Y otra vez, el sonido del estúpido despertador. Arruinando mi sueño, mi bello sueño... ¿Es que algún día dejaría de ser un sueño y podría hablar con el vendedor de la cafetería? Lo único que me alegra la rutina es ver su rostro. Todos los días a las 07.15 AM, voy a Starbucks. Aún no sé si es por el simple gusto de verlo, o porque siempre fue mi sueño trabajar ahí. Quizás las dos juntas.
Como siempre, al entrar, lo primero que me recibe es su sonrisa, me mira fijamente mientras camino hacia él. A esas horas, está casi vacío, a excepción de ciertas personas como yo, que deben viajar en tren.
Lo miro al estar frente a él, sigue igual… Con ese cabello rubio, hecho rastas, ojos color avellana, almendrados y con unas pestañas largas y rizadas, enmarcados con sus preciosas cejas, sus labios carnosos y rosas, con un piercing ahí. Su respingada y delgada nariz… ¿Es que existe la perfección? Sus facciones son perfectas... Solo el mesón nos separaba, le sonrío y él apoya sus codos en el mesón.
-¿Capuchino con canela y dos de azúcar para llevar?
Susurra con su ronca voz, medio sonriendo, como siempre.
-Ya me conoce, señor.
Río mirándolo a los ojos, desviando la mirada enseguida, ya que me pierdo en ellos. Sonrío aún más al verlo caminar y hacer el pedido. ¿Es que puedes enamorarte de una persona tan fácil? Aunque ya fueran 2 años desde que lo conocí, casi no cruzamos palabras y siempre es lo mismo. Ya hasta sabe mi pedido de memoria. Suelto un suspiro sin darme cuenta de que ya miraba al vacío.
-¿Pensativo?
Despierto al escuchar su voz, pestañeo varias veces y reacciono.
-Ah… N-no…
Murmuro tartamudeando, tomando el café.
-Adiós, Thomas.
Susurro dejando el dinero en el mesón. Casi corriendo a la salida, mirando mi reloj dándome cuenta de la hora. 07.47 AM. Debía estar antes de las 08.05 en la estación si quiero llegar a Didcot temprano. Aunque me encanta vivir aquí, el viaje es agotador.
Llego casi corriendo a la estación, compro mi boleto y corro al tren, con mi café en una mano y el boleto en otra, junto a mi bolso colgando de mi hombro. Suspiro al subir al vagón y me siento, dejando mi café en la mesita junto a mi bolso, en donde guardé el boleto. Entonces miré al café… Había una notita de color verde pistacho, justo encima del logo de Starbucks. La tomo y no podía creer lo que leía.
“785 521 6571 Llámame, Tom”.
La leo dos, tres, cuatro, cinco veces y aún no puedo creerlo. Me dio su número… Río fuerte, sonrojándome y causando la mirada extrañada de muchos pasajeros, abrazo al papel como si tuviera al mismo Thomas y lo guardo en mi bolso. Sonrío mirando a la ventana y siento como el vagón comienza a moverse de un lado a otro, escucho gritos y cierro mis ojos, siento un ardor en mi hombro y choco contra la ventanilla. Abro mis ojos lentamente y miro a mi hombro, viendo como el café que había comprado se había derramado en él, miro mis piernas, atrapadas debajo de la mesa, intento sacarlas y siento un tirón en mi muslo derecho.
El calor vuelve, junto a desesperación al ver llamas gigantes entrar al vagón, me quedo en silencio y abro mis ojos a más no poder.
-¿Es mi fin? ¿Así terminará todo? ¿Sin siquiera llamarle? –En eso pensaba, cuando siento mis ojos cerrarse, quedándome dormido apoyando mi rostro en la ventanilla.
Siento mi cuerpo pesado, escucho murmullos y me cuesta abrir los ojos, siento una luz muy fuerte chocando contra ellos, frunzo el ceño ante la incomodidad y llevo una mano a mi frente para intentar cubrir esa luz. Abro mis ojos lentamente topándome con una habitación totalmente blanca, tanto, que dolía la vista. Miro mi cuerpo y lo veo cubierto por sábanas blancas, sobre una cama blanca… ¿Es que todo era blanco aquí?
Escucho que una puerta se abre y miro a mi derecha, viendo a un señor alto y delgado, con su cabello y barba canosa, ojos claros y algo mayor, tenía... Una bata blanca.
Ahora lo comprendo, el tren... Había chocado.
El doctor camina hacia una maquinita que estaba a mi lado, la cual ni siquiera había notado, me mira sonriendo y se sienta junto a mí.
Pero no paro de pensar, ¿qué hubiera pasado, si no hubiera tomado ese tren?
¿Qué hubiera pasado si hubiera hablado con Tom antes?
¿Qué hubiera pasado si el maquinista hubiera visto la luz roja?
Veo al médico mover sus labios, como si estuviera hablando pero... No lo escucho. Intento hablarle pero tampoco puedo, siento que mis ojos se cierran, y en mi mente, aparece él, Thomas…