Prologo.
Hikari y Taichi miraron hacia abajo, sus pies colgaban al igual que todo su cuerpo, ambos suspendidos por una cadena que los mantenía sobre una gran tina de agua hirviendo, los dos hermanos Yagami intentaban no comenzar a llorar de terror.
El almacén parecía completamente desierto y el único acceso se mantenía lejos, de hecho la puerta de entrada era bordeada por un barandal de seguridad, más arriba un corredor también bardeado recorría todo el contorno de la vasta habitación.
—Tai, Kari. —Grito una voz varonil, ambos niños miraron esperanzados a su derecha, en donde un hombre de cabellos rubios los observaba, mientras un castaño se aproximaba a toda carrera. Los dos infantes respiraron aliviados al ver a sus abuelos. Aunque lejos les reconfortaba su presencia.
—Suuya-otosan, Mamoru-otosan. —exclamaron, intentando librase de las amarras. Ambos hombres respiraron al verlos sanos y completos, sus ojos rápidamente escanearon la zona, desde su lugar en la puerta e impedidos por la barandilla poco podían hacer.
—Suéltalos. —Grito Goenji, que más que exigir parecía suplicar.
—Me temo que eso no será posible. —Un hombre asomo solo el cuerpo, su rostro quedaba completamente fuera de la vista oculta entre las sombras, los miraba desde arriba, una posición privilegiada que le permitía contemplar el panorama completo, la cara de angustia de los dos ex-futbolistas y la de miedo de los niños. —El error que cometió hace veinte años lo pagara hoy. —La pausa dramática le helo el cuerpo a ambos oyentes. —Goenji-san —Termino con tono cantarín.
Endo, que hasta ese instante se mantenía sin saber que sucedía dio un leve salto de la impresión, esa voz le sonaba conocida, tal vez demasiado. ¡No puede ser! Pensó para sí mismo el ex-portero.
—¿Qué error? ¿De qué habla ese estúpido? —Grito asuntado y molesto el castaño. —Baja a mis nietos ahora. —Exigió.
—Endo, cálmate. —Shuuya abrazo a su esposo, los ojos chocolate contenían las lagrimas y su cuerpo temblaba.
Los ojos negros del goleador de fuego destellaban en rabia. —Di de una maldita vez que deseas. —Seo intentando parecer sereno ante la situación. Tres de las personas amadas por él estaban sufriendo, se sentía desvalido e inútil.
—En este momento lo que más deseo es recuperar lo que una vez fue mío.
Goenji apretó los puños y los dientes, ¿Qué clase de respuesta idiota era esa? Se estaba hartando de ese estúpido jueguito.
—Y eso solo lo conseguiré cuando él esté fuera de nuestras vidas. —Dijo señalando despectivamente a Endo. —Por eso te propongo algo. Endo, tú en lugar de tus nietos. —Como amenaza sacudió la cadena de donde pendían los dos niños. Los dos infantes gritaron asustados.
—¡Basta! —Exigió con severidad el castaño.
—No tengo todo el día, decide de una buena vez. Si tú saltas a la pila de agua, te prometo bajar a los mocosos.
Todo a partir de ahí paso en cámara lenta, los pasos presurosos del ex-portero hasta el filo de la proteccion, los llamados asustados de los chiquillos al verlo arrojarse contra el agua y el alarido desgarrador de Shuuya Goengi al perder a quien siempre amo.
—Mamoru… —El grito murió en su garganta dolorida así como su felicidad.