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Eden. por Elth

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Notas del capitulo:

Canción del capítulo:

http://www.youtube.com/watch?v=AdnzMNr2IRY

Otro día se hacía con el cielo de Tokio envuelto en un murmullo de gentes y vehículos. Oh, el tráfico, creo que no había algo que odiara más que aquellos malditos coches que se apilaban uno tras otro y bloqueaban la calle impidiendo el paso a peatones que ajetreados, como yo, deseaban llegar lo antes posible a su trabajo porque se les habían pegado las sábanas. Como el semáforo tardaba demasiado en cambiar, me arrojé a la carretera y eché a correr como alma que lleva el diablo por el largo paso de cebra. Mis oídos casi enfermaron al recibir el pitido de los malditos coches que tuvieron que frenar para no atropellarme. Cuando me quedaban cuatro pasos para pisar la acera, un lujoso vehículo negro me rozó la espalda, lo que provocó que me cayera sobre el asfalto. Giré la cabeza para intentar verle la cara a aquel hijo de perra que no había frenado a pesar de haberme visto y suspiré con enfado cuando lo identifiqué.

-Con que esas tenemos, ¿eh?

Me levanté y sacudí mi ropa, muy digno ante las miradas ajenas que alucinaban al verme vivo. Le sonreí a una chica muy mona que iba con el pelo recogido en dos coletas.

-¿Qué hay?-Ella sacó su escudo ante mi mirada de pervertido pensante y me dio la espalda. Suspiré otra vez, echando a andar. Mujeres... Estaba seguro de que dominarían el mundo, si es que ya no lo tenían en su poder. Hacían lo que querían con los hombres sólo por ser bonitas y tiernas. No es que yo fuera machista ni nada de eso, al revés. Apoyaba a la independencia de la mujer. Si ellas tuvieran algunos altos cargos del gobierno, el mundo iría mejor. Por lo menos no habría tantas guerras, ellas son mucho más pacíficas que los de mi sexo, que siempre buscan problemas. Los problemas son divertidos si sabes como escabullirte de ellos, claro. Y, gracias a la música, yo soy un especialista en eso.

Hablando de problemas y complicaciones, ¿por qué tenía la sensación de haberme cabreado hacía un momento? Yo había estado andando, crucé la carretera y casi me llevan al infierno. ¿Qué de malo tenía aquello? Yo también habría machacado al jilipollas que se me hubiera cruzado por delante sin permiso del semáforo.

Pero la cosa cambiaba si aquel desgraciado que manejaba el coche tenía el cabello castaño claro, los ojos grandes, el semblante amargado y una guitarra en el asiento trasero. Así que Shima me había intentado matar... Pensé que aquel día estaría lleno de diversión.

Llegué al estudio poco después y empecé a subir las escaleras de dos en dos hasta llegar a la sala de ensayos.

-¡Buenas!-exclamé irrumpiendo de lleno en la habitación, provocando que se asustaran los que allí estaban presentes. Ruki se llevó una mano al pecho.

-Tenías que ser tú, Aoi...-Sonreí ante su gesto resignado.

-¿Y esa efusividad?-me preguntó Reita, el cual estaba terminando de echarse la crema que siempre se aplicaba antes y después de tocar su bajo para sanar algunas grietas que le salían en la piel.

-Soy siempre así de simpático, Reita-kun, aunque no lo creas.

-No es que no me lo quiera creer- pronunció restregándose las manos.-Es que no demuestras serlo.

-Yo intento ser agradable contigo pero parece que te pasa desapercibido-proseguí yo ocupando un taburete cerca de donde había acomodado mi guitarra la noche anterior.

-Lo que pareces ignorar tú es la fragilidad de Shima.-Comencé a afinar la guitarra mientras bufaba con ironía.

-Siempre con Shima en la boca...-Lo miré con una ceja alzada.-Dime una cosa, Akira, ¿eres su novio o algo?

-Soy su amigo, Yuu. Si conoces la amistad, no podrás negarme que te duele que traten mal a aquel con quien compartes ese sentimiento.-Bajé la mirada para rasguear las cuerdas del instrumento musical.

-En fin... ¿lo has visto por alguna parte?-cuestioné haciendo caso omiso a su comentario.

-¿A Uruha?-Asentí con la cabeza.-Ha ido a sacar tabaco a la máquina del vestíbulo porque la de la segunda planta no funciona.

-Ah...-Vacilé un momento antes de levantarme y acercarme a la puerta. La voz de Ruki irrumpió en mis oídos antes de abandonar la sala.

-¿A dónde vas?

-Tengo un asunto pendiente.-Reita suspiró.

-Yuu, no...

-Tranquilo, Akira, no me lo voy a comer-interrumpí con aire sarcástico.

Empecé a bajar las escaleras hasta detenerme en el último escalón y mirar hacia aquella máquina de tabaco con una sonrisa perversa en los labios. Allí estaba el susodicho Shima, tan serio y flaco como siempre. Me recosté en la baranda, sin hacer ruido mientras analizaba su espalda, cubierta con una camiseta negra de manga larga, la cual le quedaba demasiado ancha. Los pantalones vaqueros le bailaban en la cintura a pesar de llevar un cinturón apretado al máximo sobre ellos. Las botas que usaba eran aquellas negras y bastas que había seguido llevando desde el instituto. Se podía decir que su aspecto era bastante enfermizo, lo cual yo se lo achacaba a su mala costumbre de tratar al alcohol como si fuera agua. De repente, se giró con aquel cigarrillo acomodado entre sus entreabiertos y gruesos labios. Empalideció al verme allí apoyado.

-¿Qué mierda haces, Aoi?-Mi sonrisa se ensanchó al notar aquel tono amargo característico de su voz. Caminé lentamente con las manos en los bolsillos hasta quedar frente a él.

-Observar a quien trató de atropellarme en pleno cruce central.-Me acerqué un poco más, intimidándolo.

-El semáforo me daba paso a mí. Además, no lo hice a drede.-Adelanté unos cuantos pasos más hacia su cuerpo al mismo tiempo que él retrocedía.

-¿Crees que me voy a creer eso?-pregunté casi en voz baja, con una sonrisa irónica. En aquel instante, su espalda dio con la pared, haciendo que suspirara con nerviosismo y cerrara los ojos mientras sacudía la cabeza.

-Ese es tu problema.-Fue entonces cuando trató de escabullirse de mi presencia y aquella fuerza interior cuyo origen no reconocí hizo que mis manos se aferraran alrededor de sus muñecas y lo empujaran de nuevo contra la pared con poca fragilidad.

-El caso es que atentaste contra mí, así que no puedes pedirme que te deje salir ileso de la situación-susurré cerca de su oído. Estaba demasiado cerca y ni siquiera yo sabía porqué. Una profunda voz gritaba en mi interior que no hiciera lo que estaba a punto de hacer, pero se escuchaba demasiado lejana, de manera que pronto mi cerebro la ignoró. Con mi cabeza recostada en su hombro izquierdo, pasé uno de mis brazos por su espalda, atrayéndolo hacia mí, cosa que, al no conseguirla fácilmente, hizo que fuera yo quien quedara pegado a él.

-¿Qué...?-Un suspiro entrecortado se escapó de aquellos labios que por algún motivo desconocido yo empezaba a desear. Comencé a abrirme paso entre sus piernas con una de las mías. Él jadeó en silencio.- ¿Qué...?

-Shh...-Lo miré a los ojos para proceder a silenciarle con un beso lento. Antes de que mis párpados cayeran, pude ver cómo su mirada me cuestionaba con su expresión brillante y sorprendida qué demonios estaba haciendo, cosa que ni yo mismo supe. Subí un poco su camiseta a la altura de sus costillas, las cuales noté muy marcadas. Presioné un poco aquella zona en busca de atraerlo más a mí, pero sólo conseguí que un fuerte quejido se escapara de su boca, el cual me hizo reaccionar sin preámbulos. Me separé de él como si lo hiciera de un panel de avispas, gesto que le pilló por sorpresa e hizo que se doblara levemente, agarrándose aquellos huesos. Desde la lejanía vi algo que hizo que el insulto que tenía preparado para él se perdiera en mi garganta. Toda aquella zona estaba amoratada y había indicios de que la inflamación continuaba vientre abajo, tras sus pantalones. Tragué saliva un par de veces con el ceño fruncido hasta que pude articular palabra.

-¿Qué es...-señalé con mi dedo su barriga.-...eso?-Su mirada se nubló mientras se bajaba con aplomo la camiseta.

-Nada-susurró, cortante. Fue a cruzarse conmigo cuando lo agarré del brazo, mirándolo.

-No me digas que nada.-Con un tirón que hirió mis dedos se deshizo de mí y, lanzándome una mirada agresiva la cual nunca había visto antes, pronunció:

-Déjame en paz de una vez.-Echó a andar a paso ligero escaleras arriba.

Sinceramente, no sabía qué pensar. Me dejé caer sobre la pared hasta resbalar al suelo. Ya no sólo me preocupaba aquel arranque desquiciado que me había hecho tocarle, sino que también estaba aquella herida de aspecto peor que malo. Había visto antes esa inflamación, cuando mis amigos y yo nos divertíamos en el instituto moliendo a palos a uno de los muchos pijos insoportables del lugar, con el cual el que llevaba la voz cantante en la pandilla se pasó demasiado, por lo que fue encarcelado. Las heridas de aquel chico tenían el mismo aspecto que las de Uruha aunque, pensándolo bien, las del primero no tenían aquel color tan oscuro, el cual sugería que sobre una herida se había hecho otra y otra, y otra más sin ser esta la última. ¿Qué le ocurría a Shima? ¿Quién le había hecho aquello? Él nunca salía de su casa ni se metía con nadie, entonces, ¿se autolesionaba? ¿O qué? Suspiré, sacudiendo la cabeza.

-Eso a mí no me importa-musité poniéndome en marcha. “Por mí como si se suicida.”

Llegué de nuevo a la habitación donde se encontraban mis compañeros. Justo cuando entré, aquel ser castaño que llevaba una guitarra al hombro me arrolló, golpeándome con su otro hombro en mi propia clavícula. Me quejé en silencio, agarrándome aquella zona.

-¡Ten más cuidado, idiota!-le grité, a sabiendas de que mi voz no lo alcanzaría teniendo en cuenta la rapidez que llevaban sus piernas. Cuando miré a los demás, recibí una mirada furiosa de cada uno de ellos.- ¿Qué pasa?

-Exacto, ¿qué pasa? ¿Es qué siempre vais a acabar igual?-se quejó Ruki, cruzado de brazos.

-¿Qué le has hecho esta vez?-me preguntó Reita con los ojos ardiendo en cólera.

-No le he hecho daño. Ni si quiera le he dicho algo que pudiera herirle-pronuncié en tono impertinente, parecido al que ellos usaban. Akira se rió irónicamente.

-¡Oh, claro! Ahora resulta que el inocente de Yuu Shiroyama nunca hace nada, ¡ja!- Recogió su bajo y me señaló con el dedo.- ¡Escúchame bien, Aoi! Si The Gazette se disuelve, será por tu culpa.-Acercó aquel dedo a mi pecho para hundirlo allí, doloriéndome.-Y si vuelves a herir a Shima, ¡te mataré!-La puerta se cerró con un portazo, como siempre hacía. Suspiré, mirando a Ruki y a Kai, que no dejaban de escudriñarme.

-Ya vale-dije a modo de súplica.-Por favor, ya.- Tras una breve vacilación, el pequeño vocalista se marchó. Como era habitual, nos quedamos Kai y yo solos. Me llevé una mano a las sienes, dejándome caer en el diván de cuero que había por allí en medio, cansado. Kai suspiró y se sentó a mi lado.

-Yuu...-Alcé una mano, por lo que se calló.

-No hice nada-repetí en un susurro. Por algún motivo me sentía agotado mentalmente, lo cual comenzaba a afectar también a mi fuerza física. Kai alcanzó mi mano con la suya, así que lo miré.

-Lo sé, como también sé que te pasa algo.-Me sonrió tiernamente, sujetándome aún la mano.-Vamos a tomar algo, ¿te parece?

Sorbía lentamente el poco whisky que me quedaba sentado en aquel bar de poco ambiente al que Kai me había arrastrado, sin hablar. El batería depositó su vaso de agua sobre la mesa antes de animarse a romper el hielo.

-¿Y bien?-Intenté hacerme el loco porque no sabía cómo empezar a contarle las dos cosas que me atormentaban.

-¿Y bien qué?-repetí. Él entornó los ojos.

-¿Qué te pasa?-insistió.

-Nada.-Me miró firmemente.

-No me digas que nada.-Sus palabras me transportaron a aquella escena que Shima y yo habíamos protagonizado anteriormente. Con un suspiro terminé, como era de costumbre, rendido ante el espíritu maternal de Kai.

-Es que no es fácil... No sé por dónde empezar.-Sonrió despacito, mirándome.

-Deja que te ayude. Shima, ¿no es así?-Asentí con la cabeza.-Te lo encontraste abajo-continuó hablando.-Entonces algo pasó entre los dos, algo que impactó a Shima y a ti también... Como Shima es tímido, nunca provocaría algo comprometido, pero tú tienes un máster en intimidar a la gente y si no le causaste ningún daño, eso quiere decir que...-Su sonrisa se ensanchó hasta tal punto que sus dientes blancos relucieron en la semioscuridad del local-... ¡te declaraste!- Golpee la mesa de madera con el vaso de cristal.

-¡No, Kai, no! ¿Cómo... en qué... de dónde sacas eso?-Sin dejar de sonreír me propinó una colleja, lo que aumentó mi histeria.

-Puede que no fueras consciente de que le estabas declarando tu amor.-Se acercó a mi oído y susurró:-Tal vez fue tu cuerpo el que lo hizo por sí sólo, sin palabras. Ya sabes, metiendo una rodilla por aquí, un bracito por allá...-Me quedé helado. Lo cogí del cuello de la camisa, enfadado.

-¡¿Lo viste todo?!-grité.

-T-O-D-O-se regodeó él deletreando la palabra con sorna.-Bueno, me fui cuando lo besaste...-Se acomodó el cuello de la camisa.- ¡Serás bruto! ¡Me has arrancado un botón!

-Shima tiene problemas-solté de buenas a primeras. Él sonrió de manera burlona.

-Cada cual tiene sus gustos, Yuu. No vas a gustarle a todo el mun...

-Está cubierto de heridas, por eso siempre va tan tapado-confesé con la mirada gacha. Kai dejó de sonreír en un abrir y cerrar de ojos para dejar que su gesto se tornara preocupado.

-¿Heridas? ¿Qué quieres decir?-Hice un mohín irónico mientras lo miraba.

-Heridas, Kai, cosas que surgen en la carne al recibir golpes y que suelen sangrar. El caso es que...-tragué despacio recordando la visión de su bajo torso.-Tiene todas las costillas amoratadas y aseguraría que el resto de su cuerpo está en el mismo estado.

-Vaya...-musitó mi acompañante mientras buscaba palabras para proseguir.-Pero es imposible que Shima se haya peleado con alguien. A penas sale de su casa, es muy pacífico, no se relaciona con nadie...

-Eso ya lo sé-asentí.-Por eso he pensado en la posibilidad de que se autolesione.-Kai me miró raro.

-Shima no parece ser uno de esos depravados que tienen orgasmos mientras se entrillan los dedos con la puerta del baño.-Chasquee la lengua y lo miré casi con agonía.

-Entonces, ¿qué? ¿Sufre estigmas?-ironicé. Kai tembló.

-¡Cállate!-Luego guardamos silencio, ambos con el semblante serio.-Sea lo que sea-comenzó.-Hay una persona que lo tiene que saber.-Cruzamos nuestras miradas y salimos del local.

Eran las cuatro de la tarde cuando llegamos a aquel bloque de pisos que parecía interminable. Subimos al ascensor y pronto desembarcamos frente al portal de Akira Suzuki, alias Reita, sin saber muy bien qué decir. El susodicho bajista se sorprendió al descubrirnos al otro lado de la puerta.

-¡Anda, Reita! ¿Has perdido tu vendita?-preguntó Kai extrañado señalando su nariz descubierta. El aludido se la tapó, sonrojado.

-¿Qué hacéis aquí?-Suspiré por enésima vez aquel día.

-Se trata de Shima.-Miré a Akira a los ojos, serio.-Es importante.

-Pasad-permitió. Una vez dentro del salón Kai y yo nos sentamos en el sofá. El que iba ataviado con una sábana, alias: el dueño del piso, se dirigió a la cocina.

-Voy a por té.-Me quedé contemplando aquella casa que siempre estaba impecable. Ni una mota de polvo por aquí, ni un calzoncillo sucio por allá... Siempre había tomado a Reita por una persona perfeccionista y sociable, muy amable a pesar de su principal y primera cualidad. Tanta era su paciente amabilidad que lograba soportarme sin llegar a agredirme físicamente a pesar de merecérmelo. Ciertamente, deseaba poderme llevar bien con él algún día. Volvió con una bandeja sobre las manos sobre la cuál había tres tacitas de porcelana blanca cuyo líquido desprendía un cálido vapor.

-Gracias-respondimos Kai y yo sorbiendo un poco de té.

-De nada.-Hizo una pequeña pausa mientras nos imitaba para decir.- ¿Qué hay con Uruha?-Vacilé un segundo, al igual que mi mejor amigo. Y es que si Reita no sabía nada del problema de Shima, se pondría como una fiera y mataría a diestro y siniestro que creyera responsable del mal de su amigo.

-Bueno-empecé sin levantar la mirada del té.-Creo... creemos que Shima tiene un problema.

-Todo el mundo tiene problemas-respondió suspirando. El ser tan maduro hacía que Akira nos tomara por dos críos que acusábamos a los demás porque nos aburríamos.

-Ya, pero no todos nos autolesionamos-contradije con el ceño fruncido.

-Y dale con eso...-se quejó Kai en silencio. Reita se rió a carcajadas, así que lo miramos sin entender el porqué de su divertimiento.

-¡Eso es imposible!-exclamó suspirando.-Él tiene demasiadas cosas en la cabeza como para hacer eso. Además, lo conozco muy bien y sé que nunca haría algo tan irracional.

-Pues a mí me parece que los únicos asuntos que tiene Shima son alimentar a su gato y tocar la guitarra...-me burlé.

-Puede que no lo creáis, pero es él quien está más completo hoy día-prosiguió Akira.

-¿Por?-cuestionó el batería bebiendo.

-Fácil.-Dejó su taza sobre la mesa y sonrió.-Tiene novio.-Aquellas palabras casi me hicieron escupir de la impresión.

-¿Cómo?-preguntó mi acompañarte con los ojos brillantes.- ¿Tenía novio y no nos lo ha dicho?

-Sabes que es muy reservado, Kai. Yo lo descubrí un día que fui a su casa sin avisar. Shima salió muy nervioso de su cuarto, con el pelo revuelto y casi desnudo. Y luego su pareja salió a hacerse un café practicando nudismo.-Su sonrisa se ensanchó.-Tendríais que haber visto la cara de los dos...

-Lo imagino-comentó el otro riéndose.- ¿Y quién es él?

-Familia de Miyavi. Creo que es uno de sus primos, Sakutaro Ishihara, si no recuerdo mal.- En aquel instante el cansancio abrumador que había sufrido hacía unos minutos volvió a apoderarse de mi cuerpo. Necesitaba tomar aire, por lo que me levanté del sofá.

-Me voy.-Salí del piso y me monté en el ascensor sin esperar a nadie. Tenía ganas de vomitar. ¿Por qué tenían que pasar tantas cosas malas en un sólo día? Y eso que sólo eran las cinco de la tarde. Respiré profundamente cuando alcancé a ver el cielo oscuro. Se hacía de noche.

Notas finales:

¡Nos vemos~!


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