Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Y todo comenzó con su número por rockmonster

[Reviews - 101]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Holaaa :3

Aquí de vuelta actualizando !!!...

Disfruten mi excelente habilidad para cambiar de tema ! XD

Tenía razón, nos demoramos poco limpiando la casa, pero solo porque era mucha la gente que ayudaba. Si se hubiera tratado de dos o tres personas entonces no hubieran terminado nunca.

Al terminar nos pusimos a descansar en el patio trasero. Comencé a mirar a todos lados. Me sorprendí al ver que no había ninguna otra casa cerca, o por lo menos yo no veía otra. Además parecía que por ese lugar no transitaba nadie.

-          Hola -, me dijo Cristina acercándose por mi espalda y abrazándome.

Salté del susto, pero disimulé como pude aclarándome la garganta.

-          José dijo que iríamos al río a ver si podemos pescar algo para la cena -, dijo riendo con mi reacción.

-          B-bien

Nos acercamos al bosque que se veía desde la casa junto con un puñado de personas. Tuvimos que saltar la cerca para entrar. No fue difícil, y tampoco lo fue entrar al bosque y encontrar el río. Lo difícil venía ahora: pescar.

Al principio no pensé que fuera una tarea tan ardua, pero cuando veía que las horas pasaban y los chicos no conseguían nada comencé a pensar que no iba a resultar. Incluso Cristina lo intentó, pero falló y no quiso volver a acercarse al agua. Entonces me propuse tratar de hacerlo yo, de seguro no iba a pescar nada, pero por lo menos haría el esfuerzo.

No teníamos caña de pescar, había que tomar una rama puntiaguda e insertársela a algún pez. Estuve largo rato tratando, y cuando vi que realmente no iba a pescar nada pisé mal sobre una roca y me caí al agua. Estaba horriblemente fría, salí con el cuerpo congelado. Aún así me reí, contagiada por las risas de los demás.

Sentí algo en mi espalda que se movía de forma agitada. Metí mi mano por debajo de la mojada polera y saqué esa cosa que me molestaba. Era un pez, del tamaño de mi antebrazo. Me asusté por lo resbaloso que era. Casi lo tiro al agua de nuevo, por suerte un chico que estaba cerca me ayudó.

No lo podía creer, había logrado pescar algo.

Todos los que estaban ahí me felicitaron. Luego decidimos volver, porque el sol ya no nos alumbraba y seguramente iba a comenzar a hacer frío.

Los chicos que se habían quedado en la casa tenían la fogata lista cuando llegamos, así que lo primero que hice fue ponerme cerca del fuego. Estaba tiritando y mi ropa goteaba sin parar. De pronto alguien me puso una toalla encima. Me di vuelta pero no vi a nadie, solamente logré ver la silueta de Cristina alejándose. Sonreí.

Entonces recordé que había pensado en la fogata como el momento preciso para preguntárselo. No sabía si funcionaría, pero tenía que intentarlo.

Después de unos minutos fui a cambiarme de ropa, porque estaba demasiado mojada como para quedarme con ella puesta. Si lo hacía me iba a resfriar.

Entré a la casa, sorprendida al ver a Leo gritándole a su teléfono. Se veía gracioso cojeando de un lado a otro.

-          ¡No hay señal! ¡He buscado por todas partes y no hay! -, me dijo enojado.

-          Tranquilo, son solo dos días

-          Lo sé… pero aún así, necesito hablar con Isabel

Me reí y me fui a cambiar. Tenía frío, así que me puse una manta que había traído encima.

Volví afuera. Estaban todos reunidos en torno a la fogata, en la cual ardía el pescado que había conseguido en el río. Habían puesto además, unos troncos enormes para usarlos de asiento. Todos charlaban animadamente.

Busqué a Cristina con la mirada. Donde se había sentado ya no había sitio para alguien más, así que tuve que sentarme lejos de ella, al lado de Leo.

-          ¡Oigan! ¿Qué les parece si contamos historias de miedo? -, dijo una chica.

Por lo visto nadie se negaba a eso, así que comenzaron a relatar historias mientras comíamos pescado. Nos tocó muy poco a cada uno, pero habían traído otras cosas para comer. Yo saqué una bolsa de malvaviscos y empecé a repartirlos.

Me senté a escuchar las historias justo cuando José iba a contar algo.

-          Esto fue algo que pasó aquí, en esta casa, hace mucho tiempo…

Nos dijo que a su bisabuelo, cuando era joven, le aparecían manchas de sangre en su cuarto sin explicación. No importaba cuanto se esforzara la sirvienta en limpiarlas, siempre estaban ahí. Un día encontraron un caballo muerto en el patio. Nadie supo quien lo hizo, pero con el tiempo se olvidaron de eso. Después en la cocina aparecían hormigas sin razón alguna, montones de hormigas que se paseaban y nunca se iban. Unos días más tarde la familia entera del bisabuelo de José se reunió en esa casa. Era demasiada gente, apenas había espacio en las habitaciones. Pensaron que ambas cosas eran coincidencias, pero sin querer se corrió el rumor de que esa casa predecía el futuro. Nadie lo creía realmente. Sin embargo se asustaron cuando las fotos que colgaban de las paredes comenzaron a caerse una tras otra por semanas. Entonces se fueron de ahí, vendiéndoles la casa a otras personas. Al final, regresó a las manos de la familia de José.

-          Pero nosotros no creemos en nada de eso -, terminó diciendo.

Nos quedamos en blanco mirando a un relajado José comerse una galleta.

Ahí terminaron las historias de miedo, nadie quería seguir escuchando más. Además el cansancio había comenzado a apoderarse de todos los presentes. Nadie quería levantarse, seguramente por la historia de José, pero de todas formas entraron a la casa iluminándose con velas y acompañados o en grupos.

Yo tenía mucho sueño. Miré mi teléfono para revisar la hora. Eran las dos de la madrugada, pero estaba llegando mi momento así que no me fui a dormir.

Esperé a que se fueran todos, hasta que por fin quedamos solo Cristina y yo. Ella no se había movido, aunque los chicos que estaban sentados cerca de ella le habían ofrecido acompañarla hasta la casa. No sé exactamente por qué no aceptó, de lejos se veía que tenía sueño.

Me acerqué hacia donde estaba y me senté a su lado. Pude ver cómo intentaba mantener sus ojos abiertos, pero el cansancio se lo impedía.

Estuve unos minutos sin saber que decir, ni siquiera la miraba. Concentré la vista en el fuego que ya se estaba apagando. Sentí la cabeza de Cristina caer de pronto en mi hombro. Se había dormido. Si me movía iba a despertarla así que me quedé ahí, mirando su rostro iluminado por las llamas casi extintas de la fogata.

Nos cubrí con la manta que me había puesto encima. En un rato ya me había quedado dormida también.

Desperté bastante temprano, apenas salió del sol sus rayos golpearon mis párpados y no tuve opción más que abrirlos.

Me di cuenta de que no nos habíamos movido de donde estábamos sentadas.

Cristina despertó unos minutos después, tiritando de frío. La arropé en la manta, con intenciones de levantarme para ver si podía encender el fuego, pero ella me dijo que me quedara ahí un poco más. Me abrazó, pegándose a mí.

Volvimos a quedarnos dormidas. No duramos mucho porque los chicos ya se habían levantado y estaban tratando de encender el fuego, mientras otros buscaban leña y traían agua en una olla.

-          ¡¿Se quedaron aquí toda la noche?! -, dijo Leo cuando nos vio.

-          Sí… -, le dije medio dormida.

-          Ah, les dio miedo entrar a la casa

-          No, solo nos quedamos acá y ya

Nos pusimos de pie para ayudar a los demás. Cristina se fue a traer más agua, yo iba a seguirla pero Leo me detuvo.

-          ¿Y?

-          ¿Qué?

-          ¿Le has preguntado?

 Recordé la noche anterior. Teníamos demasiado sueño y era muy tarde para preguntas de ese tipo.

-          No, aún no…

-          Bueno. Cuando estés lista lo harás, ya llegará el momento no te preocupes -, me dijo.

Leo se fue cojeando.

Estaba de acuerdo con él. Ya llegaría el momento, no tenía por qué apurar las cosas.

Miré hacia la casa, algunos se habían reunido y observaban algo, llamando a todos los que estuvieran cerca para que lo vieran.

Fui a ver de qué se trataba. En la sucia y desgastada madera de la pared de la casa las grietas formaban la figura perfecta de un corazón del porte de una mano.

José se acercó, y al verlo se sorprendió bastante, pero rió.

-          ¿Quién lo ha hecho? -, dijo.

-          Nadie -, dijeron los demás.

-          Ya, en serio…

-          ¡Es en serio!

Se miraron entre sí, nadie sabía nada. Solo había una explicación.

-          ¿Es la casa? -, dije.

  

Notas finales:

Chan chan chaaaaan...

Nos leemos pronto !! ;)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).