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Flores y vino tinto. (Traduccion) por B_Chan

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Notas del fanfic:

Autor: Ada

Resumen: Shun hace una pausa para saborear el dulce sabor del vino, tratando de demorar con esto una partida inevitable.

Serie: Saint Seiya.

Pareja: Shun-Mime.

Clasificación: Romance.

Advertencia: ---

Notas: En su momento, la autora del fic me dio vía libre para traducirlo, ahora no he podido encontrarla.

Fecha de la Traducción: El 4 de Octubre del 2005.

Beta Reader: Pleasy Stay.

Disclaimer: Todo lo referente a Saint Seiya pertenece a Masami Kurumada y a la Toei.

Flores y vino tinto.

 

—Tengo que irme. Parto hacia Asgard en dos horas.

—Es una pena. Nunca me había sentido tan bien, eres la criatura más dulce que conocí.

—¿Tan dulce como el vino?

—Es bueno saber que te gusto el vino. De hecho, tienes un buen gusto. Yo soy una prueba viviente de ello.

—¡Eres muy engreído!

Ambos sonrieron y quedaron en silencio algunos momentos. Estaban tan cerca uno del otro que sentían sus respiraciones cortando el aire helado, sus alientos cruzándose y oliendo a vino. No tardaron mucho en comenzar un beso.

—Perdóname, tengo que irme. Hilda debe estar preocupada.

—Está bien.

—¿De verdad?

—La verdad, no. Quería que te quedases, por lo menos un día más. No entiendo porque  este viaje. A esa hora de la madrugada.

—Hilda quiere estar en Asgard lo más pronto posible. Tenemos que organizar la fiesta en honor a Odín.

—Parecías tan reacio a las festividades, pero veo que estás animado con esta ceremonia.

—Le debo mucho a Odín, que me devolvió a este mundo. Y trato de retribuir esa gracia, no solo en mis oraciones y en las ceremonias, como también velando por el pueblo de Asgard. Después de tanto maldecir aquella tierra, comprendo que estaba equivocado. Gracias a Hilda y a otras personas que me hicieron entender el sentido de mi existencia, vivo más feliz. Y tú eres uno de los responsables de eso.

—Hm... ¿Ycuál es el sentido de tu existencia?

—El sentido de la existencia de cualquier persona es el amor. El amor hacia los amigos, a todo lo que se hace, hasta a aquellos que no nos aman. El amor, ese sentimiento que calienta el corazón más helado y vuelve las cosas más agradables y fáciles. Y tú fuiste el primero en enseñarme eso, cuando no tuviste vergüenza en demostrar tus sentimientos, en un momento tan cruel como el de nuestra batalla

—Si… pienso que en ese momento, aun sin percibirlo, creo que me enamore de ti.

—Veo que nuestros sentimientos fueron recíprocos desde el principio.

El beso tierno y apasionado sello la noche, que no podía haber sido más perfecta. Una cena para dos, en un restaurante sencillo y cómodo, y luego un paseo por la playa, a la luz de la luna. El último beso parecía reavivar los recuerdos de aquella noche memorable.

La pareja caminaba por la playa, los pantalones arremangados, los zapatos en las manos. Uno de los jóvenes iba al frente, arrastrando a su pelirrojo novio, que estaba casi muerto de tanto comer.

—Cuando dijiste que te gustaban los dulces, no imagine que fuese tanto así.

—¡Ah, aquel pastel estaba riquísimo! Creo que comería una porción más...

—¡Exagerado! No puedes más de tanto que comiste. Ven, siéntate. Hay algo que necesito buscar del auto. —Dejó al exhausto y ansioso pelirrojo en la arena, y corrió hasta el vehículo que compartían, que estaba estacionado en uno de los puntos más transitados de la playa. Era tarde, más la noche todavía era joven para los bohemios que llenaban los bares y entonaban canciones de amor resguardadas por el sonido de los violines. Había también alternativos que buscaban ofertas en las tiendas de artesanías y bijou, y las parejas que se esparcían por los bancos, bares y hasta la arena de la playa, aprovechando el resto de sábado para enamorarse.

Pasaron cinco minutos, y el bello joven estaba de vuelta. En las manos traía una linda orquídea y un balde de hielo, con una botella de vino tinto dentro. Entrego la flor y sonrió, maravillado con el brillo en los ojos del otro.

—No sé qué decir...

—Entonces no digas nada, tan solo siente. ¿Imaginas por qué escogí esta orquídea?

—No.

—Porque tiene una belleza rara y exótica. Como tú.

El muchacho quedo tan rojo como la camisa que vestía. Viendo eso, el otro joven cambio el tema.

—Vas a tener que perdonarme, pero olvide los vasos, copas o similares. No podremos ni brindar.

—¡Ah, qué importa! Beberemos del pico. Nosotros dos bebiendo de la misma botella, bajo la luz de la luna... ¿No es romántico?

—No tuvo gracia, señor bromista. —Diciendo eso, el dueño del vino colocó el balde en la arena, abrió la botella con una facilidad pasmosa, se arrodillo, y elevo la botella en dirección a la luna.

—¡Por nuestro amor! —Gritó, llamando la atención y arrancando risitas de una pareja que pasaba por ahí.

—No tanto, mi querido. Creo que el vino que tomamos en la cena movió alguna cosa en esa cabecita.

—Ni tanto. Tú mueves mucho más cosas en mí. —Diciendo eso, el joven de ojos verdes sonrió, y remato la declaración apasionada con un trago de la bebida y un beso cálido en la boca de su amado.

Después de que pasaran gran parte de la noche intercambiando caricias y disfrutando del vino tinto, Shun y Mime estaban en la puerta de la mansión Kido, donde el Santo de Andrómeda vivía con los otros Santos de bronce, con y Sahori.

—Lo siento amor, pero tengo que irme.

—Cierto... pero no dejes de comunicarte, por favor.

—Puedes estar seguro. Espero correspondencia, telefoneadas, y cualquier otra cosa que venga de ti. Y no estés triste, en poco tiempo estaremos juntos.

—Así espero, Mime.

El guerrero pelirrojo se volteó y camino en dirección al hotel donde sus amigos, los Dioses Guerreros de Asgard, e Hilda de Polaris, la representante de Odín en la tierra, estaban hospedados. Desde el final de las batallas contra los dioses que deseaban el control de la tierra y la destrucción de la humanidad, Sahori Kido e Hilda estrecharon sus lazos de amistad. Tenían muchas cosas en común, entre ellas el hecho de, a pesar de ser tan jóvenes, ser mujeres victoriosas, que ahora gozaban de la libertad a la cual habían relegado en nombre de la paz de este mundo. Las amigas se visitaban constantemente, lo que contribuyó a la aproximación de Shun y Mime.

Shun entro en la mansión. Dolía mucho ver a Mime yéndose, y él prefirió ahorrarse esa sensación. Tomo un baño cálido y entro en el cuarto que compartía con su hermano. Miro a Ikki, que babeaba la almohada, con una mueca feliz. Probablemente estaba soñando con Seika. Después de un mal romance con Miho, parecía que había encontrado la felicidad en los brazos de la hermana del Santo del Pegaso. Andrómeda sonrió, y después de hacer una breve oración, inclusive rogando para que Mime, Hilda y sus amigos no afrontases problemas durante su viaje, durmió.

Los días pasaban despacio para Shun. Más en ningún momento se dejó abatir por la soledad y la melancolía.

Continuó sus estudios con ahínco --después de mucho tiempo de solo luchar y entrenar, los jóvenes santos intentaban correr detrás del prejuicio-- y siempre salía para divertirse con sus amigos. Hacia todo eso para ver si el tiempo volaba hasta su próximo encuentro con Mime, que no sabíacuándo iba a pasar.

Y fue un sábado aburrido, que Andrómeda quiso caminar por la playa, la misma donde se declaró para su dios guerrero. Volvió a la casa al atardecer. La mansión estaba vacía: Sahori estaba haciendo compras en compañía de Tatsumi y Seiya, Ikki había salido con Seika, y Hyoga y Shiryu estaban en el orfanato “Hijos de las estrellas” entregando donativos que habían recaudado durante toda la semana.

A Shun no le gustaba quedarse solo en aquel caserón. Entonces, fue directo hacia su cuarto, aprovecharía para estudiar matemática, la materia que más odiaba. Pero no llego a sentarse en el escritorio. Encontró una cesta simple y bonita, donde había en pequeño buqué de flores de campo, coloridas y muy perfumadas, una botella de vino tinto y una pequeña tarjeta.

 

“Retribuyendo todas las gentilezas”

Mime.

 

El Santo de Andrómeda sonrió, releyendo la tarjeta, embobado con la sorpresa. Mime había tenido el cuidado de arreglar la entrega para el día exacto en que ellos cumplían un mes de noviazgo. En la pequeña etiqueta atada a la cesta del vino, Shun vio el Nombre ‘Shimosaki’. “El local donde Seika trabaja. Ahora entiendo aquel interés de Mime en hablar con ella!”. Pensó el joven sonriendo.

Shun abrió el armario y quito de algún lugar del mueble el vaso de cristal que iba a darle a Sahori. Dentro de dos días, cuando ella cumpliera 18 años. “Después compro otra cosa para Sahori... creo que aquel collar que vi en la vitrina del local donde trabaja Miho en la tarde, quedaría muy bien en ella”. Pensando en Mime, Andrómeda tomo el buqué y fue hasta la cocina. Abrió la llave del lavamanos, lleno el vaso de agua y puso un poco de azúcar. Al deshacer el buqué, encontró un pequeño pedazo de papel, donde estaba escrito: Flores de campo, sencillas y bonitas. Pero no tanto como tú.

Sonriendo, Shun guardo el mensaje en el bolsillo de sus bermudas de jeans, y prosiguió con el arreglo de las flores. Tomo un cuchillo e hizo un pequeño corte vertical en el tallo de cada flor y las arreglo cuidadosamente en el jarro trasparente. Volvió al cuarto y lo coloco en la mesa de estudio, pues quería estar cerca de ellas el máximo tiempo posible. Aquellas flores eran el recuerdo más vivo y actual que tenia del guerrero pelirrojo. La fragancia suave que ellas exhalaban le recordaba el perfume que Mime usaba. “!Qué pena que se van a marchitar... ya sé!”.

Tomo la flor más bonita que encontró, lamentando no saber su nombre, y volvió a la cocina: iba a poner en práctica algo interesante que había aprendido con Afrodita. ¿Vaya, quien diría que ambos se volverían amigos? Hubo gente que casi apostó la vida en decir que los Santos de Piscis y Andrómeda jamás se llevarían bien, pero después de la batalla contra Hades y el retorno de los Santos de Oro, no había más espacio para resentimientos. Hoy, Afrodita y Shun, así como los otros guerreros de Atenea, cultivaban una amistad que parecía de hace tiempo.

Shun reviso los armarios hasta hallar un pote de parafina. Tomo un pedazo, lo llevo al fuego, y cuando la cera estuvo a punto, apago el fuego, sostuvo la flor por el cabo y delicadamente la sumergió en la parafina. Después de un tiempo, la retiro y la sacudió gentilmente para quitar el exceso de cera. Limpio lo poco que había ensuciado y volvió para el cuarto, guardo la flor en el mini bar. “Será un bello señalador”, pensaba Andrómeda.

Iba a comenzar a estudiar, cuando vio la cesta y el vino. Sostuvo el regalo con cariño. Como si tomase en los brazos al propio Mime, y guardo los objetos con cuidado, en el mismo rincón donde había retirado el jarro. No tenía prisa por tomar la bebida. “El vino, cuando más viejo mejor. Puede esperar hasta que llegues Mime. Y yo también”.

Pensando en eso, Shun miro por la ventana y se puso a admirar el atardecer. La puesta de sol teñía el cielo de un naranja rojizo. “Como los cabellos de Mime”, pensó sonriendo. Desde allí, desde la ventana, contemplando la despedida de un día más, hizo una promesa. “Te esperare, Mime. Prometo que, no dejare que alguien me toque, hasta que pueda volver a verte. Y solo entonces me entregare por entero a una sola persona. Serás el primero, y si el destino está a nuestro favor, el único”.

 

Fin.

Notas finales:

Notas Finales de la Traductora: Este fic me gusto en cuanto lo leí, luego de ver tanto Hyoga-Shun,  fue una bocanada de aire fresco… no sé si a alguien le gustara, si es así me avisan y pongo la continuación.

Algo que de todas formas voy a hacer… para eso las traduje.


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