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Muérdago. por Untitled

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Notas del capitulo:

Bueno esta idea la tenía desde hace un tiempo ya, y pues me animé a hacerlo, no estaba muy convencida al principio, pero acá está ~ xD.

Espero que lo disfruten

Las letras en cursiva está más que claro

que es por la llamada, y que las personas que hablan no están presentes. 

‘‘Según la leyenda, en época de Navidad, si te encuentras debajo de un muérdago deberás darle un beso a la persona amada para que corras con mucha suerte y amor eterno…’’

–Eso significa que… ¿si beso a sempai debajo de esa planta él me amará? –se preguntó en silencio aquel rubio que sostenía una revista juvenil.

 

Suspiró pesadamente y dejó de leer aquello para ponerlo en su lugar y, ahora sí, ponerse a comprar los pedidos que los chicos le habían encargado. Tomó una canasta y comenzó a pasearse por los corredores de aquel mercado, recogiendo todo lo que estaba escrito en la lista que tenía en su mano.

–Aah… ¿para qué querrá Denki cinco botellas de miel? ¡Es mucho! –refunfuñó el chico mientras metía a la canasta los frascos.

Cuando por fin terminó las compras se encaminó nuevamente al estudio, que no que daba muy lejos de ahí. En el camino iba totalmente sumergido en sus pensamientos, en los cuales reinaba sólo una persona: Aiji. No pudo evitar soltar un pequeño bufido de frustración, ya que pues, ellos siempre serían mejores amigos.

 

– ¡Ooii! He regresado… –dijo sin muchos ánimos, para luego soltar un pequeño grito de espanto al ver una multitud de personas acercarse a él. Prácticamente fue atacado por todos los chicos que reclamaban sus pedidos. De una forma u otra acabó sentado en el piso, con la ropa desordenada y el cabello alborotado, mientras que Aiji reía bajito observando la escena desde el sofá.

 

Soltó un suspiro algo fastidiado, viendo con los ojos entrecerrados a los demás– ¡Más cuidado la próxima vez, eh! –Exclamó– Uh, maya-chan anda de mal humor –musitó NomNom en un tono divertido, a lo que Denki asintió, imitando el movimiento que alguien haría cuando se ríe.

 

 –Vamos, déjenle ya, saben cómo se pone cuando se enoja –dijo Aiji desde el sofá, aunque él también se había burlado en un principio, cosa que notó maya.

 

Más frustrado no podía estar, le mandan a hacer compras y luego hacen comentarios innecesarios, estaba a punto de pasar su límite entre calma-enojo, teniendo en cuanta que casi nunca se enojaba. Decidió ignorar todo aquello y fue a sentarse en el sofá del otro lado de la habitación, tomando una revista que estaba sobre este. Otra vez, entre otros muchos artículos sobre la navidad, estaba uno sobre el dichoso muérdago.

 

–Quizás… no pierda nada con intentar… –dijo en voz alta sin quererlo. De pronto la revista fue arrebatada de sus manos; confundido, miró a su izquierda, encontrándose con NomNom leyendo aquella página

 

– ¡Hey! ¡Dame eso! –reclamó levantándose del sofá, con un ligero sonrojo en las mejillas.

 

– ¡Vaya, vaya! –El chico escondió la revista a sus espaldas y se alejó del rubio– ¡maya-chan está interesado en la leyenda del muérdago! ¿Acaso estará enamorado? –sonrió pícaro el pianista.

 

Un ‘‘Uh…’’ se escuchó por parte de todos los presentes, a excepción de Aiji. El rubio negó con su cabeza, frunciendo el ceño, sin embargo, sus mejillas ardían en rojo.

 

– ¡No digas idioteces, NomNom! –le replicó, cruzándose de brazos.

 

Muchas risitas se escuchaban entre los miembros de la banda y algunos del staff, pero estas se dejaron de oír cuando el mayor de todos, Aiji, se levantó de donde estaba y salió del lugar como si nada. Maya se quedó helado al ver como se iba, sabiendo bien que a su amigo no le gustaban los escándalos y menos como esos.

 

– ¡Tsk! –se pudo escuchar bufido por parte del rubio, ahora sí, había cruzado ese límite que poseía y los demás pudieron darse cuenta de ello cuando salió por la puerta trasera y la azotó sin pena alguna.

 

–Agh… me he pasado de nuevo… –dijo NomNom al darse cuenta de lo que había hecho.

 

Estaba realmente enojado, frustrado. Se acomodó la bufanda al cuello al notar el frío que hacía afuera y comenzó a caminar sin un rumbo fijo realmente. Sentía una ligera opresión en el pecho, comenzaba a parecerle estúpido todo lo que había pensado, pero deseaba intentarlo. Mientras caminaba una tienda  de regalos llamó su atención, recordando que faltaba sólo un día para navidad.

 

–Ah… debo comprar algo para sempai… –susurró para sí mismo, y se adentró en la tienda, comenzando a caminar entre los pasillos, admirando toda la variedad de objetos, desde bisutería hasta grandes peluches, había de todo.

 

–Me pregunto… qué le gustaría…

 

Su mente se nubló ver una figura imposible de no reconocer al final del pasillo, sin dudas era Aiji, quien miraba con atención todo, al parecer buscando algo. Maya sin poder ser capaz de acercarse se escondió detrás de un gran peluche, justo a tiempo para esquivar la mirada de su amigo. Por alguna razón su corazón latía muy fuerte.

 

–Disculpe… señorita, ¿qué clase de regalo cree que le gustaría a un niño? –se pudo escuchar la voz del guitarrista pidiendo sugerencias a una empleada del lugar, aunque conocía perfectamente a Maya no estaba seguro de qué comprarle.

 

 – ¿De qué edad aproximadamente? –preguntó la chica.

 

–Digamos que… es un hombre con mente de niño de 5 años –respondió como si nada mientras que caminaba con la chica a uno de los pasillos.

 

– ¿…niño de 5 años…? ¡Ha de estar bromeando! –se preguntó el rubio con un tic en el ojo y con una sonrisa, manteniendo sus dientes apretados, definitivamente el no era infantil… bueno, no mucho

 

Al final terminó quedándose escondido hasta que se aseguró de que el otro chico se había ido. Suspiró pesadamente, rascando su nuca, pensando en si podía pasar algo peor. Siguió revisando todo el lugar, hasta que se encontró en la sección de peluches; miró la gran cantidad que había, pero uno en particular llamó de inmediato su atención: un pequeño gato de peluche muy similar a Sora, la mascota de su amigo. Sonrió con suavidad y lo tomó, para luego ir a la caja y pagarlo, además comprar una bolsa de regalo.

 

Un poco más aliviado, reanuda su caminar, esta vez en dirección a su casa, pues se hacía tarde y pronto oscurecería, además de que debía dormir bien para tener energías al día siguiente. Pero realmente no le costó nada, al llegar a su casa dejó las cosas en la mesa y se lanzó al sofá, quedando dormido de inmediato.

 

El sonido estruendoso de su celular hizo que se despertara de golpe, quejándose por haber sido despertado de esa manera tan ‘‘cruel’’. Tomó el aparato y miró que en la pantalla decía ‘‘Aiji-sempai’’. Sin dudar contestó la llamada

 

– B-Buenos días sempai, ¿qué ocurre?

 

¿Cómo que qué ocurre, Maya? ¿No te das cuenta de la hora que es?

 

– ¿La hora…? –confundido, el rubio miró al reloj que colgaba de la pared, quedando boquiabierto al ver que este marcaba las 4:30 pm. Se le había pasado el sueño, y por mucho.

 

No importa que no hayas venido al estudio, no era necesaria tu presencia, pero al menos llega a la fiesta de navidad. –Sin decir ni una palabra más ni una menos el guitarrista cortó la llamada, en su tono de voz se podía notar que estaba algo molesto.

 

Rápido se levantó del sofá, corriendo hacia el baño mientras se desnudaba en el camino– ¿¡Cómo pude dormir tanto!? –se reclamó el mismo. Luego de darse una buena ducha salió con la toalla a la cintura y se dirigió a su habitación, abrió las puertas de su armario, soltando un gran suspiro

 

–Tengo demasiada ropa y no sé qué ponerme… –murmuró, y comenzó en su tarea de buscar algo decente para ponerse. Se probó infinidad de camisas, pantalones, trajes, pero ninguno le gustaba, ¿Desde cuándo se preocupaba tanto por la ropa? Como último recurso, luego de haber vaciado casi todo su armario, tomó una camisa de mangas largas, con franjas blancas y moradas, unos pantalones algo flojos pero que se ajustaban a su figura, con muchos bolsillos, casi estilo militar, pero este era negro en su totalidad, sus converse con púas y un gorro de navidad rojo como accesorio, se puso algunos brazaletes y se miró al espejo.

 

–Debí comenzar por esto en un principio… –suspiró viéndose al espejo, no estaba conforme del todo, pero era mejor que nada. Se dio la vuelta, viendo el desastre que ahora tenía como habitación

 

– Luego ordeno esto… –tomó su bufanda y se la colocó, para luego salir de su casa sin antes tomar el regalo de su amigo, sería el colmo que se le olvidase.

 

Decidió tomar el tren para llegar más rápido, se sentó en un puesto vacío y miró el reloj, o las horas se iban volando, o se dio mucho lujo al tardarse tanto en arreglarse, sea como sea ya el aparato marcaba las 5:45, la fiesta sería en un famoso y amplio restaurante, irían muchas personas e integrantes de otras bandas, después de todo la fiesta era con motivo de fraternidad entre todos.

 

–Me pregunto si sempai ya estará allá… –se dijo mentalmente, soltando un pequeño suspiro. Cerró sus ojos, comenzando a imaginar la figura del chico en su mente, siempre era así… no podía evitar pensar en él en todo momento, recordando sus expresiones, su actitud, en pocas palabras el rubio estaba estúpidamente enamorado de su mejor amigo, no podía haber algo peor que eso. Tenía miedo de confesarle su amor al otro, pues temía que por eso su amistad se esfumara, y si eso pasaba no habría más ‘‘LM.C’’ todo se destruiría. No quería eso, era feliz sólo estando a su lado, pero dolía a pesar de todo.

 

Abrió sus ojos, soltando de nuevo otro suspiro. Al momento en que sintió el tren detenerse, se bajó de este, estando algo confundido, pues no era la estación donde debía estar. Pudo ver un cartel en la pared, quedando boquiabierto, dándose cuenta de que era la última estación en la que el tren hacía su parada.

 

 – ¿¡Eh!? ¿¡P-pero qué…!? –salió de la estación del tren, deseando haber visto mal. Observó sus alrededores, sin ser capas de reconocer en donde estaba, efectivamente estaba del otro lado de la ciudad

 

 

– ¡Esto no puede ser peor! –medio gritó, desesperado. Lo primero que se le ocurrió fue tomar un taxi, una vez hecho eso le indicó la dirección, pero sabía que había que recorrer mucho para llegar aquel lugar, y el tráfico no ayudaba mucho.

 

Mientras tanto, en el lugar de la fiesta ya todos comenzaban a llegar, muchas personas, diferentes bandas y solistas, todos conviviendo entre sí. En la terraza del segundo piso estaba Aiji, esperando a su compañero, quien ya se había tardado mucho; miró su reloj, este marcaba ya las 7:25 pm

 

– Quizás no vendrá… –suspiró viendo la pequeña bolsa de regalo que tenía entre sus manos.

 

El rubio apenas iba a mitad de camino y ya había oscurecido, sin embargo el tráfico estaba demasiado concurrido. Chasqueó la lengua y le pagó al señor, para luego bajarse del auto, comenzando a correr en dirección al restaurante, fuera como fuera debía llegar a ese lugar. Hizo varias paradas para recuperar energía, el camino se le hacía realmente eterno, pero no iba a dejar esperando a su amigo, no quería mejor dicho.

 

Estando ya en la esquina de lacalle donde estaba el restaurante pudo ver una silueta familiar en la terraza que le sacó una sonrisa de los labios. Se apuró en llegar a las puertas del lugar, mostró su entrada y pasó, estaba repleto de personas, pero ninguna de ellas era quien buscaba. Subió las escaleras con prisa, dirigiéndose luego a la terraza, jadeando por la carrera que había dado.

 

– Ya estoy aquí… sempai…

 

– Te has tardado mucho, maya. –contestó el otro, dándose la vuelta para ver al rubio, sonriendo con suavidad.

 

– Lo siento… hubo algunos problemas –se excusó entre pequeñas risas, mientras rascaba su nuca. Miró a su compañero, que extendía una pequeña bolsa de regalo. Sonrió amplio y la tomó, sacó de ella una pequeña caja roja; la abrió, mostrando un pequeño dije en forma de árbol de navidad muy hermoso. El rubio miró al mayor, sonriendo

– Es hermoso sempai… gracias.

–No hay de qué, maya –sonrió un poco más.

– ¡también tengo algo para ti! Está justo aqu-… ¿¡Eh!? – comenzó a revisarse, notando que no cargaba consigo la bolsa de regalo. Metió la cajita en uno de sus bolsillos y comenzó a buscar desesperado la bolsa, siendo observado por Aiji, que mantenía una sonrisa divertida.

 

– D-Debí dejarlo en el taxi… lo siento, sempai… – bajó su cabeza, completamente apenado, regañándose mentalmente por ser tan idiota.

 

– No te preocupes, todo está bien. – el más bajo se acercó y acarició los cabellos rubios del otro. Maya suspiró pesadamente y elevó su rostro, aún triste por lo que había pasado.

 

– ¡Quizás pueda ir a recuperarlo! –exclamó, comenzando a caminar a la puerta. Sin embargo sintió como el otro le sujetaba del brazo, deteniendo su caminar. El mayor se colocó frente a él

 

– Te dije que está bien, Masahito, no es de importancia –dijo con un semblante serio.

 

El rubio suspiró de nuevo, hasta que el delicado sonido de unas campanitas se escuchó desde arriba, elevó su mirada, viendo una planta de muérdago colgando de la puerta, una cinta roja con un cascabel lo adornaba. Volvió a bajar la vista, encontrándose con la mirada fija del otro

 

– Aún puedo darte un regalo… –dijo en un susurro, esbozando una pequeña pero nerviosa sonrisa

 

– ¿Sí? ¿Cuál sería? –preguntó con curiosidad, alzado su ceja ligeramente.

 

Maya tragó saliva, no sabía si lo que haría sería correcto, pero ya no podía resistirse más. Poco a poco la distancia entre sus rostros se fue acortando, terminando en la unión de sus labios, en un suave beso. Aiji había quedado en un pequeño shock momentáneo, sin embargo, esbozó una suave sonrisa y correspondió a aquel tierno y tímido beso. Cuando sus labios se separaron, las mejillas de ambos ardían en un suave rosa, más notorio en las de maya, cuyas manos temblaban un poco

 

– A-Aiji-sempai… me gustas… –dijo en un hilo de voz, bajando su rostro un poco, esperando lo peor. Sin embargo una pequeña risa salió de los labios del mayor, quien estaba enternecido por la situación, aunque se encontraba igual de nervioso y sorprendido por la confesión tan repentina

 

– Maya… tú también me gustas… –desvió su mirada, tratando de ocultar el ligero sonrojo que tenía, manteniendo una sonrisa en sus labios. El rubio abrió sus ojos a más no poder y elevó su rostro de inmediato, aún sin poder creerse lo que el otro había dicho

 

– ¿D-De verdad, sempai? –le miraba con atención, su corazón latía muy rápido.

 

– ¿Por qué habría de mentirte? –Su sonrisa se volvió más notable, y luego elevó su vista hacia arriba, soltando una pequeña risa al ver el muérdago– Así que maya-chan si estaba enamorado… ¿eh?  –El rubio frunció el ceño, y en el momento en que iba a reclamar sintió los labios del otro nuevamente tocar los suyos, eso le hizo olvidar todo, y sólo correspondió a ese beso, sintiéndose realmente feliz de ser correspondido. Se separó del mayor, con una sonrisa

 

– Desde ahora pondré muérdago en todas partes, así tendré muchos besos tuyos. –dijo aquello con vergüenza, pero no podía retener más lo que sentía. El mayor soltó una risa divertida, y tomó la mano de su compañero

 

– Eso suena bien… ahora vayamos adentro, nos perdemos de la fiesta –el rubio sujetó su mano y asintió, entrando con su amado al lugar.

 

– Al final de cuentas el muérdago sí es de ayuda… –susurró para sí mismo, con una gran sonrisa.

 

 

Notas finales:

Bieeeen~ sdfjadkf, espero les haya gustado, dudé mucho en subirlo, pero bueno... ene.

Dejen reviews:c (?)


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