El joven, que se encontraba tendido sobre su cama mientras esperaba dormirse luego de un largo día que hace no más de una hora era de tormenta, cerró sus ojos para comenzar a recapitular los acontecimientos de aquellas eternas, interesantes y extrañas horas.
Lo que no se imaginaba era que la persona protagonista de sus pensamientos se hallaba haciendo exactamente lo mismo que él.
Ambos suspiraron con exacta sincronización en el momento de recordar el, algo brusco, tacto de los labios ajenos contra los propios.
Y por esas curiosidades del universo ambos llevaron sus dedos a sus labios, nuevamente con aquella sincronía que era digna de envidiar hasta por el mejor grupo de baile del mundo. Cerraron sus ojos con suavidad y lentitud mientras dejaban sus yemas recorrer las comisuras de sus humectados, y algo adoloridos, labios.
De repente ambos abrieron sus ojos de golpe y se sentaron sobre la cama con expresiones exaltadas dibujadas sobre sus rostros. Un rayo había caído justo entre la división de sus casas con las continuas, logrando sorprenderlos y sacarlos de sus ensimismamientos.
Pero eso no evitó que una boba sonrisa se curvara en los labios de ambos al retomar fugazmente sus pensamientos anteriores.
Nuevamente una coincidencia les embargó; Ambos se levantaron de sus camas y procedieron a avanzar hasta las ventanas de sus habitaciones, tomaron a la par las manijas de las ventanas antes de abrirlas con suma sincronía, acción que le dio el paso hacia el interior de la habitación a una ventisca del tibio aire de otoño que logró despistarlos.
Los dos cerraron sus ojos juntos, pero hubo una diferencia entre sus actos ésta vez.
Minho abrió sus ojos algo molesto por el aire que chocaba contra su cara, pero la expresión no duró.
No podía mantener aquella mueca sobre su semblante teniendo aquella vista tan perfecta frente a él; solo a algunos metros frente suyo.
El moreno miraba atento cada movimiento del delgado pelirrojo que se había asomado por la ventana que se encontraba frente a la suya, de seguro a ver lo mismo que buscaba ver él. Taemin mantenía sus ojos cerrados con fuerza y ambas manos aferrándose a su alborotado cabello rojo.
El alto no pudo cerrar la boca y, luego, menos pudo quitar aquella amplia y cálida sonrisa que esbozó al notar que el menor alzaba la vista, cruzándola con la del castaño, causándole sensaciones complejas, fuertes y difíciles de explicar.
Su pulso se aceleraba de solo ver aquellos perfectos ojos clavados en los suyos.
Inconscientemente ambos se admitieron que el contrario le había robado algo esa misma tarde; El corazón.
Porque esa tarde, en que Taemin se mudó a la casa de junto a la de Minho, el castaño cautivó con su sonrisa al pequeño, al igual que hizo él al moreno con la propia.
Taemin curvó una sonrisa de esas que tanto atraían la atención de Minho, esas sonrisas que hacían el cuerpo del mayor estremecerse al punto de suspirar por la embobación.
De un momento a otro los ojos del delgado pelirrojo se abrieron más de lo normal y un sonrojo se apoderó de la delicada, blanca y suave tez de sus mejillas. Por un momento desapareció, no sin antes cerrar la ventana al igual que hizo el mayor de ambos meintras eseraba a que volviera. Al volver el pequeño mostró un papel que decía “¿Tu labio… está mejor, sunbae?”, escrito con aquella linda letra propia de él; caligrafía que Minho no tardó ni un segundo en adorar.
Minho tomó una pizarra que se encontraba cerca y, con un plumón, escribió su respuesta. Un simple “No te preocupes, algo suave amortiguó el golpe <3 ”, y el sonrojo de Taemin volvió a aparecer.
El moreno provocaba el vuelco del estomago del menor con solo dejarle ver sus oscuros, profundos y grandes ojos cautivadores, aunque fueran metros los que les separaban.
El pelirrojo luego de varios minutos atinó a tomar otro papel y escribir; “venga a mi casa, sunbae, quiero asegurarme de que esté bien”.
El castaño asintió luego de pensarlo un rato, después de todo no predía nada con ir ahí y quitarle la preocupación a su dongsaeng.
El alto tocó dos veces a la puerta y esperó unos segundos. Ahí apareció el pelirrojo para atender a su llamado.
Se le quedó mirando durante lentos minutos antes de que el aludido por su mirada le invitara a pasar, luego a sentarse sobre uno de los muebles de la pequeña y cálida sala mientras el joven preparaba lo necesario para curar el labio inferior del mayor, que se encontraba dañado por el impacto que había tenido contra los propios aquella tarde; cuando una de sus cajas de equipaje iba a caer y el mayor, por ayudarlo, terminó bajo su cuerpo, con sus labios unidos a los suyos en un beso accidental y accidentado que logró hacer brotar unas cuantas gotas de sangre.
Y de esa manera, un tanto torpe, comenzó todo: Su amistad, Su amor que un principio pareció ser unilateral, y luego su relación estrecha antes de juntar todo el valor para ambos declararse y ser novios.
Juntas en la sala, sobre un cómodo sillón blanco, se encontraban dos figuras masculinas frente a la televisión encendida. La delgada y frágil figura del pelirrojo se encuentra siendo rodeada por la cintura por los brazos sobreprotectores de la más masculina y musculosa. Ambos suspiran a la par, rendidos en un sueño profundo y calmado que de seguro era compartido; El sueño del día en que ambos se conocieron con un beso accidental, y en parte doloroso, que logró entrelazar sus destinos. El dia en que se enamoraron sin saberlo, Y el día en que todo comenzó hace ya casi cinco años.
Casi cinco años de amistad, tristeza, amor, penas y felicidades compartidas.
Cinco de los mejores años que tuvieron.
Cinco de los mejores años que tenían por vivir.