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Mon petit canard sucré por amorosa

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Notas del fanfic:

todos los personajes pertenecen a masami kurumada

Notas del capitulo:

espero les guste.

 

Subía emocionado, nervioso, tenso; una media sonrisa que demostraba decisión, hostilidad y necedad se distinguía en sus labios. Hoy por fin se atrevería a decirle a Camus, su maestro, su padre, la persona que le dio todo en la vida; que lo amaba más que a su propia existencia. Cuando recién hizo caso a los gritos desesperados de su corazón, no podía o más bien no quería aceptar los sentimientos que albergaba. No podía creer que se hubiera enamorado de Camie, y como no hacerlo si era tan sexy, guapo, fuerte, valiente, cariño a veces, educado…

 

En un principio se sentía morir…¿Cómo fue que su maestro se metió a su corazón sin que siquiera lo notara?. Ni el mismo lo sabía. Una gran culpa se acumulaba en su interior. Conocía a la perfección el terrible pecado que significaba amar a algún familiar, aunque él no compartía la misma sangre con el hielito hermoso, era como si lo fuera. Lo crió desde muy chico, muy niño, le dio la educación que su madre fallecida no pudo darle, le entrenó hasta convertirlo en el caballero  ateniense que hoy era.

 

Se halló parado frente a la gran puerta de madera del cuatro de su sensei. Dudó por un momento en si tocar o no. Finalmente se decidió. Tocó varias veces, casi con desesperación. Más no recibió respuesta alguna. Las ganas que sentía de verlo hicieron que casi inconscientemente sus manos tocaran la cerradura de la puerta, congelándola para destruirla.

El instante en que vio en dirección a la pequeña cama donde yacía el joven aguador, fue como si le abriesen las puertas del paraíso,  que le recibía gustoso con una gran ceremonia de bienvenida organizada por los ángeles y principalmente por uno hermoso, luminoso de hielo.

 

Apenas entró, cuando comenzó a avanzar lentamente con paso seguro, como siendo atraído por una fuerza sobre humana, por un fuerte magnetismo. Quedó finalmente a un costado de la cama, observando con coquetería y atrevimiento la piel descubierta del torso blanco, trabajado. Queriendo averiguar si la piel era suave al tacto, posó su mano sobre parte del pecho, cerca de los pezones, deleitándose con la extrema suavidad que destilaba de aquella bella humanidad.

 

Cuando intentaba quitarle la pequeña manta polar que cubría su virilidad, una blanca mano lo detuvo, deteniéndolo en su intento, tirándolo al piso. Unos ojos furiosos lo miraban desde el lecho.

 

-Hyo…Hyoga…que…estabas haci…haciendo??-preguntó un nervioso acuariano.

 

-Yo…solo…-no sabía por dónde empezar-…

 

-Vamos muchacho…habla no te quedes callado-pronunció el mayor ahora con más facilidad.

 

-Yo solo quise hablar con usted maestro…necesito decirle algo muy importante.

 

-Lo lamento Hyoga, pero ya es muy tarde y necesito seguir durmiendo, mañana tengo que ir a una misión y…-no pudo terminar la frase ya que fue besado por su discípulo.

 

Aquella repentina acción lo tomó por sorpresa. Nunca hubiese esperado algo así. Eso no era correcto, debía detenerlo cuanto antes.

 

Estos pensamientos pasaban una y otra vez por la mente de Camie, pero por más que hubiese querido, no podía apartarlo de sí. El cisne usaba todo el peso de su cuerpo para tratar de empujarlo y hacerlo retroceder. Poco a poco lo fue logrando. Observó con sumo deleite la posición en la que se encontraban: él entre las piernas de “su” hombre, este con las piernas abiertas, permitiéndole un contacto de piernas desnudas al estar ambos con un camisón que les llegaba a los muslos.

 

-Muchacho…que te pasa??-interrogó ligeramente sonrojado, cuando lo dejaron hablar.

 

-Maestro, estoy harto de que usted me vea como a su hijo, como si fuese un niño estúpido. Quiero que entienda que ya soy un hombre y que…-tragó saliva y tomó aire-…LO AMO!!-se atrevió por fin a decirlo, sintiendo un gran alivio, como si se hubiera quitado un peso de encima.

 

-….-El galo no contestó, se estaba debatiendo entre la responsabilidad, el honor y los sentimientos más humanos de uno.

 

Tras el silencio de su sensei, se dedicó a besarlo, aprovechándose de su estado de reflexión.

 

-Camus, yo sé que usted también me quiere, me desea. ¿Acaso cree que no me di cuenta la forma en como me miraba cuando entrenábamos juntos? Lo que veía en sus ojos zafiros era una mezcla de deseo, lujuria, amor, cariño, responsabilidad, honor, obligación…-continuó con su discurso de “motivación”.

 

El francés salió de su estado mental, decidió por fin lo que iba a decir.

 

-Esto no es correcto…tú…-los labios del pato sellaron los suyos en un nuevo beso.

 

Al separarse el ruso abrió en nueva cuenta la boca solo para reiterar sus ideas y la última oportunidad para la rendición de un obstinado acuariano.

 

-Camus, por lo que más quiera…acepte sus sentimientos de una maldita vez y no me haga sufrir más...-murmuró a los cuatro vientos dejando correr una pequeña lágrima negra por su mejilla.

 

Su mirada se posó en las mejillas del cisne, sintiéndose culpable de ser el responsable del sufrimiento de su niño. No permitiría nunca más una sola lágrima en aquellas mejillas pálidas y lindas que tanto le gustaban.

 

-Hyoga…me has hecho abrir mi corazón a un nuevo sentimiento. Es verdad que yo también te quiero, solo no lo podía aceptar ni mucho menos admitir por honor y…

 

-Sensei, eso ya no importa ahora lo que es importante y me alegra enormemente es que haya revelado al fin su amor por mí…LO AMO-volvió a gritar.

 

-Te amo mon petit canard sucré.

 

 

Por culpa del estúpido honor de caballero, estos dos estuvieron a punto de perderse el uno al otro, sin embargo no habrían más errores. Se amaban y estarían juntos para toda la vida, incluso después de la muerte…

 

 

 

Fin

Notas finales:

Mon petit canard sucré: significa MI DULCE PATITO.

 


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