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Eden. por Elth

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos! Perdón por la tardanza, ayer se me presentó algo y no pude subir este capítulo, pero ¡aquí está!

Espero que disfrutéis de la lectura *^^*

Canción del capítulo:

http://www.youtube.com/watch?v=0GbMiZV4l0Y

 

Mis pulmones estaban a punto de estallar debido a la indeseable presencia de aquella cantidad de aire helado que se había colado por mi garganta durante mi carrera a contrarreloj hacia la casa de Uruha. Aporreé la puerta oscura con los nudillos ardiendo de frío, pero no conseguí que me abrieran.

-¡Uruha!- grité. -¡Shima, ábreme!- Por mucho que forzara la voz, sólo me contestaba el eco de mis propios golpes. -Maldita sea...

-¡Yuu!- Entorné los ojos a mi derecha, descubriendo las figuras cansadas correspondientes a mis dos compañeros. -¡Toma!- Kai me tendió una llave plateada, esbozando una media sonrisa. -Siempre es bueno estar preparado para una emergencia. ¡Date prisa!- Abrí la puerta lo más rápido que pude y abordamos el interior como si fuésemos un huracán.

-¡Miya, tú busca en el salón!-El aludido asintió.- Yo me encargo de la cocina y tú de la habitación y el baño.- Asentí, dirigiéndome al cuarto de Uruha, que estaba completamente vacío y algo desordenado.

-¡Uruha!- lo llamé una vez estuve en el baño, recibiendo la única réplica de las frías paredes blancas.

-¿Has encontrado algo?-escuché la voz de Miyavi.

-Nada, ¿y tú, Yuu?- Negué con la cabeza, agarrándome a las cortinas del balcón. Fue entonces cuando vislumbré algo inusual entre ellas, las cuales descorrí de par en par, quedándome sin habla al hacerlo. En el suelo, un cuerpo desnudo y muy maltratado permanecía bocabajo, inmóvil. Me arrodillé y le di la vuelta con cuidado, recostando su cabeza en mi regazo.

-Shima...- Mis manos temblaron al rodear su rostro herido. -Shima, abre los ojos...- Sentí el vómito de lágrimas traicionarme cuando no me respondió. -Joder, ¡Shima!

-¡Miyavi, llama a una ambulancia!- No me había dado cuenta de que Kai estaba de pie detrás de mí. -¿Sigue inconsciente?

-¡Shima!-chillé, zarandeándolo desesperadamente.

-Ya vienen a ayudarlo-me informó Miyavi, recostando su mano izquierda en mi hombro.-Tranquilízate, Yuu.

La noche más angustiosa de mi vida. Consideré que estaba transcurriendo en aquella sala de espera. Uruha todavía seguía dentro de la sala de emergencias y ningún médico nos había llamado aún. Miyavi acababa de salirse a la puerta para que Kai tomara el aire, pues le había dado un pequeño ataque de ansiedad. Kai odiaba los hospitales. Yo solía burlarme de la adversidad que le profesaba a esos lugares tan comunes, tan parecidos a cualquier otro lugar público. Entonces, en aquel mismo momento, entendí sus sentimientos. Y yo también detesté estar sentado sobre aquella incómoda silla de plástico.

-¿Eres familiar de Takashima Kouyou?- Me levanté de un salto cuando aquel doctor se dirigió a mí.

-Soy un amigo cercano.

-Me alegra informarle de que el paciente está estable y ya no corre ningún peligro, aunque necesita descansar unos días aquí para que sus heridas y lesiones puedan ser tratadas correctamente. -Dejé escapar un suspiro de puro alivio al escuchar las buenas noticias.

-¿Sería posible verlo ahora?

-Sí, pero sólo un par de minutos. Necesita mucho reposo.

-Gracias por su trabajo, doctor.

Cuando el médico desapareció de mi vista, me dejé caer de nuevo en la silla, echándome aquellos mechones de pelo revoltosos que siempre se escapaban de mi coleta mal hecha hacia atrás con las manos. Una sonrisilla de satisfacción traicionó a mis labios sin poder evitarlo.

-La cosa ha salido bien por lo que veo, ¿no?- Fingí indiferencia ante el tono socarrón de Miyavi, cuyo brazo izquierdo rodeaba a un pálido Kai protectoramente.

-Está estable. Dicen que ya podemos pasar a verlo.- Él desplomó su mano libre sobre mi propio hombro, el cual apretó con fuerza.

-Ya podemos respirar tranquilos, ¿verdad?- Vacilé un momento antes de relajar el rostro y volver sonreír, esta vez deliberadamente.

-S-siento no poder... celebrarlo con... vos... otros.- La voz entrecortada de mi mejor amigo captó nuestra atención. La ansiedad estaba volviendo a hacerse con él.

-Nos vamos fuera. Entra tú solo, Yuu.- Sin darme oportunidad para replicar, la pareja se esfumó, dejándome a solas otra vez. Decidí ir a echarle un vistazo a Uruha pero, cuando estuve frente a la puerta de su habitación, me quedé bloqueado. A fin de cuentas, le había fallado, no había cumplido mi palabra y quizás, si hubiera atendido su primera llamada, aquella situación podría no haber tenido lugar nunca. Se me hacía difícil mirarle a la cara, me sentía avergonzado. Me daba miedo la posibilidad de oír de su boca que yo lo había herido con mi deslealtad.

Negué con la cabeza rápidamente, tratando de librarme de la angustia que estaba estrangulando mi corazón en aquel instante y estiré la mano, dispuesto a girar el manillar. Sin embargo, la puerta cedió, expropiándome de la posibilidad de cumplir mi propósito. Como aún tenía agarrado el pomo metálico, mi cuerpo se dejó llevar hacia adelante, dando mis labios con algo suave y cálido: la mejilla de Shima.

-¿Yuu?- Reaccioné deprisa, apartándome de él, sintiéndome un tonto aturrullado ante su semblante atónito.

-¿Ves? ¡Las puertas no deben abrirse nunca, hay que esperar a que te las abra alguien porque si no siempre pasan cosas desagradables como estas!- Después de pronunciar tres veces en mi cabeza la palabra «cálmate», lo conseguí, deparando en la peligrosa acción de Shima.

-No deberías estar de pie.- Él soltó un hondo suspiro.

-No pienso permanecer aquí un minuto más.- Lo detuve con mi propio cuerpo cuando mostró intenciones de seguir caminando.- Apártate.- Reafirmé mi posición y, con voz ronca, le advertí:

-No te atrevas a dar un paso más.- Pero sí se atrevió, así que lo aprisioné entre mis brazos, quedando él de espaldas a mí, inmovilizado.

-Odio estar en este lugar- susurró con un hilo de voz.- Estas paredes me recuerdan lo que ha pasado, el aire huele a muerte.- De repente, la tensión abandonó a su cuerpo, que quedó completamente recostado sobre el mío.- Yuu, no quiero pensar más en mis heridas, quiero olvidar que me duelen, ¡quiero olvidar todo esto!- Percatándome de su doloroso llanto, estreché el abrazo, escondiendo mi rostro entre su cabello.

-No te preocupes, Shima. Voy a ayudarte.

El suculento aroma procedente de la cocina alcanzó mis fosas nasales un par de horas después, mientras terminaba de recoger el montón de cosas que se había ido acumulando sobre mi colchón. Recientemente, me había dado por quedarme a dormir en el sillón del salón porque me daba mucha pereza moverme y perder el calorcito producto de la compresión de mi propio cuerpo. Pensé que últimamente estaba bastante más pasivo de lo habitual en mi corto camino al salón, donde Miyavi canturreaba sentado en el susodicho sillón. Evadió mi fulminante mirada.

-¡La comida ya está lista!- festejó Kai, cuyo color de cara había vuelto a la normalidad. -¿Qué haces ahí plantado? ¡Siéntate, Yuu!- Aunque solté un bufido de fastidio, obedecí su orden, sentándome en el sofá, al lado de nuestro invitado estrella, al que habíamos decidido llevarnos con nosotros.

-Gracias, Kai- le sonrió tras recibir una bandeja con sopa de miso, arroz y otros acompañamientos.

-¿Estás cómodo? ¿Quieres que te ponga un par de cojines más en la espalda?- Shima negó deprisa, pues el batería ya le había puesto mi almohada y la suya detrás como amortiguadores. -¡A comer!

-¡Gracias por la comida!

Mi cabeza dio tumbos sobre mis hombros mientras lavaba los platos con aire desganado. Estaba hecho polvo, pues me había pasado toda la noche en vela, carcomido por la tensión. Miyavi y Kai se habían ido a su habitación como quien no quería la cosa, aludiendo a que tenían que ir a buscar algo por separado para terminar reuniéndose. Desde entonces, no había habido retorno alguno.

-¿Te echo una mano?- Me apresuré a terminar mi tarea ante la mirada atenta de Shima, quien acababa de apoyarse en la encimera.

-Ya casi he terminado.- Cerré el grifo y me giré para sonreírle.- ¡Hecho!- Sacudí mis manos húmedas, buscando con la mirada un paño con el que poder secármelas. De repente, sentí cómo estas eran envueltas en algo suave. Guardé silencio, viendo a Shima secar las palmas de mis manos.

-Casi lo olvido- musitó, inmerso en su amable gesto. Mi corazón saltó cuando me miró a los ojos, sin soltarme.- Gracias, Yuu.- No dije nada, simplemente sostuve su limpia mirada, perdiéndome en ella. Al otro lado de la ventana, la nieve había cesado.

Bostecé de nuevo, sentado delante de mi ordenador portátil, en el salón. Acababa de dejar a Uruha en mi cuarto donde, después de haberse resistido inútilmente, había terminado acostándose. El médico había sido muy claro: para poder recuperarse correctamente, necesitaba reposo, cuanto más, mejor. Suponía que no le resultaba fácil descansar. El breve ataque de pánico que había sufrido en el hospital había sido sólo una pequeña manifestación del nerviosismo y el miedo que habitaba en su alma, en lo más profundo de su ser. ¿Cómo podía aliviarlo? ¿Tenía el poder suficiente para sanar todas sus heridas? Mil preguntas sin respuesta se formularon en mi cabeza, pero hubo una cosa que me quedó clara: Iba a dar todo de mí para lograr hacerle sonreír sinceramente otra vez. Deseaba hacerlo.

Un par de pasos ajetreados hicieron crujir el suelo de madera, atrayendo mi atención. Vi a Miyavi abriendo la puerta del piso, con el semblante más serio que nunca. Sin embargo, cambió drásticamente al notar mis ojos sobre su persona, adoptando su habitual expresión enérgicamente afable.

-Voy un rato al estudio- me susurró, acompañándose de gestos exagerados.- Díselo a mi Ukecito cuando se despierte.

-Cuenta con ello- respondí en voz baja. Después de despedirse con la mano, desapareció de mi vista, dejando como único indicio de su presencia el aroma cítrico de la colonia que siempre usaba. Yo, por mi parte, me estiré con ganas y miré la hora. Eran las cuatro menos cuarto de la tarde y yo todavía no había pegado ojo desde el día anterior. «Qué le vamos a hacer. No puedo descuidar a Uruha, tengo que estar alerta por si necesita cualquier cosa.» Me rasqué la barriga y fui a beber un vaso de agua, el cual volví a llenar cuando quedó vacío, dirigiéndome a mi habitación.

La puerta estaba abierta, aunque el interior permanecía a oscuras porque no me gustaba la claridad y por eso siempre tenía la persiana bajada y los ventanales cerrados. No obstante, pude distinguir el rostro de Shima entre las sábanas azules. Su respiración acompasada me aseguró que dormía profundamente, pero su ceño estaba levemente fruncido. Me arrodillé sobre la alfombra, dejando el vaso en la mesilla de noche y lo observé. Sus mejillas, a pesar de estar amoratadas, tenían un aspecto suave y esponjoso, al igual que sus labios de forma definida. Me detuve allí un momento, analizando el dinámico labio superior, las comisuras enrojecidas, el labio inferior pálido, carnoso, apetecible. Una abertura mínima entre ambos permitía la fuga de su aliento, cuya calidez sentí a punto de fundirse con mi propia respiración. Me retiré lentamente, impidiendo que el beso que había estado a punto de darle llegara a su destino. Yo no tenía derecho a tocarlo, menos aún siendo consciente de que la caricia reciente de otros labios nocivos seguiría, seguramente, grabada a fuego en su interior. A modo de consuelo, acaricié su frente de manera sutil antes de incorporarme y salir de la estancia, con las manos en los bolsillos del pantalón. Mis dedos juguetearon con el objeto de cartón que había sido abandonado allí dentro hasta que volvió a ser recuperado y sacado a la luz.

-Hola, Yuu-kun- me saludó despacito Kai enfundado en su pijama rojo de ositos.- ¿Cómo está Shima?

-Sigue dormido- le respondí, dándole vueltas a la tarjetita.- ¿Te has recuperado del todo?- Me regaló una sonrisa radiante.

-Estoy como nuevo. ¿Y tú? ¿Has descansado bien?

-Todavía no me he acostado, tenía cosas que hacer.

-Échate un rato. Yo cuidaré de Uruha.- Le devolví la sonrisa, sabiendo que ya era inútil negar lo evidente.

Cuando estuve en la habitación del batería, saqué de su armario una sábana limpia y la extendí sobre aquella que había sido usada por la pareja. Luego me tiré encima del colchón y, demasiado cansado como para ir en busca de otras mantas, me tapé con las que había en la cama. Seguí jugueteando con la tarjeta de cartón hasta que me paré a leerla.

-Sonoko Konekawa, patissier profesional. Teléfono de contacto: 687854675. Correo electrónico: sweet_sonoko@yahoo.com- pronuncié con énfasis las últimas palabras para cerrar la boca y mirar al techo. Sonoko me había dado una tregua en la que pensar en una respuesta que darle sobre el asunto de volver a construir una relación sentimental. No podía decir que tuviera más dudas sobre el asunto después de comprobar el revuelo vertiginoso que mi corazón experimentaba al acercarme a Shima. Otro misterio estaba resuelto, aunque tenía que desvelárselo también a ella.

-¿Te vas?- me preguntó mi mejor amigo al ver que me ponía las zapatillas.

-Volveré en cuanto pueda.- Entonces recordé que tenía algo pendiente.- Por cierto, Miyavi está en su estudio, me dijo que te lo dijera. ¡Hasta luego!

-¡Adiós!

Marqué el número de Sonoko en mi móvil cuando estuve en la calle, llevándomelo a la oreja. A penas comunicó hasta que su voz armoniosa penetró en mis oídos.

-Soy Yuu- le indiqué cuando me preguntó por mi identidad.

-Me alegra que seas tú. ¿Has encontrado la respuesta?

-Quiero decírtela en este momento, ¿es posible?

-Estoy viendo un local ahora mismo, ¿te viene bien pasarte si te doy la dirección?

Aquel sitio era encantador, aunque era cierto que no poseía mobiliario alguno, era de reducidas dimensiones y sus paredes tenían varias manchas de humedad debido a la prolongada clausura del lugar. Asentí con la cabeza mientras terminaba de inspeccionarlo, en señal de aprobación.

-Es genial, Sonoko. Tiene sus carencias, pero pueden solucionarse con un par de manos de pintura, una limpieza a fondo y algo de decoración. Seguro que tu negocio será un éxito.- Ella rió alegremente, estirando los brazos.

-Pienso abrir al público el día de navidad.- La miré, incrédulo.

-Es verdad que no necesita mucho, pero Navidad es el miércoles de la semana que viene.

-Es todo un reto. Por eso me gusta. Pero no has venido hasta aquí para oírme hablar a mí- aclaró para señalarme con su mano derecha.- Tienes la palabra, Yuu.

Estrujé mis manos y tragué un par de veces, pensando en la mejor manera de decírselo. Fue inútil, no di con ninguna, y es que el rechazo nunca resulta plato de buen gusto para nadie. No importa cuánto endulces un limón, su interior siempre sabrá ácido.

-No tengo esperanzas, ¿eh?- me sorprendió.- Bueno, supongo que esa persona es alucinante...- Mis ojos se abrieron al límite al escuchar lo último que había añadido.

-¿Cómo has sabido eso?- Se acercó a mí lentamente, sin abandonar su gesto risueño.

-Conocí bien tu amor más sincero-empezó.- Tanto que puedo adivinar que se lo estás profesando a alguien porque tus ojos brillan como entonces, pero ahora no se debe a mí.- Posó dulcemente su mano en mi rostro.- Estás demasiado tranquilo cuando me tienes cerca.- Recibí el suave beso que dejó en mi mejilla a modo de despedida.- Haz feliz a esa persona, Yuu.

Decir adiós generalmente no es una cosa que inspire alegría. Cuando llega ese momento se debe a que uno de los factores que ha contribuido a tejer un capítulo más de nuestra vida ha dado su última puntada, decidiendo no volver a interferir en ella. Es doloroso, por supuesto, pero a veces despedirnos nos libera, es el proceso que, superado, hace posible que demos un paso adelante, que sigamos buscando a la persona correcta, la cual permanecerá junto a nosotros hasta desaparecer.

-¡Ah, maldita sea!- me quejé, arrastrando mis pies por la casa.- Quiero dormir, quiero dormir, quiero dor...- Me atraganté con mis propias palabras al abrir la puerta del baño y encontrarme a Shima semidesnudo, desabrochándose el nudo del pantalón deportivo gris que vestía. Aparté la vista con el corazón acelerado.- Va-vaya, siento no haber llamado, ya me voy...

-Oye, Aoi.-Volví a abrir la puerta.- ¿Podrías ayudarme? Quiero limpiarme las heridas, pero hay algunas que no soy capaz de ver por mí mismo.- Me quedé en silencio un segundo, analizando la situación. «Es una buena oportunidad» pensé. «Así sabré si mi cuerpo reacciona a él como lo hacen mis sentimientos».

-Déjamelo a mí.- Extraje el botiquín de primeros auxilios del armario rojo del baño y le indiqué que me siguiera a mi cuarto, pues la temperatura del cuarto de aseo era la más fría del piso. Cuando estuvimos allí, cerré la puerta y encendí la luz.

-Siéntate-pedí mientras empapaba un algodón en mercromina.- Voy a dejarte todo pringado- le advertí en tono bromista presionando sutilmente su comisura derecha.- Es culpa de Kai, que lo sepas. Le tiene un apego especial a la mercromina. Dice que da un aspecto muy tierno al que se lo aplica, aunque en realidad es porque le recuerda al día en que Miyavi se le declaró.

-Ah, ya me acuerdo. Fue después de la pelea que tuvo con el tío aquel que intentó propasarse con él.

-Kai se lo trajo a casa para curarlo y sólo había un bote de mercromina en el botiquín porque a ninguno nos gustaba usarlo debido a las manchas que dejaba- continué, centrándome en los arañazos de su cuello.- Ahí empezaron mis largas noches de insomnio.- Shima dejó escapar una risa encantadora.

-Se quieren mucho-comentó, risueño.- Yo también quise así a Taro.- Sentí la tristeza de sus palabras en mi propia carne.- Él solía ser una buena persona. Incluso ahora no es malo del todo. No era feliz, ¿sabes? Cuando me pegaba, lo hacía por puro descontrol, pero no disfrutaba haciéndolo.- Sus lágrimas se desprendieron de su rostro para acomodarse en el mío.- Soy un imbécil por justificar sus actos, ¿verdad?- Solté el algodón y lo rodee con mis brazos, refugiándolo en mi cuerpo.

-Simplemente sigues enamorado de él- susurré en su oído.- Sentir amor por alguien aunque no te convenga es...- suspiré con amargura- inevitable.

Las personas que pasan por tu vida te marcan de alguna manera. A veces puedes ilusionarte con haber olvidado sus huellas, en otra ocasión estas condicionan siempre tu camino. Pero, en ambos casos, permanecen grabadas a fuego en tu alma por mucho que intentes evitarlo.

Notas finales:

¡Hasta la próxima!


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