Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Primavera en Siberia por neomina

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Tanto los personajes como la historia original pertenecen a Masami Kurumada y Toei Animation.

Notas del capitulo:

No suelo esciribir sobre los chicos de Bronce porque me resultan demasiado jóvenes y no me gusta el exceso de precocidad, pero en el foro SS, donde solía publicar, organizaron un evento sobre esta pareja y como son mis bronceados favoritos quise hacer mi aporte con esta historia.

Por lo que antes comentaba sobre las edades, aclarar que lo que aquí sucede pasaría tiempo después de las diferentes batallas... En un futuro en paz, o algo así...

                Hyoga resoplaba.

                Había estado entrenando desde hacía unas horas y, ahora, agotado y con el sol a apunto de desparecer en el horizonte, le pareció un buen momento para disfrutar de un merecido descanso. Procuraba llenar de aire sus pulmones y normalizar el ritmo de su respiración. Se disponía a iniciar el camino de regreso a la humilde choza que desde hacía unos días le servía de refugio cuando divisó algo moviéndose en la distancia.

                Entornó los ojos, fijándose un poco mejor. ¿Era una persona? Desde luego no era un oso. Esas enormes bestias se movían con mucha más agilidad que esa especie de bola marrón. Fuese quien fuese, desde luego no era del lugar. Caminaba… ¿Caminaba? Más bien rodaba por la nieve. Con una sonrisa pintada en la cara decidió apiadarse de esa curiosa criatura y decidió ir en su ayuda. Realmente parecía tener problemas.

                Ikki bufaba.

                ¿En qué mala hora se le había ocurrido ofrecerse voluntario para ir a buscar al ruso? Cada dos pasos se hundía en la nieve, tropezaba y su cuerpo era abrazado por el helado elemento; mancillando su orgullo de Caballero. Se sentía tan ridículo… Frustrado. Vencido por los elementos. ¿Por qué Hyoga había tenido que ir a perderse en ese condenado lugar?

                Primavera en Siberia. Puede que el frio ya no te mate, puesto que la temperatura asciende a unos “agradables” 16oC bajo cero; pero el viento aterroriza, azotando sin piedad, sin dar la más mínima tregua.

                Se levantaba por enésima vez, dedicándole mil y una afrentas al causante de su desgracia, cuando alzó la vista y se encontró con el susodicho delante de sus narices.

                La sorpresa se reflejó en los claros ojos de Hyoga. Esa era la última persona que esperaba encontrar ahí.

                -Ikki… -murmuró, tendiéndole una mano.

                -¡Maldita sea tu estampa, Hyoga! –exclamó el mencionado.

                Hyoga sonrió por la reacción de su compañero. Ese gruñido significaba que estaba bien.

                -Sígueme –dijo. Estiró una de sus manos y sacudió unos pequeños cristales de hielo que se habían prendido de su pelo. Ikki tenía los labios morados y su cuerpo temblaba por el frío-. Necesitas entrar en calor –aseguró.

__ ___ ____ _____ ____ ___ __

                Unos minutos después el calor del fuego había reconfortado bastante el cuerpo y los ánimos del Fénix.

                -Toma –dijo Hyoga, tendiéndole una humeante taza de té-. Te hará bien.

                -Gracias… Hyoga –llamó-. ¿Podrías decirme por qué demonios has venido hasta aquí? ¿Es que acaso no hacía bastante frío en Verkhoyansk?

                El Caballero del Cisne sonrió. Yacutia, con sus blancas montañas, eternamente cubiertas de hielo, era el lugar más frío de toda Siberia; sumido en un invierno perpetuo.

                -Con el inicio de la primavera Camus solía traernos aquí a Isaak y a mí, para que pudiéramos continuar con nuestro entrenamiento. Con el deshielo y la subida de las temperaturas no teníamos el clima adecuado. Aún éramos inexpertos y necesitábamos de gran profusión de nieve para ejecutar nuestras técnicas –explicó.

                -Pero no necesitas hacer eso ahora –argumentó Ikki-. Ya no.

                -Pero me gusta venir aquí –rebatió-. Pasé muy buenos momentos en este lugar…  Tengo gratos recuerdos ¿Y tú? ¿Qué has venido a hacer aquí? –preguntó curioso. Hacía ya un buen rato que la curiosidad lo estaba matando.

                -Atenea quiere reunirnos a todos en el Santuario –informó-. No es fácil contactar contigo aquí.

                -Ya… -Hyoga se sentó sobre la alfombra, al lado de su compañero, frente a la chimenea.

                Ikki se tumbó. El agotador viaje había hecho mella en su cuerpo. Escuchaba el crepitar de la madera y percibía el fuego dando calor a su piel; arrullándolo. Cerró los ojos y se dejó cautivar por la agradable sensación que lo envolvía.

                Hyoga se inclinó y acercó su rostro al de su compañero. Sintió la calidez de su aliento, que le llegaba en dulces oleadas. Ikki dormía. Esa proximidad lo hizo estremecer; pero no se arredró; quería probar lo que desde hacia tiempo deseaba. Se dedos se posaron delicadamente sobre los labios del Fénix; y el contacto le produjo una intensa emoción. Tenía que sentirlo; acercó su boca y juntó sus labios. Ikki se removió y exhaló un profundo suspiro; abrió la boca y atrapó los labios de Hyoga, lo rodeó con sus brazos y rodó sobre la mullida alfombra, dejándolo bajo su cuerpo.

                No fue algo premeditado. Sucedió sin que ninguno de los dos supiera cuándo lo habían decidido. Sólo se dejaron llevar por lo que sentían.

                Sus bocas se habían unido y sus lenguas, ansiosas, jugaban a entreverarse y sus manos se recorrían, atropelladamente. En su interior algo se había encendido y parecía inflamarse más con cada roce. Tan sólo se dieron una pequeña tregua para tomar unas bocanadas de aire. Durante esos instantes se miraron a los ojos, tan intensamente que no necesitaron palabras para explicar lo que estaba ocurriendo. Se juntaron, de nuevo, en un beso suave; un sutil contacto de labios.

                Se sonrieron.

                -No sabes cuánto tiempo he esperado este momento –susurró Ikki sobre los labios de Hyoga.

                -¿Tanto como yo? –respondió, ampliando su sonrisa y juntando sus narices como lo harían dos esquimales en un beso.

                Un electrizante impulso sacudió sus cuerpos y sin perder un segundo más sus manos se afanaron en desnudar el cuerpo del otro. Sentían el fuego en sus entrañas.

                Cuando sus torsos se encontraron sintieron sus corazones latir con fuerza. Estaban tan cerca, tan pegados, que parecían palpitar dentro del pecho del otro.

                Ikki paseó su lengua, lentamente por los humedecidos labios de Hyoga. Succionó levemente su labio inferior y, mientras con las manos recorría sus costados, su boca inició un parsimonioso descenso. Saboreó con pasión el sabor de la piel de su cuello y de su pecho, donde se detuvo sobre sus endurecidos pezones, que acarició con la lengua y la yema de los dedos, logrando que entrecortados suspiros escaparan de sus labios. Continuó explorando la senda de su cuerpo. Recorrió el camino que lo llevaría hasta el ombligo, donde su lengua juguetona dibujó círculos danzantes alrededor. Hyoga se estremecía y sus contenidos gemidos estimulaban el accionar de Ikki sobre su ser.

                El ardiente Fénix siguió con su tarea. Deslizó su cuerpo, sin perder el contacto, de  nuevo hasta los dulces labios que ya echaba de menos y cuando se sació de su sabor, rehizo el recién conocido sendero hasta toparse con la despierta masculinidad de su compañero.

                Cuando Hyoga sintió el contacto sobre su sexo una mezcla de sorpresa y placer inundó su cuerpo. Sus caderas buscaron el contacto con el otro y no pudo contener un placentero gemido cuando se sintió acogido por unos cálidos labios. Sentía un deleite indescriptible. Ikki  se esmeraba en su labor. Lamía y succionaba con rítmicos movimientos de su lengua y sus labios. Al tiempo, acariciaba la cara interna de sus muslos, sus ingles..., buscando la entrada a su cuerpo. Las manos de Hyoga se perdían en los cabellos del Fénix, acariciando su nuca y arañando el inicio de su espalda cada vez que los mimos de su compañero le hacían perder el control. Sus gemidos ya no se detenían y empezó a sentir como su cuerpo temblaba de gozo. Le pareció que unas sacudidas eléctricas se adueñaron de la zona de su vientre y con unos gemidos cortos e intensos se vació en un glorioso orgasmo que lo dejó con las piernas temblando y los brazos sin fuerza.

                Ikki se incorporó para abrazarlo y mientras acariciaba su rubia cabellera se hizo camino entre sus piernas. Hyoga gimió cuando lo sintió introducirse, lentamente, en su interior. Su cuerpo se encrespó y se mordió los labios. Al poco, sus cuerpos encontraron el ritmo correcto que los llevaría al éxtasis final. Cuando las idas y venidas de Ikki se acompasaron con los movimientos de Hyoga los gemidos de placer de ambos Caballeros inundaron la estancia.

                Se abrazaron con fuerza, manteniendo sus cuerpos muy juntos, para hacer el contacto aún más íntimo y disfrutar al máximo del placentero vaivén de sus caderas unidas. Se sentían como en una nube; la respiración se les entrecortaba  y lágrimas de placer escapaban de sus entrecerrados párpados impidiéndoles verse con claridad. La sensación era tan excitante que no podían más que gemir, totalmente entregados, con el deseo a flor de piel; acariciándose con pasión, buscando derramarse juntos.

                Unos últimos gemidos, salieron entrecortadamente de sus gargantas, mientras sus cuerpos se retorcían de gusto, dando fin a ese, su primer, encuentro.

                Cuando bajaron de la nube, en la que el placer los había subido, se miraron con ternura y se abrazaron, dispuestos a no soltarse hasta que los rayos del sol mostraran el inicio de un nuevo día en una ya no tan gélida Siberia.

                Un recuerdo más para Hyoga y el primero para Ikki, que tal vez, desde ahora, empezaría a amar, un poco al menos, la primavera siberiana.

 

 

FIN

 

Notas finales:

Eso fue todo...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).