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Cuando las lágrimas se tornan hielo por izzansg

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Notas del fanfic:

La historia se remonta en una Aldea de la Hoja bastante más moderna de la que la conocemos. Pasados unos años de la Cuarta Gran Guerra Ninja, las Aldeas más poderosas del continente decidieron buscarse aliados fuera del núcleo terrestre, yendo al otro lado del mar e inluso a las Aldeas de las montañas del Norte y del Sur, corriendo un grave peligro. Todas temían una quinta Gran Guerra, provocada por la guerra fría que las alejava cada vez más y destruía sus relaciones. Todo parecía ir bien, pero era una máscara; los líderes de los grandes países sentían rencor y odio hacia las Aldeas que, años atrás habían mancillado su honor. Pero la guerra que había en las calles, en los bosques, en las pequeñas aldeas, esas guerras ocultas y clandestinas eran la verdadera preocupación de los Líderes mundiales. Nuestra historia comienza con el principio de lo que parecía ser un fin inevitable.

 

Olía la sangre aún al estar a unos 15 metros de distancia. Cualquiera podría pensar que todas las sangres huelen igual, pero su sangre era un olor difícil de olvidar. Olía a rayos de sol por la mañana, olía a besos, abrazos y caricias. Esa sangre olía a amor. Un amor del que era afortunado de compartir, de tener. Pero tener la posibilidad de olerla no era nada bueno, eso significaba que alguien había rasgado su piel, dejando que la sangre fluyera tranquilamente por su precioso cuerpo.

 

Tardé unos segundos en darme cuenta de lo que estaba pasando, en volver a la realidad. Me sacudí la cara con las manos y corrí hacia donde provenía el conocido olor. Oí una risa histérica acompañada por un sonido de crujir nieve. Me apresuré. Crucé un claro y, seguidamente aparté unos arbustos de aspecto otoñal. Fui reduciendo la velocidad. El propietario de la risa anterior había desaparecido, pero apareció, para tortura de mis sentidos, un ser dolorosamente conocido. Y parece ser que no era nieve lo que crujió anteriormente...

No me había hecho nunca falta antes el sentido de la vista; tampoco ahora. Tenía el estómago claramente abierto, con los órganos arrancados, la cara bañada en sangre y una mirada totalmente vacía. El suelo no paraba de girar, de balancearme, de cogerme y tirarme contra el suelo, para volver a cogerme y repetir la acción. Entonces movió los ojos. Unos ojos muertos, inexpresivos, negros como el carbón e inertes cual piedra. Cayó una lágrima; me ahogó. Me estranguló y me asesinó.

 

Caí de rodillas al suelo, sin poder moverme, sin poder controlar mi cuerpo, perdiendo la noción del tiempo y del espacio, como un vacío absurdo carente de realidad, pero tan real como el mismísimo fuego. Oí un gemido. En un principio creí que eran los latidos de mi corazón, a punto de estallar, pero después me di cuenta de que era un sonido externo. Un sonido de dolor, de agonía. No, más que de dolor, de auxilio. Me estaba pidiendo ayuda. ¿Podría proporcionársela? Mi cuerpo no respondía, se negaba a moverse. De no ser por el frío gélido que abrasaba mi piel hubiera creído que estaba muerto. Pero no, no iba a ser tan fácil. Intenté levantarme, aguantándome en mis pálidos brazos, pero me flojeaban; no podían sostenerme.

 

Traté de zafarme de las cadenas que tenían atado mi cuerpo, y conseguí ponerme en pie. Estaba temblando. El suelo se volvía a mover, como si me hubiera atiborrado de sake y no pudiera encontrar el norte ni el sur. Pero estaba bien sobrio, nunca nada había sido tan real. Tan jodidamente real. Di un par de pasos, intentando estabilizarme moviendo los brazos, pero actuaban por voluntad propia. Caminaba lentamente, queriendo pero sin querer ir. Hasta que llegué. Me agaché. Le miré. Le toqué. Me tocó... Y me sonrió...

El tiempo se paró entonces, no era la primera vez que sentía esa sensación, 6 años antes...

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...paseaba por los bosques de la Aldea Oculta de Konoha, haciendo una sencilla misión de recolección de rango D, con el grupo 15 de la Academia Ninja. Sí, de vez en cuando me tocaba hacer esas misiones tan vanales, haciendo de canguro de 3 adorables intentos de ninja, que se intentaban impresionar constantemente, emulando famosos gestos Hokage. La verdad es que eran una monada. En ese momento estaba sentado en la sombra de un arce comiendo dangos de judías, mientras observaba distraídamente lo que hacían mis alumnos. ¿Que qué hacían? Les había encomendado recoger varias bayas no venenosas, para que aprendieran a diferenciarlas y no morir en un estúpido intento por saciar su apetito.

 

Entonces lo oí. Gemidos provenientes del sur-oeste, a no mas de 20 metros de distancia. Eran los gemidos de un chico. Me acerqué lentamente y vi a dos chicos, uno de unos 17 años y el otro de 13-14. El mayor le estaba dando claramente una paliza, no necesitaba el sentido de la vista para saberlo. Desde niño había desarrollado un sexto sentido real, con el que podía sentir el aura de las personas que me rodeaban, saber si movían el brazo o la pierna, incluso hacia qué lado miraban. No era lo mismo que poder ver con los ojos pero era mi forma de ver. También había superdesarrollado el sentido del oído y el del olfato, cosas que me habían servido para sobrevivir en la Aldea de la Nieve, tan preciosa como fiera. Así que había conseguido ser un buen ninja sin haber ‘visto’ nunca.

 

Me hacía gracia como los Genins de la Aldea de Konoha no sentían respeto ni admiración por ninjas de nivel superior, así que, en cierto modo, disfruté del combate. Hasta que ocurrió. El ninja mayor, de aspecto severo y agresivos ojos verdes, que debía ser un Chunin, cogió al más joven, claramente un Genin inexperto en combate, por detrás, le agarró del pelo con la mano izquierda, y con la derecha se dispuso a clavarle un kunai en el cuello. En ese momento reaccioné.

 

Salté a la copa del árbol mas cercano, cogí un shuriken y lo lancé a la mano del Chunin. Él se percató a tiempo y paró el shuriken con su kunai, provocando una explosión de chispas. En ese momento el Genin, de pelo y ojos negros, aprovechó para quitarse al grandullón de encima. Sonreí. El Chunin desapareció, pero no podía esconderse de mi sexto sentido áureo. Se había percatado de mi presencia, y se disponía a atacarme por la espalda. Me giré y me protegí esperando encontrar un puñetazo, pero no fue eso lo que hallé. Unas bolas de fuego explotaron e hicieron trizas las ramas del árbol, dirigiéndose hacia mí. Las esquivé con un sencillo giro evasivo, en el aire. Caí al suelo, con los dos pies juntos, preparado para el contrataque. Pero no era a mí a quien pretendía atacar el grandullón. Giré la mirada 90º y vi al moreno siendo sostenido por el Chunin por los brazos, a la altura de los codos. Me miró con desesperación. Alcé la mirada y me encontré con unos ojos verdes sedientos de sangre. Hizo una sonrisa. Y oí el crujido. Seguido por otro. Y inmediatamente después un grito desgarrador.

 

El Chunin lanzó el muñeco roto que estaba sosteniendo con una fuerza y un desprecio desmedidos. Rodó varias veces por el suelo hasta que paró, retorciéndose de dolor. Estaba en shock. Pero volví en mí inmediatamente. Comencé a conjurar una serie de sellos, con pasmosa velocidad, para sorpresa de mi oponente. Ave, Mono, Perro. ¡Tigre! – ¡Hyoton: Kaze Kori (Elemento Hielo: Ráfaga de viento frío). Entonces absorbí todo el oxígeno que pude, la mezclé con el chakra de Elemento Hielo y la expulsé lo más fuerte que pude, moldeándolo de manera que saliera disparado a modo de extintor gélido. El Chunin saltó y esquivó mi técnica ayudándose de un árbol, pero entonces cambié de dirección apuntándole con mi rayo helado. Pero era muy rápido; sólo conseguí congelar el suelo y varios árboles, por los que saltaba y volvía a saltar, esquivándome.

 

Pero ése era mi as en la manga; dos de los elementos que controlaba eran Hyoton (Elemento Hielo) y Suiton (Elemento Agua), por lo que para poder utilizarlos en su totalidad sin malgastar demasiado chakra necesitaba tener uno de esos dos elementos en la zona. Ahora que tenía una gran cantidad de hielo y de nieve alrededor podía luchar más prácticamente. Pero él había vuelto a desaparecer. Supongo que cualquier ninja que se esconde lo hace con la intención de que el adversario no pueda encontrarte por la vista, pero conmigo este tipo de estrategias no servían, así que en cierto modo podía aprovecharme de la situación y de la ignorancia de los contrincantes hacia mis habilidades. Yo me hice el tonto y moví la cabeza hacia todas direcciones, aunque en realidad sabía perfectamente donde estaba: el segundo árbol a las 10 en punto, junto al melocotonero desnudo, tras la rama más gruesa. Seguía haciéndome el desorientado hasta que vi la oportunidad perfecta; el Chunin estaba despistado buscando en su bolsa trasera algo que le salvara de esta situación, así que aproveché el momento. Hice los sellos pertinentes, y procedí a realizar mi técnica secreta: -¡Hyoton: Yuki no Henkan! (Elemento Hielo: Conversión en nieve). Moldeé el chakra de mi cuerpo para volverlo menos denso, hasta convertirlo en nieve, pero no sin antes crear un clon de hielo y dejarlo justo donde yo estaba. Me acerqué al chunin subiendo por el árbol entre la nieve y el hielo, hasta que llegué a su espalda. Él no se había percatado de mi presencia, así que aproveché para acabar con esto rápidamente.

 

Las técnicas de cambio de densidad de cuerpo requieren de mucha concentración y habilidad con el manejo del chakra, pero yo no tenía problema con eso. Moldeé mi chakra para solidificarme de manera instantánea y fulminante, y utilicé mi otro as en la manga.: ¡Hyoton: Hissatsu Hyoso! (Elemento Hielo: Picos de hielo) Y me transformé en picos gigantes de hielo sólido y afilado, agrandándome lo máximo posible para cubrir más terreno. Mi rival se dio cuenta tarde, pero fue rápido al saltar del árbol para evadir mi técnica. Pero la calidez de la sangre que sentí fluyendo por el gélido hielo que ahora era mi cuerpo era clara; le había dado. Le vi cayendo, como a cámara lenta, mientras se retorcía en el aire llevando sus manos al torso: se la había clavado a la altura del hígado. Cayó e intentó estabilizarse, reprimiendo el dolor en un grito interno que percibí insignificantemente. Miró la réplica de hielo, me miró a mí y supe que sabía donde estaba en realidad. Me había apresurado y no calculé bien la situación. Pero al parecer no importaba, el Chunin lanzó una bomba de humo con las fuerzas que le quedaban y desapareció en la espesura. Todo había acabado.

 

Derretí la réplica y me solidifiqué de inmediato. Salté del árbol y fui inmediatamente al chico herido. Me miró con pánico. Empezó a arrastrarse hacia atrás, sin poder utilizar sus inválidos brazos, intentando inútilmente alejarse de mí, pero le cogí del extremo de la camiseta empapada de sangre, me agaché, dirigí mi mirada a sus ojos y le juré que todo había acabado. Siguió mirándome unos segundos, mientras dudaba si creerme o no, aunque él sabía que fuera cierto o falso no podía hacer nada para protegerse. Pasaron otros eternos segundos hasta que decidí revolverle el cabello, para que se diera cuenta de que conmigo estaba a salvo. Me miró extrañado, hasta que al final se relajó. Estaba confiando en mí.

Notas finales:

Espero que os haya gustado el primer capítulo y me gustaría que me comentarais para saber que os parece, vuestras impresiones y sobretodo interactuar con vosotros. ¡¡Mil gracias por leerme!!

 


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