Woebegone.
Hatake Kakashi no se sorprendió al despertar en el hospital. De lo que sí se sorprendió fue de no hallar ningún tipo de maquinaria que lo ayudara a mantenerse con vida. Recordaba vagamente su misión, y con las imágenes que poco a poco bombardeaban su memoria, podía decir con seguridad que no había manera de que estuviera tan bien como se estaba sintiendo. También se asombró de no encontrar a cierto moreno a su lado, sosteniendo sus pálidas manos.
Sentarse en la cama le resultó demasiado sencillo, casi como si nunca hubiera ido a esa misión. En su cuerpo no había puntos por los que preocuparse que salieran, y ninguna cicatriz que pudiera encajar con las heridas que, insistía, había sufrido. Pasó una mano sobre su estómago, en donde estaba seguro que una espada se había incrustado, y los músculos de su vientre temblaron ante el toque. Su cuerpo recordaba el dolor, y estaba sensible, pero no había rastros de daño alguno.
«Esto está mal».
Algo era diferente. Por segunda vez posó su mano por su vientre, y notó, extrañado, un pequeño calor. Subió sus dedos a su pecho, más concretamente en donde se encontraba su corazón, y lo que encontró heló su sangre.
Era «Iruka».
Más concretamente, su chackra. Estaba completamente unido al suyo, de una manera en la que Kakashi jamás había sentido. Varias personas habían compartido chackra con él antes (tales como Tsunade, Sakura, Rin, otros médicos, y su amigo, Obito, con el sharingan…), pero jamás había sentido los residuos de estos tan presentes en su organismo. Era una sensación desesperante y casi alienígena, pero de alguna manera lo reconfortaba. Era cálida y refrescante al mismo tiempo, era familiar, y se acoplaba perfectamente a él, era… era Iruka, sin dudas.
Antes de que pudiera empezar a generar conclusiones la puerta de su habitación se abrió, dándole paso a Tsunade. El semblante de la mujer era decadente: Kakashi no la había visto así desde la muerte de Jiraiya. Kakashi sintió su interior retorcerse ante la visión.
—Tsunade-sama.
Ella no devolvió el saludo, y el silencio los cubrió, oscuro y retorcido y afilado como un kunai y «Dios está empezando a doler qué demonios sucede que pare».
—Él ya no está, Kakashi —el hombre sintió su aliento abandonarlo, más su expresión no cambió. Años de entrenamiento shinobi congelaron sus facciones—. Él llegó primero y cuando lo trajeron no había nada allí, porque te lo había dado todo y yo, no pude, yo…
—Tsunade —su voz sonó fría hasta para sus propios oídos. Ojos color whisky lo miraron, mojados —. Explícate.
Por un momento los roles se cambiaron. Kakashi habló con poder (y furia y tristeza y un dolor insoportable), como un Hokage, y Tsunade miró al piso, porque sabía que el hombre delante de ella se estaba quebrando, de a poquito, y ella no podía hacer nada para aliviarlo.
Entonces le contó todo. Le contó que había recibido el mensaje de Kakashi cuando este había pedido refuerzos y que había sido respondido enviando a un Rastreador y dos jônin al lugar. Pero un cambio se había hecho a último momento. Umino Iruka se había ofrecido para acompañar al equipo y Tsunade sabía que no había Dios que convencieran al hombre de que no era buena idea.
Le contó el reporte que dieron Gato, Genma y Raidô; de las condiciones en la que estaba Kakashi y lo rápido que actuó Iruka, de los pergaminos que este cargaba consigo y que implementó para salvarle la vida. Tsunade le pidió perdón por no haber podido hacer algo, pero no quedaba nada en Iruka que ella pudiera salvar.
—Él no era un medi-nin, Tsunade. Curaba a los niños en la academia pero él jamás recibió ningún entrenamiento médico.
—El Iryōninjutsu es una técnica especial, Kakashi. Requiere estudios, pero si uno lo desea desde el fondo de su corazón, si uno está dispuesto a compartir su energía, se puede. Iruka-sensei lo hizo, y aquí estás. Tenía un excelente control del chackra, pero te estabas muriendo y él te dio todo lo que tenía.
—Esto es una broma —dice Kakashi, de repente—. Es una broma, ¿verdad, Tsunade-sama?
—Kakashi tu sabes que yo nunca…
— ¿Cómo pude olvidarlo…? —ella siente su corazón romperse nuevamente—. Hoy es 15 de septiembre, ¿cierto? —pregunta, y se para, con el rostro ya cubierto y sus pies buscando sandalias en el suelo, pero no las encuentra.
— ¡Kakashi, detente, tú aún no--!
Antes de que ella termine, él desapareció.
Cuando Kakashi está frente a la puerta del departamento que él e Iruka habitan, dubita. No puede sentir la presencia de alguien dentro del lugar, pero Iruka no tendría problemas en camuflar su chackra. Iruka tiene que estar ahí. Tiene que tener un pastel horneado con su nombre en él y el nuevo tomo de Icha Icha envuelto en papel de regalo o un baño caliente preparado con Umino en él o un anillo de compromiso en una copa de champagne.
Kakashi decide abrir la puerta, porque Iruka tiene que estar ahí.
Pero no lo está.
Cuando Tsunade llega al hogar de Kakashi e Iruka, encuentra al jônin sentado en el frío y desolado piso de la sala. Cuando ella entra ve una luz brillar en el par de ojos dispares, que muere con una velocidad aterradora.
Kakashi está esperando.
Sabe que Iruka no llegará, pero es demasiado noble para hacer otra cosa. La realidad es muy dolorosa. Entonces espera. Espera que la puerta se abra y la persona correcta aparezca tras ella. Espera un rostro bronceado de sonrisa blanca y brillante gritando « ¡Sorpresa!" », mientras ríe y se sonroja y le dice: « ¿Te gustó la broma? Creo que me pasé un poco pero luego te lo compensaré, te debo un regalo de todas formas. Deberías haber visto tu rostro, Kakashi-- tu expresión no tenía precio, ¡parecías un niño que estaba por llorar la pérdida de su juguete favorito! ».
Espera por algo que nunca pasará.
Fin.