Ya todo está listo. La noche anterior tomé la decisión, no habrá vuelta atrás.
Ya no quiero seguir, ya no… no puedo más. Cada día es más doloroso que el anterior, no le encuentro sentido a nada, todo a mi alrededor me parece insulso, estúpido y sin sentido. Ahora es cuando me doy cuenta de lo malo que es llegar a ser tan dependiente de alguien… ese alguien que ya no está conmigo. Y esto es suficiente como para decir: hasta aquí.
Sin él no le veo un verdadero sentido a la vida, mi vida. Había compartido todo con él, habíamos hecho tantas cosas juntas, me alejé de mis amigos, familia, de todo mi entorno para sólo estar con él. Lo sé, fue un error garrafal, pero yo era feliz con tan sólo estar a su lado, sonreírnos mutuamente, verme reflejado en sus grandes ojos. Lo amaba, bueno, lo amo… y creo que lo amaré por siempre, aun cuando mi cuerpo se convierta en nada más que materia inerte y putrefacta.
¿Por qué? ¿Por qué tuvo que pasarte esto? Solamente habías ido a visitar a tus papás. Yo te dije que tuvieras cuidado, que no manejaras de noche si era en carretera, pero tú sólo me besaste y me dijiste que no me preocupara tanto.
Se supone que ese mismo día llegarías a nuestro hogar y te sumergirías conmigo en la cama… pero no llegaste. Cansado de esperarte, me quedé dormido, me despertó el timbre del teléfono, instintivamente supe que eras tú.., no acerté, no eras tú, era sobre ti. Una voz inexpresiva me informaba que habías sufrido un accidente, estabas gravemente herido…
No sé cómo es que llegué al hospital en el que estabas, andaba con paso lento, aturdido, como un muerto en vida, con la mirada perdida, recorriendo una y otra vez los momentos que había pasado contigo. Llegué lo más pronto que pude, pero fue en vano, ya te habías ido de este mundo, me dijeron los médicos que ya habías llegado muy grave al hospital, y poco pudieron hacer por tu vida. No sé por qué, pero en esos momentos las lágrimas simplemente no salían, sólo tenía un enorme nudo en la garganta.
Me dejaron estar contigo unos momentos.
Ver tu cuerpo ahí postrado en aquella cama de hospital, rodeado de máquinas y cubierto en sábanas blancas, me hicieron reaccionar y darme realmente cuenta de lo que había pasado. Estabas muerto, no volverías a estar conmigo de nuevo. Tomé tu mano y la estrujé fuertemente, la besé, pasé mi otra mano por tu cabeza, tus cabellos alborotados y ya no pude más. Cuando menos me di cuenta estaba en medio de un llanto incontrolable. Acerqué mi mejilla a la tuya y repetí tu nombre varias veces, hasta que llegó una enfermera, pues se llevaría tu cuerpo. Besé por última vez tus labios y no volví a ver tu cuerpo, cuando fue el funeral, el ataúd permaneció cerrado.
Tus papás, que bien sabes nunca me quisieron del todo, me veían como si de un extraño se tratara, pero yo traté de ignorarlos. Cuando fui a abrazar a tu mamá, ella se alejó de mí rápidamente, como si fuera una plaga… me sentí tan excluido en aquella casa que decidí irme pronto. Al día siguiente ya no fui a tu entierro, perdóname de verdad, pero no quería volver a enfrentar a tus padres, además no tenía ganas de nada.
Desde ese día mi existencia se limitó a dormir, despertar, comer si acaso algo, y volver a dormir. A veces me despierto repetidas veces en la noche, y tardo una eternidad en volver a dormir. Otras me sumerjo tanto en mi sueño que permanezco dormido casi todo el día. Casi siempre sueño contigo, aunque cuando me despierto no puedo evocar de todo el sueño, pero sé que fue contigo, porque siento una sensación de sosiego por unos instantes, luego recuerdo que sólo fueron sueños, que mi realidad ya no tiene dirección, y vuelvo a tratar de conciliar el sueño.
Como ya no he ido al trabajo en semanas, me corrieron. De todas formas no pensaba ir, no tenía ganas de salir de la casa, nuestra casa. Es como si todo lo que ocurriera fuera de este lugar, no fuera parte de mi universo, sólo me dejo arrastrar por los recuerdos que tengo contigo. Saqué tus fotos y me puse a verlas, están por aquí en la mesa de la sala, la que está junto al sillón, ¿te acuerdas? Era nuestro lugar favorito… cuando los fines de semana nos quedábamos hasta altas horas de la noche viendo películas, porque cómo eras cinéfilo. También era nuestro lugar favorito para hacer el amor, casi siempre tratábamos de evitar la cama… Me la paso durmiendo en este sillón, como esperando a que algo o alguien me diga qué tengo que hacer de ahora en adelante.
Me haces tanta falta, me siento solo, ¿sabes? No tengo con quien hablar, tu eras, además de mi pareja, mi mejor amigo… me alejé de todas las demás amistades, y ahora no tengo a quién recurrir, siento que si les hablo así como así, después de tanto tiempo de desprenderme de ellos, me ignorarán. Así que prefiero quedarme así.
¿En qué momento comenzó a pasar esto? ¿Estábamos tan enamorados que no nos dimos cuenta de que había más gente a nuestro alrededor? Siempre fui una persona que necesitaba aferrarse a alguien para no sentirse desprotegido, y en cuanto tú apareciste en mi vida, me así de ti y te coloqué como el pilar de mi vida… y tú también hiciste lo mismo. Nos desprendimos del mundo para crear el nuestro, en donde no había nada más que nosotros.
Tal vez si no hubiera sido así, me habría sido más fácil seguir, pero no nos pusimos a pensar en que tarde o temprano, algún día terminaríamos separados. ¿Crees que fuimos algo egoístas al pensar solo en nosotros? Ahora que lo pienso, creo sí, tal vez, un poco. Dejé ir muchas cosas, y tú también porque pensábamos que sólo nos bastaba con tenernos el uno al otro, pero cómo me duele en estos momentos no tener a nadie con quién hablar… sin ti me siento desprotegido, que no puedo con esto. Es tan doloroso, no te imaginas cuánto…
Por eso me voy a ir a reunir contigo, sí, ya lo decidí. Es algo en lo que no he podido dejar de pensar desde que te fuiste, solamente que no me había atrevido, porque me daba un poco de miedo, pero entonces miro la situación en la que me encuentro todos los días, y me da más miedo quedarme así de por vida.
Ya no soporto estar en esta casa vacía, llena de recuerdos, inundada de mis lágrimas, oscurecida con mi dolor y agonizante de soledad.
Ya, ya voy. Tengo ya todo preparado. Hoy me desperté, me bañé, me arreglé como si fuésemos a salir a algún lado. Me puse esa camisa azul que tanto te gustaba. Por fin, después de días sin hacerlo, me miré al espejo. Por poco y desconozco mi rostro. Se veía cansado, insomne, sin energía. Traté de poner una buena cara, pues pronto estaría contigo… bueno eso quiero pensar. De verdad que ahora sí estoy deseando que exista el cielo y ahí pueda encontrarte, y ser felices de nuevo. Espero que tú también me extrañes con la misma intensidad.
Acomodé lo más que pude la sala, tu bien sabes que eso de ser ordenado no se me da muy bien, pero intenté hacerlo bien. Es la última vez que lo haré. También tomé tus fotos y las puse en orden. Pensé en escribir una carta, pero ¿a quién? Creo que todos sabrán el porqué de mi decisión. Dejaré la puerta abierta para que alguien me encuentre y no me quede aquí días pudriéndome.
Creo que ya está todo listo, oh cierto, ¿Qué día es? Domingo… domingo, ¿tú también te fuiste un domingo, lo recuerdas?
Está bien, dejaré de divagar. Tomaré todas las pastillas que pueda y dejaré que la muerte me tome lenta, lentamente, que me orille a sus terrenos misteriosos.
Una tras otra, introduzco las pastillas sin fijarme cuál sea, tomo un poco de alcohol, creo que así será más rápido.
No sé cuántas pastillas tomé, sólo sé que está empezando a hacer efecto, me siento mareado, todo se ve confuso… he alcanzado a tomar tus fotos, me aferro a ellas con las fuerzas que me quedan y me las llevo al pecho.
Una sensación terrorífica comenzó a asaltarme en el cuerpo, era un dolor insoportable, pero aun así, logré esbozar una ligera sonrisa.
Ya pronto estaré contigo…