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El embarazo de Tom por jackifsy

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Notas del fanfic:

Personalmente me emcanta Tom como uke, pero también me gusta Bill como uke pero Tom es más tierno!!!!

El embarazo de Tom

 

— ¿¡Qué!?— gritó Bill sin poder creer lo que acababa de escuchar.

 

—Bill… lo siento… no sé como pasó— dijo el de rastas sollozando levemente— lo siento…— cayó al suelo de rodillas tapándose la cara con ambas manos mientras más lágrimas salían de sus ojos.

 

—Mi amor…— Bill se arrodilló junto a él y lo abrazó, Tom enterró el rostro en el pecho de su hermano correspondiendo al gesto.

 

Así estuvieron hasta que Tom dejó de llorar, se apartaron y Bill retiró los rastros de las lágrimas con sus dedos, luego se acercó y besó su mejilla con esa ternura que tanto amaba el de rastas.

 

—Tranquilo, amor— dijo Bill— tú no tienes la culpa de nada, no podíamos imaginar que algo así sucedería.

 

Bill y Tom tenían una relación mucho más haya de lo fraternal, eran novios y a pesar de que habían quienes los criticaban a ellos no les importaba nada más que el amor que se tenían. Cuando sus padres lo supieron en un principio no les gustó, no era correcto, ellos eran hermanos y gemelos, Simone incluso se desmayó, pero Gordon y ella supieron aceptarlo y darles todo el apoyo posible. Sus amigos también los apoyaron lo cual los hizo inmensamente felices. Ahora tenían 16 años y les había llegado la noticia de sus vidas ¡Tom estaba esperando un bebe de Bill!

 

Hace algunas semanas Tom comenzó a sentirse mal, le dolía la cabeza y tenía muchas nauseas que la mayoría de veces terminaban en vómito, él hacía todo lo posible porque Bill no se diera cuenta, pero numeradas veces el pelinegro le preguntó si pasaba algo y Tom tenía que convencerlo de que no era así, hasta que un día mientras estaba con Andreas, Tom no pudo contener las nauseas y corrió hasta el baño para vomitar, el rubio lo siguió y cuando terminó de sacar lo poco que le quedaba en el estomago Andreas comenzó a hacer preguntas que terminaron en una visita al doctor, Tom no quería ir, pero aceptó pues el rubio amenazó con contarle a Bill. Ya en el hospital le hicieron algunas pruebas y el doctor llegó al consultorio con los resultados. Tom era que se mordía las uñas de los nervios mientras Andreas l acompañaba.

 

—Jovencito… usted tiene seis semanas de embarazo— le informó el doctor y enseguida a Tom se le bajó la presión y se desmayó.

 

Cuando recuperó la conciencia Andreas estaba a su lado y él estaba recostado en una camilla.

 

—Dime que no es cierto— fue lo primero que dijo mientras se sentaba.

 

Andreas se quedó callado, incapaz de mirarlo a los ojos y confirmándole la noticia a Tom.

 

— ¿Cómo es posible?— preguntó el de rastas con las lágrimas escurriéndole de los ojos.

 

—No lo saben, pero eso no es importante. Lo que tienes que hacer ahora es decírselo a Bill.

 

—No… no… él me odiará… me rechazará…

 

—Eso es imposible— lo animó su amigo— Bill te ama y jamás te rechazaría o a su bebe.

 

— ¿Y si lo hace? Andreas… yo no podría vivir sin él— Tom no dejaba de llorar y Andreas lo abrazó.

 

—Solo hay una forma de saberlo, además, si él hace eso, lo cual dudo, recuerda que tienes amigos que están dispuestos a apoyarte.

— ¿Y si… lo aborto?

 

— ¡Tom!— lo regañó su amigo.

 

—L-lo siento… tengo miedo…

 

—Es normal… pero tranquilo…

 

Al llegar a casa Tom sabía que Bill había llegado porque su coche estaba estacionado afuera, le pidió a Andreas que se fuera y le dijo que le llamaría después, el rubio le dio unas palmadas en la espalda dándole un poco más de ánimos y se fue. Y así es como llegaron a ese momento.

 

Tom se sintió muy feliz de que Bill no le rechazara, de que le siguiera amando, pero igual percibía su miedo, los dos sentían miedo, no sabían si estaban listos para eso y aun faltaba otro reto para Tom pero en este sí tenía a Bill: decirle a sus padres.

 

En la noche cuando Simone y Gordon llegaron, Bill y Tom los invitaron a sentarse juntos en la sala. Los padres lo hicieron y esperaron a lo que sus hijos tenían que decirles, los gemelos estaban muy nerviosos, Tom sobre todo, sintiéndose incapaz de decir nada, Bill lo notó así que decidió hacerlo él.

 

—Mamá, papá, tenemos que decirles algo muy importante y delicado— dijo Bill tartamudeando en algunas ocasiones.

 

Los adultos se miraron preocupados.

 

— ¿Qué sucede?— preguntó Simone.

 

—Pues… van… a ser abuelos…

 

Simone y Gordon volvieron a mirarse y ambos se desmayaron cayendo al suelo inconscientes. Bill y Tom se miraron y luego a sus padres.

 

—Salió mejor de lo que creí— ironizó el de rastas, pero era cierto, otros padres quizá los hubieran mandado a empacar sus cosas y largarse de la casa.

 

Las sirvientas ayudaron a los señores a despertarse pasándoles un algodón con alcohol por la nariz y llevándoles agua para que bebieran. Cuando ambos estuvieron más o menos recuperados, vieron a sus hijos sentados y abrazados. Sin siquiera consultarlo supieron que no podían hacer nada más que apoyarlos, ese era su deber como padres y futuros abuelos. Por suerte su economía era muy cómoda y no sería un enorme sacrificio.

 

—Hijos… pues…— dijo Simone algo incómoda— tienen todo nuestro apoyo pero ¿Cómo pasó? Si Tom, cariño, eres un chico.

 

—Hoy me enteré, fui al hospital… me desmayé cuando me dieron la noticia y no pude preguntar, Andreas había ido conmigo y me dijo que ni los doctores sabían como era posible— Tom estaba a punto de llorar pero Bill lo abrazó más fuerte.

 

—Las sirvientas me dijeron hace unos días que últimamente has estado vomitando— dijo Simone.

 

—Sí, el doctor me dijo que tengo seis semanas.

 

—Mi amor— Simone se puso de pie y se sentó junto a sus hijos a abrazarlos.

 

—Los apoyamos chicos— reafirmó Gordon— pero con la condición de que seguirán estudiando.

 

—Claro, papá, ahora no solo vivimos por nosotros, también por nuestro bebé— dijo Bill.

 

—Tengo… que confesarles…— susurró el de rastas con la cabeza gacha— que pensé en abortarlo…

 

—Tom… ¿Cómo pudiste pensar eso?— le preguntó su madre abrazándolo con más fuerza.

 

—Es que… tengo miedo… y pensé que Bill me dejaría…— el de rastas se tapó la cara con ambas manos y sollozó.

 

—Mi amor… nunca te dejaría…— Bill le besó la cabeza y le acarició la espalda.

 

—Bueno, chicos, vayan a dormir, todos necesitamos descansar después de esta noticia.

 

Los gemelos asintieron y se fueron a la habitación de Bill la cual compartían desde hace dos años. El pelinegro se sentó en la cama y vio a Tom dudar al quedarse parado a unos metros.

 

—Ven— le invitó Bill extendiéndole la mano, Tom la agarró y se sentó entre las piernas de Bill pegando la cabeza contra su pecho.

 

—Te amo, Tom, te amo— le susurró Bill mientras le acariciaba la espalda.

 

—Tengo miedo… no estamos listos para esto…

 

—No temas, nadie nace sabiendo todo y nosotros aprenderemos a ser padres.

 

Bill le levantó el rostro a su hermano y besó tiernamente sus labios.

 

—Acuéstate— le dijo Bill.

 

Tom dudó pero retrocedió y se acostó. Bill se ubicó sobre él y lo besó en los labios. Se besaron por algunos minutos, pero Bill no lo tocó, solo lo besó. Cuando se separaron el pelinegro se hizo un poco más atrás, agarró el filo de la enorme camisa de su hermano y se la alzó dejando al descubierto su vientre completamente plano. Bill pasó su mano sobre la nívea y suave piel haciendo que Tom se estremeciera. El pelinegro besó el vientre del de rastas, ese vientre que albergaba a su futuro hijo, el fruto del gran amor que se tenían, ese vientre que aguardaba un hermoso regalo para los dos.

 

* * *

 

Los días pasaron y Tom cada vez se sentía peor, las nauseas, los mareos, los vómitos, todo era horrible para el de rastas pero tenía a Bill que siempre lo cuidaba. Los primeros tres meses Tom bajó considerablemente de peso y el doctor dijo que eso no era buena señal, podía poner en riesgo la salud del bebé o la suya, por suerte las nauseas y vómitos cesaron y el de rastas pudo volver a comer normalmente, pero entonces aparecieron los antojos y los cambios de genio.

 

Una madrugada Tom despertó a Bill.

 

— ¿Qué sucede?— le preguntó el pelinegro algo molesto.

 

—Quiero ciruelas— exigió el de rastas.

 

Bill miró el reloj del velador.

 

—Tom, son las tres de la mañana ¿No te puedes esperara hasta mañana?— dijo hundiendo es rostro en la almohada.

 

—Por favor…

 

—Está bien…

 

Bill se levantó, se puso un abrigo y salió de la habitación pero al pie de las escaleras escuchó a Tom llamarlo.

 

—También tráeme comida china— dijo el de rastas desde el cuarto.

 

— ¿comida chica? Ah…

 

Bill tuvo que recorrer media ciudad buscando algún lugar que estuviera abierto las 24 horas, todo por los antojos de su amado Tom.

 

* * *

 

Otro día ellos estaban conversando sobre el sexo del bebé y por alguna razón terminaron peleando al punto que Tom comenzó a tirarle cosas al pelinegro obligándolo a salir disparado del cuarto, esa noche Bill tuvo que dormir en la sala como tantas otras noches anteriores y siguientes.

 

— ¿Otra vez se pelearon?— le preguntó Simone cuando al salir de su habitación por un vaso de agua vio a su hijo acostado en al mueble.

 

—Tom… él es… ah… estábamos hablando del sexo del bebé y de la nada comenzamos a pelear…— Bill se sentó dándole espacio a su madre para que lo acompañara.

 

—Amor, si tu supieras como fui yo con tu padre cuando estaba embarazada… el terminó peor que yo— Simone rio divertida ante los recuerdos— en su estado es normal.

 

—Dormir en el mueble me está haciendo polvo los huesos ¿Sabes?

 

—Supongo que no debimos hacer del cuarto de Tom una sala de estudio.

 

—No, no debieron.

 

* * *

 

A los siete meses Tom estaba más afable y siempre sonreía emocionado y tierno, fue cuando Bill finalmente pudo dormir tranquilo. Un día el pelinegro le propuso que fueran a comprar cosas para el bebé y Tom aceptó contento. Cuando llegaron al centro comercial el de rastas dio vueltas por todos lados buscando que comprar: la cuna, las mantas, los biberones, los juguetes. Como decidieron que el sexo del bebé sería secreto hasta que naciera, aun no podían comprarle la ropita. Al llegar a casa llevaron todo a su cuarto y lo acomodaron al gusto de Tom, a Bill le gustaba ver a su hermano, el amor de su vida, con esa sonrisa tan radiante y hermosa. Mientras el de rastas acomodaba la cunita, el pelinegro lo observaba sentado en la cama, él solo disfrutaba mirando a su hermano.

 

— ¿Qué tanto miras?— le preguntó Tom pues se sentía incómodo de que lo observara tanto.

 

—Miro a la persona mas bella y perfecta del mundo— contestó caminando hacia él hasta abrazarlo, Tom se sonrojó y agachó la cabeza pero Bill lo tomó del mentón y le dio un tierno beso en los labios, el de rastas correspondió al beso rodeando con sus brazos el cuello del pelinegro.

 

—Bill…— gimió Tom contra sus labios y se separaron— lamento mucho todo lo que has tenido que pasar durante estos meses por mi culpa.

 

—No te preocupes mi amor, lo entiendo— dijo acariciándole la mejilla y volviendo a unir sus labios.

 

Bill entonces pensó que desde que Tom dio la noticia de su embarazo ellos no habían intimado ¿Sería un buen momento para hacerlo? Porque el pelinegro realmente lo necesitaba.

 

—Te amo…— susurró el de rastas.

 

Bill lo cargó en sus brazos y lo llevó a la cama donde lo recostó ubicándose sobre él.

 

—Yo también te amo— confesó para después besarlo.

 

Luego paso de sus labios a su cuello y sus manos comenzaron despojar al de rastas de sus ropas. En cambio Tom estaba algo cohibido y dudoso así que Bill se detuvo, no quería obligarlo a nada.

 

— ¿Continuo?— le preguntó el pelinegro sonriéndole dulcemente.

 

—Es que… se siente raro con el bebé dentro de mí…

 

—Si quieres me detengo.

 

—No, quiero estar contigo, pero… hazlo despacio.

 

—Está bien…

 

Bill terminó de desnudarlo y después él se quitó la ropa. Tom solo de dejaba llevar por la placenteras sensaciones que su hermano le daba. El pelinegro jugó unos instantes con los pezones de su hermano, realmente había extrañado probar su piel. Tom estaba algo avergonzado porque su vientre estaba muy crecido, sin embargo a Bill le parecía lo más hermoso del mundo. El pelinegro besó innumerables veces el estomago de su hermano, adoraba hacer eso, pronto su hijo estaría con ellos.

 

Bill introdujo dos de sus dígitos en la entrada de Tom tomándolo por sorpresa, el de rastas gritó y arqueó la espalda, estaba realmente apretado, después de siete meses no era para menos. Con mucha dificultad y cuidado el pelinegro dilató a su hermano haciendo que poco a poco el dolor se transformara en placer, varios minutos después Bill retiró sus dedos y se colocó entre las piernas de Tom.

 

— ¿Estás listo?— le preguntó el pelinegro mientras acariciaba su mejilla.

 

—S-sí…

 

Bill lo besó mientras poco a poco ingresaba por el estrecho canal de Tom. El de rastas se estremeció e intentó relajar su cuerpo, gemía contra los labios de Bill y rasguño su espalda inconscientemente. Cuando el pelinegro estuvo dentro de él espero a que su hermano se acostumbrara a la intromisión y cuando sintió que este se removía comenzó a embestirlo con estocadas suaves y certeras que poco a poco se fueron intensificando. Bill agarró el miembro de su hermano y lo masajeo al ritmo de las embestidas, estimulándolo. Tom gemía y gritaba de placer sintiendo el clímax llegar para ambos, segundos después ambos se corrieron, Bill en su interior y él entre sus cuerpos. Una ligera capa de sudor los cubría, Bill salió del interior de su hermano y se recostó a su lado.

 

—Te amo…— dijo Tom.

 

—Te amo— repitió Bill regalándole un último beso.

 

El pelinegro tapó sus cuerpos con la sábana y abrazó a su Tom mientras el sueño los invadía.

 

* * *

 

El momento en que Tom debía dar a luz tomó a todos por sorpresa. Un día mientras Tom se bañaba le dieron contracciones insoportables y gritó por ayuda. Era el momento. Al instante el pelinegro llegó muy preocupado y vio al de rastas arrodillado en el suelo con una cara que denotaba el intenso dolor que sentía. Bill lo cubrió con una toalla, lo cogió en brazos y lo llevó al auto. En menos de 15 minutos estaban en el hospital. A Tom lo pusieron en una silla de ruedas y lo llevaron a la sala de partos. Sus padres llegaron unos minutos después de que Bill los llamara y todos tuvieron que esperar más de una hora para recibir noticias de Tom. El doctor salió y se les acercó.

 

—Es una niña— les dijo el hombre— todo fue un éxito y los dos se encuentran en perfecto estado.

 

Escuchar eso fue un enorme alivio para todos y estaban muy contentos por la recién nacida, Bill sobre todo.

 

— ¿Podemos pasar a verlos?— preguntó el pelinegro, no quería perder más tiempo.

 

—Por supuesto.

 

El doctor los guio hasta una habitación, al entrar encontraron a Tom sentado en una cama y viendo cariñosamente a la bebe entre sus brazos. La acunaba y balanceaba con tanta ternura que a Bill se le escapó un suspiro llamando la atención del de rastas sin querer. Tom se sonrojó al verlo y volvió la vista, Bill se le acercó y le besó la frente para después darle un vistazo a su hija.

 

—Es hermosa— susurró Tom acariciando la mejilla de la pequeña.

 

— ¿Puedo cargarla?— le preguntó Bill y el de rastas asintió.

 

Con mucho cuidado el pelinegro la tomó. Era tan pequeña y frágil que a Bill le dio miedo de que se le rompiera, pero los nervios se le fueron unos segundos después, se sentía tan feliz de tener a su bebé entre sus brazos.

 

—Es perfecta— dijo Bill sin poder dejar de observarla— mamá, es hermosa— le dijo a su madre que se le saltaron las lágrimas de la alegría.

 

—Tiene a dos padres muy guapos, no es de sorprender— comentó Gordon.

 

—Gracias. Mamá ¿Quieres cargarla?— le preguntó Tom y ella asintió emocionada.

 

Bill se la dio. Simone ya tenía experiencia con bebés, no estaba nerviosa y una sonrisa enorme adorno su rostro al tener a su nieta, los recuerdos de cuando tuvo por primera vez a sus hijos vinieron a su cabeza.

 

—Se parece mucho a ustedes, es muy linda— dijo Simone.

 

— ¿Cómo la van a llamar?— preguntó Gordon.

 

—Espero que hayan salido con mejor imaginación para los nombres que nosotros— dijo Simone algo avergonzada y riéndose.

 

Bill y Tom se lo pensaron un instante. En realidad no tenían la menor idea.

 

—Ya tendremos tiempo para pensar en eso— dijo Tom.

 

Simone sonrió y le devolvió a su hija.

 

—Esta bebita no ah hecho a todos inmensamente felices— comentó Gordon.

 

—Pero de una vez les digo— dijo Simones quitándose las lágrimas— le enseñarán a decirme tía Simone, no abuela, me haría sentir muy vieja.

 

Todos se rieron. Los adultos consideraron que era mejor darles un tiempo a solas así que salieron de la habitación a ver lo de la cuenta y todo lo que concernía con el hospital.

 

—Te amo, Tom— le dijo Bill cuando estuvieron a solas.

 

—Te amo— repitió el de rastas.

 

—Me has hecho el hombre más feliz del mundo.

 

Bill lo besó y después ambos vieron a su bebé, su pequeña.

 

~~FIN~~

3blackshadows

Notas finales:

Espero que les haya gustado

y si es así me dejan un comentario 

bye bye


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