Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Juntos es más fácil por heartless-loveless

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

La inspiración es caprichosa y, aún teniendo dos fics pendientes, he querido escribir este. Aunque no tendréis que esperar continuación, porque sólo tiene un capítulo.

Nuevamente, Riku y Sora. Porque estos dos son mi perdición XD

Y, en realidad, este fic lo he escrito únicamente para una persona, pero quería publicarlo, así no parece que llevo tanto inactiva ^^u

"Riku", espero que lo leas, y que te guste. Es para ti y espero que lo disfrutes palabra por palabra aunque mi forma de escribir no sea la mejor ; )

"Siempre hay un protagonista risueño para acercarse a un antagonista malhumorado"

En cuanto lo vio aparecer aquella mañana en el islote con esa expresión y ese aura negativa, Sora supo que a su mejor amigo le ocurría algo. Los demás no se dieron cuenta, porque el peliplateado siempre fue una persona de semblante serio y a la que no se atrevían a preguntar.

Pero Sora, ese chico despistado y atontado, ya se había dado cuenta. Porque Riku siempre le dedicaba una sonrisa disimulada cuando lo veía, y hoy no había sido el caso.

-Riku… ¿te encuentras bien? ¿Ha ocurrido algo? –preguntó el castaño, preocupado.

La única respuesta que recibió del mayor fue una negativa con la cabeza. Y, aunque Sora no lo creyó, decidió no insistir.

-B-Bueno… -continuó hablando, sin saber muy bien qué decirle a su amigo y riendo de forma algo nerviosa. -¿Vienes a bañarte? Quedan pocos días de verano, ¡tenemos que aprovechar!

Riku hizo el mismo gesto, alejándose de allí y sentándose algo más apartado, en la arena. Sora sólo suspiró y fue con el resto de sus amigos a disfrutar del mar, o intentarlo, porque fue incapaz de quitarle ojo de encima a su amigo.

Su ceño permanentemente fruncido, más que de costumbre, la mirada perdida, hacia el horizonte y la forma en la que sostenía la arena en su puño y la tiraba. Riku estaba molesto, muy molesto… o eso aparentaba. Porque el castaño sabía que no era molestia o un profundo enfado lo que sentía su mejor amigo.

El peliplateado siempre había sido una persona muy reservada y desconfiada. Odiaba mostrar sus debilidades o hablar de sus problemas y, cuando Sora le preguntaba, siempre le decía que no necesitaba hablar de ello. Eso era algo que Sora no lograba comprender, porque él siempre acudía a Riku gritando o llorando para quejarse de cualquier cosa y, al hacerlo, se sentía mejor. Pero Riku aseguraba una y otra vez que no necesitaba hacerlo.

“¿Por qué no, si somos mejores amigos?” Se preguntaba el menor, una y otra vez.

“Porque no necesito mostrarle mis debilidades a nadie” Era lo que le respondía él siempre.

Y Sora siempre se molestaba por aquella respuesta, pateaba lo primero que encontraba y maldecía una y otra vez el orgullo y la desconfianza de su amigo. ¿Es que acaso iba a aprovecharse él de sus debilidades? ¡Jamás haría eso!

Pero, con los años, Sora había descubierto una forma de adivinar o, al menos, intuir los pensamientos de Riku.

Sus ojos. Los ojos de Riku jamás mentían, jamás podían esconder sus sentimientos.

Por eso, aunque su expresión fuera más temible que la de la peor bestia imaginable y sus palabras fueran tan cortantes… Sora sabía que Riku no sólo estaba enfadado. Estaba deprimido, entristecido, tal vez decepcionado. Podía verlos en sus ojos, tristes y apagados, idos, como si quisiera estar a kilómetros de aquella playa, a mucho más que kilómetros.

“Riku es realmente fuerte” Pensaba siempre el castaño. “Yo no podría guardarme tanto dolor para mi. No podría aguantar tanto sin llorar”

Sora nunca había visto llorar al peliplateado, jamás. Se conocían desde su más tierna infancia, el tiempo suficiente como para que el menor no supiera exactamente cuándo se conocieron, lo suficiente como para que sintiera que lo conocía desde que podía recordar. Y, aún así, no vio llorar a Riku ni una sola vez.

Sin embargo, Riku lo había visto llorar incontables veces, y eso avergonzaba un poco a Sora cuando lo pensaba demasiado. Siempre que empezaba a desahogarse, siempre que iba corriendo a buscarlo para quejarse de cualquier cosa, terminaba llorando y abrazándole. Y Riku, sin importar qué le ocurriera, conseguía consolarlo, acariciando su cabeza. Nunca le decía nada en especial, Riku era una persona muy callada incluso con él, pero Sora sabía entender lo que se escondía en esos silencios.

“No te preocupes, Sora. Siempre estaré aquí. Yo te protegeré, pase lo que pase.”

Y, aunque al día siguiente se riera de él y le llamara llorón, Sora sabía que su amigo sólo se sentía más tranquilo al ver que ya estaba bien y sonriendo como siempre.

 Porque Riku siempre estaba cuidando de él, y eso hacía que Sora se sintiera muy egoísta.

¿Qué podría ofrecerle él, si Riku no necesitaba desahogarse? Sora no conocía otra forma de ayudar a su amigo.

Durante el resto del día, Sora estuvo encerrado en esos pensamientos, ligeramente distraído y provocando que sus amigos se rieran de él cuando le preguntaban algo y no era capaz de responder o seguir la conversación.

-Siempre en las nubes, ¿eh, Sora? –comentaba Tidus mientras el resto reía.

-Bueno, ¡ya vale! ¡No tiene gracia! –respondió Sora, sacándole la lengua.

Todos reían.

Todos… menos Riku, que seguía con aquella mirada perdida y expresión aparentemente furiosa.

Nadie preguntó nada, pese a que estaban sentados a su lado.

-U-uh… Riku… -lo llamó Sora. Volvería a intentarlo… -¡Te reto a una carrera! ¡Segurísimo que te gano esta vez!

-Paso. –fue la respuesta cortante del mayor.

Fue entonces cuando los demás se preocuparon. Riku siempre aceptaba los retos de Sora, sin importar lo malhumorado que estuviera. Se quedaron mirándole, pero éste sólo bufó.

-Me voy a casa.

-¡Riku, espera!

Y, como siempre, Sora corrió detrás de él. Se detuvo cuando el mayor estaba casi delante de casa, porque esté se había parado de repente.

-Déjame solo.

-¿Por qué? Riku… ¡Sé que ha pasado algo! –insistió. -¡Si sólo me contarás…!

-No lo necesito, ya lo sabes.

-¡No puedes saberlo si no lo intentas!

-Sólo no te preocupes. Vete con tus amigos, te lo estabas pasando muy bien, ¿no?

Sora entendió aquello último como alguna especie de indirecta, como una llamada de atención silenciosa de su amigo. Ese tono ligeramente sarcástico en su voz, esa media sonrisa… Frunció el ceño, apretando los puños, ya molesto.

-¡Eres un idiota y un orgulloso de mierda!

Sin decir más, salió corriendo a su casa. No entendía nada. ¿Es que no se daba cuenta de que no podía hacer otra cosa que preocuparse? ¿Es que no veía que le había estado observando todo el día para intentar averiguar qué le ocurría?

Pero Sora no pudo ver la expresión de Riku cuando dijo aquello. Sus ojos, ahora ligeramente abiertos, al igual que sus labios. El peliplateado estaba completamente paralizado mientras veía a su mejor amigo correr y volver a casa.

-No… No te vayas…

“Es mejor así” Trató de convencerse. Sora no tenía por qué estar pendiente de sus problemas, era un chico muy sensible, seguramente lo pasaría mal si estuviera hablándole siempre de sus problemas. Además, no podía depender de nadie. ¿Y si Sora se cansaba de él? Riku sabía perfectamente que era una persona difícil de tratar y, aunque Sora fuera muy paciente y comprensivo, todo tenía un límite.

Riku era siempre muy desconfiado, eso lo sabía, al igual que sabía que su obsesión con Sora rozaba lo enfermizo. Confiaba en que el castaño no se hubiera dado cuenta de lo mucho que le molestaba cuando otros lo abrazaban, cuando le tocaban, cuando estaba cerca de cualquiera que no fuera él. Porque si Sora se diera cuenta de eso, huiría asustado.

Era una suerte que su mejor amigo fuera tan despistado…

Agachó la cabeza un instante y volvió a mirar el camino por el que Sora se había marchado. Se quedó ahí unos minutos, esperando a que volviera. Siempre era Sora quién volvía, tarde o temprano.

Pero Riku no se sentía paciente ese día y, por un momento, tuvo el impulso de ser él quién volviera, de ser él quién corriera junto a Sora y se disculpara…

No lo hizo.

-Tienes razón, Sora. –murmuró para sí. –Soy… demasiado orgulloso.

Y, aunque por dentro necesitara hacerlo, comerse su orgullo por una vez, dio media vuelta y se acercó a su casa, dudando antes de llamar a la puerta.

Tendría que aguantar a sus padres… otra vez.

 

Horas después, Sora había salido de su casa. Ya era de noche, y tuvo que esperar a que sus padres durmieran para poder saltar por la ventana, utilizando las enredaderas como apoyo para poder bajar sin hacerse daño.

Miró hacia su casa, algo nervioso, pero no era la primera vez que hacía esto. Sonrió, incluso rió un poco, antes de salir corriendo.

Mañana le esperaría una buena reprimenda, tal vez incluso un castigo.

Llegó a la casa de su mejor amigo, pero no pudo avanzar al escuchar los… gritos. Apenas podía entenderlos, pero sabía que eran los padres de Riku. Retrocedió, escondiéndose. Era muy tarde, ¿estaría Riku despierto?

Pronto encontró la respuesta a su pregunta. Vio como Riku salía de casa, corriendo, y después los gritos de sus padres llamándole y diciéndole que volviera inmediatamente. Pero no fueron detrás.

No lo pensó dos veces: corrió detrás de él.

Siguió a Riku hasta aquel islote en el que jugaban, y después hasta ese lugar secreto que encontraron hace años.

Riku estaba mirando esa extraña puerta, otra vez…

-¿Qué haces aquí? –preguntó, haciendo que Sora diera un bote al darse cuenta de que había sido descubierto.

-Fui a buscarte a casa y… escuché a tus padres discutir… y luego…

Sora no pudo verlo, pero Riku abrió muchísimo los ojos y apretó sus puños. Sora no tenía que haber visto eso.

-No es asunto tuyo. –respondió, aún tratando de sonar cortante.

-Llevas puesta la misma ropa que ayer. –observó el castaño. –No dormiste en casa.

-He dicho que no es asunt… -iba a insistir, pero calló al sentir el abrazo de su amigo.

¿Por qué? ¿Por qué siempre iba detrás de él? ¿Por qué era incapaz de ignorarlo cuando hacía ese tipo de cosas?

Se quedó paralizado, casi tenso, aunque no pudo evitar sonreír débilmente. No iba a negar que había echado de menos los abrazos del idiota que tenía por mejor amigo.

-Lo hacen a menudo, ¿verdad? –fue, de nuevo, la voz de Sora lo que rompió el silencio. –Discutir, gritar…

-No tienes que preocuparte. Me da igual.

El peliplateado sintió que había vuelto a cagarla cuando los brazos de Sora dejaron de rodearle…

Y no supo cómo consiguió disimular el enorme alivio que se apoderó de él cuando vio al ojiazul delante de él, con su espada de madera en una mano y el palo en la otra, ofreciéndoselo.

-¿No es un poco tarde para competir? –preguntó el mayor, tratando de ocultar la sonrisa que amenazaba con esbozarse en sus labios.

-¡Nunca es tarde para eso! –respondió con una sonrisa. –Además… tendré que hacerme fuerte si queremos viajar a otros Mundos.

La expresión de sorpresa de Riku hizo reír a Sora, que miró la puerta un instante, y luego a él.

-Tus ojos no pueden mentir. –le recordó. –Hoy, parecía que quisieras… estar lejos. Y mirabas esta puerta… -añadió. –Dijiste que podía ser la forma de salir de aquí, ¿te acuerdas?

Sí. Riku lo recordaba. Aquella vez, días después de encontrar el lugar secreto, le había contado sus sospechas al castaño. Pero no esperaba que lo recordara, Sora era muy despistado y olvidadizo.

Al final, se le escapó una sonrisa, que trató hacer pasar por una prepotente.

-No serías capaz de estar lejos de papá y mamá. –aseguró con sorna.

-Tampoco sería capaz de pasar mis días aquí si tú no estás.

Las palabras del castaño, la expresión seria y decidida que tenía mientras las decía, hicieron temblar a Riku. No estaba mintiendo, incluso alguien tan desconfiado como él podía darse cuenta de que no había ni rastro de falsedad en aquella afirmación.

Cogió ese palo, y fue una suerte, porque pudo apoyarse en él para no caer. Habría sido demasiado patético derrumbarse delante de su mejor amigo, de la persona ante que la que quería mostrarse fuerte e inquebrantable.

Sora sonrió. Sabía que a Riku le costaba reaccionar ante ese tipo de cosas. Nunca decía nada. Él no era muy amigo de las palabras. Reprimió una risa y alzó su espada de madera.

-Viajaremos juntos, lucharemos juntos. ¡Será divertido! –insistió. –¡Construiremos una balsa! Seguro que más allá del mar hay algo, ¡tiene que haberlo!

Riku intentó decir algo, varias veces, mientras su amigo hablaba emocionado sobre las supuestas aventuras que iban a tener. No podía permitir eso.

Para el peliplateado, Sora era demasiado pequeño y frágil. No quería que le pasara nada, pero no se veía capaz de poder cuidar de él.

Pero fue incapaz de negarse, incapaz de darle a entender que no le interesaba tenerle como compañero de aventuras. Porque, muy en el fondo, egoístamente, él…

-Admítelo, Riku. No quieres tenerme lejos. Me necesitas.

Y, como si hubiera sido capaz de leerle la mente por un instante, Sora dijo exactamente lo que fugazmente había pasado por sus pensamientos. Y sonreía, intentando imitar su sonrisa prepotente. Riku casi rió por ello. Casi.

-¿Qué te hace pensar eso? Nunca he tenido problema en estar solo. No me da miedo la soledad.

Esperó y temió que Sora se enfadara de nuevo, o que se deprimiera. Pero vio que seguía sonriendo y se daba la vuelta.

-Pero te has acostumbrado a tenerme a tu lado. Si no estuviera siempre molestándote, sentirías que te falta algo. Un vacío.

-Sobreviviría. –bufó, apartando la mirada.

¿Desde cuándo Sora era capaz de entenderle sin ni siquiera preguntar?

-¿Por qué sobrevivir, pudiendo vivir?

Antes de que Riku pudiera ingeniarse una respuesta cortante a aquello, Sora estaba apuntándole con su espada de madera. Pero, lejos de parecer amenazante, sonreía. Una sonrisa tierna y sincera que hizo que el orgulloso peliplateado sintiera una agradable sensación de calidez en el pecho.

-Siempre lucharé a tu lado. ¡Será más fácil y divertido si somos dos!

Y, aunque el mayor no dijera nada, Sora sabía que una parte de él había cedido. Y lo comprobó cuando intentó atacarle. Sonrió, y ambos empezaron a luchar como siempre, a competir por ver quién era más fuerte de los dos.

Aunque lo que buscara el castaño fuera distraer a su amigo…

Sora sabía que Riku tenía una vida difícil, más difícil de lo que hacía ver. También sabía que Riku sólo esperaba a que pasaran los días hasta poder huir de todo, para dejar de sentirse en aquella prisión rodeada de agua, en la que cada noche le esperaban gritos y discusiones.

Pero Sora sabía que él era el único que podía crear nuevas ilusiones y nuevos sueños en la vida de su mejor amigo.

Porque Riku siempre sonreía, aunque fuera de forma disimulada, cuando él estaba cerca.

Y eso Sora lo sabía. Por muy despistado y atolondrado que fuera, lo sabía.

Como también sabía que Riku aprovechaba estas ocasiones, en las que competían hasta quedar rendidos, para besarle mientras dormía.

Notas finales:

¿Reviews?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).