Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Reencontrándome por Tala_Kiishan

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Escrito para el desafío "Show me love".

¡Espero les guste!

 

  1. DESENCUENTRO

 

-Es muy extraño que Gackt no haya aparecido, ¿no creéis? –Preguntó Kozi, en un susurro apenas audible.

-Es cierto…-Yu~ki estaba a su lado, sentado en el pequeño banco. Su voz denotaba tristeza –No tiene sentido, estaban muy apegados…

Mana llegaba en ese momento al funeral, que aún no había comenzado. Se acercó a ellos en silencio, escuchando el final de la conversación.

-¿Alguien le ha llamado? –Kozi y Yu~ki se miraron entre sí. Esa era la razón. Desde que el grupo de estudio había terminado apenas se habían visto. Algunos encuentros esporádicos gracias a los cuales iban sabiendo un poco de sus vidas. Lo último que habían oído era que se había ido a Okinawa a ver a sus parientes.

Yu~ki se levantó y se alejó unos pasos, sacando su teléfono móvil para responsabilizarse del terrible olvido.

……………………………………………………………

 

El teléfono se le cayó de la mano; segundos después sus piernas flaquearon, haciendo que él también fuera de bruces al suelo.

-Kami…No…Kami….-las lágrimas afloraron en sus ojos, cayendo en cascada por sus mejillas. Un río continuo de pena emergiendo de él, de dolor.-Kami…No puede ser…no…-las palabras le salían sin ser consciente de ellas. Sólo podía pensar en que, en un segundo, se había quedado terriblemente solo en el mundo.

Echó las manos a su cara, ocultándose de la nada de su habitación. Curvó su cuerpo, encogiéndose como si fuera un bebé. Una mueca en su rostro desfigurándole.

-¿Por qué me has hecho esto?, ¿Por qué?, ¿Cómo has podido?... ¿¡Por qué!? Kami… Joder, ¡no me dejes! ¡No te vayas! –Golpeó el suelo por primera vez, gritando histérico, mientras con la otra mano intentaba secarse las estúpidas lágrimas que no querían parar de molestarle- ¿¡Qué haré ahora sin ti!? ¡Hijo de puta!¡Maldito…maldito….maldito…

Se había acabado todo. Su amor, su razón de vivir. Su compañero y amante se había ido, le había abandonado. Y ni siquiera había estado ahí para poder despedirse de él, ni siquiera se había enterado de su muerte hasta ese mismo día, ni siquiera…

La muerte había estallado en su cara, riéndose de una pareja de enamorados que pensaba que nada podría destruirles.

Golpeó el suelo con su puño una y otra vez, hasta que sus nudillos se agrietaron y la sangre manó de ellos.  Bajo él, la sangre se entremezcló con las lágrimas que seguían cayendo, imparables.

Sus aullidos cada vez eran más incomprensibles; su voz, agotada, empezaba a volverse ronca.

No supo cuántas horas estuvo así pero, al final, un sueño siniestro y macabro se apoderó de él.

 

 

 

 

Pasaron los días y, con ellos, la soledad se hacía más y más intensa. Había hecho su guarida en su cuarto, lleno de botellas vacías de alcohol y de pastillas para dormir. No había probado bocado desde la fatídica llamada.

Aunque sus amigos y su agente habían ido a darle consuelo no había dejado entrar a nadie. Ese dolor era sólo suyo. No quería compartir con nadie ese desgarramiento de su corazón. Amaba ese sufrimiento, recordándole que aún seguía vivo.

 

¿Cuándo había empezado a amarle tanto? Le dolía tan sólo el pensar en esos momentos pasados, pero en su mente sólo existía Kami. Ese amor tan fuerte y sólido no podía romperse con tanta facilidad. De hecho, no quería. No quería dejar de amarle, no quería dejar de pensar en él.

Dormía, cuando las pastillas y el alcohol le daban su ayuda, sobre la ropa de su amante, estrujándola sobre su pecho, oliéndola.  Miraba constantemente las fotos que se habían hecho en los últimos años, besándolas y arrugándolas.

 

Cuando el dolor era tan fuerte que le costaba respirar abría su diario y escribía, volviendo a hacer que las lágrimas surcaran de nuevo su rostro.

“Aquí sigo, querido, amándote en la distancia. Ni un solo segundo me olvido de ti. Quizá esto no es lo que debiera hacer, pero no se me ocurre otra cosa. Te amo tanto, Kami, te amo tanto que mata. Estoy muriendo por dentro, creo que también estoy muriendo por fuera. Quizá es la única forma en la que creo que podré verte. En mis sueños sigues vivo, con esa sonrisa eterna que me regalabas todas las mañanas. Ansío tanto verte, Kami… ¿Por qué no vuelves? ¿Por qué tuviste que irte de esa manera? Tú eras bueno…debería haberme ido yo en tu lugar. ¿Puedes hablar con Dios para que nos intercambie?”

De su boca salían pequeños gemidos. El papel se emborronaba a causa de sus lágrimas; apenas conseguía leer lo que escribía, pero eso no le importaba. Sólo quería que sus sentimientos se alejaran un poco de él para que su corazón no sufriera de esa manera.

 

 

 Y los días continuaron su curso, sin esperarle. Y el dolor, arraigado en lo más profundo de su alma, se negaba a irse.

-Lo lamento, jefe. No se me ocurren más ideas para el libro…le llamaré si cambio de opinión o me viene la inspiración pero, por ahora, no puedo escribir nada –cortó la llamada sin despedirse, tirando el teléfono sobre su cama.

Fue al cuarto de baño lentamente. Sus piernas apenas hacían caso de lo que él intentaba hacer, ya que las fuerzas se le habían acabado hace mucho. Abrió el grifo de la bañera . Mientras esperaba que se llenara se miró al espejo. Estaba demacrado, su rostro había palidecido al punto de no haber diferencia con la pared de su cuarto. Había perdido tantos kilos que su cara se había vuelto angulosa y sus venas sobresalían en sus brazos y  manos.

En cuanto el baño estuvo preparado cerró el grifo. Sacó su cuchilla de afeitar y la crema. Tenía muy poco vello, pero debía –y quería –estar presentable. Con la misma lentitud de todos sus movimientos fue afeitándose. Al terminar guardó la crema y sacó la hoja de la cuchilla.

Se quitó la horrible ropa maloliente que llevaba desde hacía semanas sobre su cuerpo y se hundió en la bañera. El agua fría hizo que ese estado de duermevela desapareciera.

-Allá voy, Kami…te dije que no te abandonaría nunca, así que voy en tu búsqueda…-sus palabras vinieron acompañadas de un rápido movimiento con la afilada hoja en sus muñecas. La sangre empezó a brotar de las heridas. Las contempló extasiado. Su estómago se encogió, creándole una sensación de vértigo y felicidad que hacía tiempo que no sentía.

Se retumbó en el pequeño ofuro, cerrando los ojos. Todas las pastillas que se había tomado minutos antes estaban haciendo su trabajo. Una sonrisa afloró en sus labios. Ahora iría a reencontrarse con él.

 

 

 

 

 

 

 

 2. ENCUENTRO

 

“¿Quieres formar parte de un grupo de estudio de haikus? Ahora es tu oportunidad. Llama al OOO-XXO-OXX e infórmate”

Esa vez fue nuestro primer encuentro.  Quizá no el más importante pero, desde luego, si ese no hubiera tenido lugar, a lo mejor nunca te hubiera conocido.

Llamé a los días y fui a la biblioteca de la facultad. Erais un grupo muy variopinto. Desde el principio supe que Mana era el líder. Yu~ki era el serio trabajador que no apartaba apenas la vista del libro. Kozi estaba allí sólo por Mana, era como su perrito faldero. Y tú… tú eras el bondadoso y amable, el que intentaba siempre calmar los nervios de Mana y Yu~ki cuando se enfrentaban.

Estaba escribiendo por aquel entonces un libro acerca de la cultura japonesa y sabía muy poco acerca de los haikus. Tú, en cambio, eras un erudito. Poco a poco dejamos de ir todos juntos para acabar nosotros dos solos tomando café y charlando amenamente acerca de ellos.

Pero terminé mi libro y, sin saber en qué preciso instante, nuestras agradables charlas terminaron por desaparecer.

 

Primer encuentro y posterior olvido en el plazo de unos pocos meses. Habías sido alguien entrañable y cariñoso. Habías entrado un poquito en mi corazón. Pero yo estaba hecho un gigolo y no me di cuenta hasta más tarde de esa sensación. Sólo pensaba en acostarme con los hombres y mujeres que entraban en mi vida con esa intención.

Fue en ese segundo encuentro cuando me di cuenta de que te había echado mucho de menos.

Mana había dejado sus estudios orientales para dedicarse al diseño, lo que verdaderamente quería. Era su primera pasarela y, aunque fuera en su instituto de arte, quería que fuéramos a ver sus obras.

Te vi ya desde lejos, ese cabello rojizo y tan sumamente largo que se mecía con la brisa del viento. Estabas con Kozi y Yu~ki. Nadie se había perdido el espectáculo. Os llamé y, al darte la vuelta, vi esa sonrisa olvidada.

Mi corazón se encogió y fue como si unos pequeños gusanos invadieran mi cuerpo, creándome una electricidad que hizo que me estremeciera. Ahí fue cuando decidí enamorarte.

No tardé mucho. Unos cuantos meses más, un montón de noches románticas en mi casa, otras tantas tardes de cines y visitas a los museos de arte.

¿Por qué recuerdo ahora todo esto?, ¿por qué parece tan vívido? Poco a poco fui enamorándome de ti, sin percibirlo.

Pero seguía siendo un necio y, un día, ocurrió. Volví a acostarme con alguien. Y eso que contigo no había llegado a más que un par de besos.

Dijiste que tenía que madurar, que no podías estar conmigo si iba a seguir siendo así.

No sé por qué tuve que contarte lo que había hecho; quizá fue por querer sincerarme, quizá porque era un egoísta que no quería sufrir con el pecado para mí solo. El caso es que me dejaste y fue cuando pasé de tenerte como compañero a tener una botella.

Luego me echarías en cara eso, pero fuiste tú quien me llevaste por ese camino. O mi estupidez por haberte dejado ir.

Y volví a la soledad de mi casa, a mis libros y cuentos. Se tornaron oscuros y deprimentes.

Me había enamorado de ti. No podía ahora vivir sin tus continuas sonrisas, sin tus muestras de afecto, sin tus palabras de consuelo cuando no era capaz de escribir ni una sola línea.

Dicen que las experiencias negativas hacen que uno escriba mejor, que tenga más inspiración. No sé si siempre será así, pero a mí me ocurrió. De no escribir nada decente pasé a escribir cuentos enteros acerca de ti, de mi amor perdido, del dolor de una ausencia.

 

La siguiente vez fue casualidad. En realidad la vida no es más que una serie de encuentros. A veces aparecen en el momento adecuado y otras no deberían producirse. Esa fue la que me confirmó –y a ti también, ¿verdad?- que debíamos estar juntos, que era el destino.

Fue en un centro nuevo de arte que habían abierto por Asakusa. Aunque soy literato y hasta antes de conocerte sólo me habían interesado los libros, ahora me encantaba cualquier tipo de arte, estaba abierto a todo.

Y allí estabas, enseñando shodou a unos niños de primaria. Al principio no supe qué hacer. Había pasado casi un año desde nuestra ruptura. Me quedé petrificado, mirándote. Y las mismas sensaciones, el corazón igual de encogido, ese escalofrío en mi columna vertical. Cuánto tiempo estuve mirándote no lo sé, pero el hechizo se rompió cuando levantaste la mirada y me viste. Pestañeé e, inconscientemente, me di la vuelta. Me quedé plantado, mirando la pared, como idiota.

Pero noté tu mano apoyada en mi hombro. Mi nombre susurrado. Me giré lentamente y vi tus ojos cálidos, sin ningún rencor ni odio.

 

Te has muerto, Kami. ¿Por qué se está pasando toda nuestra vida por mi cabeza? ¿Por qué tengo que sufrir de nuevo esta amargura? Volver a empezar de cero, sabiendo ya el final.

Los encuentros hacen que la vida vaya por un lado u otro. Si esa vez me hubiera ido sin esperar a que te fijaras en mí, ¿seguirías vivo?

Te echo tanto de menos, Kami…ojalá te vea de nuevo. Ahora, quiero verte ahora. Quiero no separarme nunca más de ti.

 

 

Fuimos a una cafetería a hablar. Me contaste que habías terminado tu grado superior de arte japonés y que tenías varios trabajos en los que enseñabas la caligrafía japonesa que te había visto hacer.  Yo te conté que mi trabajo iba en alza, que mis cuentos tenían una buena reputación dentro del mundillo y que me daba lo suficiente como para vivir de una forma holgada.

Te invité a mi casa. No estabas muy decidido, pero un suave roce en tu mano bastó para encandilarte. Cenamos y seguimos hablando. Me hablaste de Kozi, Mana y Yu~ki. Pero yo no podía asimilar toda esa información, sólo pensaba cuál momento sería el adecuado para besarte.

Nos sentamos en el sofá con una copa de vino, como habíamos hecho tantas veces. Seguías hablando, no recuerdo exactamente de qué, y yo seguía mirando tus labios, esperando el momento oportuno. Tu risa me sacó de esa situación. Anonadado te miré y esperé. Sí me acuerdo de tu frase. Dijiste: “¿Me vas a besar ya o qué? Llevo esperando mucho tiempo”. Y volviste a reír.

Aquella risa tuya tan suave y melodiosa. Para mí era un mantra que recordar cuando estaba agobiado o estresado. Me relajaba.

Y sucedió. Después de tantos años esperando por fin ocurrió. Hicimos el amor. Y puedo decirlo alto y claro, porque en nada tenía que ver con mis anteriores escarceos.

Tu desnuda piel bajo la mía. Tus brazos ciñendo mi espalda con firmeza mientras tu pelo revuelto decoraba la almohada. Tus suaves jadeos cuando acariciaba cada rincón sin descubrir de tu cuerpo. Tu cara encendida al susurrarte palabras de amor en tus oídos. Tu cuerpo sudoroso cuando por fin fuimos uno. Tus gemidos pronunciando mi nombre al llegar al clímax.

 

Recuerdo cada detalle de esa noche como pequeñas agujas que van creando orificios en mi corazón. Duele. Duele recordar. Duele recordar que una vez fuimos tan felices. ¿Eres feliz allí dónde estás, pequeño? Iré a buscarte, tenlo presente. Iré allí donde estás, porque necesito estar contigo. Una vida sin ti no es vida, no tiene sentido.

 

Tuvimos nuestros enfados de pareja, nuestras pequeñas peleas, pero nada que no se pudiera curar con amor. Fueron unos años condenadamente felices.

Han pasado tan rápido, amor… Dormir todas las noches junto a ti, ver tu sonrisa por la mañana… Y sentir aquellos brazos alrededor de mi cuerpo, aquellos labios sobre mi piel… Lo he estado guardando como mis grandes tesoros. Pero uno no puede vivir sólo del pasado. Y yo no conseguía seguir caminando. No me regañes por lo que he hecho, Kami, es que no había otra solución plausible que pudiera encontrar. Es que me hiciste completamente dependiente de ti, de todo tu ser. Así que, por favor, no te enfades cuando veas o cuando te enteres de lo que he hecho. Ha sido culpa de todos nuestros encuentros, uno por uno. Pero éste es el último, ¿verdad? Ya no volveremos a separarnos nunca más.

 

 

 

 

 

 3. REENCUENTRO

 

-Camui…Camui…despierta, Camui –Gackt abrió lentamente los ojos al escuchar su nombre de pila. Se quedó mirando durante unos segundos el cuerpo enfrente de él sin reaccionar. Parpadeó un par de veces y terminó por frotarse los ojos. No se lo podía creer. Una sonrisa en aquel rostro fue lo que le sacó del estupor.

-¡Kami!-Se incorporó y le abrazó con todas sus fuerzas. Un reguero de lágrimas interminable volvió a aparecer. Pero la sensación era distinta. Era paz, tranquilidad, dulzura. No pudo controlar sus sollozos. Kami, por el contrario, tenía una sonrisa perenne marcada en su rostro. Correspondió al abrazo, enterrando los dedos entre su cabello para acercarlo más a él, para poder respirar aquel aroma que manaba de su amado compañero.

-Estoy aquí, Camui. No llores –le susurró al oído, dándole un beso en el lóbulo de la oreja, la zona más erógena del escritor.  Éste ladeó un poco la cabeza hasta poder ver sus ojos. Por primera vez en mucho tiempo, aún sollozando, sonrió. No tenía palabras, no era capaz de emitir ningún sonido coherente. Estaba ahí, junto a su amado. Lo había conseguido. Llevó sus manos al cuello del otro para entrelazarlas por detrás. Los movimientos eran lentos, pausados, estaba grabando cada segundo del reencuentro en su mente para siempre.

Volvió a sonreír antes de llevar sus labios a los de él. Los rozó suavemente primero, para terminar sellando la distancia con un beso eterno. Kami se aferró más a su cuerpo, abriendo lentamente los labios para dejar entrar la lengua ajena.

Gackt se sentía entre las nubes, aunque no supiera dónde estaba.  Jugó un buen rato con su lengua, ávida de placer, necesitada de aquel contacto, de aquellas sensaciones casi olvidadas. Bajó las manos por su torso, acariciándole con parsimoniosa lentitud. A su vez, Kami empezó a recorrer su espalda con sus manos mientras distanciaba un  poco sus rostros. 

-Kami…-dijo cuando tuvo su boca libre. Pero le silenció poniéndole un dedo en los labios. Sobraban las palabras en ese momento. Para hacer el amor, para sentir su amor, no necesitaban de comunicación verbal, tan sólo esas miradas, esas manos, esos cuerpos que pedían más y  más a gritos.

No tuvo problemas en entender aquel gesto. Le tumbó sobre la superficie y se puso sobre él. Sin apartar la mirada de sus ojos llevó sus manos hasta la camisa de su amante, desabrochándola. Una vez lo hubo hecho apartó la vista y concentró toda su atención en el torso de aquel hombre al que había amado tanto tiempo. Seguía igual que la última vez que había estado con él. Lo acariciaba con ambas manos, poniendo especial atención en sus pezones y en el contorno de sus músculos tersos. En su parte más baja notaba una hinchazón que le abrasaba y que le gritaba que se diera prisa. Pero no quería. Disfrutaba de aquella visión, de aquel contacto.

Poco a poco fue bajando por su cuerpo, hasta que las demás prendas se interpusieron en su camino. Al mismo ritmo fue quitándole una tras otra, hasta que debajo sólo hubo un cuerpo desnudo.  El cuerpo de la pasión, de su debilidad. Nunca podría dejar de amar a aquel hombre que estaba tumbado, sumiso, mirándole sonriente, con dulzura.

Kami se incorporó un poco, tan sólo para agarrarle de la camiseta que no recordaba haberse puesto. Con un pequeño gesto se la retiró, al igual que el resto.

Desnudos, sobre aquella superficie blanca, volvieron a besarse, los labios, las mejillas, el cuello, cada rincón de su cuerpo. Ambos sentían esa imperante necesidad de inspeccionar cada centímetro de piel.

Los cuerpos húmedos se pegaban, debatiéndose entre abrazarse hasta siempre o seguir acariciando, sintiendo. Las manos lo recorrían una y otra vez mientras sus labios bajaban poco a poco por el torso del otro.

En un momento Gackt no pudo contenerse más, necesitaba susurrar su nombre. Así que lo dijo bajito, mirándole de reojo. Kami respondió con un nuevo beso más cargado de pasión.  Volvió a pronunciar su nombre cuando el beso se cortó. Esta vez recibió su propio nombre de los labios de su novio.

-Hazme tuyo, Camui…haz que seamos uno, aunque…-Kami volvió a besarle, cortando aquella frase, sin quererla terminar.

 No pensó en seguir más con ese tortuoso placer. Encima de nuevo, con los brazos a ambos lados de él, le penetró. Suavemente, lentamente. Sus queridas lágrimas volvieron a aflorar. Pero ahora no importaba. Ahora sólo importaba el ahora, el momento, él.  Pequeños gemidos salían de sus labios, casi al unísono, mientras el movimiento de las caderas iba en aumento. Llevó una de las manos a su cuerpo, de nuevo, volviendo a darle placer en su zona más baja mientras seguía con el mismo ritmo.

Cada vez más intenso aquella cadencia que le sumergía dentro de él, cada vez más fuertes los jadeos y gemidos que se entremezclaban con sus propias lágrimas. Abrazándose fuertemente a su cuerpo esperó a que el éxtasis llegara a él para acabar en el mismo momento. Un jadeo más fuerte, un escalofrío recorriéndole toda la espalda y un agotamiento casi en el instante hicieron que se tambaleara para caerse sobre su pecho, abrazándole con fuerza, sintiendo los brazos del otro rodeándole.

Sus lágrimas eran más poderosas ahora. Escuchaba también pequeños gemidos de Kami, como si llorase. Se apretó más a él, sollozando fuertemente, gritando su nombre. Recorrió su rostro con sus besos, descubriendo la sal en él, lamiendo aquellas lágrimas crueles que lo surcaban sin haber pedido permiso.

Cuando fueron controlando sus sensaciones, esa marea de emociones, se retumbó, llevando a Kami a apoyarse sobre su torso para poder abrazarle de nuevo mientras su mente empezaba a nublarse.

 

¡Ha perdido mucha sangre!¡Rápido!

 

Abrió los ojos asustado pero se relajó al verle aún sobre él. Sonrió y le besó en la frente, haciendo que despertase.

-Hola, Camui…-murmuró sonriente inclinándose para poder devolverle el beso.

 

Se levantaron poco a poco. Hasta el momento no se había fijado en dónde estaba, pero tampoco le había importado. Repasó con los ojos el lugar, pero no llegó a fijar nada en su mente. Mucha luz. No veía las paredes, como si estuvieran en un lugar enorme. Pero no lograba enfocar mucho más en la lejanía, así que no tenía muy claro dónde estaba.

-Camui…-volteó el rostro para verle. No importaba el sitio, importaba la compañía.

 

¡Necesita una transfusión de sangre!

 

Los ojos de Gackt se abrieron, desorbitados.

-Kami…¿qué es eso? –Sabía que también lo había escuchado, no podía estar en su cabeza y ahora no estaba durmiendo.

-Camui…-le tomó la mano con las suyas, apretándola fuertemente- Debes volver…

Gackt retiró la mano, echándose hacia atrás, presa del pánico.

-No, no, no puede ser. Kami, no me hagas esto. Te he encontrado. He llegado hasta aquí, hasta ti….-Kami no respondía. Sus tristes ojos eran espejos de su alma. Sonrió levemente, acercándose de nuevo a él para tomar su mano por segunda vez. –Kami, ¿qué dices? Por favor, por favor. Quiero quedarme aquí, quiero estar contigo. No puedo vivir sin tu amor… ¿no lo entiendes?

Y las condenadas lágrimas volvían a su lugar de siempre. Como si nunca se fueran a secar.

-Camui. Éste no es tu sitio. No ahora. No puedes quedarte. Debes volver. –Sus palabras intentaban ser delicadas, tomadas con esmero para no hacerle daño.

Volvió a echarse hacia atrás, no podía comprenderlo. No quería. Su expresión se convirtió en angustia, frunciendo el ceño mientras los labios no paraban de temblarle. Y sollozaba. Quien no le conociera no habría identificado si reía o lloraba.

Kami volvió a acercarse a él. De repente su mirada se transformó. Se volvió gélida como el hielo. Le agarró de los hombros y le zarandeó

-¿Pero no te das cuenta? ¡Aquí el que más va a sufrir voy a ser yo! Te vas a continuar tu vida, ¡y me tendré que quedar aquí sólo, esperándote! ¡¿Y si te enamoras de otro?!¡¿Y si te olvidas de mí?!-Siguió zarandeándolo, llorando ahora desconsolado. Gackt se quedó atónito, mirándole fijamente. Abrió los brazos y apartó sus manos para, momentos después, atraerlo hasta él y abrazarle.

Hundió los dedos en su cabello, atrayéndole hasta estar completamente pegados y poder besar su cabeza. Una y otra vez, obsesivamente. No se sabía quién de los dos lloraba más. No se podía medir quién de los dos lo sentía más.

-Así que… ¡así que no seas estúpido! Cállate la boca y vuelve a donde perteneces…-su cuerpo convulsionaba en los brazos de aquel del que se tenía que separar. Le rodeó la cintura. Ojalá no se fuera. Quería que se quedase con él para siempre. Que los dos pasaran a otro nuevo mundo, juntos-Yo…yo te esperaré…te protegeré desde aquí. Velaré…velaré por ti…-gimoteaba con cada frase que le costaba toda su energía decir, seguía estremeciéndose, sintiéndose cada vez más chico-Camui…Camui…no me olvides…por favor…

Gackt seguía abrazado a él, entrelazando los dedos con sus cabellos, llenándole de besos allá donde llegaba. Ese cambio, ese giro inesperado le había dejado petrificado. Kami era el que se iba a quedar solo, esperándole. Era el que iba a estar apartado del mundo y anclado a él por su culpa. Estaba siendo un egoísta. Pero era tan humano sentirlo así, que no podría haberlo ocultado aunque lo hubiera intentado.

Siguió acariciándole el cabello durante un rato más, consiguiendo que se fuera calmando. Cuando creyó que estaba más relajado alzó su barbilla para poder mirarle fijamente.

-Kami –sonrió- Nunca te voy a olvidar. ¿Cómo crees que sería capaz de algo así? Siempre estarás en mi corazón. Todo lo que haga será por ti…-acarició su mejilla con el pulgar, secando las lágrimas que aún surcaban su rostro- No volveré a autodestruirme, te lo prometo. Moriré con el honor por todo lo alto. Y, entonces…-besó sus labios, dulcemente- Entonces te volveré a buscar. Y nos encontraremos de nuevo. Porque es nuestro destino, Kami. Juntos para siempre…

-Juntos para siempre…-repitió Kami, volviendo a besarle, volviendo a llorar los dos en ese último beso, puro, único, inolvidable.-Te esperaré siempre, Camui. Esperaré el día en que puedas volver, en que pueda volver a abrazarte, a besarte…

Sus cuerpos fueron separándose, quedándose unidos simplemente por sus manos. Las miradas fijas uno en el otro. Poco a poco los dedos fueron deshaciendo aquella unión. Un “te amo” susurrado, un “para siempre” salieron de sus labios. Repitiéndolo una y otra vez hasta que una neblina fue ocultando a Kami de Gackt.

 

 

Todo era oscuro.

Gackt lloraba, sollozaba, gritaba en el fondo de su corazón. Amar era una agonía. Una agonía por la que no le importaría pasar durante el resto de su vida para volver a encontrarle. Porque ahora sabía que lo haría. Porque siempre estaría ese hilo rojo en sus meñiques para que no se perdiesen, para que llegasen el uno al otro.

Para que ese amor no se destruyera jamás, para que no agonizara.

Amor. Tan duro y bonito. Tan doloroso y dulce. Esperaría. Allí, en un futuro, volvería a él.

 

Vuelve a haber pulso. La presión arterial se ha restablecido. Parece que le tenemos de nuevo entre nosotros.

Enhorabuena, doctores.

 

                                                                                                              BY GACKT CAMUI

 

 

 

 

 

 

APOSTILLA

Así termina el primer relato que he podido escribir después de tanto tiempo.  Pensé que mi inspiración había muerto con él pero, después de aquel día, he descubierto que ha florecido, que es más fuerte que nunca.

Después de tantos meses me pregunto si aquello no sería tan sólo un sueño. Pero yo decido lo que quiero que sea. Y fue real. Así es como lo siento. Algo en mi interior dice que ocurrió, que le vi. Ese reencuentro sucedió.

 Sé que cuando entierren mi cuerpo mi alma volverá con quien debe estar.

Y, mientras tanto, él será la musa de mis cuentos. Será el protagonista de todas mis historias. Porque una vida sin él, no es vida.

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).