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Kūchū Buranko por RyuuMatsumoto

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Notas del fanfic:

No sé casi nada sobre la historia de Dir En Grey. Vamos, hasta me considero bastante ignorante en cuanto a la trayectoria de Plastic Tree. Pero me basé en wikipedia y varias páginas (blogs de fans, sobre todo) para que la información calzara adecuadamente. Si hay algún dato erróneo, me disculpo de antemano.

La historia está ubicada en una situación del año pasado, cuando Plastic Tree se quedó sin disquera xD no recuerdo por qué problemas. Así mismo, me basé en unos tweets de la cuenta de Ryutarou que iban dirigidos a Kaoru.

Por último, pero no menos importante: Kao, sé que no te gustan los crossovers. Y sé que no es muy bueno. Y sé que te prometí el año pasado algo y es hasta apenas que he podido terminarlo. Pero espero te guste al menos un poquito.

Feliz cumpleaños, corazón. (:

 

Si tuviera que escoger una fecha exacta en el inicio de su relación con Kaoru, y la fecha exacta en la que hubieran terminado, moriría de un colapso cerebral al no recordarlo. A él le gustaba llamarlo “efecto degradado”: era imposible determinar el inicio o el final, más no así el momento cumbre en donde el color se vuelve más intenso. Quizás por ello era que ya no dolía, o si dolía, su corazón ya no lo sentía. De no ser así, se hubiera marchado hacía ya un par de horas, cuando por casualidad, de esas que el destino nos tiene preparados, ambos se toparan de frente, en un estado un poco alcoholizado, después de meses sin verse e incluso años sin tener una conversación que incluyera más de diez palabras o una verdadera intención.

Y es que resultaba curioso pensar la manera en que una persona puede entrar con tal disimulo a tu vida, y marcharse con la misma sutileza. Aún hasta esos momentos, Ryutarou se preguntaba el cómo, el cuándo y el porqué del inicio de lo que sin duda, fuese la relación que, si bien no marcaba un antes y un después en su vida por lo fugaz de la misma, aún le dejaba la boca con ese sabor a olvido, propio de los finales insípidos de alguna serie de TV o saga de libros que se ha ocupado años en leer.

Porque le había amado. Sí, le había amado. De una manera bastante extraña. Quizás no al punto de convertir ese amor en  una de esas necesidades cotidianas, comparables al hambre o al sueño. Porque de una u otra manera, seguía vivo.

No podía negarlo, su vida iba excelente –pese a los problemas con su actual disquera—: tenía fama, una considerable cantidad en su cuenta bancaria, éxito y amigos de esos que se encuentran una vez cada quinientos años. Pero regresar a ese departamento que hubiese comenzado a rentar hace ya más de diez años, era bastante desolador. Incluso con la presencia de Kuro, se podía respirar la ausencia de vida innata del lugar. Peor aún, de ese hueco que Kaoru dejara con su partida.

—¿Es que esa cara de anémico te va a durar toda la vida?

La voz grave del guitarrista le sacó de sus amargos pensamientos. Lo vio mirarle con esos ojos que destilaban autoridad, mientras se inclinaba una botella de cerveza para beber de ella. Ryutarou sólo sonrió.

—¿Y a ti el tono mandón?

—Mandón y todo, pero en unos días me voy a Latinoamérica. Me estaba preguntando si te acordabas.

Por supuesto que lo recordaba: una especie de promesa que parecía más una especie de apuesta. Aquello era el primer paso para esa gira mundial que ambos hubiesen planeado en sus sueños más locos al inicio de su carrera.

Fue en el año de 1997, cuando se vieron, o mejor dicho se notaron, el uno al otro por vez primera. Y es que por más diferencias en el género musical, las firmas con Warner Music Japan garantizaban que pasarías a formar parte de un pueblo pequeño en el que todos los habitantes se conocían. Sin embargo, al mismo tiempo parecía que dichos habitantes eran clones unos de otros, o familiares demasiado cercanos: casi todos se parecían. Y la mayoría de los surgidos por aquella época fueron decayendo sin pena ni gloria, salvo sus claras excepciones.

Ryutarou nunca dudó en que Dir En Grey fuera uno de los sobrevivientes, puesto que llegó a colocarse en el gusto del público casi de inmediato. Plastic Tree por su parte, tuvo muchos altos y bajos antes de ganarse sus fieles adeptos. Pese a ello, tras catorce años de esa primera conversación, no había podido olvidar las primeras palabras que le escuchase decir al guitarrista:

—Tienes una excelente voz. Por lo que más quieras: sé inteligente y no vayas a desperdiciarla.

Al principio pensó que el tal Niikura era un sujeto un tanto antipático. Él, acostumbrado siempre a su notable introversión, no concebía que existiera una persona tan directa, mandamás e incluso fría como lo era Kaoru. Peor aún: parecía haberlo tratado como un crío un sujeto que se teñía el cabello cual color de algodón de azúcar, e igual que él, debutante como miembro de banda mayor.

No volvieron a cruzar palabra durante un año, quizás más. Sin embargo, las predicciones del vocalista resultaron ser ciertas: la mayoría de las bandas que firmaran el año pasado ahora brillaban por su ausencia. Y mientras que Dir En Grey llegaría a ser la primera banda japonesa independiente que llegara a las listas del Oricon*, Plastic Tree había lanzado el álbum que sin duda resultaría el más significativo de su carrera, el que los lanzaría a la fama de manera internacional: Puppet Show.

—Menos mal, terminaste haciéndome caso – fue la segunda frase que recordaba haber escuchado del guitarrista.

—Te equivocas: hice lo que me dio la gana, tú no pintas nada aquí.

Un resoplido que parecía una clara expresión burlona, casi desdeñosa. Aquél sujeto parecía estar burlándose de su actitud defensiva.

—Oye ¿cuál es tu problema? – sí, realmente se había enfadado.

—Es simple: no me gusta crear amistades con perdedores – estuvo a punto de soltarle un golpe, hasta que el guitarrista añadió—: Por eso quiero invitarte a beber, a ti y al resto de tu banda.

Esa fue la primera vez que Ryutarou le vio sonreír. Y tenía que admitir que su sonrisa era siniestra.

 

 

—¿Cuántas fechas tienen programadas para Latinoamérica? – inquirió con interés.

—Cinco: Chile, Perú, Brasil, Argentina y México. Y otras tres en USA, tal vez cuatro.

—¡Y tantas! Recuerda que no es lo mismo hoy que hace diez años. ¿Crees que podrás aguantar?

El guitarrista levantó las cejas.

—Soy menor que tú por si no lo recuerdas.

—Sí, pero aquí –se señaló la sien con el dedo— ambos sabemos que tú estás a años luz.

 

 

Los siguientes años fueron los más agitados de su carrera para ambos. Con la llegada de Macabre y Parade, parecía ser el momento crucial en el que se decidiría si Dir En Grey y Plastic Tree continuarían en el gusto del público como para seguir grabando. También, fueron los años en los que experimentó una de las relaciones más extrañas e intensas de su juventud, con el que fuese el primer baterista oficial de la banda: Takashi.

Lo que probablemente había comenzado como un acercamiento experimental, terminó por convertirse en una necesidad carnal que había logrado alcanzarle como una llamarada: duración de tan sólo unos instantes, con secuelas que hubieron dejado cicatrices quizás imperceptibles, pero no por ello menos dolorosas. Pues desafortunadamente para ellos, la fama y el dinero eran una buena excusa para tener la estupidez muy a flor de piel.

Ahora entendía por qué la regla de oro era nunca relacionarse sentimentalmente con los compañeros de trabajo. ¡Estúpida la hora en la que prefirió hacer caso de su deseo y no de la razón! Las discusiones no se hicieron esperar pero antes de que Takashi decidiera abandonar la banda, Tadashi prefirió echarlo: no podía darse el lujo de tener con ellos a un sujeto que no funcionaba para trabajar en equipo. Y así, con un torrente de maldiciones y esa advertencia de que nunca encontrarían a un baterista tan bueno como él, el sujeto se marchó, dejando un hueco no solamente profesional, sino también sentimental, al menos para él, el siempre pálido Arimura.

Pese a las palabras de aliento de Hasegawa, parecía ser el fin de Plastic Tree. Tenían un tour en puerta que tuvieron que posponer a causa de una improvisada operación de garganta a la que el mismo Ryutarou tuviese que ser sometido, y ahora también a falta de batería; Parade no había cosechado tantos éxitos como hubieran pensado y Takashi se había llevado a muchos seguidores con su partida. A causa de lo anterior, el rubio líder debía arreglárselas para cerrar tratos con otro sello discográfico, lo que lo tenía demasiado presionado. Los ánimos entre los tres integrantes estaban demasiado tensos, a tal punto que resultaba imposible pasar más de una hora con ellos sin que los ánimos se calentaran y las discusiones comenzaran, gritándose hasta por nimiedades como el azúcar de más en el café.

Probablemente, de no haber sido por ese encuentro no tan casual justo aquellos días, ahora estaría dedicándose a vender CD’s en el supermercado. Un choque, suficiente para sacarle de su estado embotado, fue el culpable.

—¡Fíjate por dónde! – le espetó con voz casi divertida —  ¡No vas caminando por la plaza!

—¿Niikura? – su sorpresa pareció desplazar el agrado que le provocaba verle.— ¿No estabas fuera del país? ¿Qué estás haciendo aquí?

—También me alegro de verte – sus labios se fruncieron de manera peculiar—. Me voy de gira en un par de días, pensaba pasar a saludarte pero parece que llevas mucha prisa.

—No, no… es sólo que… — se interrumpió, mirando alrededor—. ¿Podemos salir de aquí? Siento que la cabeza me va a explotar.

—Ya de por sí es grande… ¿Bebemos algo?

Siempre se consideró a sí mismo como una persona fría. Sacarle una palabra respecto a su estado de ánimo podía costar el mismo trabajo que si alguien se empeñara a intentar pasar un limón por el ojal de una camisa.  Y qué decir de Kaoru; hasta donde él sabía, arrancarle a él información personal era intentar pasar por el ojal no un limón, sino una sandía. Obviamente, necesitó un par de copas antes de que se diera rienda suelta a soltar todo aquello que le preocupaba, pero aún con eso jamás habría imaginado que el guitarrista sería algo así como su válvula de escape. Éste se limitó a escucharle en silencio, mientras el vómito verbal peleaba por salir de la boca del muchacho, y no le interrumpió ni emitió ningún sonido sino hasta que Ryutarou parecía haberse desinflado gracias al desahogo.

Diligentemente, había olvidado contarle lo de su fugaz relación con Takashi.

—¿Y bien? —  inquirió el menor de ambos, con una nota de impaciencia en la voz—. ¿Eso es todo?

—Eh… sí. Más o menos.

Kaoru profirió lo que sin duda era una expresión de incredulidad.

—¿Me vas a decir entonces que todo este teatro es por quedarse sin baterista y sin sello? Debes estar bromeando, Arimura.

—Sí, mierda… me encanta bromear con eso. ¿Qué no te parece bastante?

—¡Claro que no! Lo que realmente puede llegar a preocuparme es la operación, pero no parece ser una intervención muy complicada si sólo se trata de las adenoides. La verdad es que te estás creando una tormenta en un vaso de agua.

—Pero…

—No Ryutarou, escúchame tú ahora – el mayor guardó silencio debido a la sorpresa: nunca antes le había llamado por su nombre de pila. Qué va, nunca le había visto abrir la boca durante tanto rato seguido—. ¿Nunca has escuchado eso de que “el todo es más que la suma de sus partes”? Sí, tu baterista se fue. ¿Y qué? ¿Crees que a otras bandas no les ha pasado lo mismo? ¿Y qué más da si no tienen un discográfico popular? ¿Acaso ya olvidaste de dónde venimos? Comenzamos como independientes y míranos ahora. Te lo dije: no me gusta hacer amistad con perdedores. No me hagas creer que eres parte de los que se quedaron atrás.

—Quizás me juzgaste demasiado rápido. No debes confiar tanto si no quieres salir decepcionado.

—Una vez dijiste que si despertabas, tu sueño se haría realidad**— le espetó levantándose de su asiento—. Ya es hora de que lo hagas; y procura no levantarte con el pie izquierdo.

Y sin decir más, se marchó, dejando el pago de la cuenta en la superficie de la barra y a un Ryutarou que no cabía en sí del desconcierto.

 

 

—Siempre creí que sería yo quien te trajera un recuerdo de cada país latino— sus palabras adquirieron cierto tono de desazón. Afortunadamente, solo Kaoru se percató de ello.

Pese a la ausencia de Kyo –con quien dicho sea de paso, nunca logró congeniar muy bien – parecía que los integrantes de sus respectivas bandas se la pasaban a la mar de divertidos. Sobre todo los guitarristas, quienes ambos parecían ser cortados por la misma tijera, o al menos así los había descrito Kaoru años atrás. Los típicos sujetos que arrancaban risas e incluso carcajadas con sus ocurrencias; de no ser así, decididamente miraban a alguien a los ojos hasta hacerlo reír. Eran sin duda uno el complemento perfecto del otro: si Die bromeaba, Akira le devolvía la broma. Si Akira comenzaba a alardear con la bebida, Die antes muerto que quedarse atrás. Si uno hacía una mueca hilarante, el otro amenazaría con parodiarlo, hasta arrancar más risas.

—Fuiste el primero en intentar— escuchó la respuesta de Kaoru.

Se preguntaba qué hubiera pasado si ambos hubiesen llegado a ser tan compatibles como lo eran entre sí Die y Akira. Quizás sólo hubieran sido amigos, como ese par. Probablemente lo que terminara atrayéndolos era esa ley universal de los polos opuestos. Cierto era que no llegaban a ser como agua y aceite, pero sus personalidades estaban lejos de ser completamente afines.

No resultó fácil, desde luego. Pero las dificultades se superaron poco a poco, a tal punto que luego de la salida de Takashi, llegó lo que muchos describirían como un renacimiento en la carrera de Plastic Tree. El lanzamiento de Aoi Tori logró ponerlos en el camino nuevamente, a lo que siguieron otros éxitos que les dejaron un excelente sabor de boca. Y qué decir de la banda paralela: Embryo, Child Prey y The Final… singles que los consagraron como unos verdaderos íconos en su país.

Ryutarou siempre había tenido la creencia de que la fama es como un alien que se va sembrando poco a poco en las personas que se integran al mundo de la música, reventándolos por dentro para dar paso al verdadero monstruo alimentado en su interior. Pero para el vocalista, la semillita de ese bicho fue suplantada por otra que nunca supo cómo llegó a sus entrañas.

La semilla tenía nombre y apellido, pero se negó a reconocerlas hasta bien aferradas las raíces en sus entrañas. Lo de él no era aleteo de mariposas en el estómago, sino la fotosíntesis de lo que fuera que se enraizara allí adentro. La presencia de Kaoru Niikura en su vida, o más bien, la frecuencia con la que este se amoldaba en ella, fue un cambio tan gradual que no lo sintió inmediatamente. Como las páginas de un libro que se comienza a leer por accidente, y que luego de un tiempo se mira por fuera hasta caer en la cuenta de llevarse más de la mitad del texto… así era como el guitarrista se hubo colado hasta formar parte de su cotidianeidad.

Un saludo, una charla, un trago en un bar, una sonrisa, un apretón de manos, una palmada en el hombro; una salida, una reunión en su propio departamento, un abrazo, una caricia, un beso, reunión en su propia habitación, en su propia cama, muchos más besos, sexo… eventos progresivos y cada vez más recurrentes que terminaron por absorber la mayor parte de su tiempo libre, de sus pensamientos, de sus deseos y necesidades. Porque en un abrir y cerrar de ojos que sin embargo no notó, pasó de ese agradable momento compartido, a la necesidad imperiosa de tenerle a su lado. Porque hasta la enésima vez que se vio arrastrado a la cama de Kaoru, enredado en esas sábanas que ya muy bien conocía, se permitió aceptar que él le gustaba. Que lo deseaba. Que lo necesitaba. Que tal vez y sólo tal vez, había una efímera posibilidad de que estuviera enamorado.

Japanese Zombie… Heroez.

Kaoru lanzó una especie de bufido, que no era sino una risa reprimida por su malísimo inglés. El movimiento de sus hombros debido a tal expresión burlona le habría pasado desapercibido de no ser porque justo en ese momento, se hallaba prácticamente encaramado a su espalda. La mórbida palidez de su cuerpo desnudo contrastaba enormemente con la piel de los brazos ajenos, cuyos dibujos él podría pasarse recorriendo con sus dedos toda la noche. Sin cansarse.

—Siempre me he preguntado qué sentido quieres darle.

—Está en código.

Ryutarou frunció el ceño. Probablemente fuese su imaginación, pero últimamente tenía la sensación de que Kaoru estaba arisco. Vaya: más arisco de lo normal. Quizás era la edad, quizás problemas con su banda. Estuvo tentado a preguntarle, pero prefirió no hacerlo. Estaba consciente de lo celoso y reservado que podía llegar a ser el otro en cuestiones de trabajo, por lo que se limitó a suspirar y volver a su posición: prácticamente recostado sobre él.

El olor a sexo, a su perfume, le envolvió. No pudo evitar hundir la nariz en su, ahora, negra cabellera. Lucía tan diferente a como le había conocido: parecía otra persona. Incluso mayor que él cuando el caso era el contrario. Y qué decir del calor y la sensación que dejase entre las sábanas después de poseerlo; también se sentía diferente. Casi nulo.

Para ese entonces, o bien no se había dado cuenta de ello. O bien, su mente distorsionada se empeñaba en ignorarlo.

Kaoru fue el que rompió el silencio que se formaría en la habitación.

—Me gustó el último.

—... – guardó silencio, sin saber en concreto a qué se refería. Tardó un par de segundos más en comprender que se refería a su último single—. ¡Ah! ¿Sí? Me alegro.

—Sí. Es diferente a lo que suelen hacer – el vocalista asintió, como agradeciéndole un cumplido—. Pero…

Hizo un gesto de resignación. Kaoru siempre tenía un pero.

—Pero hay algo en la letra que no termino de entender. “Hasta que el mundo se acabe, yo te daré amor”***. ¿No habría sido mejor decir “te amaré”?

Supuso que el guitarrista pudo sentir sus labios moverse sobre su espina dorsal cuando respondió.

—Es que también está en código.

 

Esa no fue la última vez que compartirían las sábanas, pero quizás sí la última vez que harían el amor. O probablemente nunca lo habían hecho. Entre ellos no existía título alguno: el ahorro de las formalidades sería un acuerdo tácito entre ellos, así como tácita fue la ruptura gradual de ese “algo” que los había mantenido juntos por ese indefinido período de tiempo.

Nunca supo la razón por la cual Kaoru dejó de buscarle. Quizás había sentado cabeza por fin, dejando de lado ese afán experimental de los que se ven arrastrados por el mundo de los excesos propios de la música. Quizás se había conseguido una buena mujer, una que estuviera al alcance de sus expectativas. Quizás habría terminado por hacer caso a los ojos brillantes y encantadora sonrisa de su bajista.

Quizás simplemente se había aburrido de él.

Sea como fuese, Niikura nunca supo cuánto le había hecho falta ese tormentoso 2006, mismo año en el que tanto él como la oportunidad de una gira por Latinoamérica habrían de borrarse del mapa.

 

 

—Más te vale que me traigas un souvenir.

—Sabes que no soy bueno eligiendo regalos.

—Yo sí — intervino Toshiya alegremente, apareciéndose de la nada con el único objetivo de robar la cerveza que le restaba a Kaoru—. Descuida, Arimura. Veré que te compre algo bonito.

Le sonrió con simpatía, a la cual él correspondió. No le pasó desapercibida la mirada cómplice entre ambos, aun cuando el guitarrista pareciera llevar consigo ese rostro con expresión irrevocablemente perezosa. No se equivocaba al pensar en que, el último pero quizás más importante de los acuerdos silenciosos había sido respetado: total hermetismo.

Ninguno de los dos polos se había enterado en su momento. Y no tenían por qué enterarse jamás.

—Procura ir bien abrigado. Te vas a resfriar en México.

—Lo tomaré en cuenta.

Fue su manera de despedirse, de desearle buen viaje. Tuvo que argumentar cansancio al despedirse de resto de los comensales cuando abandonó el pub y ante la mirada cómicamente reprobatoria de Akira, prometió una nueva salida, para beber hasta morir.

De camino a casa, pensó en que ciertamente nunca había logrado enterarse del significado de tal tatuaje. Así como tampoco había aclarado el misterio de la frase de su canción. Pese a todo, la respuesta se le antojaba tan evidente que resultaba increíble que Kaoru no la hubiera adivinado.

Para amar se necesitaban dos.

Notas finales:

*El Oricon es algo así como una compañía de música de las más importantes allá, pero que no produce música: es más como un almacén de acciones de otras compañías y por lo mismo, tiene algo así como un ranking de las mejores bandas. Algo así entendí por Wikipedia xD 

**Kaoru se refiere a una línea de la canción Zetsubou no Oka, de Plastic Tree,

***Aquí se refiere a una línea de la canción Kūchū Buranko.


Sí, mi nivel de ignorancia con respecto al tatuaje de Kaoru es supremo. ):

Y al fin, los tweets (:

https://twitter.com/Pla_ryutaro/status/142278401191972864

https://twitter.com/Pla_ryutaro/status/137086074320195584

https://twitter.com/Pla_ryutaro/status/138491194698248192

Gracias por leer. 


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