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Pequeños lios de amor por LidiaOkami-Chan

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Ken era de ese tipo de personas que tenia un aura diferente a lo demás. Al igual que su hermano, él era un chico completamente atractivo, y no solo por su rostro, también tenía un cuerpo espléndido. Sus músculos, que estaban lo sificiente bien formados sin llegar a tener un cuerpo demasiado robusto, se reflejaban en una piel tan blanca como la misma nieve y a la vez, tan frágil que se asimilaba a la porcelana. Su rostro mostraba una suave y delicada piel con los ojos de un grisaceo claro, y sus cabellos, completamente desordenados, eran de un rojo tan intenso como el fuego, que aunque no lo pareciera, era de lo más natural. Por detrás el pelo le llegaba hasta taparle ligeramente la nuca y su flequillo, mucho más corto, cubría su frente hasta el lugar exacto antes de tapar sus ojos. Además de ser tan atractivo, Ken tenía un gran deseo carnal hacía el resto de las personas que podía satisfacer cuando lo quisiera fueran hombres o mujeres, después de todo, conseguir a alguien para él no era algo muy complicado. Generalmente, su deseo solía ser mayor hacia los hombres, ya que el ser penetrado por uno le era completamente diferente a lo que sentía acostándose con una mujer. Y aunque si lo que quisiera simplemente era meterla, lo único que tenía que hacer era buscarse un uke que fuera de su gusto y tener sexo con él. Sin embargo, el satisfacerse no siempre le resultaba tan fácil, gracias a que su atractivo hermano mayor, Roy, era demasiado protector con su hermoso hermanito, lo que a veces le dificultaba las cosas. Nunca podía llevar a nadie a su casa, y si lo hacía, la persona a la que traía tenía que pasar por una especie de pequeño interrogatorio que hacía su hermano, algo que no era realmente agradable, haciendo que todo el mundo saliera espantado a los pocos minutos de estar allí por la tensión que sentían con sus preguntas, y más aún si la persona era un hombre, en ese caso, el interrogatorio era mucho más duro, lo que hacía que Ken nunca llevara a nadie a su casa. Roy no sabía sobre el fetiche sexual de su querido hermanito, y él, desde luego no estaba dispuesto a contárselo, aunque pudiera parecer alguien muy tranquilo e incapaz de dañar a una mosca a primera vista, para Roy tan solo pensar que su hermano pudiera estar siendo penetrado por otro hombre era algo que no podía tolerar y si tan solo averiguara aquello, era capaz de castigarle a quedarse en casa todo el día pudiendo tan solo ir a la escuela, además de destrozar a quien se huviera acostado con él le hubiera obligado o no, aunque claramente, si le había obligado la paliza iba a ser mayor. Pero por muy protector que fuera Roy, a veces lo era demasiado, lo que enfadaba muchas veces a Ken por tratarle siempre como un niño de 10 años aunque ya tuviera los 17.

 

Lo único bueno que tenía la escuela en estos casos, era que podía buscarse a alguien y hacerlo con él a escondidas dónde no pudieran verlos como en el baño o en la azotea. Después de todo, fuera quien fuera todo el mundo aceptaba el ir a divertirse con él. Y hoy era uno de esos días gracias a que un chico se le declaró enfrente de todo el mundo en la entrada, y entre toda ese gente, se encontraba su hermano admirando la escena, a lo que como era de esperarse de él, reaccionó dándole un fuerte puñetazo al chico y siendo aún más protector de lo que ya lo era con Ken. Claramente, el pelirrojo quería mucho a su hermano, pero que estuviera todo el día encima suyo, era algo que le enfadaba tanto como para estar insoportable durante todo el día y además, después de aquello, tenían un puente de unos 5 días, lo que molestaba aún más a Ken por sus inmensas ganas de tener sexo.

 

Dispuesto a encontrar a alguien, Ken empezó a mirar por todos los lados del pasillo de su universidad, pero no encontraba a nadie que le atrayera lo demasiado o simplemente ya había tenido sexo con ellos. Econtraba algunas chicas que sí que le atraían, pero lo que el necesitaba era el placer que tan solo un hombre le podía dar. Impaciente siguió buscando por todos los lados sin encontrar a nadie, hasta que ya en su inmensa desesperación, se acercó al hombre más atractivo y en quien más confianza tenía delante suya por haberse acostado ya alguna que otra vez con él.

 

-Hola ¡Cuánto tiempo!- Le dijo con una sonrisa inocente.

 

-¡Ken! Ho-hola...-

 

-Oye, ¿Quieres venir a jugar conmigo?-

 

-¡Cla-claro!- Tras su inmediata respuesta, ambos entraron en el baño.

 

A decir verdad, él nunca lo hacía con la misma persona dos veces, pero cuando llegaba al límite de su gran desesperación, aquel chico era siempre con quien iba, asi que en esos momentos, esa era una regla que se permitia ignorar siempre y cuando se tratara de aquel moreno de ojos azules en el que tanto confiaba pero del que ni si quiera se acordaba de su nombre.

 

Ken cerró la puerta con el pestillo y se sentó encima del chico rozando su erección contra la entrepierna del moreno, lo que hizo que este empezara a raccionar al notarla, y sin aguantarlo más, le qitó el jersey al pelirrojo comenzando a lamer sus pezones y a pellizcarlos levemente excitandole aún más. Bajó una de sus manos rozando su estómago suavemente hasta sus erecciones y empezó a masturbar ambos miembros.

 

-No...te etretengas con eso...- Pero por muy placentero que fuera aquello, él tan solo quería una cosa, a lo que, el chico al comprender la situación, bajó su otra mano hasta llegar a sus pantalones, la metió en su ropa interior e introdujo un dedo en su entrada junto con otro que le siguió a los pocos segundos moviéndolos, haciendo que el pelirrojo gimiera levemente abrazándose al cuello del chico, excitándole al escuchar su dulce voz. -Rápido... ¡Nhn!... metela ya- Liberándose completamente de toda la ropa que les quedaba a ambos, el chico agarró las nalgas del pelirrojo y metió su miembro de golpe haciendo que arqueara su espalda junto con un fuerte gemido al notar ese gran miembro dentro suyo unido con el placer que hacia tanto que no sentía. Lentamente, empezó a moverse dentro suya ayudado por Ken que se movía al compás de sus movimientos mientras emitía dulces gemidos que intentaba cubrir inútilmente. Deseosos por venirse de una vez, ambos comenzaron a moverse más rápido

 

-Ken ya no puedo...-

 

-Yo tampoco... ¡Ah!- Dando una última estocada, el chico se vino llenando el interior de Ken, mientras éste manchaba el cuerpo desnudo del chico. Y tras limpiarse ambos, se fueron tranquilamente hacia sus clases que iban a empezar a los pocos minutos sin decirse ni una sola palabra, después de todo, para ellos estaba completamente claro, aquello era simplemente sexo para poder aliviarse, sin ningún que otro sentimiento que los incomodara ni tampoco palabras innecesarias de las que se olvidarían al salir de allí.

 

Cuando se terminó la escuela, Ken se fue completamente satisfecho hacia su casa capaz de aguantar el resto del día sin tener sexo con nadie más, después de todo, aquel chico lo había dejado completamente complacido al igual que siempre.

 

-Ken si que has llegado pronto hoy a casa- Le dijo Roy al verle aparecer por la puerta. Después de todo, simpre llegaba más tarde porque se entretenía teniendo sexo con los primeros que pillaba ya que le era inaguantable el no hacerlo después de tantas horas del día y necesitaba liberarse, pero como esta vez lo hizo con aquel moreno nada más llegar a su escuela, no se entretuvo al llegar, despues de todo, una vez con él le era suficiente para todo el día .

 

-Sí... esque siempre me entretengo por el camino- Ken se llevó la mano a la cabeza con una amplia sonrisa. Por suerte, aquel chico nunca dejaba ninguna marca en él, haciendo más fácil que su hermano no descubriera aquello.

 

A la mañana siguiente, como todos lo días, Roy decidió acompañar a Ken hasta su escuela en su llamativo descapotable de color negro que tanto le gustaba. Había pagado una gran fortuna por él y desde luego se alegraba de haberlo hecho, después de todo, tenía aún más coches pero sin duda ese era el que más le atraía y su hermano pensaba lo mismo.

 

-Adios Roy- Le dijo acercándose a la entrada de su instituto y éste le despidió con la mano como respuesta mientras sonreía.

 

De repente alguien se acercó corriendo hacia Ken sonriente, era un chico con un rostro bastante lindo de ojos verdes y unos labios que parecían ser completamente suaves y dulces. Su cabello era de un rubio claro que apenas cubría su rostro, ya que lo tenía sujeto con una pinza, y llevaba un gorro que lo cubría casi completamente.

 

-¡Cuánto tiempo!- Le dijo mientras se colgaba de su brazo.

 

-Ah sí, hacia mucho que no nos veíamos esto...-

 

-...Abel. ¿Por qué nunca te acuerdas de mi nombre? No es muy difícil que digamos- El pelirrubio frunció el ceño un poco enfadado.

 

-Lo siento, no me pasa solo contigo. En verdad no soy bueno recordándolos- Ken no estaba mintiendo, para él recordar nombres era algo muy difícil, ya era hasta un milagro el poder acordarse del suyo y del de su hermano. Por eso nunca le preguntaba los nombres a los demás y los llamaba con ''tú'' o ''ey'' para que le fuera más fácil. Además esa era otra razón por la que nunca preguntaba el nombre de la gente con la que se acostaba, ya que no quería pasar el mal trago de llamar a alguien con otro nombre mientras estaba teniendo sexo con él, y mucho menos si era con alguien con quien estaba saliendo, que a decir verdad ya le había pasado más de una vez con alguna chica a la que sin querer la había llamado con otro nombre. Por eso decidió no salir nunca con nadie más, después de todo, no quería recibir más bofetadas en su rostro que tanto usaba para ligar.

 

-...Oye Ken, ¿tú lo harías conmigo?- Le dijo el chico mirándole con ojos suplicantes.

 

-¿Hacerlo contigo?-

 

-Sí... esque tú... tú me gustas, ¡Me gustas mucho!- Ken le miró completamente sorprendido, a decir verdad, esta situación ya había llegado a ocurrir anteriormente, y ya le había rechazado en ese momento pero al parecer el chico quería aquello a toda costa. Por un momento, Ken pensó que hacerlo por una vez estaría bien, pero unos segundos despues al volver a pensarlo, miró hacia el suelo apenado.

 

-Será mejor que no lo hagamos, no quiero hacerte daño Abel- Respondió con una voz cariñosa y a la vez triste.

 

-¿Pero por qué? Tú lo has hecho con otros muchos chicos, no es como si fuera a ser la primera vez que lo haces con uno, y yo tambien lo he hecho con otros tampoco es como si fuera a ser mi primera vez, y tú lo sabes ¿Entonces por qué?-

 

-Porque tú me importas a diferencia de ellos. Te lo digo de verdad Abel, no quiero hacerte daño así que será mejor que no lo hagamos- De repente, unas pequeñas lágrimas empezieron a rodar por las mejillas del chico mientras se aferraba al pelirrojo.

 

-¡No me harás daño! Tan solo será una vez, asi qué por favor Ken...- Le dijo con un tono desesperante

 

-Lo siento Abel, eres demasiado preciado para mí como para que pueda hacerte llegar a sentir de esa manera por mi culpa- Tras sus palabras, Ken entró a la clase intentando hacer que nada había pasado al igual que lo hacia siempre dejando al pelirrubio llorando tristemente frente a la puerta.

 

 

 

CONTINUARA...


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