Esa cosa sabía horrible. Ya había olvidado por completo que ese horroroso líquido tenía tan desagradable sabor. Pues claro, desde siempre él había sido muy resistente a esa enfermedad tan típica y común, tan poco probable de que se contagiase…. como de seguir tomando esa porquería. Ya se había decidido. Por más que su garganta doliera, por más que de su nariz escurriese moquillo transparente, por más que sus ojos se serraran y lagrimearan NO seguiría atormentándose más tomando esa asquerosa medicina liquida de un tono blanquecino.
Desde luego no esperaba que su enfermedad se curara de la noche a la mañana o que de un momento a otro su cuerpo dejara de doler y temblar por cualquier movimiento por más suave que este fuese, pero por lo menos no tendría en su boca esa cosa. Ya se lo imaginaba, si el tener la nariz tapada por ese molesto e irritante moco le impedía probar el verdadero sabor de la deliciosa sopa de verduras hecha por su amante, entonces no podía concebir cuanto más desagradable era el sabor de la medicina. Sabía que existían cosas desagradables, cosas que a cualquier humano desagradaría por completo, pero también entendía que había cosas que por más poco comestibles que fueran, harían bien. El, desde luego, no estaba dispuesto a cooperar y seguir con el legado de esa idea
En algunas ocasiones, tal vez estuvo dispuesto a cooperar, pero no ahora. Pudo incluso golpear a alguno de sus alumnos -sin siquiera merecerlo- solo para alegar que tal vez esa era la única manera de que la información pasara a la masa cerebral de tan holgazán alumno. Si no duele no sirve. Claro, no tenía sentido, y tal vez ahora ni siquiera serviría para ejemplo, pero a como lo veía, era una razón más que suficiente
Solo tendría que comer más cosas saludables, y en menos de lo que se esperaría, su enfermedad desapareciese. No tenía por qué apresurarse, su jefe de cabellos negros le había concedido el permiso de quedarse en casa hasta que sus malestares pasaran a un cuerpo menos sano. Y, además de la clara insinuación que le había hecho después diciéndole = si él está por atrás, no lo contagiaras= le había dado unas boletos para el cine…. Aunque claro, jamás los usaría, seria vergonzoso pedirle a su amante una cita
De todas formas, y ya tomada la decisión, volvería a la cama. Pero…. ¿Por qué se había levantado? Oh, ya lo recordaba, era la hora de tomar su medicamento. Dejó el frasco en la mesa y con lentitud subió las alargadas escaleras recargando su mano en la pared…. Realmente estaba mal, más aun así seguiría recio a no seguir con el tratamiento contra su enfermedad, pero se preguntaba ¿Por qué no le habían dado pastillas? No era un niño como para que se le fuera a atorar en la garganta, pero =tenía la garanta tapada=. Ya tantas veces le mencionó Nowaki
Concentrando las nulas fuerzas que había en su cuerpo se subió a la cama, se tapó con las pesadas cobijas, con paciencia sus ojos se cerraron
..... …… …….. ………
La noche y el frio no eran una muy sana combinación, y menos cuando el centro de su mundo estaba enfermo en casa. Agregándole a esto el hecho de que le habían obligado a trabajar doble turno, por lo cual ahora se veía obligado a correr para llegar a la hora de que la medicina debía ser administrada. Conocía a la perfección a su amante, y desde luego, sabía de la repulsión que tenía hacia el jarabe. Y si con muchos esfuerzos lograba que la tomara cuando él estaba, lo más seguro era que no la había tomado
Llegó a casa, despacio y sin hacer ruido abrió la puerta, quitó sus zapatos, puso sus llaves en el lugar correcto, se dirigió a la cocina para tomar un poco de agua…. Como lo había pensado. Antes de salir había puesto el frasco en la mesa, justo ahora, el jarabe estaba en la misma posición. Un poco enojado, frustrado y cansado, con el señor fruncido un poco más de lo que alguna vez lo había puesto, subió con rapidez y a paso duro los pocos escalones
— ¡Hiro san!—abrió la puerta, tomó una pequeña silla y se sentó a un lado de la cama, en la parte donde estaba la cabeza de su novio—Hiro san despierta…. —sacudiéndolo un poco, le quitó de la cara la delgada manta, no sabía cómo es que con solo eso no sentía frio—Hiro san, ¿Por qué no tomaste tu medicina? —
—~~~~~~—respondió el caramelo
—ven, Hiro san—no le entendió en lo más mínimo, igual no importaba, lo primero era la medicina. Envolvió el pequeño y delgado cuerpo en la manta, cargándolo como princesa lo sentó sobre sus piernas recargando la esbelta espalda en su pecho—Hiro san…. Tomaras tu medicina aunque no quieras—con un brazo lo sostenía para que no callera, en su mano sostuvo el jarabe mientras con la otra sujetaba el vasito, con rapidez lo relleno hasta donde debía. De un solo trago lo tomó, pero no lo tragó
Tomó al castaño por su barbilla y le abrió la boca. Con lentitud paso el líquido, besándolo….
Para el caramelo…. Tal vez la medicina ya no sería tan desagradable….
Un beso más que dulce….
…. Fin….