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Eden. por Elth

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos! Paso por aquí para dejar el capítulo 7.

De antemano, pido disculpas por el lemon que he escrito en este capítulo, pues es el primero que escribo. No se me da muy bien describir ese tipo de cosas  x////x

De todas formas, espero que os guste ^^

Canción del capítulo:

http://www.youtube.com/watch?v=Lmok6LR9780&feature=fvwrel

Tenía serrín por cerebro. Me lo habían dicho siempre, pero en aquel instante yo mismo me cercioré de ello. Hundí la cabeza en la almohada, lleno de culpabilidad y, ¿para qué negarlo? De vergüenza. La noche anterior no se me había ocurrido otra cosa que besar a Shima así, sin avisarle ni nada, siguiendo el tonto impulso de mi corazón. Como es lógico, él se quedó helado, aunque no rechazó el beso. Simplemente me miró como si yo fuese un extraterrestre con cien mil ojos en la cara, sin decir una sóla palabra. Yo tampoco pude abrir la boca y únicamente se me ocurrió echar a correr. A mí, un tío de 30 años, sólo se me pasó por la cabeza huir después de haber asaltado de aquella manera a la persona que me gustaba.

-¡Aaaaaaarg! ¡Soy un fracasado integral!- Me eché las mantas por la cabeza, sintiéndome miserable. Me di cuenta de que el suave aroma avainillado que solía desprender Shima permanecía allí, en mi cama. Lo aspiré con los ojos cerrados, evocando por vez desconocida aquel momento. Sus labios habían resultado ser más cálidos de lo que recordaba y en el hueco de su cuello, de piel suave, mi mano helada encajaba a la perfección. No podía decir que me arrepintiera del todo. ¡Pero me arrepentía!

-Ahora seguro que se sentirá incómodo cuando esté conmigo- musité, con la mirada perdida.- Como es tan amable, intentará esquivarme para no tener que rechazarme.- Me senté en el colchón.- Pero, por otra parte, no pareció que le desagradara... Aunque se quedó sin habla... Pero, ¿y si es porque le gustó mucho? ¿Y si yo también le gusto y por eso se quedó tan estupefacto?- Bajé aquel dedo que había usado para reforzar la convicción de mi monólogo y suspiré, sumiéndome de nuevo en mi depresión.

-No digas tonterías. Él nunca ha mostrado otros sentimientos mayores que el afecto por mí. Además- volví a suspirar, hastiado.- Él quiere a otro tío.- Me cubrí el rostro con las manos.- Yo sé muy bien que sigue colgado de aquel cabrón, ¿por qué tuve que hacer eso? Siempre tengo que meter la pata.

-¿Todavía estás así?- me riñó Kai, irrumpiendo en mi cuarto sin tocar. Le hice un gesto con la mano, indicándole que bajara la voz.

-Estaré listo en cinco minutos, no me regañes.- Antes de que pudiera salir del cuarto, el batería me puso una mano en la frente.

-¿Te duele algo? Pareces ligeramente febril.- Como si su comentario lo hubiera provocado, estornudé. Me soné los mocos con la manga del pijama de rayas.- ¡Serás cochino!

-Si no se nota...

-¡Mete ese pijama en la lavadora ahora mismo!

El frío de diciembre tenía fama de ser bastante duro en Japón, aunque a mí nunca me había supuesto un gran problema, pues era una persona bastante calurosa y siempre andaba por ahí con un jersey de hilo y el abrigo abierto, muchas veces superpuesto. Sin embargo, aquel jueves me estaba siendo imposible apartarme de uno de los calefactores del estudio. Con todo, seguía tiritando de vez en cuando, obligado a abrazarme a mí mismo. En uno de mis momentos más sensibles, un segundo abrigo me cubrió. Shima me tendió uno de los dos cafés humeantes que llevaba cogidos.

-Gra-gracias-titubee, en parte por la súbita presencia de la vergüenza. Él se apoyó en el calefactor, vacilante. «Lo sabía» sollocé en mi interior, «no es capaz de dirigirme la palabra.» Decidí asumir la responsabilidad de romper el hielo.

-Oye...

-Yuu...

Mi intento de salvar la situación se había ido literalmente a la mierda después de que nuestros forzados comienzos chocaran y se hicieran pedazos, dando rienda suelta de nuevo al incómodo silencio.

-¿Qué fue aquello?-susurró, mirando hacia otro lado. Tragué con dificultad, notando cómo se me aceleraba el pulso.

-Fue... fue...- Me había aturrullado y, cuando eso ocurría, pensar era algo que quedaba fuera de mi alcance.- Un arrebato tonto, sí. Seguramente habría luna llena y, ¿sabes? la luna llena hace que las personas hagan cosas increíbles como matar gente y esas cosas...

-¿Hablas en serio?- Me detuve antes de seguir con aquella sarta de memeces tras percibir un deje de incredulidad en su tono.

-No, por supuesto que no estoy hablando en serio.- Suspiré, agachando la cabeza.- Pero no quiero que eso te suponga un problema, así que puedo cambiar mi respuesta si te hace sentir mejor.

-Conoces mis circunstancias, sabes que mi corazón todavía le pertenece a otra persona...

-Que me gustes no significa que yo tenga que gustarte- le corté. Para mi sorpresa, me ignoró.

-... eres consciente de que sigo pensando en él y, aun así, me besaste.

-No debí hacerl...

-Me besaste y me demostraste que me quieres.- Me estaba dejando por los suelos sin dignarse a regalarme una sóla mirada de compasión.- ¿Te arrepientes de haberme mostrado tus sentimientos después de haber escuchado lo que yo siento?

-No puedo decir que no tenga remordimientos...- Me mordí el labio, poniéndome en pie. No podía quedarme ahí con el rabo entre las piernas. Aquel era el momento idóneo para decir todo lo que tenía que hacerle saber.- Pero, ¿qué diablos? Lo hice porque quise, porque tuve la necesidad de darte aquel beso. No pensé en cómo podrías reaccionar, soy un egoísta por naturaleza, es verdad, pero ese momento se ha convertido en uno de los más importantes de mi vida, no sé si será para bien o para mal, no sé si se convertirá en un recuerdo alegre o en el más ridículo de mi existencia cuando sea viejo y me ponga a repasar todo lo que hice cuando aún podía sostenerme sin ayuda de un bastón. Ahora mismo no tengo ni la más remota idea de nada, ignoro si me he vuelto del todo homosexual o si tú eres la excepción, pero sé que te quiero.- Solté un segundo suspiro más hondo que el anterior. Se había vuelto a quedar helado ante mi súbita confesión sin rodeos.- Te quiero, Shima, y es asunto mío, así que no necesitas pensar más en ello.

Volví a sentarme y empecé a darle vueltas al vaso de plástico que sostenía al ver que no decía nada. Se había quedado allí plantado, como si acabara de presenciar el apocalipsis o algo así. Antes de que tuviera la oportunidad de volver a insultarme mentalmente, se acercó a mí, dejando su vaso sobre el alféizar del ventanal, quedando entre mis piernas abiertas. Lentamente, elevó mi mano derecha entre las suyas hasta acomodarla en su sonrojado rostro.

-Cúrame, Yuu- musitó con un hilo de voz.- Ayúdame a derrotar a mis demonios. Haz que me enamore de ti, ¿de acuerdo?- Sus ojos inundados de lágrimas atravesaron los míos, rozando mi alma. Me levanté despacio, sin dejar de acariciarle la cara y llevé mis labios a su frente, sellando mi promesa en su propia piel.

-¡TODO EL MUNDO EN LA SALA GENERAL AHORA MISMO!- Limpié sus lágrimas cariñosamente, regalándole una sonrisa antes de decirle en tono amable:

-Vamos.

Tres días pasaron, plagados de la timidez que implica el temor a incomodar a la persona que brinda a aquel que ama una oportunidad para cambiar el rumbo de sus sentimientos a su favor. Sin embargo, Shima había permanecido a mi lado casi todo el tiempo. A veces hablábamos del trabajo, otras él me preguntaba por mis preferencias, yo le respondía y escuchaba atentamente todo lo que tenía que decir. Hasta entonces no me había atrevido a interrogarle profundamente, así que me preocupaba que creyera que no me interesaban sus pensamientos. Era cauteloso porque no quería ponerlo en un aprieto, no quería agobiarlo, aunque también me daba miedo que pudiera sacar conclusiones erróneas del silencio. Como fuera, sentía que tenía que romper esa barrera que me separaba de él, por lo que decidí invitarlo al cine a ver una película de terror. Salí de casa con retraso y recogí a mi compañero de guitarra, quien me recibió con una sonrisa cálida.

-¿Sadako 3D?-me preguntó de camino al cine después de echarle un vistazo a las entradas.

-¿No te gusta?- Él tanteó con la cabeza.

-Me gusta ver películas de miedo, pero luego no puedo dormir- se explicó.- Tendrás que hacerte responsable si luego me traumo- bromeó, contagiándome su buen estado de ánimo.

-Asumiré toda la responsabilidad.

Había subestimado a aquella película. A penas había visto media hora y ya me sentía atemorizado. Los efectos de sonido eran espeluznantes y las imágenes grotescas e inesperadas estaban servidas. Me arrepentí de no haber comprado las entradas para la película de animación que se estaba emitiendo simultáneamente en la sala de al lado. Forcé la vista para poder avistar a Shima y me sorprendió verlo con la boca llena de palomitas y los ojos fijos en la pantalla. Estaba muy gracioso, se me pareció a un niño pequeño cuando descubre alguna cosa nueva que hasta entonces le había resultado inimaginable. En aquel momento, un par de aquellos snaks de maíz rodaron por su jersey de punto y se quedaron trabados en el pañuelo negro que rodeaba su cuello, así que estiré el brazo para retirárselos de allí. Mi repentino gesto lo sacó de su ensimismamiento, provocándole una reacción exagerada, haciendo que buscara protección en mi pecho tras soltar un grito de pura impresión. Mi corazón se aceleró de lo lindo en el instante en que levantó sus ojos de pupilas dilatadas para mirarme. El deseo de besar sus labios entreabiertos renació en mi interior, pero pude contenerme cuando estuve a un centímetro de su cercana boca.

-¿Estás bien?- le pregunté finalmente. Shima asintió con la cabeza despacio, sin apartarse de mí.

-¿Te importa si te abrazo? Me siento inseguro si no tengo algo que achuchar cuando veo estas cosas.- Cedí, relajando el cuerpo tanto como su fuerte presencia en él me lo permitió. Me sentí afortunado de que me hubiera dado esa muestra de cariño en un principio, pero después me pregunté si lo de que necesitaba algo que achuchar iba en serio, pues me apretó y me pellizcó al aferrarse a mi camiseta con los dedos cada vez que lo había sobresaltado alguna escena. Salí del dichoso cine echo polvo, sintiéndome como una masa de pan aplastada. A pesar de que no fue mi intención hacer mi malestar evidente, Uruha se dio cuenta y se apresuró a disculparse.

-Lo siento, he sido muy bruto. No sé medir mi fuerza cuando me emociono demasiado...

-Ha sido como si me dieran un masaje- mentí, sonriente- pero gratis.- Él simplemente me devolvió la sonrisa antes de esconder su rostro en el pañuelo. Caminamos un rato en silencio sin un rumbo fijo. Si Shima elegía la calle de la derecha, yo lo seguía y viceversa. Llegamos a un punto en que ambos nos giramos en sentido contrario, lo que produjo que colisionáramos levemente.

-Vayamos por ahí- concedí de nuevo antes de que pudiera replicar. Fue así como llegamos a aquel pequeño parque cubierto de nieve hasta rebosar. Era un espacio circular, con un par de columpios y un tobogán azul en el centro y cuatro bancos de hierro alrededor. Shima se sentó en uno de los columpios y yo lo imité.

-Este es mi lugar preferido- comentó en medio del suave balanceo.- Siempre que necesito esquematizar mis pensamientos vengo y me columpio un rato, siento el viento en mi cara y cierro los ojos. Cuando los abro, normalmente me da la impresión de que todo lo que me preocupa ha sido un sueño del que acabo de despertar.- Recostó la cabeza en uno de los extremos encadenados del divertido asiento.- ¿Tienes algún lugar favorito, Yuu?- Reflexioné un momento, analizando las huellas marcadas que mis pies dejaban al hundirse en la esponjosa superficie blanca.

-No soy del tipo que se para a mirar lo que tiene a su alrededor- expliqué.- Más bien, suelo ser de los que piensan sólo en sí mismos hasta borrar a los demás, así que nunca he sentido un lugar como especial para mí.

-¿Te gustaría tenerlo?- Asentí levemente, mirando al frente.

-Quizás podría entenderte mejor si lo tuviera.- Percibí cómo se ponía de pie y caminaba hasta interponerse entre la cegadora luz de la farola que había a poca distancia de nosotros y yo. Acercó sus dos manos a mi cara y la rodeó con ellas.

-¿Qué opinas de este parque?- inquirió de nuevo.

-Aún no ha hecho que me conmueva lo suficiente- confesé sin dejar de mirar hacia delante. Entonces Shima se agachó, recostando una de sus rodillas en el suelo. Sostuve su brillante mirada un momento, advirtiendo su creciente proximidad hasta que la mía quedó velada por mis propios párpados al notar la calidez de su aliento sobre mis labios helados. Aquel beso fue dulce, tímido e inocente, pero significativo como ninguno. Se separó de mí muy despacio y recostó su frente sobre la mía, sin abrir los ojos.

-¿Qué tal ahora?- susurró.- Cada vez que vengas aquí, te acordarás de este momento. Recordarás este lugar como el sitio en el que me enamoré definitivamente de ti.

Mi día a día se había convertido en un sueño. Suspiraba cada cinco minutos y una sonrisa risueña me acompañaba donde quiera que iba. Me sentía tonto, pero no me importaba porque era feliz, tanto que hasta me había dado por saludar a mis vecinos cuando salía de casa, aunque la mayoría hacía como si no me hubiera visto y se ahorraba el saludo. Fue así como, entre pequeñas pero valiosas muestras de amor, llegó el día de año nuevo y, con él, el resurgir del nerviosismo y las emociones que despertaba en todos nosotros la cercana presencia de un nuevo concierto.

Mi pierna izquierda no dejaba de moverse mientras escuchaba el trepidante tick tack del reloj que figuraba en una de las paredes del backstage perteneciente al enorme estadio donde tocaríamos aquella noche. Kai se sentó a mi lado, ofreciéndome una cerveza.

-¿Cómo que has dejado ya de escuchar música?-me extrañé al no ver indicio alguno del reproductor que solía llevar colgado del cuello en aquellas ocasiones.

-Últimamente me resulta más entretenido escuchar lo que se cuece por aquí- pronunció con una expresión de pura mofa.- ¡Estais todos tan acaramelados...!

-¿Todos?- inquirí alzando una ceja. Él asintió con ahínco para levantarse e indicarme que lo siguiera en silencio. Llegamos al diminuto pasillo que desembocaba en el baño y pegamos la oreja sobre la cristalera de color caramelo de la puerta.

-Están esperando fuera.- Aunque poco audible y algo alterada, pude distinguir la voz de Ruki.

-Que les den... Quiero besarte, Taka...-Esta vez fue la voz ronca de Reita la que percibí.

-Akira... ah, te quiero... Akira...

Con los ojos desorbitados, le hice señas a Kai, quien me hizo entender que mi suposición era cierta. Aquellos dos se estaban repartiendo amor en nuestras narices.

-¿Qué hacéis?- Se me erizó el vello de la nuca al escuchar la voz interrogante de Uruha a nuestras espaldas.

-Na-nada.- Cogí del gorro de la chaqueta a Kai y lo arrastré lejos de allí, ignorando sus silenciosas protestas.- Nos preocupaba que esos dos llevaran tanto tiempo en el baño y fuimos a comprobar que estaban bien.

-Y, de hecho, están mejor que nunca- añadió el batería cuando estuvimos de nuevo sentados en la salita principal. Le di un codazo mal disimulado mientras Shima reflexionaba y sacaba sus propias conclusiones.

-¿Estaban haciendo... eso?- inquirió despacito.

-ESTÁN haciéndolo. Ahora mismo.- Uruha se sonrojó ante el énfasis que Kai puso en sus palabras, contagiándome al instante.

-Oh... Van... van rápido.

-¿Rápido? Ni siquiera sabía que tuvieran ese tipo de relación- comenté yo, en un intento de suavizar el tema de la conversación.- ¿Desde cuándo salen juntos?

-Si tú presenciaste ese momento- me recordó mi mejor amigo.

-¿La noche de navidad?- Ambos asintieron.- Vaya, yo creía que eso había sido sólo una reconciliación amistosa.

-Qué poco olfato tienes para estas cosas- me sermoneó Kai. A continuación, volvió a adoptar aquella expresión socarrona que tanto miedo me daba.- ¿Y qué hay de vosotros dos? Estáis juntos, ¿verdad?- Asentimos levemente, Shima con las mejillas ardiendo, yo temiendo el siguiente comentario del batería. Este se plantó en medio de nosotros, pasándole el brazo por encima de los hombros al castaño, dándome la espalda.

-¿Cómo se porta Yuu contigo? Dime, Shima, anda...-suplicó con los ojitos brillantes dignos de un auténtico perro perdido.

-Pues bien... Es muy amable.

-¿Es cariñoso?

-Kai.

-Haz como si no estuviera- omitió mi advertencia acompañándose de un gesto de despreocupación.

-Yuu es bastante cariñoso, sí...- Estaba ardiendo de vergüenza. Tenía que parar al duendecillo cotilla que vivía dentro de mi amigo cuanto antes.

-¿Hasta dónde habéis llegado?

-¡Kai!- grité, echándome sobre él.- ¡Voy a matarte por meter las narices donde no te importa!- Me quité el pañuelo que llevaba al cuello y le azoté con él.

-Ja, ja, ja, estás como un tomate, ¡qué lindo!- se burló sin parar de carcajear. -Yo aproveché para aprisionarlo entre mis brazos y empecé a frotar su cabeza con uno de mis puños, ejerciendo toda la fuerza que pude. Como esperaba, dejó de reír.- ¡Au, vale, vale, Yuu! ¡Lo siento, pero suéltame!- Cuando estuve satisfecho, permití que huyera de allí y se fuera a refugiar en otra parte. Soplé mis nudillos rojos hasta que Shima agarró mi mano, haciendo lo propio.

-¿Sabes qué?- entrelazó sus dedos con los míos.- Parecéis hermanos.- Suspiré, resignado.

-Posiblemente tengas razón. Disculpa a mi tonto hermano pequeño.- Soltamos una risita al unísono cuando Ruki apareció delante de nosotros, bastante contento.

-¿Estáis preparados para partir el escenario en dos?- preguntó.

-No tanto como tú- respondí en un acusado tono de ironía que pareció pasarle desapercibido.

-¡Voy a convertir este día en el mejor día de la vida de toda la gente que nos venga a ver! ¡Yey!- Miré el reloj, percatándome de que ya eran las siete pasadas.

-Casi es la hora. Vayamos a prepararnos.

Los juegos de luces que habíamos configurado entre todos cegaban nuestra vista, agudizando el resto de nuestros sentidos. La música ascendía y llenaba el estadio entero, fluyendo por aquellas personas como una corriente eléctrica. Cuando Ruki las señaló con el micrófono, sus voces alcanzaron mi alma, provocando que me precipitara al borde del llanto. Llegó el momento en que Uruha y yo nos cubríamos las espaldas mientras tocábamos uno de nuestros solos. Me sentí dichoso de poder compartir lo que más me gustaba con la persona que quería, de ser capaz de construírlo con su ayuda. Dos horas más tarde, estábamos de nuevo en el backstage echos papilla, pero más sonrientes que de costumbre.

-Estoy chorreando de sudor- se quejó Ruki, despegándose la camiseta empapada del pecho.

-Kai se ha vuelto a quedar inconsciente- atinó Uruha desde la silla en la que siempre solía sentarse. Me arrodillé junto a mi mejor amigo, propinándole un par de palmaditas en la cara después de haberme humedecido las manos con agua fría. Reaccionó de repente, mirando a todos lados.

-¿Te encuentras bien?- pregunté, preocupado por su insólita palidez.- No deberías esforzarte tanto.

-Ya sabes cómo soy- comentó con un hilo de voz.- Cuando se trata de la batería, no puedo contenerme.

-Te acompañaré a casa.- Me retuvo del brazo.

-Al que tienes que acompañar es a Uruha.

-Él está bien.- Me apretó el brazo.

-Hazme caso.- Yo dudé un momento, decantándome por obedecer sus órdenes.

-Entonces llamaré a Miyavi...

-Nada de eso, está trabajando en el estudio.- Antes de que pudiera quejarme, se incorporó haciendo uso de toda su voluntad.- No te preocupes. Descansaré aquí un rato y luego me iré dando un paseo.- Terminó empujándome al ver que me había quedado quieto.- ¡Muévete, Yuu!

-Como prefieras.- Fui a cambiarme y cogí mis cosas, esperando en la salida a Shima, quien se reunió conmigo poco tiempo después.

-¿Dónde quieres ir?- le pregunté cuando nos pusimos en marcha.

-Estoy un poco cansado, ¿te importa acompañarme a casa?- Negué con la cabeza.

-Yo también necesito descansar.- Llegamos a nuestro destino en diez minutos. Rompí un poco las distancias para despedirme.

-Bueno, ya me voy.- Le di un beso en la mejilla, sonriéndole.

-Buenas noches- me devolvió el beso y la sonrisa. Cuando me hube alejado un par de pasos, me llamó.- Oye, Yuu.- Me giré para tenerlo frente a frente, incitándolo a continuar.- ¿Quieres... pasar un rato?

Había formulado la pregunta tan temida como esperada. Me sentí nervioso e indeciso, por lo que vacilé un momento, para asentir y seguirlo escaleras arriba. Giró la llave sin prisa, dejándome ver aquel interior ordenado de manera muy subjetiva. No pude evitar un desagradable escalofrío al recordar los momentos de ansiedad que habían ocurrido allí anteriormente.

-Siéntate- me ofreció, señalando aquella alfombra cubierta de cojines rojos. Ocupé el que tenía más cerca y observé cada uno de sus movimientos. Se había retirado el abrigo y la bufanda, olvidándolos en la percha del recibidor, lugar en el que dejé mi propia chaqueta, había encendido una pequeña lámpara decorada con el dibujo de varias mariposas negras, cuyos trazos contrastaban con la tenue luz anaranjada que emitía el aparato. Acababa de entrar en la cocina y no tardó en salir con un par de platitos en las manos. También llevaba una fina botella de vino. Entre sus grandes aficciones estaba beber alcohol, así que no me sorprendió que tuviera una reliquia tan cara en su colección. Lo dejó todo en la mesita baja que ocupaba el centro de la alfombra. Acto seguido, dio un trago poco modesto al envase de cristal. Después me lo pasó.

-Adelante, no te cortes.- Imité su gesto, devolviéndosela cuando terminé.- ¿Te gusta? Es la joya de toda mi colección.

-Sabe genial.- Estuvimos un rato en silencio, pasándonos la botella y bebiendo casi sin parar. Hasta que se atrevió a sacar la conversación.

-No te digo esto porque quiero presionarte, pero creo que sería bueno hablar de ello.- Lo miré atentamente, intuyendo lo que venía.- Tú... bueno, ¿has estado alguna vez con un hombre?

-Esta es la primera vez- me sinceré.

-Lo suponía...- Vaciló un segundo.- Y yo...-cogió aire.- ¿Yo te atraigo?- Asentí sin dudarlo.

-Verás, me atraes muchísimo- comencé.- Siempre que te beso, me apetece acariciarte y, bueno, seguir adelante.- Dejé de mirarlo. Me quemaban las orejas.- Pero nunca doy un paso más porque no tengo experiencia y me da miedo meter la pata porque, ¿sabes? cuando se trata de hacer mal las cosas, soy el mejor de los expertos...

-Te menosprecias demasiado- apuntó. Vi por el rabillo del ojo cómo inclinaba de nuevo la botella sobre sus labios y la dejaba en la mesa, suspirando.- ¿Te gustaría probar?

No dije nada, pues no sabía exactamente la respuesta a aquella cuestión. Sin embargo, Shima interpretó mi silencio como una afirmación y se acercó a mí, posando sus manos en mis hombros. Me besó despacio, sin atreverse a hacer nada más debido a mi total inmovilidad. Cerré con fuerza los ojos, mandando al diablo mis malditas inseguridades y lo abracé, dándole pie para que pusiera sus brazos alrededor de mi cuello mientras profundizaba el beso.

Lo recosté lentamente sobre la cálida alfombra, acariciando su vientre por debajo de la fina tela de su jersey. El tacto de su piel era tan suave, tan agradable que me pareció casi irreal. Recorrí su pálido cuello con mis labios notando el descenso de sus dedos por mi espalda, que no tardó en quedar expuesta. Acaricié su torso desnudo y me sorprendió no echar en falta ninguna presencia más notable en él. Retiré su cinturón a la vez que él hacía lo mismo con el mío, recibiendo una sonrisa furtiva de su parte en medio de aquel nuevo beso. La ropa que aún continuaba cubriendo nuestros cuerpos desapareció casi por inercia y, cuando lo hizo, me aparté un momento, desprovisto de la voluntad suficiente para resistirme a la tentación de recorrerlo con la mirada. Aunque estuviera cubierto de cicatrices marcadas, aunque su forma no fuera diferente a la mía, a pesar de ser un hombre, sólo pude ver a la persona que quería, al ser humano que deseaba. Mi rostro debió de resultarle bastante serio, pues su juguetona sonrisa comenzó a difuminarse. Volví a abrazarlo, libre de todas mis preguntas al haberme dado cuenta de que él era mi única respuesta.

-Te amo, Shima- susurré en su oído al tiempo que acariciaba su delgada cintura.- Te amo tanto por dentro...- Mis caricias descendieron, arrancándole un susurrante gemido de placer.- como por fuera.- Pasee mis manos inquietas por sus piernas, separándoselas poco a poco. Él únicamente me miró con sus ojos entrecerrados, de un dorado intenso en la penumbra. Llevó los dedos de mi mano derecha a su boca para besarlos y humedecerlos con su lengua dulcemente. Lubriqué el único lugar que poseíamos para poder convertirnos en uno solo mientras excitaba cada vez más su cuerpo con la ardiente caricia de mis propios labios.

Hicimos el amor apasionadamente, sumidos en un vaivén frenético, conectados de manera que hubo un momento en que ya no pudo advertirse dónde comenzaba mi cuerpo ni dónde terminaba el suyo, pues entonces ya éramos una única persona, un sólo corazón procedente de dos almas fundidas por el fuego más poderoso de todos, aquel que no entiende de apariencias insignificantes: el amor.

Notas finales:

¡Nos leemos!


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