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Eden. por Elth

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Notas del capitulo:

¡Hola! Cuánto tiempo, ¿verdad? Debido a la falta de inspiración y a un par de problemas personales, dejé este fic desatendido a escasos capítulos del final, pero ayer me decidí a continuarlo y aquí está el capítulo 8.

Siento mucho haber dejado a los seguidores de esta historia sin continuación durante todo este tiempo. Espero que estos últimos episodios compensen la espera.

Espero que disfrutéis de la lectura ^^

Canción del capítulo:


http://www.youtube.com/watch?v=rwc1XS9eoxI

  Aquella mañana sentí una leve brisa recorrerme, por lo que quise abrazarme a mí mismo, sin éxito. Otro cuerpo ajeno al mío se interponía entre mis brazos y mi persona, robando el abrazo por completo. No me asusté, sabía perfectamente de quién era esa piel tersa y cálida, el cabello suave, aquel leve aroma a vainilla que me hacía sentir una plenitud la cual jamás hubiera creído posible de no estarla viviendo en ese momento. Sonreí sin hacer ruido, manteniendo mi respiración al nivel más bajo posible y lo estreché un poquito más fuerte, rogando no despertarlo. Deseaba abrir los ojos, pero me daba miedo que pudiera desvanecerse si lo hacía, así que los mantuve cerrados, dibujándolo en mi mente con la ayuda del resto de mis sentidos. Se removió cuando contorneaba con mis dedos la señalada curva de su hombro derecho sin a penas establecer contacto con su piel y un segundo después, su voz se materializó en mis oídos.

-Buenos días.- Mi sonrisa se ensanchó al percibir su tierno tono de adormilado. Despegué mis párpados lentamente y pude observar cómo se restregaba los ojos con uno de sus puños, gesto que provocó que volviera a estrecharle contra mi pecho, esta vez sin tanta delicadeza.

-Hola- susurré en su oído.

-¿Has dormido bien?- me imitó.

-Mejor que nunca.- Ambos nos reímos tontamente con la nariz pegada a la mejilla del otro.- ¿Y tú?

-Ha sido la primera noche en mucho tiempo libre de pesadillas.- Me incorporé despacio, haciendo que quedara sentado sobre mí y lo besé. El escandaloso ruido de tripas nos interrumpió, arrancándonos una alegre carcajada. -¿Nos duchamos y salimos por ahí a desayunar?

-Estoy de acuerdo con ambas cosas...- Lo atraje de nuevo a mí, provocándole una sonrisa de medio lado-... siempre que las hagamos juntos.

Anduvimos calle abajo parloteando de varias cosas sin parar, como de lo que nos apetecía comer. Al final, decidimos ir a una pequeña tienda de pasteles que nos pillaba cerca porque nos venía de gusto algo dulce. Tuvimos la suerte de que no había mucha gente en la pastelería, de manera que elegimos el sitio que quisimos: una mesita retirada de las demás, junto a la ventana.

-Bienvenidos, ¿qué quieren tomar?- nos preguntó un hombre mayor a la vez que nos ofrecía las cartas.

-Un capuccino bien caliente y una porción de tarta de chocolate, por favor- decidió Shima.

-Para mí un café helado y un gofre con nata.

-En seguida.- Cuando nos quedamos a solas, Uruha me miró con sorpresa.

-¿Tú no tomas el café al punto de ebullición?

-Sólo cuando tengo frío. Ahora mi temperatura corporal está bastante estable. Por tu culpa.- Sonrió como reacción al tono acusador de mi respuesta. Me encantaba arrancarle aquellas sonrisillas tímidas y sinceras, las cuales se me contagiaban al instante.

Aquel hombre volvió a presentarse ante nosotros, dejando el contenido de la bandeja plateada que llevaba sobre la mesa.

-Aquí tienen, buen provecho- deseó.

-Gracias- respondímos al unísono.

-Tiene una pinta buenísima- celebré, frotándome las manos.- ¡Gracias por la comida!- Empezamos a comer despacio. Shima miraba por la ventana, distraído y yo lo miraba a él porque lo tenía delante. Vale, y también porque no podía evitar hacerlo.

-Yuu- me llamó, con los ojos perdidos en algún lugar de la fría calle.- ¿Vamos a patinar juntos?- Su propuesta me sorprendió bastante, pero no me pareció mala.

- ¿Quieres ir a la pista de hielo?- Él asintió con la cabeza.- Por mí vale, pero soy muy patoso, así que si me caigo encima de ti...

-No te preocupes, no dejaré que te caigas encima de nadie- me aseguró en tono bromista.

Nunca antes había sido capaz de visualizarme en alguna situación de aquel tipo. Hasta entonces, para mí las citas en sitios sin cama habían carecido de todo sentido. Si quedaba con alguien, había sido para tener sexo sin ninguna clase de compromiso. Sin embargo, ahí estaba yo, el tío que tantísimo había presumido de librarse de pasar por jueguecitos tontos y edulcorados para conseguir acostarme con tal o cual persona, luchando contra el resbaladizo hielo con la finalidad de no partirme la cabeza en aquel temerario desafío. Y no, mi objetivo no implicaba beneficios físicos ni directamente propios, sino la felicidad de Shima, quien en aquel instante sonreía dulcemente mientras se deslizaba con la mayor soltura posible a través de la superficie helada, con los ojos cerrados, los cuales se abrieron justo cuando mis pies perdieron el equilibrio y mi cuerpo entero fue a parar al suelo.

-Vaya, ya veo que hablabas en serio- se rió, ayudándome a incorporarme.

-¡Pues claro que sí!- exclamé, fingiendo fastidio.- Y por no creerme ahora te toca tirar de mí, ¡anda!- Agarré su mano derecha con fuerza, gesto que dejó algo confuso a mi compañero.

-¿No te importa la gente?- Solté una pedorreta casi cómica.

-¡A la mierda la gente! - Shima soltó una carcajada, cogiendo también mi otra mano con la suya y empezó a patinar de espaldas a la multitud, arrastrándome consigo.

-No estés tan tenso, suéltate un poco.- Tragué saliva, dando mi mayor esfuerzo por enderezar mínimamente mi cuerpo y dejar de parecer una maraña reguñida de cualquier metal maleable.- Intenta deslizarte con más suavidad.

-¿A- así?- titubee. Juraría que escuché el chirrido que produjo la fricción forzada de las cuchillas de los patines con la firme capa de hielo. Noté cómo Uruha se esforzaba por esconder una tercera risotada de pura vergüenza ajena.

-Vamos a probar de otra forma.- Con un rápido movimiento, se puso detrás de mí, colocando sus manos en mi cintura con cuidado.- Movamos el pie derecho- seguí su mandato en silencio.- Ahora el izquierdo...- Así, bajo sus órdenes susurradas en mi oído, fuimos capaces de dar casi una vuelta entera a la vasta pista. Digo casi porque cuando estuvimos a punto de cerrar el círculo que nuestros pasos habían trazado, Shima posó sus labios en mi mejilla y fue descendiendo despacito hasta alcanzar mi cuello, estremeciéndome la sutil caricia.

-Sabes que esa zona es peligrosa, ¿verdad?- Asintió con la cabeza, sin apartarse de allí.- Y que, si sigues haciendo eso, pasaré de todo y te besaré sin que puedas detenerme.

-¿Tantas ganas tienes?- preguntó entre risas.

-¿De besarte? No puedes hacerte una idea.- Se paró entonces, girándome con sus manos para hacernos quedar cara a cara.

-Apuesto a que sí.

De repente, se alejó de mí y salió de la pista de hielo. Me brindó una mirada desafiante desde allí y echó a correr, dejándome atónito. Me apresuré a desembarcar en tierra firme con toda la agilidad que mi torpeza innata me permitió y corrí en la dirección que él había tomado. Sin embargo, no lo encontré hasta que miré hacia la salida de la carpa en la que habíamos estado y vi su mano incitadora, la cual se esfumó de nuevo.

Cuando salí al exterior, me encontré en medio de un cúmulo de personas que tuve que franquear para poder detenerme a observar detenidamente a mi alrededor. Esta vez, me percaté de que su pañuelo negro estaba tirado en la nieve, a un par de metros delante de mí. Me dirigí hacia aquel lugar y lo recogí, dispuesto a seguir andando por aquella calle que se abría frente a mis ojos. Lo siguiente que me encontré fue su chaqueta, colocada en el banco de la plaza que se situaba a la izquierda del final de aquel camino. Luego capté el balanceo de su cinturón, colgando de la barandilla de las escaleras de emergencia de un edificio cualquiera, las cuales subí rápidamente. Cuando por fin llegué a mi destino, pude ver su silueta a lo lejos, recostada en el borde de la azotea de cemento, con toda su atención puesta en el cielo de nubes blancas que se extendía sobre nuestras cabezas. Solté un suspiro tras haber recobrado el aliento y caminé hacia él.

-¿Qué te ha parecido mi manera de guiarte hasta aquí?- preguntó sin inmutarse mientras yo le colocaba la chaqueta sobre sus hombros.

-Irresponsable, arriesgada y retorcida- le respondí, dándole la espalda a aquello que lo mantenía tan entretenido.- Tienes tu carnet de identidad y las llaves de tu apartamento en tus bolsillos, así que hubiera sido terrible si otro hubiera recogido tus cosas.

-¿Estás enfadado?- Tantee con la cabeza, recostando todo mi peso en aquel muro de borde redondeado.

-Me has dejado tirado en el hielo sabiendo que no me sé mover sobre él, has hecho que corriera hasta el punto de colapsar mis pulmones y casi me atropellan por tu culpa, ¿por qué debería enfadarme?

-Lo siento, he salido a correr sin darme mucha cuenta de lo que hacía, ¿sabes?- Percibí cómo sus ojos se humedecían, preocupándome al instante.

-¿Qué ha pasado?- Lo agarré por el mentón con mi mano derecha, obligándole a mirarme. -¿Lo has visto?- Justo cuando parecía que iba a responderme, sonó mi teléfono, que hubiera ignorado de no haber sonado con tanta insistencia.

-Yuu, es importante.- Chasquee la lengua, dispuesto a colgar en aquel momento.

-No tengo tiempo ahora, Kai.

-Shima está en peligro.- Me quedé helado al escuchar aquella frase pronunciada en tono serio.- El primo de Miyavi se ha escapado y lleva consigo el arma que le quitó a alguien del personal de seguridad.

-¿Cómo que se ha escapado? ¿De qué hablas?- Mi voz sonó más confusa y alarmada de lo que hubiera deseado, atrayendo la atención de Uruha. El batería suspiró al otro lado del altavoz.

-Es una larga historia. Por ahora, venid a casa deprisa para que podamos hablar tranquilamente. Tened cuidado, por favor.- Me costó tragar después de que la llamada se cortara. Estaba tan asustado que no fui capaz de reaccionar inmediatamente.

-¿Le ha pasado algo a Kai?- Tragué de nuevo con dificultad y lo agarré de la muñeca, arrastrándolo a paso rápido. -Me haces daño, Yuu.- Aflojé el agarre cuando estuvimos al pie de la escalera de negro metal. Me analizó con aquellas pupilas llenas de inquietud.

-No sé muy bien qué ocurre, pero Yutaka dice que corres peligro, así que no te separes de mí, ¿de acuerdo?- Pude sentir cómo la sorpresa se hacía con él, provocando que vacilara un minuto antes de asentir levemente. Entonces nos precipitamos dentro de un taxi y nos dirigimos en silencio a mi piso, sin dejar de apretar mutuamente nuestras manos entrelazadas.

La nieve había empezado a descender de nuevo cuando nos apeamos del vehículo justo delante de mi casa, cuya puerta atravesamos en un par de segundos, encontrándonos a nuestros dos amigos más intranquilos que nunca.

-¿Qué ha pasado?- se me adelantó Shima, abrazando aún a nuestro batería.

-Sakutarô te está buscando- empezó Miyavi con voz ronca.- Ha conseguido escaparse del centro psiquiátrico donde lo interné y tiene una pistola.- La expresión de mi pareja se demudó tras escuchar el mensaje de los labios del solista.

-¿Metiste a Tarô en un manicomio?- Su voz tembló debido a la cantidad de reproche vertida en aquella cuestión.- ¿Cómo has podido? ¡Sabes que se moría de miedo con sólo pensar en eso!

-¿Y qué querías que hiciera? ¡No podía permitir que siguiera tratando así a la persona que amaba!- replicó a voz de grito.

-¿¡Y no te has parado a pensar en cómo se sentiría esa persona al saber que le han privado de su libertad por su culpa!?

-¡¿Preferirías haber muerto a causa de sus delirios?!

-¡Sí!

El silencio explotó entonces, potenciando el daño que las pasionales palabras de Uruha acababan de hacerme, palabras dignas de alguien enamorado hasta la médula. Kai pareció darse cuenta de mi situación e intervino deprisa, haciendo que ambos se sentaran.

-Basta, calmaos de una vez. Nuestro problema es demasiado grande como para pelearnos entre nosotros.

-Sakutarô está enfermo, Takashima. No puede estar suelto por ahí- prosiguió, más tranquilo.

-No es ningún animal, Miyavi. No es una mala persona.- Su voz aún estaba alterada.

-Es un enfermo mental, no puede ser libre.- Su oponente lo fulminó con la mirada.

-Te odio.- Tras su venenosa declaración, se levantó del sofá y se perdió por el pasillo. Mi mejor amigo me llamó la atención.

-No dejes que su actitud te afecte, está pasando por un momento muy estresante y no es capaz de controlar bien sus emociones.- Me puso la mano en el hombro y se esforzó por sonreírme levemente.- No te apartes de su lado.- Vi cómo Kai estrechaba entre sus brazos a un devastado Miyavi antes de girar la esquina del corredor y caminar lentamente hacia mi cuarto, cuya puerta estaba abierta.

Me interné en la oscuridad y me serví del sentido del tacto para dar con mi lamparita azul con el propósito de encenderla, descubriendo a Kouyou en mi cama, sentado con la espalda contra la pared y las rodillas encogidas, rodeadas por sus brazos. Sin decir nada, me senté a su lado. Durante un rato, el tic tac del reloj fue lo único que pudo escucharse en aquel cuarto, pero al final tuve que preguntárselo.

-¿Todavía lo quieres?- Tardó tanto en responderme que pensé que no había sido capaz de escuchar mi susurro.

-No, pero te mentiría si te dijese que no siento nada por él.- Soltó un hondo suspiró y me miró.- No te hagas una idea equivocada, mi corazón te pertenece a ti. Es sólo que me da rabia que todo se haya puesto tan feo. Todo lo que le he soltado a Miyavi es una sarta de tonterías, sé que hizo lo que debía... Pero no puedo soportar que se haya convertido en un completo enfermo, porque sé que su esencia es buena. Era una gran persona, Yuu...- Se limpió las lágrimas con la manga del jersey y sorbió por la nariz.- No debería decir esas cosas delante de ti, perdóname.- Estiré el brazo para acercarlo a mi cuerpo, permitiéndole descansar el peso de su cabeza sobre mi hombro.

-Te entiendo, cariño, no hay nada que perdonar.- A partir de ese momento, no pude hacer más que acariciar su brazo y apretarlo cada vez que sus sollozos se disparaban, deseando absorver su desasosiego y su tristeza, sin éxito.

El llanto terminó pasándole factura al cuerpo de Shima, agotándolo por completo después de cinco horas de dolor irrefrenable. Cuando me aseguré de que estaba profundamente dormido, lo recosté con cuidado sobre el colchón y lo arropé con un par de mantas. Finalmente, apagué la luz y salí de la habitación, dirigiéndome al baño. Una vez allí, me lavé la cara para despejarme un poco y me quedé mirando cómo el agua era tragada por el desagüe sin piedad, buscando alguna solución en mi mente. «Si de mí dependiera, mataría a ese hijo de puta con mis propias manos» Golpee con furia el lavabo. «Lo torturaría hasta morir... Pero eso no beneficiaría a Shima. Saberme asesino de ese gusano lo destruiría.» Me fui al salón, que estaba totalmente vacío. Había una nota sobre la mesa, la cual leí a media voz.

-He ido con Miya a buscar a su primo. No dejes solo a Uruha y que no se te ocurra hacer ninguna insensatez. Si damos con él, te llamo. Kai.- Me desplomé en el sofá, dejando el trozo de papel en su sitio.- Pues nada, habrá que esperar...

Fijé mi mirada en la oscura pantalla de la televisión y sentí cómo los pensamientos se acumulaban en mi cerebro, impidiéndome pensar en nada en concreto. No recuerdo cuánto tiempo estuve así, aletargado y con aquella sensación de angustia en el pecho, pero debió ser largo, pues cuando me quise dar cuenta, ya estaba bien entrada la noche.

Me desperecé con ganas antes de ponerme de pie y dirigirme a la cocina para calmar la sequedad de mi boca con un poco de agua. Una vez allí, vi un vaso vacío que presentaba marcas blancas en el borde y en el fondo, detalle que me reveló que Uruha se había levantado hacía poco a tomar algo de leche, seguramente porque se había desvelado. Puse en remojo el recipiente y caminé despacio hasta mi cuarto. Me sorprendió ver las mantas dobladas a los pies de la cama, sobre la que no dormía nadie. Supuse que estaría en el baño, por lo que fui a buscarlo allí, pero tampoco di con él. Me apresuré a mirar en todas las habitaciones y obtuve el mismo resultado: ninguno.

-¡Shima!- No lo encontraba por ninguna parte. Fue entonces cuando me di cuenta de que había algo nuevo escrito en la nota que me había dejado Kai. La cogí con las manos temblorosas, sintiendo cómo el pánico me invadía brutalmente al reconocer aquella letra redonda y limpia.

Uruha se había marchado mientras dormía a buscar el fragmento de su corazón que el mío había sido incapaz de reemplazar. Cuando abrí los ojos, ya se había disuelto en la niebla nocturna, al igual que un sueño.

Notas finales:

Eso es todo por ahora, ¡nos leemos! ^^


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