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Antología de OneShots por Agnes-San

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Notas del capitulo:

Ya aquí está el decimo tercer oneshot y ya solo me faltan siete. este lo inventé luego de mirar la mochila de las princesas disney ayer, que venía de mi trabajo :D

espero que les guste.


  • Conocí una princesa.


 


 


 


La fila de autos que se extendía detrás de mí, era condenadamente larga, ni siquiera miraba fin a aquella inmensidad de autos, mientras sus choferes hacían sonar el claxon una y otra vez para que avanzaran, era un total caos y todo por mi culpa he de admitirlo; choque.


Estúpido y recontra estúpido.


Tallé mis ojos con furia, con fastidio, con desgana, esperaba que ese horror que estaba viviendo saliera de una vez para todas de mi vida, que dejara que viviera mi estupidez yo solo, sin embargo un “imbécil fíjate por dónde vas” llegó a mis oídos, ese era otro conductor molesto y claro que lo comprendía.


Me despidieron de mi trabajo por culpa de un condenado papel que jamás me tome la molestia de llevar, y me fui a estampar contra un BMW rojo de dos plazas totalmente precioso, solo tenía un par de rasguños en la defensa, pero no llegaba a más, claro que su conductor era un niño de mami y papi al cual le dan todo y no me dejo las cosas faciles.


—     ¿sabes al menos cuánto cuesta un coche de estos?  —me atacó con una pregunta que por supuesto no sabría responder, estaba molesto y su voz lo evidenciaba, sus gritos y berrinches me lo advertían.


Ese niño caprichoso era muy bonito y de colorido vestir, sus ojos marrones asesinos estaban apuñalándome con cada maldito segundo que pasaba.


—     No lo sé. —conteste solo para no dejarlo con las palabras en la boca, esa boca que hacía un puchero extraño.


—     No se para que te lo digo, si jamás miraras esa cantidad de dinero reunido. —dijo alejándose y tomando su aparato de caratula rosa y colguije de llave, él era un altanero, no era como si me importara cuanto valía su porquería con cuatro ruedas y un motor, de repente el auto ya no se me antojaba tan precioso.


Después de unos cuantos insultos más para mí ser y unas veces más que morí gracias a la mirada homicida que me lanzaba aquel chico de pantalones apretados y hermosos ojos salvajes, llegó el oficial de tránsito. Lo maldije por lo bajo por que cuando realmente se necesitan jamás está uno cerca.


—     ¿Qué fue exactamente lo que ocurrió? —cuestionó sacándose sus lentes estilo aviador.


—     Él le pego a mi auto. —me acusó el rubio teñido, señalándome con su dedo, rodé los ojos con frustración y él se cruzo de brazos en señal del mismo animo.


—     Está bien fue mi culpa. —admití y casi pude ver en el rostro del rubio una sonrisa de satisfacción.


Ese día me quede sin trabajo y sin dinero por culpa de un rubio de bonito auto y excelente vestir, pero en ese momento deseaba retorcerle el  cuello, ese cuello blanco del que colgaban accesorios de metal, que tintineaban en cada paso que daba.


 


 


*~*~*


 


 


Como todo buen trabajador o persona de clase media comencé a buscar trabajo por toda la ciudad y un poco más allá. De repente un día me llamaron de un bufete de abogados de alto prestigio, el dueño era reconocido por todo corea y también Japón.


Me puse mi mejor traje, me peiné de la manera que más me quedó y me despedí de mamá, o mejor dicho de sus cenizas, tomé las llaves de mi coche que hacía un mes había chocado y no me tome la molestia de llevarlo al mecánico.


Llegue media hora adelantado a donde sería mi nuevo empleo, quizá un poco más adelantado o atrasado dependiendo del reloj de cada persona. Una señorita de bien vestir y entallada minifalda me dio la bienvenida para luego darme un recorrido por todo el lugar. Todo ahí parecía no estar hecho para mí, se olía un ambiente a mucha clase y estilo.


—     Y esta es la sala de reuniones. —dijo dando por finalizado su recorrido la mujer.


Justo en ese momento la puerta se abrió dejando salir a un alto joven de altivas mejillas y caminar de modelo o señorita dependiendo la perspectiva de la persona que lo mirase,  ere ese chico de horrible carácter y excelente estilo a la hora de vestir.


Me hice a un lado para evitar un atropellamiento seguro, yo sabía quién era ese niño, era el chico colérico del auto rojo que choque, ¿acaso me seguiría toda la vida?


Unos pasos después su pie se doblo y se desplomo en el piso, en ese momento quise a ventar a reírme de manera abrupta y apuntarlo con el dedo pero eso era poco profesional así que no lo hice y corrí a brindarle mi apoyo.


—     ¿estás bien? —cuestioné tratando de ponerlo de píe.


—     Por supuesto que… —volteo a mirarme con esos hermosos ojos de gato, él acepto mi ayuda sin replicar, a mi me parecía muy extraño.


—     Me pareces conocido. —dijo de repente, se llevo su mano al mentón intentando saber de dónde me había visto.


“Soy el imbécil que choco tu auto” quise gritarle y en ese momento pudo recordar.


—     Cierto, eres el idiota que daño mi auto. —me señalo y su mirada felina se agudizó.


—     Si, hace más de un mes, perdón por eso. —me disculpe haciendo una reverencia y él solo se marchó haciendo sonar sus zapatos, que a pesar de que no tenían tacón ni eran de chica sonaban bastante fuerte en cada pisada.


Me le quedé mirando algo extrañado, y cada vez se hacía más pequeño, hasta que doblo la esquina, su swing era más notorio al mirarlo por detrás.


—     Él es Kibum, viene muy seguido aquí así que acostúmbrate a sus berrinches. —habló mi acompañante.


—     ¿también es abogado? —cuestione escandalizado por que yo había terminado mi carrera algo tarde y él apenas tenía los veintiún años.


—     No, es peor, es el hijo pequeño del sr. Kim — dijo ella.


Mi boca formó una “o” sin duda mi estadía ahí sería un tanto difícil.


 


 


*~*~*


 


 


—     Ahí  viene tu admirador secreto. —habló Jinki mi compañero con el que mejor me llevaba de todos lo que tenía.


En ese tiempo que estuve de trabajador, me di cuenta que Kibum mejor conocido como Key iba todos los días, y mis compañeros decían que era por mi causa, yo no lo creía así, más bien pensaba que él era un chico caprichoso que iba a pedirle dinero a su papi, siempre se paseaba frente a mi escritorio contoneando las caderas a un ritmo encantador, en algunas ocasiones volteaba a mirarme y otras simplemente me ignoraba de manera olímpica.


Mi vista lo visualizo de manera inmediata, ese día iba más tarde, siempre había ido para antes de que Jinki y yo fuéramos a comer y ese día justamente lo hizo más tarde pues Onew y yo habíamos ya terminado de comer y regresábamos a nuestros puestos.


Sus pasos estaban igual de sonoros que siempre, sus pantalones apretados rosas le quedaban perfectos a la altura de los muslos y la camisa blanca con negro estaba diseñada para su figura perfecta y delgada, de alguna manera había descubierto que el color rosa era su favorito pues no había día que no llevara algo rosado.


—     Parece una princesa, seguramente en su otra vida fue María Antonieta —me burle, pero su actitud y sus prendas hacían que mi hipótesis llegara a convencerme.


Mis ojos se pegaron a ese par de labios acorazonados que ese día estaban más bonitos, quizá era por su extraña manía de llevar maquillaje en el rostro y mi nariz inhaló su olor a invierno, o a fresas.


—     Y tú eres su príncipe mi amigo, así que anda a sacar a bailar a tu princesa. —me empujo muy fuerte hacia adelante y para arrepentimiento de ambos, Kibum iba pasando al frente de mi.


Mi cuerpo quedo encima del suyo, agradecí que no hubiese nada con que se golpeara y que el pasillo estuviera ancho, pero aun así su cabeza había dado contra el suelo, mis ojos se fijaron en los suyos y estos comenzaron a humedecerse, sus pestañas abarrotadas de lagrimas hicieron que me levantara .


—     Perdóname —musité y sus ojos más se llenaban de lagrimas que sus parpados se negaban a derramar, hasta finalmente las reveló.


—     Te odio. —susurró él con su labio temblándole y mi ser se estremeció al sentirse odiado por tan bella persona, él era bello físicamente y hasta ese momento yo supe que él no solo era hermoso físicamente si no también su personalidad y su sensibilidad


Jinki y yo nos disculpamos mil veces antes de que él terminara de derramar lagrimas, algunos se no quedaban mirando y otros no solo eso, si no que también se quedaban parados a preciar la escena que se llevaba a cabo en el pasillo frente a los elevadores.


—     ¿seguro que te encuentras mejor? —cuestioné una vez más.


—     …Si… —asintió moviendo la cabeza.


—     ¿quieres que te acompañe a alguna parte? —lo interrogue, Jinki había ido a comprarle una botellita de agua.


—     Quiero ir al baño. —habló bajito para que los demás no se enteraran de su urgente visita con el escusado.


Sus ojos me vieron un momento casi pude ver un montón de motitas negras en su iris café, me presente una vez más con su delineado perfecto, alargo sus labios de la manera más bonita que jamás había visto.


Se paró del asiento y caminó en dirección del baño conmigo detrás, no quería que por mi culpa se hubiese hecho daño permanente y luego convulsionara o algo por el estilo, mis pensamientos se vieron obstruidos de cosas sin sentido y bastantes preocupaciones por su salud, primero lo choque y le hice daño a su auto, luego lo atropelle y le hice daño a él y lo que menos quería era que me despidieran así que me prometí ya no hacer cosas estúpidas.


—     Gracias —dijo una vez que se encontró frente la gran espejo que se deslizaba  a todo lo largo de un pared.


Arregló su cabello color sol, relamió sus labios y luego paso pomada para que resaltaran un poco más, limpio sus ojos y por fin estaba como cuando entro por la puerta.


—     Te pido una enorme disculpa por  todo. —me incline haciendo una reverencia.


—     Cuando chocaste mi auto, creí que eras un imbécil, aun lo sigo creyendo pero me preguntaba si quisieras salir un día conmigo. 


¿Qué? ¿Había escuchado bien? Estaba pidiéndome una cita, me había encontrado con una princesa sinvergüenza, una que cuando lloraba parecía el ser más dócil del planeta y sin embargo cuando regresaba a su modo normal, no era más que un chico con complejo de modelo de pasarela.


—     El viernes a las cuatro, te espero en el estacionamiento, si no vienes le diré a papá que te despida. — ok, si, me estaba chantajeando  y de una manera muy descarada, él era una princesa muy descarada y chantajista.


 


 


*~*~*


 


 


Ya era viernes y eran las tres de la tarde apenas y aun me quedaba mucha papelería por leer, pero debía presentarme a la cita o si no le diría adiós a mi nuevo empleo, Jinki ya había tomado sus cosas y se disponía a marcharse, se saco los lentes que usaba para leer y salió en dirección de la puerta, diciéndome un “hasta el lunes”.


Ya eran las tres cuarenta y aun me faltaba bastante por leer de ese expediente, según la información el cliente era un hombre acusado de homicidio en segundo grado, claro que ese caso no era mío, más bien seguro iría a parar a manos del jefe, mismo que se encontraba en Japón.


Solo diez minutos más tarde, comencé a guardar todas mis cosas y acomodar todos los papeles que había regado y yo también me despedí de la oficina, enseguida visualice el automóvil de Key, estaba estacionado a un lado del mío, el que parecía una basura a comparación del suyo.


Suspire con resigna, quite la alarma de mi carro y los seguros para luego abrir la puerta del piloto y aventar mi maletín al asiento del copiloto.


—     Dijiste que vendrías conmigo. —se quejó Kibum a mi espalda.


Sus lentes extraños me dejaban ver sus ojos delineado a través del cristal transparente, yo solo asentí.


—     No puedo dejar mi auto aquí. —le dije — al menos déjame llevarlo a casa.


—     Está bien pero te acompaño. —condiciono la princesa más bonita que jamás miré, mi princesa de voz ronca y bonito vestir.


Me sentía perseguido, pues Kibum manejaba detrás de mí, aparque mi coche enfrente de mi casa y Kibum también lo hizo así un rato después. Mi casa no era muy grande, no en realidad era muy pequeña, con tres habitaciones solamente, una para mamá cuando vivía aun y otra para mi, solo contaba con un televisor que siempre estaba apagado, un silloncito que hacía de sala de estar aunque nadie me visitaba, una mesa que tenía cuatro sillas aunque solo ocupara una, un refrigerador pequeño y una estufa, que raras veces ocupaba.


—     ¿vives aquí? —preguntó entrando después de mi, aunque nadie le dio el paso a mi casa.


—     Si, es pequeño pero si tuviera una casa más grande seguramente me sentiría más solo. —sus ojos me buscaron y yo le sonreí.


—     ¿Así que eres mi príncipe? —dijo desviando el tema y yo sonreí por que él había escuchado mi platica con Jinki.


—     No, soy más bien un plebeyo. —vocifere, rodando mi ojos por toda la casa y él hizo lo mismo después de mi.


—     Si, tienes razón.  ¿Qué es eso? —sus ojos se posaron en la urna donde estaban las cenizas de mamá.


—     Eso es mi mamá. —hablé bajando el rostro, aun no me acostumbraba a hablar de mi madre a las demás personas.


Él me miró buscando una respuesta, sus ojos me examinaron y yo lo único que hice fue sonreír de manera estúpida, claro que él no se quedaría conforme con esa respuesta de mi parte.


—     Al menos está contigo aquí. —dijo él.


—     Tu mamá ¿no está contigo?


—     Sí, pero nunca está en casa, siempre está con sus amigas comprando cosas y gastando su dinero, tratando de ser importante. —dijo volteando los ojos, como si estuviera cansado de eso.


—     ¿nos vamos ya? —cuestioné tratando de que ese tema saliera de nuestro intento de cita.


—     Mejor veamos una película en esta cosa. —señalo a televisor. —de repente ya no quiero salir.


Se sentó en el silloncito de una plaza y encendió el televisor como si estuviera en su casa, yo en cambio fui por una silla de la mesa y también me senté para que no estuviera solo, el traje ya estaba incomodándome, me afloje la corbata.


—     Puedes continuar buscando algo con que entretenernos, iré a cambiarme porque no aguanto estar así. —él asintió con la cabeza.


Salí en dirección de mi habitación, me puse unos pantalones de mezclilla más cómodos y una camiseta negra y luego salí en dirección de mi minisala.


Me senté en la silla, al mirar el programa donde Key le había dejado, por un momento creí que él se había marchado, una parte de mi se decepcionó al no verlo sentado en el silloncito, y de repente unas manos frías me taparon los ojos, imagine que era él y de nuevo mi corazón se alegro.


—     Yo quiero que tú seas mi príncipe. —susurró su voz en mi oído, su aliento me acaricio con suavidad.


Después se alejo y se volvió a sentar ahí donde estaba, esa había sido nuestra primer cita algo trunca y bastante rara, porque a pesar de que se quejo porque yo pedí pizza para comer, al final terminó diciendo que estaba deliciosa y que quería más, solo para después decirme que si engordaba era mi culpa.


 


 


*~*~*


 


 


Llevábamos dos meses saliendo, él dijo que solo quería probar si yo era su tipo, y que si no le gustaba ambos nos olvidaríamos de este juego algo raro que construimos, pero para ese entonces yo ya no quería que me dejara.


 Él era muy atento, berrinchudo y caprichoso pero también tenía sus momentos dulces, esos momentos que me encantaban por que le compraba pasteles y se los comía solo para luego arrepentirse.


—     No estás gordo. —le dije por decima vez.


—     Claro que sí, estoy engordando, subí un kilo este mes y todo es tú culpa —genial ahora me echaba la culpa.


—     ¿Mi culpa? Yo no te obligo a que los comas. —dije en mi defensa.


—     Pero tú me los compras —infló los cachetes del coraje.


Como siempre me tuve que disculpar, aunque yo no tuviera la culpa, siempre era yo el que terminaba pidiendo perdón, él era princesa en todo el sentido de la palabra, si él se equivocaba, yo admitía mi equivocación aunque en realidad tuviese razón, si él se enojaba trataba de contentarlo por todos los medios, si él llegaba tarde solo lo recibía con una sonrisa y cambiaba la hora para que no se sintiera mal.


Desde el día que tuvimos la discusión por los pasteles, ya jamás le compre uno.


Llevaba más de dos horas esperándolo, creí que ya no llegaría y me decepcione, me dolía el corazón, quizá él ya se había aburrido de lo nuestro, eso que llevábamos sin un rumbo en concreto, porque nuestra relación solo era un barco sin rumbo.


Suspiré con mucho cansancio, después de todo, mi trasero estaba dormido por estar dos horas esperándolo y en ese momento sonó el timbre, como un idiota se me dibujo una sonrisa en el rostro.


Fui a abrir y lo encontré parado en la puerta, se abalanzó a besarme con mucho apremio, amaba sus besos sorpresivos, los amaba porque nunca me besaba, eran contadas las veces que habías quitado la distancia entre nuestras bocas, lo tomé de las caderas y lo acerque  más a mí, quería mantenerlo ahí, que jamás me dejara.


—     llegue tarde —vociferó separándose de mí pero manteniendo los brazo alrededor de mi cuello.


—     No, tú jamás llegas tarde. —sonreí y lo bese de nueva cuenta él correspondió sin nada de esfuerzo.


—     Mentiroso. Eres un príncipe mentiroso. —se abrazó a mi cuerpo y me pareció extraño.


—     ¿Qué ocurre Key? —cuestione despegándolo de mi para poder mirar su rostro bonito, sus labios acorazonado con sabor a cereza, sus ojos con un delineado hermoso y su nariz pequeña ligeramente respingada.


—     Nada, es solo que me pregunto cuánto más durará esto. —habló serio, jamás lo había visto así.


—     Cuando tú me digas que ya no quieres nada, yo no te voy a detener. —hablé dándole la libertad aunque eso me dolía mucho y seguido me cuestionaba en que haría cuando él ya no estuviera en mi vida, cuando me dijera que lo de nosotros terminó por que era un simple juego en el que yo jamás resultaría ganador.


—     ¿Por qué no?


—     Porque eres una princesa, ese día en el  choque conocí una princesa que hace lo que se la da la gana cuando se le da la gana. —le sonreí y él me abrazo.


—     Pero yo si te amo Jonghyun, porque eres mi puppy, porque eres mi príncipe, eres todo lo que necesito y siempre me estoy quejando ¿es por eso que ya no me das pasteles? —sus ojos se aguaron y comenzó a llorar.


—     Pero dijiste que estabas engordando por mi culpa. —dije y él se aferro más a mi cuerpo.


—     No me importa ser una ballena siempre y cuando tú me muestres interés, soy feliz cuando estoy contigo. —sus palabras hicieron que mi corazón saltara de felicidad, que mi pulso se acelerara y mi emociones salieran a flote.


—     Yo también te amo, y no importa si no quieres estar conmigo después, ya no te dejare ir. —lo amenace y él sonrió.


Lo bese como nunca en la vida lo había besado, lo bese hasta que mis labios y los suyos quedaron rojos e hinchados, le bese las mejillas, saboree su piel, mi lengua recorrió las oceanidades de su cuello, las islas que eran sus pezones dentro de un mar de blancura, yo era un pirata que estaba robándome los suspiros de su cuerpo, y los guardaba muy dentro de mí, atesorándolos.


Era la primera vez que lo miraba sin ropa, que lo sentía desnudo contra mi piel, ardiendo a causa de mi caricias, ese niño era mi cielo y mi infierno, él hacía que me sintiera en las nubes y me bajaba al infierno cuando movía el trasero, cuando me coqueteaba de manera descarada y solo me hacía pensar cosas impuras, mismas cosas que estaba llevando a cabo en ese momento.


Jamás vi a alguien tan hermoso, quizá era porque lo miraba con ojos de amor pero las miradas de todos posadas en él me decía que no solo yo lo miraba hermoso, pero yo era el único que lo podía mirar así de bello gimiendo en mi cama. No, era más hermoso cuando estaba debajo de mi, cuando me rasguñaba los hombros por que le dolía que estuviera dentro, él era más hermoso gritando, retorciéndose, así de sonrosado, así de desvergonzado al pedirme que le diera más fuerte porque no estaba satisfecho y yo tratando de complacerlo ante todo, solo yo podía mirarlo así de hermoso, solo yo podía ver su sonrisa cuando terminaba dentro suyo, y escuchar sus quejas cuando salía de su interior, solo yo podía ver mi semen caer por entre sus piernas, solo yo podía escuchar muchos “te amo” saliendo de su boca.


—     Te amo —dijo una vez más  antes de cerrar los ojos.


—     Te amo. —susurre, apretándolo más contra mi cuerpo para que no se escapara.


Le di un beso en la frente y él sonrió, le desee buenas noches y agradecí a mi estupidez porque gracias ella conocí una princesa que me hacía feliz, aunque fuera un caprichoso y berrinchudo niño de papi y mami.


 


 

Notas finales:

Diganme que les parecio la historia por favor, si les guto, que le cambiarian o le agregarían :D

thanks por leer y kisses


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