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Bajo la lluvia. por ecross

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Notas del capitulo:

¡Hola! Bueno, espero poder actualizar este fic todos los jueves, pero no sé si podré debido a que pronto  empezarán mis queridos y amados exámenes. 

¡Espero les guste!

Capítulo 2: Coincidencias.

 

 

 

 

 

 

 

Me encontraba en frente de una de las cosas más siniestras, y que sin duda habían sido creadas para atormentar y hacer sufrir a la humanidad: un cuaderno con los apuntes de física.

Sentía que mi cabeza daba vueltas mientras leía y releía las líneas que había copiado en clases. ¿Qué narices era esa mierda de los espectros fotoeléctricos? ¿Cómo tenía que utilizar correctamente las series de Balmer y demás? ¿Por qué cuando n valía 1 resultaba que una de las rayas del espectro equivalía a otro número?

-¡AHHH!- grité mientras me ponía de pie bruscamente mientras me sacudía la cabeza con fuerza.- ¡NO HAY DIOS QUE ENTIENDA ESTO!- exclamé desesperado.

-Tranquilízate Naruto, si sigues gritando nos echarán.- dijo Shikamaru  mientras dirigía la mirada a la bibliotecaria, que me observaba con cara de pocos amigos.

-Vale vale, pero es que no entiendo ni papa, esto es difícil dattebayo.- dije sentándome de nuevo en la silla.

-Si quieres yo te lo explico, Naruto-kun.- me dijo Hinata con una sonrisa.

-Creo que aunque Hinata te lo explique seguirás sin entenderlo.- me dijo Ino mientras reía maliciosamente.

-¡Ino!- le repliqué lo más bajito que pude, para no volver a llamar la atención de la bibliotecaria.

-No te enfades Naruto, sabes que no tienes cabeza para estas cosas.- dijo señalando nuestros cuadernos con los apuntes.- Lo tuyo es más…la música, diría yo.

-En eso Ino tiene razón.- apoyó Shikamaru.- Venga, volvamos a estudiar, si no, saldremos tarde y es problemático ir a casa cuando ya ha oscurecido.- dijo mientras volvía a meter la nariz entre el libro de física.

Sin más, todos volvimos a estudiar. Hinata se pasó dos largas y tediosas horas explicándome la lección, hasta que al final pude entenderla…bueno, no en su totalidad, pero ya veía el atisbo de algo. Después de salir de la biblioteca, cosa que la bibliotecaria agradeció, cada uno nos dirigimos a nuestra casa.

Yo estaba contento. Después de una semana ya me había conseguido un pequeño grupo de amigos: Shikamaru, un tío de lo más perezoso pero de buen corazón y gran estratega. Ino, una chica rubia como yo que no dejaba de darme la tabarra, pero que en el fondo me quería, o eso creía yo. Hinata una dulce joven de pelo negro azulado, era muy tranquila, e inmediatamente se convirtió en mi mejor amiga. Kiba, un chico revoltoso e hiperactivo como yo (sí, hacíamos un buen dúo de cómicos  a la vista de los demás por nuestras constantes riñas), además era el novio de mi amiga Hinata. Y por último Gaara, el chico de pelo rojo que me ayudó en mi primer día, era muy callado, pero muy leal y sincero.

Mis dos últimos amigos no habían ido con nosotros aquella tarde a estudiar porque tenían un ensayo con su grupo de rock. Ya me habían dicho que me presentara, pues una tarde Kiba me dejó su eléctrica, y me dijeron que tenía madera de guitarrista. Pero por supuesto yo me negué. ¿Cómo no iba a negare con lo que había pasado? Yo ya no quería saber nada acerca de guitarras, grupos ni nada por el estilo.

Llegué a mi casa casi sin darme cuenta. En cuanto entré vi que todas las luces estaban apagadas, indicando que mi madre ya se encontraba trabajando. Suspiré pesadamente y dejé mis cosas en mi cuarto. Me dirigí al salón y encendí la tele, pero ningún canal me llamaba. Entonces sentí a mi pequeño estómago rugir. Me dirigí a la cocina y vi que no había nada. Seguramente habían vuelto a llamar a mi madre, y no le había dado tiempo a preparar nada. Abrí la nevera y no encontré nada apetecible, tan sólo un montón de cosas verdes blancas y naranjas que la gente llamaba verdura, yo solía llamarlo “puagg”, que era lo que decía cuando mi madre me obligaba a aquellas cosas asquerosas pasaran a través de mi esófago hasta mi pobre estómago.

Una sonrisa se dibujó en el rostro en aquel momento. Sin más cogí de nuevo mi chaqueta, saqué algo de dinero de mi cartera, guardé las llaves en mi bolsillo del pantalón, y salí de la casa para ir a comer el manjar más delicioso que el hombre había creado jamás: el ramen.

En cuanto entré al super y llegué al pasillo donde se encontraba mi preciado alimento me abalancé como una bestia sobre uno de los botes que estaban en las estanterías. Vi por el rabillo del ojo que la gente me miraba algo extrañada y asustada. Sonreí internamente, no podía controlarme, cuando veía ramen mi cuerpo actuaba por instinto.

Salí del establecimiento con una sonrisa en mi cara y mi querido ramen en una bolsa de plástico. Mientras me dirigía a mi casa para complacer los deseos de mi estómago, algo me llamó la atención. Eran una serie de gritos. Corrí en dirección  a esas voces, y entonces a lo lejos divisé una casa. Era grande, de estilo occidental. En la entrada principal podía ver perfectamente a una persona conocida para mí: era el emo que me encontré mi primer día de instituto, bajo la lluvia, era Sasuke. A su lado había una chica de pelo rosa chicle y desde la lejanía podía decir que tenía bastante frente. Me acerqué sigilosamente y me escondía detrás de un árbol cercano, para poder escuchar la conversación calmada y tranquila que estaban teniendo, aunque no me hizo falta acercarme mucho, pues estaba seguro de que media ciudad lo estaba escuchando.

-¡ESTOY HARTO! ¡ESE NO ES MÍ PROBLEMA! ¿ENTIENDES? ¡ESO YA NO ME CONCIERNE!- gritaba mi compañero a todo pulmón a la chica.

-¿ERES IDIOTA O TE LO HACES?- le respondía la otra.- ¡TE CONCIERNE Y MUCHO! ¡NO DEJARÉ LAS COSAS ASÍ COMO ASÍ! ¡TENLO EN CUENTA!- entonces Sasuke le cerró la puerta en las narices a la joven, que se quedó estupefacta, para a continuación golpear la puerta con vehemencia (temía por la pobre puerta, esa era un prueba demasiado dura) mientras gritaba improperios. Al final se cansó de aporrear la puerta, menos mal si no acabaría rota, y se marchó por una calle poco iluminada.

Me quedé un rato en el lugar en el que estaba. El silencio se había vuelto a adueñar de las calles nocturnas. Quería saber qué relación poseía aquella pelo chicle rosa con el emo de mi compañero de clase, pues al parecer por la forma en la que se trataban tenían bastante confianza. Mientras divagaba sobre lo que hacer y lo que no, mi móvil vibró.

-¿Si?- contesté algo ido.

-Pensaba que estarías aquí, pero he llegado y no había nadie.- me dijo una voz.

-¡Oh! ¡Perdona, me entretuve! ¡Estaré allí en cinco minutos ttebayo!- y cerrando el móvil, comencé una carrera para ir hasta mi casa. 

Notas finales:

¡Nos vemos luego! ¡Comenten para saber su opinión! ¡Pásenlo bien!


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