Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Let the people know por Tail End Charlies

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Narra Donghae, en cursiva Eunhyuk.

Let the people know

 

Noto tus ojos traspasándome, analizándome, poniéndome nervioso, intranquilo, pero a la vez me emociona. Da igual lo que haga, noto tu mirada siguiendo todos mis pasos, descifrando mis gestos y mis palabras. Te miro y puedo adivinar todo lo que me dices sin ni siquiera abrir la boca, y es que nos conocemos tanto que ha llegado un momento en que las palabras entre nosotros sobran. Aunque ya nos lo hemos dicho todo, tanto lo bueno como lo malo.

 

Sé que te estoy haciendo daño, yo mismo me estoy dañando, pero debes entender. Entiéndelo. ¿Es que no te das cuenta? Es imposible, lo nuestro es imposible, por ser quiénes somos, por vivir dónde vivimos. ¿No puedes resignarte? Claro que no puedes, yo mismo no puedo. Cómo hacerlo si vivimos juntos, trabajamos juntos, nos vemos veinticuatro horas al día siete días a la semana. ¿Cómo olvidar lo que sentimos si no nos perdemos de vista ni un segundo? Todo sería más fácil si sólo nos viéramos una vez al mes, pero no es el caso.

 

Podemos llevarlo en secreto.

 

¿Aguantaríamos la presión? Viviríamos rodeados de mentiras, hilando una detrás de otra. ¿Por qué habéis tardado tanto? ¿Dónde estabais? ¿Por qué no podéis venir? En algún momento fallaríamos, un pequeño desliz y todo se destaparía. ¿Qué sería de nosotros entonces? No, creo que la pregunta importante es si la relación soportaría tanto secretismo, tener que besarnos a escondidas, asegurarnos de que no haya nadie en los alrededores para poder darte un simple abrazo cariñoso. A veces estoy a punto de ceder, de acercarme a ti y decirte “está bien intentémoslo”, el amor lo puede todo, ¿no? Pero tengo tanto miedo… El miedo también tiene mucho poder.

 

Te necesito.

 

Y yo a ti, no sabes cuánto. Te tengo tan cerca, pero a la vez te siento tan lejos que a veces creo que me falta el aire. Cuántas veces habremos hablado de nuestra situación, decidiendo lo que es más conveniente, y cuántas veces habremos terminado discutiendo. Siempre, siempre discutimos por eso, enojándonos, diciéndonos cosas dolorosas, al día siguiente pidiéndonos perdón, pero nunca llegamos a un acuerdo; un abrazo de amigos y nos separamos, cada uno a sus cosas, echando de menos una relación que no tenemos.

 

Tú no das tu brazo a torcer, quieres intentarlo, yo sigo echándome para atrás, temiendo que terminen descubriéndolo y nos separen, que nos hagan daño con palabras malintencionadas, no ya los chicos, sino la sociedad. Siempre terminamos en un callejón sin salida y el tiempo va pasando, quitándonos minutos que podríamos pasar juntos no ya como amigos, porque tú y yo sabemos que siempre hemos sido algo más que amigos, pero sin posibilidad de ir más allá.

 

Lo mío fue amor a primera vista.

 

Y lo mío también. Aún recuerdo el puñetazo que me dio el amor en el estómago en cuanto entraste en mi campo de visión. Durante el minuto siguiente estuve medio idiotizado y tú te reíste porque tenía cara de estúpido, o eso me contaste años más tarde. Aunque no dudé de tus palabras, porque estoy seguro de que la expresión de mi cara debió ser épica. Incluso el “hola” que quería decirte se me quedó atorado en la garganta. Qué vergonzoso. Pero es tu culpa, tú me dejas así. Cada vez que rememoro ese día siento un cosquilleo agradable en el estómago, como la primera vez.

 

¿Pero de verdad fue amor a primera vista? ¿Eso existe? Quizá al principio fue admiración… Dudo, es algo complicado. Pero tengo claro que te vi y mi corazón dio un mortal hacia atrás para luego comenzar a latir como un loco, tu voz resonando en mis oídos, dejándome medio ido. Después de eso ya no nos separamos. Lo sé, lo sé, mis pensamientos parecen los de una adolescente, pero es que ya no sé cómo describir las sensaciones que me provocas sin caer en tópicos y sin quedar como un gay amanerado. Que esa es otra; miro a los demás, a los chicos con los que me cruzo por la calle y me dejan frío, te miro a ti y sólo quiero devorarte. Me dijiste que a ti te pasaba lo mismo, lo cual me hace sentir bien, porque soy el único hombre que te provoca sentimientos y eso hincha mi ego como no lo hace otra cosa.

 

Me da miedo hacer fanservice contigo, porque sé que algún día no podré controlarme.

 

Lo sé, me ocurre lo mismo. Al principio creímos que sería una idea maravillosa, acercamientos sutiles que fuera de un escenario no nos estaban permitidos, la manera de estar juntos sin que la gente lo viera mal; hacer delante de miles de personas lo que nos negábamos entre cuatro paredes. Luego nos percatamos que nos dejaba insatisfechos y frustrados, sin posibilidad de dar un paso más allá.

 

Fingir, siempre fingir. Hacer ver que nos hemos besado, cuando ni siquiera hemos podido rozar nuestros labios. Llegar a casa y dejar los sentimientos en la puerta. Recordar cómo nos hemos cogido de la mano y el estremecimiento que hemos sentido, que aún sentimos. Para las fans el fanservice es algo emocionante y morboso, siempre quieren más, a nosotros nos deja la miel en los labios, nos entristece. Pero a veces tenemos deslices que, gracias al cielo, la gente sigue sin tomarse muy en serio. Como esa vez que estábamos en corro, tú a mi lado, ¿y qué hice yo? Sobarte el culo. Al día siguiente esa imagen, con movimiento incluido, corría por internet. A veces olvidamos que hay cámaras en los rincones más insospechados.

 

El fanservice hace que flaquee, que me pregunte qué pasaría si cedo y nos doy una oportunidad, porque hemos comprobado que esos roces, que esas caricias, no son desagradables, nos gustan y queremos más.

 

Quiero pasar toda la noche acariciándote. ¿Me dejas que te mime?

 

Y entonces sonríes con ternura y no soy capaz de decirte que no, porque me dices que salte por un puente y ya estoy saltando antes de que termines la frase. Pero yo también quiero pasar así la noche, así que negarme iría en contra del sentido común. Tampoco sería la primera vez que compartimos cama, mi pánico a estar solo en este caso me ha servido, nos ha dado la excusa perfecta para estar juntos y que los chicos no sospechen nada. Pero sabemos que no debemos traspasar esa raya imaginaria que yo he puesto, así que simplemente nos abrazamos mientras tú acaricias mi cintura con parsimonia. Con tu dedo índice escribes te amo y siento como me derrito entre tus brazos. Beso tu cuello con suavidad y te susurro en el oído también te amo. Te estremeces y me acurruco contra tu pecho.

 

No deberíamos hacer esto, nos hace daño. Es como decir “mira lo que te estás perdiendo”. Todo esto es por mi culpa, lo sé. Tú sólo estás esperando a que te dé una señal, un gesto que te diga que estamos juntos de verdad, que iniciamos una relación clandestina, pero yo sigo sin dar ese paso tan importante para ambos.

 

¿Crees que algún día…?

 

Quién sabe. Yo quiero creer que sí, que algún día las cosas serán más fáciles, que algún día yo dejaré de tener miedo. ¿Acaso no te amo lo suficiente como para dejar todos mis temores a un lado? Eso me está matando, porque yo daría mi vida por ti, pero no sé qué me retiene. Que las cosas salgan mal y perderte. ¿Qué haría yo sin ti? Ya me siento perdido cuando no coincidimos en algún programa. No es bueno que dependa tanto de ti.

 

Más de una vez me he preguntado qué pasaría si no fuéramos famosos, simplemente dos personas trabajadoras, que se levantan temprano para ir a la oficina, se toman un café a media mañana y al final del día se van con los amigos a tomar una copa. Ser anónimos, que al ir por la calle nadie nos llame o nos tome una fotografía. Me pregunto qué pasaría si las cosas fueran así. También tendríamos dificultades, pero no empañaríamos la imagen del grupo y a la mitad del mundo que nos conoce no le importaría la relación de dos oficinistas.

 

Una parte de mí me insta para que te deje ir, que encuentres a alguien que no esté acosado por sus temores y puedas ser feliz. La otra parte, la dominante, me dice que no sea idiota, que lo único que debo hacer es cruzar esa raya invisible que no me deja avanzar y todo estará bien. Estoy de acuerdo con esta última parte; verte con otra persona sería como una puñalada, no podría vivir sabiendo que es otro el que te abraza, te besa y se queda con tu corazón. Encima de cobarde soy egoísta. ¿Cómo me soportas?

 

Si esta noche ganamos, me darás un beso.

 

Me guiñaste un ojo con picardía y te alejaste. Yo me quedé en blanco, repentinamente ansioso. Estábamos nominados a… ¿A qué? ¿Mejor álbum? ¿Mejor grupo? ¿Mejor canción? No lo recuerdo, pero sé que ganamos. Luego hubo una fiesta. Tampoco la recuerdo. Sólo hay una cosa que soy capaz de rememorar con todos los detalles y, en realidad, la más importante: de forma disimulada te hice un gesto con la cabeza y me seguiste. Te llevé al rincón más apartado y oscuro que encontré y empezamos a besarnos con frenesí, nuestras lenguas enredándose, mordiéndonos los labios con hambre, acariciando el cuerpo contrario con descontrol.

 

Se nos estaba yendo de las manos. Queríamos más del otro, pero en ese momento más que nunca, no podíamos. Nos separamos jadeantes, con los corazones agitados. En tu mirada pude leer deseo y excitación, en mi mirada el mismo sentimiento. Me acariciaste la mejilla y yo cerré los ojos, notando tu sabor en mis labios. Me besaste con suavidad y volvimos a la fiesta, confundiéndonos con el resto de la gente, haciendo ver que ese beso no había despertado más sentimientos en nosotros, como si fuera posible que aún tuviéramos alguno dormido.

 

Nuestro primer y único beso, el cual recuerdo como si sólo hubiera sucedido horas atrás, aunque ya han pasado unos años. Cuantas veces te he mirado y he tenido que reprimirme para no comerte ahí mismo, aunque estuviéramos en mitad de una entrevista. Tus labios me tientan demasiado, sólo una sonrisa y parece que me estén llamando. “Sólo una probadita, un poquito. Es lo que quieres, ¿no?” Entonces debo mirar hacia otro lado y hacer oídos sordos a esa llamada. Pero me cuesta tanto… Es como los tiburones, que una vez han probado la sangre necesitan más, a mí me pasa lo mismo: probé tus labios, ahora necesito más.

 

Te dije que te iba a esperar, que iba a tener paciencia, pero ya llevamos media vida así.

 

Eso me lo dijiste hace unos días. Vas a dejarme, ¿verdad? Aunque cómo vas a dejarme si no tenemos nada, si se supone que sólo somos amigos. No puedes dejar algo que no tienes. Tú me tienes, pero no de la forma en la que nos gustaría a ambos. Prefieres llevar la relación en secreto a no tener relación alguna. Me amas, pero estás cansado. Sí que has tenido paciencia, muchísima, cualquier otro me habría dado por perdido al poco tiempo, pero tú no, tú has estado ahí, perseverando, esperando a que yo dejara atrás mis reticencias, esperando a que se me pasaran las inseguridades. Supongo que no necesito más muestras de amor por tu parte, ni tampoco tener dudas respecto a lo que sientes por mí, aunque nunca he dudado.

 

Observo el peluche de un mono que me regaló una fan. ¿Qué sería lo peor que podría pasar si la compañía nos descubriera? ¿Qué nos despidiera y nos vetara en cualquier televisión o radio? Bueno, más de la mitad de la gente no trabaja en esos sectores y no por eso es menos feliz. Tampoco es como si fuera a terminarse el mundo porque tuviéramos que dedicarnos a otras cosas. ¿Nos imaginas como camareros? Aquí tiene su café, señor. ¿Quiere más pan? Ahora le traigo la cuenta.

 

Te busco por la casa pero me dicen que has ido a la compañía a ensayar un poco. Subo a mi coche y lo pongo en marcha, enciendo la radio y emprendo camino. Subo la voz y canto a gritos la canción que está sonando mientras doy golpes rítmicos en el volante. Debería estar nervioso, pero extrañamente me siento relajado y tranquilo, como si en realidad estuviera yendo al supermercado y no a decirte que quiero que estemos juntos para toda la vida, a poder ser. Estoy tan contento que cuando me paro en un semáforo le sonrió a la señora que va de acompañante en el coche que se para a mi lado. Arranco de nuevo y comienzo a cantar la siguiente canción.

 

Abro la puerta de nuestra sala de ensayo y la música a todo volumen me golpea; entre el sonido y que tú está concentrado bailando no me ves entrar. Me quedo de pie a un lado y observo embelesado cómo te mueves, me tienes totalmente cautivado. Bueno, siempre ha sido así, tu manera de bailar me hipnotiza, y tus contoneos ya ni te cuento. Entonces das un giro y me ves; al principio te sorprendes, luego sonríes con amplitud, haciendo que mi corazón palpite con rapidez. Es increíble que esté tan enamorado de ti y aún siga vivo.

 

Apagas el equipo de música y me acerco a ti. Vas a decir algo pero yo no te dejo, porque en cuanto te tengo cerca te beso como si el mundo fuera a terminarse en unos minutos. Y es un beso como el primero, desenfrenado, posesivo, hambriento; hace que lo que sentí esa vez se repita una vez más. No quiero parar, sólo quiero tenerte así el resto de mi vida, sintiendo tus manos recorrer mi cintura y caderas, acercándome más a tu cuerpo. Noto como el ambiente se caldea mientras paso mis brazos por tu cuello, intensificando el contacto más todavía.

 

Finalmente nos separamos, pero no demasiado, ya que nuestros labios siguen rozándose, nuestros alientos mezclándose mientras intentamos respirar con normalidad, tus brazos rodeando mi cintura, mis manos acariciando tu nuca. Me miras de forma interrogativa, quizá un poco confundido; quieres saber por qué he tomado la iniciativa, por qué seguimos abrazados de forma tan íntima. Yo sonrío, feliz, pletórico. Sólo tengo una cosa que decirte:

 

—Intentémoslo. —Y volvemos a besarnos.

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).