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Pudin de Caramelo. por Takaptilia

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Notas del fanfic:


Un one-shot Au bastante corto.


El camino que forjan dos personas jovenes.


Notas del capitulo:



Aclaraciones:

-Punto de vista de Ruki.
-Kai trabaja de ayudante en una oficina de contabilidad.
-Ruki de reponedor de una tienda de conveniencia.
-Los dialogos corresponden al personaje que se explica en los parrafos que le siguen.
-Entre guiones es el presente, lo de mas escrito corresponden a recuerdos.



Una segunda brisa removió el mechón de cabello recién acomodado detrás  de su oreja. Observó atento como las nubes eran barridas por aquella cálida brisa. Permaneció en silencio,  balanceándose en aquel columpio, mientras las puntas de sus pies chocaban con el suelo lleno de piedrillas.

Suspiró cansado, bastante desanimado. Casi podría creer que el brillo de sus ojos se desvanecía al ritmo de los segundos.


Hacia dos meses que había llegado a Tokio. La ciudad era enorme. Jamás nunca en sus veinte años había disfrutado tanto el salir a caminar y recorrer aquellas tiendas. La gente era tan diferente a Kanagawa. Todo. Inclusive quien permanecía en su mente en aquel momento.


Se habían conocido sin premeditaciones de por medio. Fue un encuentro inesperado, un encuentro que resultó en un escape, escapar de todos; solo ellos dos.

Habían alquilado un apartamento en un edificio modesto, era bastante pequeño y solo contaba con una pieza, más la cocina y el baño.
Mucho no podían optar, el dinero recaudado por ambos ahorros era bastante poco para aspirar a algo mejor. Estaría bien, encontrarían trabajo y lo harían funcionar.


Recordó como había sido todo el jaleo para decorar su hogar. Él había intentado acomodar las pocas pertenencias de una manera armoniosa, todo debía estar en un perfecto equilibrio, pero poco duro el primer día. Enfureció de sobremanera cuando notó que el otro no era para nada cuidadoso ni con los productos de baño, ni los utensilios de

cocina, ni siquiera con el pequeño futón que compartían.


-
Rió al recordarlo y sus ojos se llenaron en lágrimas, se atoró un poco intentando contenerlas, pero le fue imposible.
-


Hace unas semanas atrás se le había metido en la cabeza aquella idea destructiva.
Una mañana común, cuando le vio partir apresurado, bastante cansado, y supo que aquello no era lo que quería para él.


                    “Nos vemos a la tarde”


Observó cómo se acomodaba los zapatos en la entrada, tan torpemente. Sonrió tristemente y quiso comunicarle, comunicarle que lo dejaran, que todo aquello era un caso perdido, que el merecía algo mejor y claro que lo merecía.


                     “Yutaka, espera…”


Y el volteó a verle, con aquella sonrisa que podía despedazarle tan fácilmente.


                             “¿Hm?”


Pero no pudo.

                     
                          “Te quiero”


Pudo escuchar la llave de la cocina gotear. El alto giró un poco, irguiéndose al acomodarse por fin el zapato. Dejó su mochila en el suelo y caminó hacia él, se agachó a su nivel  y le besó la mejilla.


                         “También te quiero, Ruki”


Y le vio cerrar la puerta.


Lloró mucho. Lloró atorándose, mordiendo su labio inferior todo lo que pudo. Lloró mientras lavaba los platos, inclusive pensó, en su inocencia, que aquellas lágrimas retiraban bastante bien la grasa.
Aquel día se presentó a trabajar con un hipo incontrolable, los ojos rojos y también el labio.


Algunas semanas pasaron de igual manera. Y sentía la necesidad asfixiante de dejarlo. De abandonarle ¿Realmente lo quería? No. El no deseaba dejarle, él estaba feliz viviendo de aquella manera, pero veía a Yutaka esforzarse tanto, durmiendo inmediatamente al llegar, disculparse al llegar tarde, y él lo extrañaba, extrañaba tenerlo en frente al dormir, tomar su mano y observarle con amor y ser observado de igual manera, en silencio.

Pero muchas noches se vio durmiendo solo y despertando de igual manera, acompañado con el sonido de la cocina en movimiento y el exquisito olor a café negro.


-
Su mirada nuevamente se centró en aquellas nubes. Y escuchó una de las tantas veces en que Yutaka se le había acercado, al finalizar de lavar los trastos.
-


                      “Ruki ¿Pasa algo?”


Sus manos casi dejaron caer el vaso de vidrio, pero pudo apretar el vidrio fuertemente. Negó levemente.


                    “Tranquilo, todo está bien, ve a descansar”


El alto se le había quedado mirando seriamente, pero el simplemente volvió a voltear y a terminar con algunos platos.
Escuchó a Yutaka suspirar y abandonar la cocina.
Aquella noche las lágrimas volverían a ser un excelente desengrasante.


La antigua vida de Yutaka era buena. Él podría estudiar, dejar de trabajar de esta manera, abandonar esos papeles y conocer gente exitosa.
Lo pensó desde aquel día en que le vio cansado, pero jamás abandonando aquella sonrisa para él.


-
Levantó bruscamente la mirada cuando un vehículo a alta velocidad pasó por frente al parque en que se encontraba. Su corazón volvió a bombear normalmente a los pocos segundos.
-


                    “Vine a buscarte ¿Estás listo?”


Dejó de acomodar los paquetes de arroz y se levantó del suelo, limpió sus manos en el delantal amarillo que llevaba por uniforme y asintió.

Yutaka le esperaba a la entrada de la tienda de conveniencia en la cual trabajaba. No era mucha la paga, pero ayudaba para aportar a la casa.


Para cuando volvió con sus cosas no vio al alto y volteó hacia los pasillos llenos de productos y le encontró observando el mostrador de dulces y postres.


         “¿Quisieras pudin? Hace mucho que no lo como”


Le había mirado extrañado y rio levemente, claramente avergonzado levemente al alto.


         “¿Quisieras cenar Pudin? ¿Y mis espaguetis? ¿Ya no te gustan?”


Con un tono divertido, fingiendo indignación. Cruzó sus brazos y frunció el ceño tiernamente.



        “Me encantan, pero podríamos hacer una excepción hoy”


Yutaka le miró de una manera que no pudo contener el mal humor fingido. El sabia manipularle con aquellas miradas y realmente lo detestaba “El era un demonio con piel de oveja”  Siempre lo había pensado de esa manera.


Había aceptado a regañadientes y aquella noche cenaron frente a frente, sentados en una pequeña mesita algo desprolija, dos platos con pudin, dos vasos de leche y la tranquilidad del silencio.


             “Ya no vayas a buscarme al trabajo”


Había roto el cómodo silencio, Yutaka le miró extrañado, algo tenso, alejó el vaso de sus labios y lo colocó sobre la mesa.


           “Solo regresa a casa directamente, descansa”


Se levantó para dejar su plato vacío en el pequeño fregadero.
A los pocos segundos escuchó como el otro se levantaba y abandonaba la pequeña cocina.

Desde aquella noche Yutaka había obedecido. Tan doloroso era que cada vez al llegar encontraba el pequeño cuarto en penumbras.


-
Jugó nuevamente con las piedrillas que rozaban sus zapatillas. Maldijo el no ser lo suficientemente fuerte para continuar. Maldijo el importarle tanto Yutaka que estaba dispuesto a dejarle ir.
-


Recordó cargando una bolsa blanca con el de camino a casa. Yutaka le había llamado informándole que aquella noche tenían inventario de libros y no iría a dormir.


Ni siquiera se molestó en encender las luces, un débil “Llegué” pronunció, aun cuando sabía que no había nadie para recibirle.

Bebió hasta la última gota de aquella sexta botella. Su rostro húmedo y pegajoso por las lágrimas saladas.
No recordó el desastre que ocasionó hasta despertar cuatro horas más tarde y notar que el suelo se encontraba sucio. Como pudo limpio todo pulcramente, sin antes claro, tropezar y botar algunas de las pocas cosas que poseían.


La mañana siguiente cuando despertó un ligero dolor de cabeza le invadió, enfocó perfectamente la visión y se encontró con el apacible rostro de Yutaka, dormido plácidamente a su lado. Revisó el cuarto y vio todo ordenado y limpio.
Se sintió algo miserable, y aún más para cuando se encontró en plena mesita, una nota.


Lave tu cabello


Lentamente tocó el largo mechón lacio y limpio que caía al lado derecho de su mejilla, Sus ojos se humedecieron, pero prefirió llorar de camino al trabajo.


-
Escuchó atento la risa de algunos niños pasar con sus madres, ambas cargaban sus pequeñas mochilas y compendió que ya era hora de que Yutaka regresara a casa. Sintió miedo de lo que podría encontrar en ella. Nada.
-


Los días posteriores a aquel incidente fueron cada vez más fríos. Solo se veían por las mañanas, al desayunar lo poco que podían costear. Café, huevos y pan.

Cada uno partía a su respectivo trabajo. Solo miradas de cordialidad y un “Adiós”
¿En tan poco tiempo el “Te veo en la tarde, iré a buscarte” “esfuérzate” “Te quiero” “Yo también te quiero”  se había convertido en un tan simple “Adiós”?


-
Volvió a reafirmar el motivo de sus actos, porque él estaba mejor sin él. Yutaka estaba mejor sin él.



           “Ahora mismo…Quisiera un poco de pudin”


Sonrió con lo poco y nada de corazón que le quedaba. Sonrió como realmente quería hacerlo. Con todo lo que podía entregarle. Tan poco, pero tan significativo.
Observó el cielo tornarse levemente rojizo, la temperatura comenzaba a entubiar y en poco tiempo caería la noche.

Dejó de oponerse y permitió a la última brisa empujarle. Le empujó suavemente. Meciendo sus pies. Apretando cada vez más la cadena contra sus tibias manos.

Aquello era el final.


El color del cielo llegó a un majestuoso color naranjo y entrecerró sus ojos, difuminando aquel color con las lágrimas.


“¡Ruki!”


“¡Ruki!"


Colocó los pies sobre el suelo bruscamente y elevó la mirada, observando a Yutaka acercarse a grandes zancadas, con la respiración descontrolada y la mirada desorientada. Vestía aquel traje de camisa blanca y corbata negra. Esos impecables zapatos de vestir negros ahora se encontraban plomos por la tierra.


Ambos se miraron en silencio. Se acercó hacia lo poco que quedaba del más bajo.


                 “Dime, dímelo, por favor”


Los ojos de Ruki se achicaron aún más derramando gruesas lágrimas.


                  “Lo siento”


Yutaka endureció la mirada, pero bajo ningún motivo le quitó la vista.


         “¿Simplemente así? ¿De esta forma tan cruel sin saber el por qué?”


Ruki desvió la mirada, son soltar las cadenas.


“Ya no puedo soportar verte sí. De esa manera. Esforzándote tanto. Tanto por nosotros. Y yo…
Yo no puedo darte un futuro. Regresa”


El alto se acercó a paso seguro hacia él.



“¿Y pretendes que tenga un futuro regresando? Yo tengo un futuro, Ruki. Y es contigo”


Le tomó de las mejillas y le obligó a mirarle. Los pequeños ojos de Ruki le observaban borrosamente.


“Lo sabía. Sabía que te preocupaba esto, lo supe desde siempre. Aquella noche te encontré. Mientras estabas en la tina me miraste “Déjame” pronunciaste y créeme, quise creer que no era verdad. Pero después…Todo lo que pasó ¿Por qué de esta manera? “


Le sonrió tristemente, sin evitar emocionarse. Limpió alguna que otra lagrima de aquellos ojos hinchados. Ruki soltó el agarre de las cadenas y colocó sus manos tímidamente en los brazos de Yutaka.


                   “Yutaka”


Pronunció levemente, observándole. Todo lo que aquellos ojos negros, al igual que los propios, le transmitían. Sintió su pecho inflarse de angustia, de una cálida ternura.


“Tal vez no vaya a la ocasión. Pero me esforcé todas esas semanas para poder conseguir un trabajo más ligero y mejor pagado. Realmente se apiadaron de mi al verme destrozado”


Rio ligeramente, contagiándole. Prosiguió al parar de reír.


“El futuro seguirá adelante sin importar que. Cuidemos nuestro presente, formemos nuestro propio futuro, juntos”


Le besó suavemente, acariciando sus labios secos y humectándolos con todo el sentimiento que transmitía para él. Los últimos pedazos del corazón de Ruki oscilaron al comprender que aquella idea hablo por él y no por ambos.


    “Volvamos a casa”

 
    “A nuestra casa”


Repitió Ruki, levantándose del columpio y tomando su mano.

Yutaka reafirmó el agarre y emprendieron el viaje hacia su único hogar, aquel que ambos formaron.



El cielo jamás estuvo de un color tan agridulce, para Ruki, desde ese día.



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