Espejo en la oscuridad
I
Todo parecía un día normal para Eavan. Despertó temprano y se alisto para ir al colegio, donde pasaría unas largas y aburridas horas entre notas y lecturas, pues él sabía que el estudio no era para él. Y no porque no le interesase, simplemente no era bueno. Muy olvidadizo, terco y distraído, y si uno lo estudiaba mejor, se podría dar cuenta de que Eavan no era bueno en muchas cosas, excepto cocinar. La cocina se le daba bastante bien, pero lamentablemente no era algo que le gustara hacer. ¿Qué futuro podría tener alguien así? Pésimo en el estudio, la música (que, aunque le encantaba, no podía tocar instrumentos y mucho menos componer canciones) y que se diga la danza, pues ese chico tenía dos pies izquierdos en cuestión de baile.
Llegó por la tarde a su casa y se encerró en su habitación a escuchar música, con los auriculares y el volumen al máximo. No se percató de que su madre había entrado a su alcoba hasta que comenzó a gritonear enfrente de él.
"Siempre lo mismo. Ella nunca se cansa de recordarme la basura de persona que soy. ¿Lamento no tener talento ni interés en nada? Algunas veces, pero no es algo que yo pueda cambiar. En ocasiones pienso que si pudiera ser tan bueno como Iru lo es en la escuela, ella dejaría de molestarme...pero no todos nacemos con un cerebro como mi hermano"
Iru, el hermano mayor de Eavan, se encontraba trabajando en esos momentos. Estudiaba por la tarde y trabajaba en la mañana. Eran contadas las veces en las que Eavan charlaba con su hermano, pero a pesar de eso, eran muy unidos. De niños eran inseparables. Gastaban miles de bromas con los profesores del instituto y su madre diario se encontraba en la oficina del director. Iru creció y pasó a la secundaria, dejando a Eavan en su tercer año de primaria, y fue en ese momento en el que dejaron de verse. ¿Quién diría que el colegio absorbiera por completo el tiempo de Iru?
Sin ningún guía de la vida, Eavan se perdió en el camino, sin trayectoria que seguir. Intentó ser como su hermano, pasaba las tardes enteras leyendo los libros de su escuela y tratando de resolver ejercicios matemáticos, pero al ver que nada de sus esfuerzos daba frutos, se dio por vencido y abandonó toda esperanza de hacer feliz a su madre con buenas notas. Cada examen que realizaba era un examen más que reprobaba. Termino la secundaria con un promedio muy bajo. ¿Y su hermano? Él era uno de los mejores estudiantes del bachillerato, estaba a un paso de entrar a la universidad. Buen empleo, grandiosa novia, excelentes estudios. ¡El hijo perfecto!
La madre de Eavan terminó de desahogarse con su hijo y salió de su habitación cerrando la puerta detrás de ella.
"Ya cayó la noche, me alegra que este día termine"
Eavan se cambió de ropa, se puso su pijama y se metió en su cama.
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Un ruido, vidrio quebrándose ¿De dónde venía? Eavan despertó y salió de su habitación y cruzo el pasillo hasta llegar al baño. Entró y sintió un dolor en la planta del pie. Encendió la luz y no creyó lo que vio. En el espejo, algo parecía haber captado su atención. Un escalofrío recorrió su espalda y lo paralizó por completo. Sus ojos se clavaron en los ojos de su reflejo.
"Fue un segundo... un leve instante de apenas un parpadeo. La persona de mi reflejo no era yo. Sus ojos estaban completamente abiertos, su boca se retorcía en una sádica sonrisa. Mi reflejo no realizó los mismos movimientos que yo al encender la luz. Fue un segundo... un leve instante de apenas un parpadeo."
Eavan tragó saliva y al salir de su estado de shock sintió que su pie le ardía horrores. Bajó la mirada al suelo y encontró un vaso roto y un muy pequeño charco de sangre. Sí, ese fue el ruido que lo despertó. ¿Cómo se cayó el vaso? Prefería no saberlo, porque todos en la casa dormían y no tenían mascota alguna. Pensó que tal vez alguien dejó en un descuido el vaso mal puesto a la orilla del lava manos.
Eavan se desenterró los pedazos de vidrio de su piel y regresó a su cuarto. Que el idiota que dejó el vaso ahí recogiera y limpiara por la mañana.
Al entrar a su alcoba, pasó por enfrente de su espejo de cuerpo completo y se detuvo frente a éste, pero sin voltear a verlo.
"Tengo la extraña sensación de que alguien me observa... No debo voltear. Mejor será que simplemente me acueste e intente dormir de nuevo. Claro, porque mi imaginación me está jugando una mala broma ¿No es cierto?"
Eavan se acomodó entre sus sábanas dándole la espalda al espejo, y por eso no vio que una figura idéntica a él, dentro del cristal, no siguió sus movimientos, y simplemente se quedaba parada en el mismo lugar, observándolo. Y, aunque Eavan sentía esa horrorosa mirada sobre él, quiso creer que tal solo se estaba sugestionando. Intentó dormir. Un aire helado comenzó a invadir su habitación. Un cosquilleo recorrió su cuello y no supo distinguir si un nuevo ruido, muy parecido a una risilla, provenía desde la calle o detrás de él. Ignoró completamente lo que sucedía y se quedó dormido.