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Deidara-chan por jackifsy

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Notas del capitulo:

Disfrutenlo!!!!! me alegra mucho q lo comenten... me hace sentir kerida :') okno q drama pero si se siente bonito ^^

3.-El regalo

Deidara tenía los ojos abiertos como platos, sus iris brillaban con su azulado tan hermoso y profundo. Madara lo había tomado por sorpresa plantándole un beso en los labios. Pasaron diez segundos para que reaccionara sobre lo que pasaba y con puro coraje le dio un puñetazo en la boca del estómago. El moreno se apartó adolorido y sujetándose la zona afectada. Tosió y momentos después se incorporó aún con una mueca de dolor dibujada en su rostro.

—Auch… eres muy fuerte, Dara-chan.

— ¿Por qué hiciste eso? Prometiste que no harías nada raro— el rubio estaba sonrojado y molesto, quería tirársele encima para darle una paliza, pero respiró profundo y se controló.

— ¿Qué tiene de raro un beso?

—Tú… no lo vuelvas a hacer— dijo en tono amenazante a lo que el moreno rio.

—Tus labios, son tan dulces— Madara lo cogió de un brazo, lo jaló pegándolo a su cuerpo y aprisionando su cintura con la otra mano— me encantas— lo volvió a besar.

Deidara intentaba apartarlo en vano pues el moreno era mucho más fuerte que él. Cuando el rubio quiso hablar, para exigir que lo dejara, Madara aprovechó para invadir esa deliciosa boca con su lengua, haciendo el beso más fogoso y hambriento. Deidara cerró los ojos con fuerza mientras su cavidad era invadida salvajemente, se removió, pero no logró nada, cuando se estaba quedando sin aire instintivamente mordió el labio inferior del pelinegro y este se apartó tocándose los labios y encontrando sangre en sus dedos.

— ¿Te gusta morder?— preguntó en tono seductor, con una sonrisa llena de malicia y ojos impregnados de deseo.

Deidara seguía intentando recuperar algo de aire respirando agitadamente. Sus mejillas estaban encendidas y apretaba los puños con fuerza.

— ¡Baka!— Exclamó con ira contenida.

Madara dio un par de pasos, acercándose de nuevo, pero esta vez el rubio corrió lo más rápido que pudo fuera del alcance del moreno.

—Déjame, eres un completo idiota— dijo el rubio al otro lado del salón.

—Dara-chan, no te enojes y se buena chica conmigo.

—Si das otro paso hacia mí…

— ¿Qué harás?— lo interrumpió— eres solo una chica, ni siquiera pudiste apartarme cuando te besé.

Durante algunos segundos el rubio calló.

—No soy tan débil como crees— pero Deidara tenía presente que Madara era mucho más fuerte que él.

El pelinegro rio.

—Me voy— avisó el rubio caminando al ascensor y sin decir nada más se fue de ese lugar.

Madara volvió al balcón apoyando sus antebrazos sobre este y observando hacia abajo. Un par de minutos después Deidara salía del edificio a paso apresurado, ni siquiera se volteó, solo caminó en dirección a la estación.

En el tren solo pensaba en los miles de golpes que quería atinar al semiperfecto rostro de Madara ¡Lo había besado a la fuerza y le dijo débil!

Eran como las ocho cuando estuvo en casa. Las luces estaban apagadas, signo de que nadie había llegado. Cogió sus zapatos de los arbustos y entró para ir directo a su habitación. Tirado en la cama y mirando al techo se prometía una y otra vez que algún día Madara se arrepentiría de todo aquello.

— ¡Maldito imbécil!— gritó.

Y sin darse cuenta, segundos después, se quedó dormido.

ΞΞΞΞΞΞ∞ΞΞΞΞΞΞ

Dara llegó a casa. La hermana mayor de Deidara, no era muy diferente de él, tenían los mismos ojos, el mismo cabello, solo que ella se lo había cortado hasta los hombros, pieles claras, ambos eran delgados y, por supuesto, Dara tenía sus atributos como mujer. El rostro de Dara siempre solía ser inexpresivo y frio, su mirada era gélida, nunca podrías saber qué era lo que pensaba, buen punto a su favor para su carrera en leyes. Fue directamente a su cuarto y apenas entró supo que algo no estaba en orden pues la puerta de su armario estaba ligeramente abierta, la rubia sabía que ella no la había dejado así. Dejó su bolso y fue a la habitación de Deidara ¿Quién más sino él?

—Dei…— lo llamó, pero detuvo sus palabras al encontrarlo dormido, no era tan despiadada como para despertarlo hasta que vio sus sandalias en los pies de su hermano.

Agarró las sábanas bajo el cuerpo del menor con la intensión de jalarlas hasta hacerlo caer al suelo, pero se detuvo al observar el rostro de Deidara, parecía tan delicado y femenino. Muchas veces lo envidió por su apariencia tan andrógina ¡Parecía más chica que ella misma! Y eso a veces la molestaba, pero nunca nadie lo sabría.

—Auch— se quejó el menor al verse en el suelo junto con sus  sábanas. Levantó las vista encontrando a Dara— nee-san ¿Por qué…?— miró a sus pies encontrando las sandalias que se había olvidado quitar— «mierda» etto… yo… lo puedo explicar….

—Hazlo— ordenó la mayor con los brazos cruzados.

—Pues…

— ¿Un hobbie? Eh escuchado que los chicos suelen hacer esto en secundaria.

— ¿¡Eh!? ¡No!— exclamó— verás… Pain, Kisame y yo hicimos una apuesta en la que el que perdía debía vestirse como chica por un trimestre entero en el colegio y… perdí… entonces, un chico me invitó a salir pensando que era mujer y por algunas circunstancias no lo pude rechazar. Así es como llegué a esto.

Ambos hermanos se miraron a los ojos, Deidara avergonzado y su hermana indiferente. Pasaron diez interminables segundos y Dara de la nada comenzó a reírse, primero despacio, luego ya no se pudo detener y rio a todo pulmón mientras se sujetaba el estómago.

En ese momento Deidara, más que avergonzado, estaba sorprendido. No se acordaba la última vez que vio a su hermana así, de la siempre calmada y atenta, se transformó a escandalosamente risueña. Dara continuó riendo por quien sabe cuántos minutos hasta que se detuvo y tras tomar aire, volvió a su postura habitual solo que con una sonrisa dibujada en sus labios.

—Vaya cosas raras que hacen los jóvenes a esta edad— comentó— con razón no encontraba mi uniforme de colegio, pensé que mamá lo había tirado.

—Yo… lo siento…

—No te preocupes, sigan con su apuesta, no diré nada, solo… devuélveme mis sandalias.

—Ok…

ΞΞΞΞΞΞ∞ΞΞΞΞΞΞ

Domingo

Los domingos en casa de Deidara eran lo días más incómodos para él. Sus padres no trabajan y Dara no tenía clases hasta la noche, por tanto, todos estaban en casa.

El rubio se levantó con pereza, se lavó los dientes y tras cambiarse de ropa, bajó a desayunar. En la cocina sus padres estaban sentados a la mesa. Su madre, Allen, estaba concentrada en poner mantequilla en su pan mientras que Luis, su padre, leía el periódico y, como si de vez en cuando se acordara, le daba un sorbo o dos a su taza de café.

—Buenos días— saludó Deidara.

—Buenos días— respondieron si siquiera voltear a verlo.

El rubio se sirvió su comida y se sentó.

El silencio reinó.

Deidara estaba más o menos acostumbrado a eso, su familia no era de las que mantenían una larga conversación, ni siquiera una pequeña. Las muestras de afecto eran casi inexistentes, por no decir completamente. Aprendió a vivir con ello, no le molestaba, pero de vez en cuando le gustaría haber recibido un abrazo de su madre o una palmadita en la espalda de su padre.

Dara entró a la cocina con su rostro indiferente de siempre, se detuvo unos instantes para observar a su hermano a quien le recorrió un escalofrió por toda la espalda al recordar lo del día anterior, la mayor volteó el rostro y fue a servirse su desayuno.

—Buenos días— saludó Dara bajito, sin la intención de que la escucharan o le respondieran.

Ahora los cuatro estaban en la mesa, en silencio, el único que apartaba la vista de su plato, o periódico, era Deidara. Miraba a su hermana intentando descifrar que pasaba por su cabeza, obviamente le fue imposible, pero estaba tan concentrado en ello que cuando sonó el teléfono dio un salto de sorpresa.

—Yo voy— habló Dara poniéndose de pie y caminando al teléfono de la cocina— hola… claro…— se dio la vuelta y observó al rubio— es Pain, quiere hablar contigo Deidara.

—Claro— se levantó y contestó— hola.

— ¿Puedes venir a mi casa?— preguntó Pain del otro lado.

—Sí ¿A qué hora?

—A la hora que quieras.

—Claro, iré ya mismo, solo termino de desayunar.

—Ok— colgaron.

—Apenas está en primer curso y ya se cree con el derecho de mandarse él solo— escuchó la voz de su padre.

—Lo hemos criado mal— continuó su madre.

Deidara se dio la vuelta despacio y observó las afiladas miradas de sus padres sobre él.

—Eh…

— ¿Dónde está el respeto de pedir permiso?— preguntó Allen.

—Em… yo… lo siento oka-san, oto-san.

—Estás perdonado— dijo su padre volviendo la vista a su periódico y su madre al café.

—Etto… entonces… ¿Puedo ir con Pain?— preguntó con algo de miedo.

—No— respondió Luis.

—Pero…

— ¿Por qué debería dejarte?— interrogó sin apartar la vista de su lectura. Deidara ya sabía a lo que se refería, igual que cuando era pequeño, le exigía calificaciones dignas de ser recompensadas.

—Bueno… apenas estamos empezando el año… no me han tomado muchas cosas… solo las pruebas de diagnóstico.

—Tráelas— ordenó el mayor.

—Sí— fue a buscarlas y unos instantes después estaba de vuelta en la cocina con las pruebas en sus manos, las entregó a su padre y este dejó el periódico para inspeccionar hoja por hoja.

Todas tenían calificaciones de 100 con excepción de la última prueba que tenía un 99.

— ¿Qué pasó aquí? ¿Por qué esta nota?— le preguntó su progenitor en tono molesto, como i en vez de 99 fuera un 30 o aún más bajo.

—Etto… pues no me acordé cual era el modelo atómico de Bohr.

Luis suspiró dejando las hojas de lado y volviendo a su periódico.

—Mejora eso, para la próxima no admitiré una nota menor de 100— dijo.

—Y… ¿Tengo permiso?

—Tienes permiso.

—Gracias.

Deidara terminó de comer, lavó sus platos y salió a casa de Pain, prefería estar con él que con su familia sinceramente, de todos modos, tampoco hacían nada en familia, sus padres pasaban todo el día en la sala leyendo o viendo televisión, mientras que él y Dara se encerraban en sus cuartos, ella haciendo quién sabe qué y Deidara hacía lo que podía por no aburrirse: manualidades o jugando en la computadora.

En tanto, Pain y Kisma esperaban impacientes a que llegara su amigo para darle su “regalo”. Escucharon que alguien tocó la puerta y contentos fueron a abrir.

—Hola, chicos— los saludó Deidara.

—Hola, Deidara— contestaron con una sonrisa que al rubio no le gustó nada.

— ¿Qué están planeando?

 —Oh, nada, Dei, vamos, pasa, pasa— dijo Pain nada convincente para el rubio.

Fueron a la habitación del de cabellos naranjas.

—Cuéntanos cómo te fue en tu cita— dijo Kisame.

— ¡No fue una cita!— reclamó Deidara.

—Ya, dinos.

—No pasó nada interesante, solo me invitó a comer— por ningún motivo les diría que Madara lo besó, ya se imaginaba las interminables burlas de esos dos.

—Bueno, bueno— dijo el de piel azulada— mientras tú estabas con Madara, nosotros fuimos a comprarte un regalo.

— ¿Un regalo? No es mi cumpleaños.

—Es más para nosotros jeje— el rubio los miró con una ceja alzada.

Pain fue a su armario, sacó el vestido y se lo entregó a Deidara.

— ¿Qué es esto?

—Es para el baile, Dara-chan— aclaró el de cabellos naranjas.

El rubio miró el vestido, era de un rosa pálido, de tiras, en la zona del pecho estaba decorado con vuelos que disimularían su falta de senos y la altura era un poco más arriba de las rodillas.

— ¡Yo no me pondré esto!— gritó enfurecido.

—Aprecia nuestro esfuerzo, lo compramos especialmente para ti— dijo Kisame con falsa ofensa.

— ¡Lo hicieron para joderme la vida!

— ¿Nosotros?— contestaron los dos en tono sarcástico.

— ¡Los mataré!

—Ya, ya, pero primero pruébatelo— Pain lo empujó hasta el baño, lo metió en este y cerró la puerta.

— ¡No quiero!— volvió a gritar Deidara desde adentro— «este par de idiotas… ¿Por qué tengo que ponerme esta cosa?»— inspeccionó la prenda, suspiró y lo dejó sobre el inodoro.

Se desvistió sin ganas. Cogió el vestido y se lo puso.

Fue al espejo, se observó de frente y de perfil. No se le veía mal, el rosa pálido del vestido contrastaba muy bien con su piel clara. Se sonrojó. Pensar que tendría que ir al baile con Itachi y que este tendría que verlo así.

—Deidara, sal, queremos verte— dijo Kisame tocando la puerta del baño.

—Maldición…— susurró el rubio.

Abrió la puerta y se dejó ver, tenía las mejillas encendidas, sus manos estaban cerradas en fuertes puños y miraba al suelo con una mueca de coraje y vergüenza. Miró de reojo a sus amigos, estos lo miraban boquiabiertos y algo sonrosados.

— ¡Ya! Búrlense si quieren—dijo el rubio.

—Emm… pues… te queda bien— lo halagó el de cabellos naranjas.

—Sí, muy bien— lo apoyó Kisame.

—Te pareces mucho a Dara-san— Pain se rascaba nerviosamente la nuca y miraba a cualquier lugar del techo.

—Solo que ella tiene pechos— espetó el rubio.

—Pequeño detalle— dijo el de piel azulada.

—Jeje, también te compramos unos zapatos— Pain agarró una caja del suelo y se la entregó a Deidara.

—Esto es el colmo— susurró el rubio abriendo la caja, dentro habían un par de zapatos de tiras, color blanco y un taco algo elevado— «si uso esto me caeré antes de dar un paso»

—Póntelos.

—Eh…— Deidara obedeció no muy convencido, al tener ambos puestos se tambaleó e intento caminar, pero se le dobló el pie y calló en los brazos de Pain.

— ¿¡Estás bien!?— le preguntó el de cabellos naranjas algo alarmado por la mueca de dolor del rubio.

—No… creo que me torcí el pie— Deidara seguía sujetándose de los brazos de su amigo, este lo agarró en sus brazos y, como si fuera una princesa, lo llevó a la habitación sentándolo en la cama para quitarle el zapato y revisar su pie— ¡Hay!— gritó cuando Pain hizo presión con sus dedos.

—Kisame, por favor tráeme hielo y una toalla.

—Claro— el de piel azulada salió de la habitación y Pain continuó revisando a Deidara.

—Se te va a inflamar— le avisó.

—Genial— contestó con sarcasmo.

—Lo lamento… no debiste ponértelos….

—Está… bien… ya no importa.

—Pero… en serio te quedaban bien, también el vestido.

—Gracias— susurró el rubio sorprendiendo al de cabellos naranjas, apartó la vista de su pie para observarlo a los ojos, solo observó una cortina amarilla cubriéndolos mas no al sonrojo de sus mejillas.

—Eh…

—Aquí tienes— Kisame interrumpió.

Pain miró al de piel azulada, luego a Deidara y por último a la toalla que rodeaba un enorme pedazo de hielo, lo cogió y lo puso sobre el pie lastimado.

—Que pena, ya no podrás usar los zapatos en el baile— dijo Kisame.

—Preferiría no ir a ese dichoso baile— contestó el rubio.

—No puedes dejar plantado a Itachi.

—Ah…

—Cambiaremos estos por unos sin taco.

—Idiotas…

Pain no prestaba atención a nada de lo que decían, solo mantenía la vista fija en el pie del rubio, ciertamente eran muy bonitos, ni muy pequeños ni muy grandes, y también eran muy suaves.

— ¡Duele!— se quejó Deidara. Pain, al estar tocando su piel, no notó donde puso los dedos.

—Lo lamento— se disculpó el de cabellos naranjas.

—Yo lo haré, déjame— el rubio tomó la toalla y la mantuvo sobre su pie. Pain se levantó.

—Chicos, yo me debo ir, la abuela está de visita— dijo Kisame dirigiéndose a la puerta— apenas y me pude escapar, nos vemos mañana.

—Nos vemos— contestó el rubio, Pain solo alzó la mano como despedida.

El de cabellos naranjas se sentó junto a su amigo y se mantuvieron en silencio. Para los dos era algo incómodo, para Pain en especial.

—Etto… ¿Te imaginas a la abuela de Kisame?— preguntó el de numerosas perforaciones para aliviar el ambiente.

Ambos se imaginaron a una mujer de edad avanzada, con piel azul, dientes filudos, cabello azul… la sola idea era graciosa y empezaron a reír a carcajadas.

Funcionó.

El ambiente se aligeró y comenzaron a hablar con fluidez, como siempre suelen hacerlo los buenos amigos. Conversaban de cosas sin importancia, pero los mantuvo ocupados en lo que pasaba el tiempo. Cuando el hielo se derritió Pain se llevó la toalla y volvió con una venda para ubicarla alrededor del pie de Deidara.

—Listo— dijo el de cabellos naranjas al terminar.

—Podrías ser buen doctor— opinó el rubio.

—Quizás podría, ¿Puedes ponerte de pie?

—Creo que sí.

Deidara se levantó despacio, observando su pie vendado. Cuando estuvo parado completamente lo asentó un poco y sintió algo de dolor, pero no mucho.

—Sobreviviré— bromeó el rubio.

—Jeje Voy a pedir pizza ¿Te quedas o tienes que volver a casa?

—Nop, en casa no me extrañarán.

—Ok.

—Voy a cambiarme.

—Claro.

40 minutos después llegó la pizza, comieron mientras jugaban con los videojuegos de Pain, el resto del día pasaron como típicos chicos de colegio. Se divirtieron mucho, de no ser por el pie de Deidara, probablemente hubieran jugado brusco porque Pain siempre encontraba como fastidiarlo.

A las seis de la tarde seguían jugando en la consola, pero al rubio ya le estaba dando sueño.

—Continua tú, voy a dormir un rato— le dijo acostándose en la cama.

—Es de mala educación quedarse dormido en la casa de otros— bromeó el de cabellos naranjas con la vista fija en la TV.

—Idiota…

Pain ya había pasado dos niveles desde que Deidara se durmió. Le puso pausa al juego y se acostó junto a su amigo, este le daba la espalda, pero el de cabellos naranjas no le importó, pensó en dormirse un rato, también le había dado algo de sueño. Entonces el rubio se viró, quedando cara a cara con Pain, pero sus ojos se mantenían cerrados.

Pain observó el rostro de Deidara, cada parte, su nariz, parpados, pestañas, mejillas, labios… un mechón calló sobre su rostro y Pain lo apartó con su mano, sin querer, esta tocó la suave piel del rostro del rubio, parecía seda, sobó su mejilla con el pulgar, realmente una sensación exquisita y sin poder evitarlo su dedo llegó hasta los labios, finos y rosados, de su amigo.

—« ¿Qué demonios estoy haciendo?»— se preguntó el de cabellos naranjas mientras apartaba su mano.

Una hora después el rubio despertó. Ya era tarde así que solo se despidió y volvió a su casa. Pain se quedó solo, pensando que quizá lo de la apuesta fue mala idea.

3blackshadows

Notas finales:

xD que tal?? 

para el siguiente cap si habra mas itadei... en este no salio no??

jjejej gomen

ya comenzare a escreibir el sig cap

Hasta pronto besos


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