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10 crónicas de un beso por PruePhantomhive

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CRÓNICA 4


El cuarto beso


Kyouya solía ser inmune a las tentaciones porque éstas no ejercían ninguna clase de atracción hacia él. Posiblemente, la única tentación que solía tener era la de desobedecer los juicios de su padre, que algunas veces le resultaban incorrectos y prematuros, pero el remedio para eso siempre había sido analizar y recapacitar.


Además, tenia que considerar la verdad que lo estaba agobiando desde hace meses: ninguna mujer representaba para él ansiedad alguna como lo hacía él. Ninguna persona, hablando en términos generales, provocaba que se le olvidaran las cosas y que actuara de manera precipitada como lo hacía Kaoru Hitachiin.


Supuso que esa era la única virtud del amor, ese manjar aciago que había procurado evitar, si era posible: ¿cambiar a alguien de esa manera tan abrupta? ¿O era que él siempre había sido así de distraído y fácil de someter sin darse cuenta?


No, claro que no. Estaba cambiando. Estaba tomándole gusto a la adrenalina. A los errores que la provocaban, a los pasos en falso sobre la tarima.


Culpó a Kaoru, que estaba arrodillado en el suelo, apresándolo contra el azulejo frío de la sala de música con sus piernas mientras chupaba una fresa y lo observaba con deleite, como si le pareciera mucho más delicioso que esa fruta roja que contrastaba con la palidez de sus labios y quisiera darle una enorme mordida.


No me hagas cruzar esa línea, Kaoru. No, no lo hagas, es una orden… por favor…


Pero Kaoru, que había dado muchas veces una clara muestra de que era capaz de leer sus pensamientos a la perfección, hizo caso omiso de su muda suplica. Se sacó la fresa de la boca y la deposito contra los húmedos labios de Kyouya, quien se dejó sobajar con gusto mientras Kaoru se inclinaba sobre él y lamía el borde de sus labios para después besar su cuello.


Mientras masticaba, Kyouya supo que todo tenía un límite y él estaba llegando al suyo. Nunca en su vida… nunca en todo ese tiempo él… la mano de Kaoru se deslizó hacia abajo, tocando con los dedos su pecho, y se detuvo ahí, ahí, en donde las pulsaciones de su sangre se sentían efímeras pero violentas como los latidos de su corazón.


Susurró su nombre y se arropó en el sonido de su voz. Le tomó por el cuello y lo obligó a subir la cabeza para poder besarlo, introduciendo su lengua entre los dientes blancos y bien cuidados de Kaoru, mientras se recostaba completamente sobre el piso, dejando de lado los modales y las apariencias.


Con él no tenia que aparentar nada. Y no importaba si terminaba doliéndole la espalda, porque eso generaría una ganancia más grande que nada: su placer. Ese que consistía en enredar los dedos en el suave cabello castaño o tocar con la punta de su lengua la curva de sus labios.


Incluso había olvidado que estaban devorando las fresas para la recepción de la tarde. Tal vez después tendría que culpar a Tamaki.


¿Qué más da?


Sonrió al darse cuenta de las cosas en las que estaba pensando cuando tenía algo todavía más importante ahí, encima de él.


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