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El juego del amor es caprichoso. por fanamorfic

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Notas del capitulo:

Este es el segundo capítulo. Espero que les guste.

-         ¿Qué te parece ese de ahí?

-         De acuerdo.

Entramos a un restaurante italiano que había por la zona en la que habíamos estado paseando durante algo más de una hora.

-         ¿Qué vas a pedir? – Me preguntó ansiosa.

-         Bueno... En realidad no me apetece mucho cenar

-         Entonces pidamos una ensalada para los dos.

No me pasó desapercibida la cara que puso al mirar el menú.

-         Si quieres puedes pedir otra cosa – comenté.

-         No es necesario – aún así le notaba que tenía mucho hambre.

Cuando el camarero se acercó para tomarnos nota, pedí la ensalada y otro plato para ella. Me lo agradeció avergonzada.

-         Tu amigo parecía decepcionado – comentó.

-         Estaba esperando a su pareja. Les he dejado la casa para ellos solos.

-         Oh. Entonces no puedes ir a casa esta noche – se ruborizó.

Ya había salido con esta chica una, puede que hasta dos veces, pero, además de que se me había vuelto a olvidar su nombre, siempre me sorprendía lo inocente que era.

-         Es una pena que ya esté con una chica. Es muy mono.

-         ¿Eso es algo que deberías decir cuando estás con otro hombre? – pregunté mientras terminábamos la comida.

-         Si eres tú sí. Estoy segura de que ni te acuerdas de cómo me llamo.

-         ¿María?

-         Raquel. Idiota – se rió –. Bueno, por no acordarte de mi nombre, tú invitas.

Pagué la cuenta del restaurante y salimos.

-         ¿Y qué quieres hacer? – preguntó la chica nerviosa.

-         ¿Tu apartamento estaba por aquí cerca?

Ella asintió enérgicamente, sonrojándose un poco.

Andamos durante unas manzanas en las que no hablamos demasiado. Solamente caminamos del brazo, hasta llegar a su departamento.

Ahora que estaba en él, me sonaba el haber estado anteriormente en él. Miré a mi alrededor. A mi izquierda estaba su habitación. En la que ella entró sin decirme nada.

-         Gabriel – me llamó desde el interior.

Suspiré y entré, cerrando la puerta detrás de mí.

 

 

-         ¿Bueno... quedamos otro día?

-         Sí, claro – le dije desde la puerta.

Me miró desconfiada. Seguro que esas eran las palabras que dije la última vez. Hace aproximadamente medio año.

-         Bueno. A sido un placer – concluyó.

Cerró la puerta delante de mis narices.

Me dirigí al ascensor para salir del edificio e irme a casa.

-         Nos vemos en el trabajo el lunes, cariño.

Me giré y vi a Ana salir de uno de los departamentos de ese mismo piso.

-         Se te olvida esto – de la puerta vi a Nicolás asomarse con una bolsa en las manos.

-         Gracias – se despidió Ana tomando la bolsa.

Nicolás cerró la puerta sin más.

-         Hola – me saludó Ana al verme, incómoda.

-         Hola

-         ¿Qué tal? – preguntó incomoda.

Cuando Oscar aún salía con Ana ella y yo nos habíamos llevado muy bien. De hecho, yo les presente, ella había sido una de mis ligues de una noche.

-         Bien. Y tú parece que también.

-         Sí – dijo sonriendo –. Cuando Oscar cortó conmigo me deprimí mucho, pero entonces me encontré con Nicolás, mi ex-novio, y estamos saliendo desde hace unas semana – me explicó con alegría.

No lo entendía. Estaba claro que Nicolás estaba jugando con Oscar y con Ana. Pero se suponía que en estos momentos debería estar en casa con Oscar.

Fui lo más rápido posible a casa.

-         ¿Oscar? – le llamé.

-         Estoy aquí – oí su voz.

Cuando entré en la cocina, donde estaba, ve que estaba cocinando.

-         ¿Estás bien? – le pregunté preocupado

-         Sí. ¿Por qué no debería estarlo?

-         Nunca cocinas y... ¿Dónde está Nicolás?

-         No pudo venir – dijo sin mirarme pero con una sonrisa –. Debió de tener algún problema en el trabajo, porque cuando le llamé hoy a Ana.

Le miré sin saber muy bien qué hacer o decir. Si le contaba que había visto a Ana salir de casa de Nicolás esta mañana podría destrozarle.

Entonces me fijé en él. Tenía los ojos rojos. Había estado llorando.

Él ya lo sabía. Sabía que lo del trabajo no era más que una excusa que se había puesto él solo.

-         Deja el cuchillo – le dije tomándole de las manos.

Empezó a temblar. No tardó en abrazarse a mí y a empezar a llorar. Como había hecho tantas veces años atrás.

 

 

Hasta aquel momento, no me había dado cuenta de que la verdadera razón por la que Nicolás y yo no nos veíamos muy a menudo, era que en realidad también estaba saliendo con Ana.

Durante toda la noche había intentado conciliar el sueño, pero las lágrimas no habían parado de salir.

Cuando me pareció que no tardaría en llegar Gabriel, decidí levantarme y distraerme con algo, para así no pensar en Nicolás. Pero Gabriel me conocía demasiado bien.

Me sujetó las manos, las cuales me temblaban, y me apoyó en él. Cuando empecé a llorar de nuevo me abracé a él.

Gabriel me acarició la cabeza y correspondió a mi abrazo hasta que me tranquilicé por completo. Sólo él era capaz de hacer aquello.

Estuvimos un rato así, hasta que algo en mi bolsillo trasero empezó a vibrar.

Tomé mi móvil y vi el número de la llamada entrante. Era Nicolás.

-         Tengo que contestar – murmuré, separándome de mi amigo.

Entré en mi habitación y cerré la puerta.

-         Oscar. Lamento mucho lo de ayer.

-         Nicolás...

-         Te voy a compensar – me interrumpió –. Hoy te invito a cenar en un restaurante, el que tú quiera. Si quieres luego te llevo al cine.

Todo lo en lo que podía pensar en esos momentos era en que parecía realmente arrepentido.

-         ¿Dónde estuviste ayer?

-         Ayer... estaba trabajando.

Notaba cómo mis ojos se humedecían. Mentiroso.

-         Ah. Comprendo.

-         Siento que mi trabajo se interponga tanto entre nosotros dos. Pero yo te quiero, Oscar. Te amo.

Cállate. Cállate. No quiero oír esas palabras si salen de tu boca. No las quiero escuchar, porque si lo hago, sé que te voy a perdonar.

-         Me siento fatal por no haber ido a tu casa ayer. Te pido disculpas. Oscar, te quiero.

Todas las lágrimas que se habían acumulado en mis ojos se desbordaron silenciosamente.

-         Yo también te quiero.

-         Entonces... ¿Cenamos juntos hoy?

-         Sí. Vamos a una pizzería.

 

 

Suspiré. Sabía que estaba mal escuchar una conversación ajena, pero no había podido evitarlo.

En cuanto Oscar se disculpó por la llamada supe que era de aquel idiota. Tras encerrarse en su habitación me pegué inmediatamente a la puerta e intenté oír lo que decían. No había entendido todo lo que decían, pero para mí era suficiente.

Estaba claro que Oscar había decidido perdonar a aquel tipo. Pero yo no le perdonaría tan fácilmente.

No le dejaría después de haber hecho llorar a Oscar. Yo me encargaría de que no le salieran tan bien las cosas.

Saqué mi propio teléfono del bolsillo del abrigo que ni me había quitado y accedí a la agenda. El número que buscaba estaba de los primeros. En la A de Ana. Siempre guardaba los números de las chicas con las que había estado.

Dudé en marcar. Estaba seguro de que si Oscar se enteraba se enfadaría. Pero, aún detrás de la puerta, podía saber que él estaba llorando en estos momentos. Me decidí y marqué el botón de llamada.

-         ¿Diga? – oí al otro lado del auricular - ¿Eres Gabriel?

-         Sí. Soy yo. ¿Podemos quedar un día de estos?

-         Bueno... – parecía insegura. Probablemente pensara que era para pasar la noche juntos.

-         Es que, como nos encontramos esta mañana, me han entrado ganas de hablar contigo.

-         De acuerdo – dijo con más confianza –. ¿Cuándo y dónde?

Una vez decidido el lugar y la hora a la que quedaríamos mañana colgamos. Ese era el primer paso de mi plan.

Notas finales:

Espero que  les haya gustado. Intentaré subir el siguiente cuanto antes.

Comenten, por favor ><


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