Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Eden. por Elth

[Reviews - 19]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Después de mucho tiempo, dejo aquí la conclusión y el cierre de este fan fic.

Porque, ya sabéis, "all things must have an end."

CAPÍTULO 9: AMOR.

 

Canción del capítulo: LAST HEAVEN (the Gazette).

 

«Tengo que hacer esto, no te preocupes por mí y no intentes detenerme. Te quiero, Yuu». No pude cumplir su deseo, fui incapaz de quedarme quieto, de tragarme la ansiedad y echarme a dormir hasta que regresara, porque sabía que no volvería a tenerlo delante si actuaba según su voluntad.

 

Apreté los puños mientras corría escaleras abajo, tomé el camino que vi primero y lo seguí bajo la fría nieve, buscando algún indicio de su presencia en cada lugar que pisaba, mas ni siquiera descubrí el reflejo de su rostro en el cristal empañado de los escaparates. Me vi obligado a parar cuando mi respiración me amenazó con apagarse. Estaba tan cansado que tuve que apoyarme en la escalera de aquel pequeño tobogán azul. No me costó reconocer aquel parque, el parque en el que Shima había aceptado mis sentimientos, su lugar favorito... y el mío.

 

-¿Dónde te has metido?- Me mordí el labio con fuerza en el intento de reprimir mis lágrimas.- ¿Por qué no me has dejado acompañarte?- Golpee con mis nudillos helados la escalerita de color marrón antes de esconder mi cara entre mis manos, sintiéndome un imbécil impotente. En aquel momento de profunda autodestrucción, mi teléfono móvil sonó, acaparando toda mi atención.

 

-¿Shima?- La voz que me contestó me demostró que estaba equivocado.

 

-¿A qué viene eso? ¿Acaso has salido a la calle? O... ¿Has dejado salir a Uruha?

 

-El cansanció me venció y me descuidé un momento...- El aliento se me entrecortó debido a la rabia torrencial que sentía hacia mí mismo.- No sé dónde ha podido ir... Lo único que me ha dejado son un par de frases pidiéndome que no lo busque... Pero tengo que encontrarlo, ¡tengo que encontrarlo, Kai!

 

-Cálmate, Yuu. Todo se va a arreglar. Dinos dónde estás y...

 

La voz de mi mejor amigo se atenuó repentinamente hasta hacerse totalmente inaudible. Era él. Estaba justo delante de mis narices. Y sonreía, una curvatura de puro cinismo, rebosante de provocación... De locura. Se puso el gorro de su sudadera gris y se giró, dispuesto a echar a correr con el único fin de que yo lo siguiera. Y cumplí su propósito. Lo perseguí a toda velocidad por incontables calles, derribando sillas y mesas a mi paso, empujando a gente desconocida cuyo descontento me pasó desapercibido. No sabía dónde me llevaba, desconocía mi destino, y no me importaba su identidad. Era consciente de que lo que me esperaba era peligroso, tenía totalmente presente que podía hacerme pedazos, pues era más fuerte que yo y desconocía los límites de la mente. Pero yo sólo temía por mi otra mitad, aquella que no estaba al alcance de mi mano, cuyo dolor yo no podía sentir en mi carne, por la que sufriría los más sádicos ataques con tal de librarla de cualquier rasguño, de las lágrimas. De él.

 

Desapareció entonces de mi vista, introduciéndose en un local de mala muerte. Me paré en seco justo delante de la entrada. Conocía aquel bar, habíamos tocado allí el año que empezamos nuestra carrera musical como GazettE. Por lo que tenía entendido, hacía bastante tiempo que había cerrado. No entendía muy bien por qué había elegido aquel lugar, ni tampoco qué hacía él con las llaves de un sitio así. A pesar de todo, agarré el pomo de la puerta oxidada y la abrí, hundiéndome en la oscura estancia.

 

La luz de la luna apenas se filtraba por las ventanas cubiertas de suciedad. El polvo dificultaba mi respiración y las telarañas se me trababan en el pelo y en la cara, provocándome asco. Seguí avanzando a tientas, a la espera del más mínimo ruido, de alguna señal que me confirmara que allí había otra presencia humana ajena a la mía. Avancé un par de pasos más y di con el mostrador de madera, sobre el que posé mi mano para tener un punto de referencia. Cuando llegué a uno de sus extremos, giré y seguí recorriéndolo por su parte interior, apropiándome de una vieja botella de cristal que sostuve en mi mano izquierda, y agucé mis sentidos. Nada. Fue entonces cuando desplegué los labios con el propósito de llamar a Shima. Un suspiro entrecortado me respondió sin necesidad de que yo articulara palabra. Me arrodillé en el suelo y empecé a buscarlo, sintiendo la desesperación y el miedo fluir en mi sangre.

 

Mis manos alcanzaron su rostro, de piel húmeda por el sudor, por las lágrimas, por la sangre.

 

-No... ¡No, por favor!- Huía de mí, entre temblores que parecían convulsiones.

 

-Escúchame- le pedí, tratando de rodearlo con mis brazos.

 

-Yo sólo quiero ayudarte... ¡Taro, por favor!- Siguió forcejeando débilmente, atragantándose a causa del llanto.

 

-Tranquilo... Shima, ¡Shima, cálmate! ¡Estoy aquí!-Todos sus movimientos se detuvieron repentinamente y el silencio nos envolvió durante un instante, perturbado únicamente por su irregular respiración.

 

-Y... ¿Yuu?- Sentí su barbilla en mi hombro y comprendí que se había abandonado a mi abrazo, así que acaricié su cabeza y lo estreché con suavidad contra mi pecho. -¿Qué haces aquí, idiota?

 

-Estás atado...- murmuré al sentir el tacto áspero de una cuerda ceñida al máximo a su temblorosa espalda.- Voy a soltarte, dame un segundo.- Cuando rocé el nudo, se apartó de mí bruscamente.

 

-Vete de aquí.

 

-No.-Posé mis manos sobre sus hombros y volvió a sacudirse, esta vez sin conseguir su propósito.- Estate quieto.

 

-Yuu...

 

-Yuu, nada. No me importa cuántas veces me lo repitas, he venido a buscarte y no me pienso ir sin ti, así que guarda silencio y no me hagas más difíciles las cosas.

 

Para mi sorpresa, me hizo caso. Me permitió que lo desatara sin volver a abrir la boca una sola vez, lo que me hizo pensar si estaría enfadado conmigo. Y era razonable, pues había pasado por alto su voluntad. Supuse que si yo hubiera estado en su situación, habría reaccionado igual, puede que peor. Quizás me hubiera cerrado en banda, negándome a mover un sólo dedo por que la otra persona cumpliera sus deseos. No, bien pensado, tengo la completa certeza de que habría actuado de esa manera.

 

-Ya está.- Vacilé un momento, esperando alguna respuesta de su parte. Suspiré con resignación al comprobar que no tenía intención de dirigirme la palabra. Fue cuando conseguí rodear sus dedos que una luz cegadora inundó mis ojos, dejándome atontado durante un momento, los segundos suficientes para que algo metálico y frío se posara en mi cabeza, helándome hasta los huesos. El rostro aterrorizado de Uruha me bastó para comprender la situación: Mi vida pendía de un hilo, de una sóla elección, del simple gesto que suponía apretar el gatillo de aquella pistola sujeta por una mano carcomida por el odio y la obsesión. Por un enfermizo amor.

 

-Te voy a matar, lo sabes, ¿verdad?- No le temblaba el pulso ni un ápice. Y yo apenas podía respirar a causa del temor que sentía en mi propia sangre.

 

-Tarô, tira eso.- Shima se levantó despacio, mirando a mi agresor. Entonces me percaté de las heridas que presentaba su cuerpo (moratones alrededor de los ojos y al lado de la boca, rasguños en el cuello...) y en su ropa sucia y llena de descosidos. Fui consciente de que no podía permitir que sufriera más. Yo no podía morir. Y él, tampoco.

 

-¿Tanto lo quieres? ¿Tanto te importa este desgraciado?

 

-¿Y a ti?- replicó al borde de las lágrimas, su tono anegado en rabia.- ¿Qué soy yo para ti, eh? Dices que me quieres, que soy lo más importante para ti, que haces esto porque no puedes vivir sin mí, ¡pero sólo estás siendo egoísta!- El llanto lo dominó por completo. Y, sin previo aviso, agarró el extremo del arma que apuntaba a mi cabeza y lo puso contra su propia frente, dejándonos atónitos a ambos.- Dispara.

 

-Kouyou...- susurró Sakutarô.

 

-Sé que te he hecho daño. Tú me lo has dado todo y yo no he podido quedarme a tu lado. Y lo siento... ¡Lo siento mucho, y lo sabes! Pero vamos a dejarlo así, esto es algo entre nosotros dos y nadie más. Puedes hacer lo que quieras conmigo.- Avanzó hacia él, haciéndolo retroceder.- ¡Pero no toques a las personas que quiero! Si piensas seguir con esto, si estás dispuesto a matar a alguien para descargar tu furia, aprieta ese gatillo de una vez y deshazte de lo que te duele. ¡Acaba conmigo de una buena vez y sé feliz!

 

-¿Le quieres?- inquirió con voz ronca.- Dímelo, Kouyou, ¿le quieres?- Vi cómo tragaba con dificultad.

 

-Sí.- Los ojos brillantes de Shima se posaron sobre mí entonces, que no podía salir de la conmoción.- Le quiero.

 

-¿Y tú?- Aquella voz me habló con amargura.

 

-Más que a mi propia vida.- Sonrió de medio lado. Luego bajó la pistola, gesto que aproveché para abrazar a Shima empleando la fuerza suficiente para estar seguro de que no volviera a separarse de mí.

 

-Genial- musitó, dándonos la espalda.- Me alegro por vosotros.- Y empezó a andar hacia la salida.

 

Shima me abrazó entonces, colgándose de mi cuello mientras dejaba que las lágrimas fluyeran.

 

-Yuu... Yuu, ¿estás bien?

 

-No te preocupes por mí, no me ha pasado nada.- Lo aparté de mí para mirarlo a los ojos.- ¡No vuelvas a hacer algo así! ¿Me oyes?

 

-Te la debía, ¿ya no te acuerdas?- Recorrí su húmeda mirada con la mía, y no pude hacer otra cosa que sonreír cuando la alegría se dejó ver en sus labios. Acerqué mis dedos a sus mejillas para borrar aquellas gotitas de tristeza, de temor, de sufrimiento, convencido de que, a partir de aquel instante, Uruha no tendría más que motivos para sonreír.

 

¿Que qué pasó con Sakutarô? Ese mismo día volvió por sí mismo al centro psiquiátrico donde sigue recuperándose cada vez más, día a día. La medicación mantiene sus impulsos violentos a raya, lo que posibilita que se muestre tal y como es: amable, alegre, justo. Miyavi va a visitarlo a menudo, igual que Shima, cuya sonrisa se ha hecho permanente en su precioso rostro. ¿Que si estoy celoso? No, me quiere demasiado como para que yo pueda desconfiar de él. Aunque eso no quita que le acompañe la mayoría de las veces que va a verlo. Ambos mantenemos una relación cordial, a pesar de todo.

Ruki y Reita han consolidado su relación y, para ser sincero, dan un poco de repelús de lo cursis que llegan a ser. Kai sigue comportándose como nuestra madre y vive felizmente con Miyavi en el apartamento que compartíamos hace un par de meses.

¿Que dónde he ido a parar yo? Pues a casa de mi otra mitad. Ya no puedo dormir sin él, y él siente lo mismo. Muchas tardes nos sentamos en la alfombra de su salón, espalda con espalda, tocando la guitarra tranquilamente mientras contemplamos el final del día y el comienzo de la noche. Cuando la luna está alta en el cielo, dejamos vacías nuestras manos para ocuparlas con el cuerpo del otro y nos quedamos dormidos al compás de nuestras respiraciones.

 

Ahora puedo decir que soy feliz, que somos felices. Ruki sigue escribiendo letras, deprimiéndose cuando no alcanza las notas que pretende alcanzar y brillando en los escenarios como siempre ha hecho (aunque sigue olvidándose de lo que tiene que decir concierto sí y concierto también). Reita continúa enamorado de su bajo y escondiéndose tras su banda blanca de todo el mundo, menos de Ruki, claro está. Kai y Miyavi trabajan mucho y duermen poco, cosa que no afecta a su alegría desbordante y contagiosa (ni a sus almas de infalibles cotillas). Uruha ha empezado a componer canciones más amenas y dulces, sorprendiéndonos a todos con geniales melodías.

 

En cuanto mí... ¿qué puedo decir? Que estoy seguro de que mis inviernos no volverán a ser fríos. Nunca más.

 

---------------------------------------------------FIN-----------------------------------------------

Notas finales:

Esta es la primera historia que he publicado al completo.

Cuatro años me ha costado.

Estará siempre en mi corazón.

Gracias por leer :).


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).