Hola empezaré mi relato con mi presentación.
Mi nombre es Zoro Ronoa, tengo 23 años, soy profesor de secundaria.
Cuando llegue a mi destino, me pare para contemplar el gran y elegante edificio que sería a partir de hoy mi lugar de trabajo.
Estaba nervioso pero decidido me dirigí hacia el vestíbulo y me detuve en la puerta mientras me armaba de valor para entrar.
Cuando de repente un niño delgado se tropezó conmigo y se metió apresurado en el aula, seguido de un chico de nariz larga.
Me coloqué en el centro de la tarima y empecé a hablar.
Hola buenos días, soy Zoro Ronoa vuestro nuevo profesor y tutor- decía mientras escribía mi nombre en la pizarra-.
Al darme la vuelta, vi una cabecita de cabellos dorados escondida al fondo de la clase, con aire de aburrido y con gran desinterés a todo.
le iba a reñir porque creía que estaba dormido pero cuando estaba a punto de hablar, esa cabeza hizo un movimiento suave y lento y oculto entre sus compañeros alcanzó a lanzarme una intensa pero dulce mirada. Con su rosto y pelo brillando por la luz que atravesaba desde una de las amplias ventanas.
No pude evitarlo. Mi corazón se encogió, se paró para después dar un fuerte latido.
Una corriente de cosquilleos recorría dentro de mí.
Su maravillosa mirada se clavó en lo más profundo de mi ser dejándome anonadado, con la palabra tonto escrita en grande sobre mi frente. Miré un instante al suelo y continué las clases con normalidad.
Hice que se presentaran, dijeran nombre, edad, hobbies,… ya sabéis, lo típico.
Tenía unas ganas inmensas de saber más de aquel muchacho. Casi no presté atención a los demás alumnos aunque hice que no se notara, obviamente.
Por fin llegó su turno. Nuevamente estaba distraído con la cabeza apoyada en sus brazos a modo de almohada.
Su compañero de al lado le tocó el brazo y empezó a hablar sin tan siquiera moverse lo más mínimo.
-Soy Kuroashi Sanji, tengo 16 años y no tengo hobbies- dijo con voz de dormido pero de forma clara y concisa-.
Pensé amonestarlo pero preferí no hacerlo por ser primer día.
Terminaron de presentarse todos y no me acordaba más que el nombre de unos pocos.
Se terminaron las clases y tenía que seguir trabajando así que me despedí y me fui.
El resto del día fue irrelevante para esta historia.
Una clase tras otra, sin poder quitarme a ese chaval de mi mente.
Se terminó por fin mi jornada de trabajo y me dispuse a irme a casa cuando en la puerta principal vuelvo a ver a esa inconfundible melena de oro, la cual se dirigía a la salida. Estábamos los dos solos en la calle, yo a unos cinco metros detrás suyo.
Empecé a andar más lento mientras le observaba caminar, dejando bajar mi mente en pensamientos ocultos.
Entonces pasó algo inesperado, giró a la derecha, le seguí cautelosamente y siguieron las casualidades. Era como si estuviese dirigiendose expresamente hacía mi casa.
Pero no podía ser. ¿¡Como podría saber mi dirección!?- pensé algo confuso- ¡No! era imposible, serian imaginaciones mías.
Continúe sumergido en mis pensamientos, cuando sin darme cuenta Sanji se había parado y se había dado la vuelta. Mirándome fijamente, empezó a preguntar en tono irónico.
-Profesor, ¿es que me está siguiendo?, ¿tiene complejo de espía o que?-.
Me quedé callado, nos pusimos a caminar juntos y el siguió hablando o más bien interrogándome incesantemente sobre mi vida privada.
Supuse que era curioso simplemente, aunque soñaba con que pensase en mí como alguien más que su profesor, pero no había posibilidad alguna de ello.
Le evadía y procuraba no darle lo que quería. Me resultaba tan difícil hablar con el que me daba coraje.
Llegamos a mi casa y él se me quedó mirando a los ojos y dijo.
-¿Esta es tu casa?, ¿puedo pasar a tomar un vaso de agua, por favor?-.
No podía negarle nada a esos ojitos que me robaban el alma.
Pasó a mi casa y maravillado se puso a mirarlo todo.
Me dio gracia. Parecía tan inocente y lindo.
El regresó a mirarme y dijo:
-¿Por qué sonríe?, ¿hice algo gracioso, señor?-.
-No, que va. Solo que pareces un ratoncito buscando queso jajaja- dije mientras sonreía- enseguida te traigo algo para comer, que ya es hora de la merienda. ¿Quieres algo en especial?-.
-No, señor, gracias-.
-Llámame Zoro, con confianza, tranquilo. Toma asiento en el salón-.
Cuando regresé me senté de frente suyo y le di Ryojuli y algo de beber.
Me dio las gracias y nos pusimos a comer.
¡Qué lindo es! Mientras comíamos me quedé mirándolo y a la vez divagaba en mi mente.
Imaginaba que lo abrazaba, lo besaba en la frente y él se ruborizaba.
Sé que es menor, además de que no puedo gustarle. En su mente hay futbol, juegos, amigos, diversión, chicas...
Sin darme cuenta Sanji me estaba mirando fijamente.
Al darme cuenta, me apresuré a mirar a otro lado.
-¿En qué pensaba Zoro-sama?-dijo Sanji-.
-En trabajo-.
-No parecía eso, Zoro-sama- decía en tono juguetón-.
-No seas cotilla, ¿quieres que te lleve a casa?-
-No gracias, vivo cerca de aquí-.
¡Lo que faltaba!, que viviese cerca mío, no voy a poder quitármelo de la cabeza. Es peor que las canciones pegadizas del verano, pensé.
Cejas de sushi caminó hacia la puerta, se la abrí y cuando estaba saliendo se dio la vuelta y me preguntó.
-Ya que vivo tan cerca suyo, ¿puedo pasarme por tu casa si tengo alguna duda en mis deberes?-.
-no te puede ayudar algún amigo o tus padres?-.
-No-me volvió a mirar con esos dulces ojitos y de nuevo no pude negarle lo que me pedía-.
-Bueno, vale, pero solo si son dudas imperiosas.
Pasaron varios días y seguía viendo a mi cejas de sushi cuando me tocaba dar clases, en ellas disimulaba como el mejor y actuaba con total normalidad. Aunque por dentro estaba muriéndome de ganas por estar cerca de él.
También volvíamos juntos de camino a nuestras casas, debido a la cercanía entre ellas, pero hasta ahora no había vuelto a mi casa.
Cuando dejó explotar esa pregunta, creí que iba a venir constantemente, ya que parecía tener muchas ganas de hacerlo, pero no fue así.
Cada día cuando nos separábamos se quedaba mirándome a los ojos por un instante, como esperando a que lo invitase a pasar a mi casa.
Si pretende que se lo ruegue, lo tiene crudo, ja
Esta situación me está volviendo loco, tengo unas ganas inmensas de hacerlo mío.
Debo de controlarme o acabará por odiarme.
Pasaron un par de días más y según pasaban, mis ganas por el iban aumentando y me temía que hiciese alguna tontería, así que pensé a conciencia de alguna forma en la que mi cejitas de sushi estuviese más cerca mio.
Al final, se me ocurrió una manera de que viniera a mi casa sin tener que pedírselo.
Al día siguiente les mandé a mis alumnos una tarea peculiar, distinta y compleja.
La tarea consistía en una decena de ejercicios de lógica.
Así no le quedaría otra que preguntarme o no hacerlo.
No sabía si iba a funcionar pero tenía que intentarlo, aunque también podía buscarlo por Internet.
Regresé a casa y según pensaba más en mi plan le iba viendo más errores.
Eran las 6 de la tarde, estaba practicando con mi katana, mi gran hobbie. Ser maestro de la katana pero mis padres no me dejaron.
Sumergido en mis pensamientos oigo sonar el timbre, me asusté ya que no esperaba a nadie a menos que fuese Sanji. Me quedé quieto por si había sido mi imaginación la que había producido ese sonido, cuando vuelvió a sonar y rápidamente salgo corriendo a abrir la puerta.