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El día en que todo cambió por Van Phantomhive

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Notas del fanfic:

Todos los personajes pertenecen a Nakamura Shunkigu, mi mente y mi locura usa y abusa de sus personajes para contar delirante historia.

Capitulo I: El inicio de un nuevo año.

 

Aun recuerdo aquel día de hace tantos años… nunca pensé que aquel día de Halloween haría que mi vida como la había conocido muriera en ese momento. Y digo eso porque ya no soy el mismo que solía ser.

 

Discúlpenme por no haberme presentado, Takahashi Misaki de 12 años, como verán… es medio difícil de explicarlo pero mi cuerpo al igual que mi vida fueron transformadas hace un par de años por un ser que según las historias mitológicas son denominados vampiros.

 

Lamentablemente desde que fui mordido por ese hombre de cabellos plateados cuyo nombre todavía desconozco, mi organismo no tolera ciertas cosas que cualquier otra persona puede soportar. Y a eso me refiero con lo siguiente: tolerancia a la luz solar, las cruces, el agua pura, etc.

 

¿Cuándo me di cuenta de esto? A los días siguientes de después de haber salido de un hospital que no recuerdo de cómo llegue ahí, solo me dijeron y le contaron a mis padres que llegué muy mal herido y con signos de haber sido casi violado.

 

INICIO FLASH BACK

 

Un pequeño niño se hallaba cerca de la entrada de un hospital con sus padres a cada lado y sonriéndole por tener a su hijo sano y salvo. Ambos padres sostenían la mano del infante a cada lado y le sonreían con el cariño típico y paternal que los caracterizaban.

 

-Bien Misaki-kun, ya es hora de irse a casa. –decía una enfermera amable y con un traje verde agua.

 

-¡Sí! –sonrió alegremente el menor.

 

-Gracias por su ayuda. –reverenciaron los padres despidiendo a la joven mujer que cortésmente correspondió a la despedida.

 

Mientras se acercaban a la entrada cuyo vidrio polarizado ayudaban a que los ayos solares no fueran tan nocivos, el menor sentía que su cuerpo se iba calentando levemente pero no le dio importancia ya que creía que se debía a que era un efecto normal de estar por debajo del sol.

 

Cuando por fin se abrieron las puertas de la edificación permitiendo que la luz de la mañana ingresara de lleno el pequeño sintió un calor repentino como si lo estuvieran quemando con fuego o como si lo incineraran en un sauna; pegó un salto separándose del agarre de sus padres e ingresó nuevamente al edificio nuevamente todo sudado y asustado por tal efecto.

 

Los padres extrañados volvieron por el menor y notaron que el infante tenía la cara roja y parte de su cuello a quemado.

 

-¡Misaki que te paso! –exclamaron preocupados.

 

-¡No lo se! ¡Me duele! –gimoteó el menor con dolor y mas le dolió cuando se abrazó a si mismo.

 

-¡Enfermera! –gritaron los padres, llamando algún medico o quien fuese para que lo atendiera al niño.

 

Enseguida jóvenes ataviados con sus trajes aguamarina se presentaron atendiendo al infante que lloraba de dolor.

 

Al final de ese día le comunicaron a los progenitores que Misaki tenía unas pequeñas quemaduras de tercer grado y una leve insolación, para los mayores eso le resultó extraño porque le dijeron al decano que el niño había salido de lo mas bien e inmediatamente ingresó al edificio quejándose y notando que estaba lastimado sin razón aparente.

 

Ese hecho se repitió un par de veces mas con idéntico resultado, por lo que decidieron darle el alta a las últimas horas de la tarde cuando el sol desaparecía del horizonte. Finalmente el menor logró salir de la edificación y miraba con extrañeza que su cuerpo no se alteraba para nada ante la falta de luz, y eso significó una sola cosa: ya no podía salir bajo la luz nunca más.

 

Una observación muy cruel para un pequeño niño, no podría jugar con sus amigos ni poder perseguir las cigarras ni siquiera comer helados bajo el sol de verano.

 

-No es justo. –se lamentó Misaki cuando estaba en su casa recostado en la cama.

 

Para los padres no queriendo hacer sentir mal a su hijo optaron por dejarlo salir en los días nublados y en las últimas horas de la tarde, naturalmente acompañándolo ya que no podían permitir que se repitiera tan desafortunado incidente.

 

Así transcurrió el tiempo hasta la edad de los doce años, donde Misaki miraba con desilusión el afuera.

 

FIN DEL FLASH BACK

 

-Ah… que día más aburrido. –se lamentó Misaki mirando desde un rincón de su cama como el sol de la tarde iluminaba parte de su recamara mientras él leía un libro para matar el tiempo.

 

Ya había aprendido a no acercarse a la luz pero era inevitable observar como aquellos rayos aclaraban su pequeña recamara.

 

Durante varios años tuvo enseñanza de hogar por lo que nunca se retrasó con los estudios, los padres pensando que el niño se aburría por la falta de interacción decidieron darle una pequeña sorpresa cuando la noche llegase y el niño bajara para dar un paseo alrededor de la ciudad.

 

El firmamento violeta y las primeras estelas nocturnas anunciaban que finalmente el reino de la noche había vuelto una vez más para saludar a sus residentes. Misaki miraba con cierta nostalgia el color violáceo ya que recordaba las orbes de ese hombre que lo mordió, sintiendo que su sangre hervía del enojo por solo el hecho de recordar ladeó la cabeza de lado a lado y se levantó de su cama ante el llamado materno que anunciaba la cena de ese día.

 

Entre suspiros dejó de lado un libro de psicología y desganado se levantó, tanto tiempo estar sentado y recostado habían provocado que tuviese un ligero mareo, recordándole que debía comer algo si no quería desmayarse.

 

Bajando por los escalones y llegando a la cocina se encontró con sus padres que sonreían de oreja a oreja, eso lo extrañó pero se sentó con esa cara de perplejidad total y esperó alguna noticia o lo que fuere que estuviese que pasar.

 

-Misaki, tu padre y yo hemos decidido inscribirte en una secundaria nocturna. –de acuerdo eso si que fue extraño.

 

-¿Existe escuelas de turno nocturno? –preguntó incrédulo el castaño.

 

-De existir, existen solo que no que no hay muchas en Tokyo pero las hay. –explicó el padre.

 

-¿Y por qué no me enviaron cuando era niño? –preguntó esta vez con un tono molesto.

 

-Porque no hay primarias con esos turnos. –respondió la madre con obviedad, y después Misaki meditó en su pregunta y se sonrojó al darse cuenta que eso fue estúpido al preguntar.

 

-Bueno… entonces… ¿iré a estudiar de noche? –cuestionó nuevamente para confirmar la propuesta dada.

 

-Sí y en el próximo mes comenzarás. –concluyó el padre dándole un sorbo a la bebida que reposaba cerca de él.

 

-De acuerdo, pero… -dijo Misaki mirando con confundido a sus progenitores.

 

-¿Pero? –dijo la madre.

 

-Estoy feliz y todo pero… ¿por qué?

 

-Porque te veíamos aburrido, hace mucho que no juegas con nadie, además sales tan tarde que no te permite interactuar con otras personas por lo que quisimos darte al menos esta salida y alegrarte aunque sea un poco la vida.

 

Una sonrisa y un tono rosado recorrió el rostro de Misaki, por eso quería mucho a sus padres ya que pensaban lo mejor que podían hacer para él y no desperdiciaría semejante esfuerzo.

 

Tranquilamente cenaron los presentes y dejaron que el tiempo pasara y con ello la ansiedad de Misaki incrementara. Los días siguientes se dedicó a leer y ponerse mas o menos lo que creía que dictarían para los jóvenes de su edad, lo que no sabía es que aprendió cosas que van más allá del promedio de un chico de su edad pero eso recién lo comprobaría cuando presenciara su primer día.

 

Las semanas volaron y el castaño ya deseaba que su vida escolar iniciara como debía ser, como un chico normal… bueno medianamente normal porque no era común asistir en las horas de la noche.

 

Por fin el día había llegado, día donde los vientos cálidos de verano del mes de septiembre anunciaban su nuevo ciclo lectivo y su reingreso a la sociedad.

 

-Una tarde muy hermosa. –dijo el castaño con el viento alborotándole el pelo.

 

-Misaki te recogeremos a la medianoche, si salís antes no llamas ¿si? –dijo su padre aun preocupado por dejar su hijo a merced de las personas a cargo del establecimiento.

 

-Claro pero no se preocupen no me va a pasar nada. –aseguró el adolescente.

 

-Ten cuidado.

 

-Nos vemos más tarde.

 

Una vez que el auto de su padre se retiró, Misaki miró con ilusión la escuela, algo antigua pero bien conservada. Con cierto nerviosismo recorrió los pasillos y se dirigió a una de las salas que rezaba: “sala de profesores”

 

-Disculpe. –se anunció el menor dentro de la sala.

 

-Oh usted debe ser Takahashi-san. –dijo uno de los maestros.

 

-Si soy yo, quería saber donde tendré mis clases. –preguntó algo apenado.

 

-Oh si, su clase es en el primer piso del ala oeste, la primera aula a la derecha. –dijo mirándolo con cierta atención y examinando el cuerpo del castaño.

 

Para el niño se extrañó ver que esos ojos estudiaban su cuerpo, quizás debe ser su imaginación por lo que compuso una sonrisa y se retiró de la sala.

 

-Debo dejar de pensar en esas cosas sin sentido. –se dijo a sí mismo para darse confianza.

 

Mientras caminaba los pocos estudiantes que aun seguían en los pasillos se le quedaban mirando, acaso tenía algo en la cara o es que nunca vieron a un joven tan corto de edad estudiar a esas horas, preguntas como esas rondaban de una punta a la otra de la cabeza del castaño.

 

Una vez que llegó dentro del salón ojeó todo el lugar para ubicar un puesto vacío, por fortuna lo halló cerca de la ventana y casi al final del aula. Su vista se desvió al resto del salón donde algún que otro par de ojos posaban en su persona, eso lo molestó un poco ya que no era la primera vez que sentía como los ojos de la gente posaban en él y muchas de esas veces la mirada no profesaba buenas intenciones.

 

Por lo que prefirió desviar su vista hasta que el profesor a cargo se anunciara. Lo que no contaba es que una persona se acercara a él y lo saludara.

 

-Hola. –dijo otro joven castaño pero de tonalidad clara y unos ojos grises. -¿Eres nuevo?

 

-Sí. –respondió secamente.

 

-No pongas esa cara, quiero ser tu amigo. –dijo con una sonrisa sincera el chico.

 

El castaño observó al otro y no sabía si era bueno confiar en otra persona pero de verdad quería hacer amigos, así que le tomó la palabra y le creyó. Componiendo una sonrisa se presentó.

 

-Me llamo Takahashi Misaki.

 

-Sumi Keiichi. –se presentó el adolescente. –Perdona que te pregunte pero ¿cuántos años tienes?

 

-Doce ¿por qué acaso parezco de menos?

 

-Pues para serte sincero, sí tu cara da alguien de ocho o diez años.

 

-¿Eh? ¿En serio? –dijo extrañado y ladeando la cabeza a un lado, se notaba que dentro de la seriedad ostentaba esa inocencia que tanto había sido cultivada en el calor del hogar.

 

-Sí, o sino mírate en el reflejo del vidrio. –señaló.

 

Obedeciendo el pedido ambos jóvenes miraron sus reflejos atenuados, no eran nítidos pero se notaba lo suficiente como para demostrar los rasgos, las esmeraldas de Misaki resaltaban a la vista y las orbes grises de su compañero se dejaban entrever.

 

-Ahora que lo dices… -dijo Misaki escudriñando sus facciones, y lamentablemente estaba en lo cierto, aunque tuviese la edad de un adolescente su rostro no había cambiado mucho a lo largo de los  años, posiblemente debido a su condición.

 

Y pensándolo mejor quizás era por eso que sus padres siempre lo acompañaban en cada salida o aquellos paseos nocturnos, salvo los días nublados que podía aprovechar las horas de la mañana.

 

-Comprendo… pero aun estoy en edad de crecimiento. -se defendió.

 

-Es cierto, pero debes tener cuidado acá hay muchos que son malintencionados.

 

-Lo dices porque sos uno de ellos o porque sos una persona amable y quiere dar un consejo a un extraño. –dijo Misaki estudiando las reacciones de su compañero.

 

-Las dos cosas. –respondió y notando que la cara del castaño se volvió mas blanca de lo que ya era, compuso una sonrisa y dijo. –Es broma pero en serio, ten cuidado no valla a ser que alguno de estos chicos se pasen con vos.

 

-Gracias pero no se preocupe, creo que me sabré defender. –dijo entonando una sonrisa.

 

La campana estaba pronta a sonar, por lo que Keiichi se acomodó en su lugar que era unas dos filas mas adelante y al medio de Misaki. Durante ese lapso el menor se quedó mirando hacia afuera, era curioso ver otro panorama que no fuese desde la ventana de su recamara.

 

Perdiéndose en aquella negrura que era iluminada por los faroles de las plazas y de los negocios de 24 horas, Misaki esperó con ansias, se sentía como un niño pequeño ya que pasó mucho tiempo sin poder asistir a la escuela por lo que las éticas y los modales los perdió un poco pero aun recordaba como comportarse.

 

Lo único que lamentaba de todas esa situación fue aquel incidente, si tan solo no hubiera ido a ese barrio, no le hubieran maltratado y tampoco aquel desconocido lo hubiera mordido para supuestamente “salvarlo”.

 

Inconscientemente se llevó una mano a su cuello, recordando como aquellos colmillos le perforaron la piel y como su sangre era extraída por esa zona. Un leve escalofrío le recorrió de arriba abajo, en ese instante vio un brillo rojo en la ventana que el traía recuerdos que pensaba que estaban enterrados, por un instante pensó que todo había vuelto hacia aquel día por lo que asustado apartó la vista de la ventana y la situó donde se suponía que venía.

 

La impresión que se llevó el chico fue tal que sus ojos se agrandaron y su piel perdió todo color pero no al punto de colapsar, en la entrada del aula se hallaba un hombre de cabellera plateada, tez pálida como la de él, vestido elegantemente y con un aura que irradiaba misterio y sensualidad. Sumando la sonrisa que reposaba en el rostro del presente, la naturalidad de postura y viéndolo bien, la estatura y otros rasgos sin importancia, daba a entender que ese joven era el tutor de la cursada.

 

-Creo que estoy alucinando. –se dijo a si mismo el castaño muy por lo bajo, mientras se ponía de pie al igual que sus compañeros para saludar al maestro.

 

Después de la orden para tomar asiento, el joven ingresó y quedó parado enfrente del estrado estudiando a todos los adolescentes. Cuchicheos, susurros pasaban de boca en boca de todos pero eso no inmutaba al hombre, un pequeño carraspeo llamó la atención de todos y los jóvenes atentos guardaron silencio para dejar que el hombre se presentara.

 

-Mi nombre es Usami Akihiko y desde hoy hasta lo que termine la cursada seré su profesor a cargo. Sean bienvenidos a la Academia St. Heaven.

 

Aquel saludo desencadenaría una de las miles de millones de situaciones y las cadenas que Misaki no notó jamás pronto lo enredarían y lo harían sucumbir a un mundo donde la luz era lo menos que brillaba y la oscuridad de la noche lo acobijaría por muchos años, probablemente toda una eternidad.

Notas finales:

JEJE OYAHOU XDDD HE VUELTO PARA DAR UN PEQUEÑO REGALO A MI MISMA Y AL MUNDO XDD

Un día como este pero hace un año, inicié mi carrera amateur con la escritura de fanfics, lo que fue un reto literario para probar mi locura mental se convirtió en un hobby delirante de one shots, drabbles, una historia terminada y una en proceso, ojala que este mundo donde predomina la oscuridad le sea de su agrado y donde los protagonistas son la pareja romantica.

En fin, acepto cualquier reclamo este mes de mi San Valentin negro o Halloween para la gente normal (?) ha iniciado

BIENVENIDOS A MI ALOCADO MUNDO XDDDD (?)

Adyuu


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