habitación, la cual compartía con él. Cuando llegué él estaba allí. No recuerdo muy bien lo que nos dijimos, pero no fue bonito. Acabé besándolo con lágrimas por caer y huyendo del lugar a toda prisa.
Lo poco que recuerdo desde entonces es que no nos volvimos a hablar desde entonces. Bueno, hablábamos lo justo, ya que es inebitable no hablar cuando estás en el mismo grupo. Poco después lanzamos Monster, la cual me pareció que estaba escrita para nosotros. Era todo lo que pensaba estampado en una linda canción. Recuerdo que después empezó el world tour y al tiempo él se fue a japón a hacer de MC en un par de programas.
Lo que me hizo caer aún más si se podía era el escándalo que había surgido hacia un par de días. Ese escándalo donde aireaban su relación sexual con no sé quien. No me lo quise creer, pero él no decía nada en contra de ello. Pensé durante los siguientes días en ello. Quería arreglar las cosas, pero no sabía como hacerlo.
Después de mucho pensarlo me armé de valor y lo llamé. No me contestó. Lo volví a llamar y tampoco obtuve respuesta. Le dejé un mensaje de voz diciéndole lo mucho que le echaba de menos, lo mucho que le quería, lo mucho que le amaba y que comprendía si no quería volver a siquiera mirarme, que volvería a donde había empezado todo y simplemente le dije que muchas gracias, gracias por todo lo que había hecho por mi y el apoyo que me había dado. Entre lágrimas y sollozos conseguí decírselo todo y colgué.
>FlashBack<
Eso había sido todo, dolorosos y felices momentos. Todo gracias a él, a mi pequeño. En unos momentos dejaría todo atrás y por fin estaría en paz. En paz con el mundo y conmigo mismo.
Me iba acercando poco a poco a la valla de seguridad para escalarla y finalmente quedarme sentado en ella. Como la vez anterior la gente se iba arremolinando a mi alrededor, pero a mi ya no me importaba.
Mientas hacía un repaso mental a mi vida rezaba por mi alma, por mis padres, por mis amigos, por él. Me puse de pie en la parte exterior del puente sujentándome fuertemente a la valla. Apegándome a mis últimos momentos, a mi último atisbo de cordura. Miré hacia abajo, el puente era realmente alto y las aguas estaban removidas.
Diciendo mi último adiós alguien me aprisionó contra él fuertemente para que no me tirase. No me tenía que girar para saber de quien se trataba. Me tiró hacia él para que estuviese a salvo, sin riesgo a caer. Lloré, lloré con más fuerza al por fin cerciorarme de que era mi pequeño panda. Le abracé con todas mis fuerzas y él hizo lo mismo. Nos apretábamos de tal manera que estuvimos a punto de cortarnos la respiración el uno con el otro.
La gente comenzó a dispersarse al ver que esa noche no habría ningún muerto. Al contrario, acababa de volver a nacer. Panda se separó un poco de mi y vi perfectamente como lloraba y como me analizaba de arriba a bajo para asegurarse de que fuese realmente yo y no otro suicida cualquiera. Finalmente su mirada se posicionó en mis ojos. Con esos ojos me lo dijo todo, que me perdonaba, que lo entendía, que él también me echaba de menos. Sonreí. Aun que para mi sorpresa no era solo eso lo que quería decirme. Me besó. Yo me quedé petrificado, sin habla. Se separó otra vez y sonrió. Yo no cabía en mi alegría y me tiré encima de él. Comencé a besarle intensamente, para hacerle saber lo feliz que me sentía. Me separó comunicándome que estábamos todavía en medio del puente. Reí nerviosamente y corriendo nos dirigimos a mi apartamento.
Llegamos a mi casa y hicimos lo inevitable. Lo llevé a mi cama y lo hice mío por fin. Lentamente, sin prisa, ese momento era algo que quería disfrutar minuto a minuto. Con cuidado de no hacerle daño me dejó todo el trabajo a mi, cosa que agradecí. Después de un vaivén de éxtasis puro y duro nos acurrucamos uno al lado del otro. Escuche como de su boca salía un “Te amo, idiota”. Eso era lo que más feliz me hacía y lo único que necesitaba saber.
Ver como dormía me relajó y hizo que yo también cayera rendido. Mejor, por que al día siguiente me esperará un sermón de parte de mi pequeño amado. También yo le tenía que preguntar como es que sabía que estaba allí las dos ocasiones, era algo que me extrañaba y necesitaba saber.