Una tarde de junio en el instituto mixto se encontraban Jesús y Daniel aburridos por finales de bimestre donde todos los maestros se encargaban de evaluar a los alumnos con respecto a su actitud en el ciclo escolar, dadas las circunstancias los alumnos no tenían mucho que hacer más que entregar los trabajos pendientes y en el caso de los matados, hacer largos trabajos para que su 98 se convierta en 100, este es el caso de Arturo, un joven bajito, de piel clara, cabello rizado hasta los hombros y anteojos, era bien parecido y por lo tanto popular con las chicas. Había ingresado al instituto hasta el segundo año gracias al bulling en su otra escuela. Cuando no estudiaba con los más selectos nerds del salón se pasaba el día leyendo todo tipo de libros.
Mientras tanto Jesús dormitaba leyendo un cómic, cuando al fin, Daniel que físicamente era más bajito que su amigo, de piel blanquecina, y cabello negro adornado con flequillo hasta el hombro, que también era el más ocurrente de los dos, despeinó un poco su cabello y mencionó:
-Apuesto que yo lograría conseguir el correo electrónico de quien yo quisiera-exclamó-tú no lograrías conseguir ni la mitad aunque les pagaras! agregó Daniel entre risas.
Las palabras del anterior lograron desconcertar a Jesús de la monotonía de su mañana, quien poseía largos cabellos color chocolate hasta la cintura y una mirada con un toque serio pero indiferente.
-Y...¿entonces? ¿Qué quieres hacer hoy- preguntó Jesús acomodando su largo cabello.
-Quien consiga más correos le paga el desayuno al otro!- sugirió Daniel.
Jesús accedió y empezaron
...Uno...dos...tres...
Daniel fue directo hacia Ivanna, una preciosa chica de ojos azules, cabello rubio y labios rosas que desde su llegada había llamado la atención de todo el salón por su personalidad reservada y tímida, demasiado reservada para los ojos de algunos...
Jesús no tenía idea por quién comenzaría ya que aunque hubieran puesto un tiempo como límite, no se quería ver desesperado... hasta que vio a Arturo, quien sonrojado volteó, dedicándole una sonrisa al de cabellos rizados. Jesús atónito, pasó saliva hasta que al fin dijo:
-Hola..-
-Hola, Jesús, verdad?- preguntó Arturo sonriendo.
-S-si..me podrías anotar aquí tu correo electrónico? Es una apuesta…
-Claro!- Asintió Arturo mientras saca un bolígrafo rojo con el que anotó su correo en la libreta de Jesús.
Esa fue la primera vez que hablaron, Jesús, a pesar de ser un muchacho seguro de si mismo y que no se alteraba fácilmente, sus manos temblaban y su estómago era un nudo de nervios después de su primer y breve contacto verbal con el pequeño. Las clases pasaron más rápido de lo que pensaban y tanto Jesús como Daniel volvieron a sus casas, Daniel a quedar con una chica y Jesús fumando todos los cigarrillos a su alcance y haciendo tarea. Pero lo primero que hizo fue añadir a su...Arturo e intentar saber un poco más de él, el cual aceptó de inmediato y solo sostuvieron una conversación de la tarea de matemáticas. -Es sólo un compañero de clase, es todo, no hay porque emocionarse- Se repetía Jesús constantemente.
Al llegar al instituto se sorprendió con la imagen de Daniel sentado junto a Arturo, demasiado cerca para el punto de vista de Jesús. El día transcurrió normalmente, sólo por el hecho que Daniel se acercaba a Arturo para "charlar" en cada tiempo libre que había, lo cual extrañaba un tanto a Jesús como a Arturo ya que antes de ese día no le prestaba ni la más mínima atención al nerd del salón. Varias veces, durante el trascurso de la tarde, Daniel intentaba varias veces entablar una conversación con Jesús, el cual le contestaba con palabras evidentemente cortantes.
-¿Qué harás después de clase?-Preguntó Daniel.
-Ir a casa a hacer tarea.-Contestó Jesús.
-Mhm..mejor pasemos la noche en la mía, puedes avisarle a tu padre y yo te prestaría algo de ropa- propuso Daniel posando ambas manos en su barbilla.
Jesús aceptó inconformemente ya que disfrutaba de su soledad. Llegaron a la casa de Daniel en la que no había nadie como ya era costumbre ya que vive solo y su madre le visita de vez en cuando.
-Me temo que sólo hay spaghetti- dijo abriendo la nevera. -No tengo hambre, un té está bien-respondió Jesús tomando asiento. Ambos se pusieron a comer, o mejor dicho Daniel comía mientras Jesús encendía otro cigarrillo.
-Arturito es lindo, verdad?-preguntó Daniel.
-Y ¿por qué lo mencionas?-dijo Jesús con evidente molestia antes de fumar un poco.
-Y por qué no mencionarlo?-
-Y yo que sé?-Mencionó-,no tiene nada que ver conmigo.-
Al escuchar el último comentario, Daniel dio la incómoda conversación por concluida y ambos rieron un poco. Pasaron la tarde haciendo tarea y jugando en la consola hasta que ambos se sintieron cansados, y a media noche Daniel encaminó a Jesús hacia el cuarto de huéspedes, una amplia habitación con una cama matrimonial, un visiblemente cálido edredón rojo, un buró a lado de esta que hacía juego con las blancas paredes de la habitación, un tocador de la misma colección y a los pies de la cama un banco para dos de fondo negro y lunares blancos, sin mencionar el alfombrado color hueso y una curiosa lámpara que hacía juego con el resto de las cosas, encima de la cama se encontraban dobladas las pijamas del respectivo huésped, era perfecto. Jesús caminó lentamente hacia la cama, despojándose de su camisa negra para postrar su cuerpo en la cama y lanzarle un ruidoso beso a Daniel, quien en tono de broma hizo lo mismo que el mayor para terminar uno encima del otro, a unos cuantos centímetros de rozar sus labios...