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10 crónicas de un beso por PruePhantomhive

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CRÓNICA 2


El segundo beso


Kyouya deslizó los listones del nuevo atuendo entre sus dedos, sintiendo la fina tela y pensando que era una magnifica elección. Carnaval, ¿eh? Y la máscara de bufón estaba a su lado, blanca y con una estrella roja pintada y decorada sobre el ojo izquierdo.


Hikaru abrió la puerta de los vestidores de golpe y entró, seguido por Kaoru, que se paralizó un segundo con la presencia de Kyouya, sin camisa, en la habitación.


—¡Ah, Kyouya-senpai tiene un vestido negro! Le lucirá bien, ¿no crees, Kaoru?


—Sí, lo creo —sonrió. Buscó, al igual que Hikaru, un compartimiento en donde cambiarse, alejando su vista de Kyouya con parpadeos. El Rey en las sombras levantó sus gafas con un empujón del dedo y se recargó en la mesa en donde estaba puesto el ropaje, cierto, negro.


Hikaru y Kaoru siempre buscaban un vestidor, más que por pudor, por respeto a las ropas confeccionadas por su madre, Yuzuha. Colgaban las ropas con delicadeza en los ganchos, como si trataran con un gato herido en vez de trajes y dejaban las cortinas abiertas al momento de cambiarse, pero les daban la espalda a los demás.


En esa ocasión, Kaoru cerró la cortina amarilla con un gesto rápido de la mano. Hikaru no se percató.


Kyouya se giró con lentitud y desabrochó sus pantalones. Escuchó el alboroto de Tamaki y los demás afuera. Hikaru se quitó la corbata después del saco y los dejó sobre una silla. Detrás de la cortina de Kaoru no parecía haber movimiento alguno. ¿Se estaría vistiendo concienzudamente? ¿Quitándose prenda por prenda? ¿Sacando botón por botón de su correspondiente ojal? ¿Estaría nervioso por su presencia? ¿Sonrojándose y observando su rostro apenado reflejado en el espejo mientras intentaba controlarse?


Kyouya sacó un bolígrafo de su bolsillo, lo puso sobre la mesa y lo dejó rodar hasta alcanzar el borde, al verlo caer, escuchó el sonido metálico contra el piso y miró: el bolígrafo estaba estático. Lo empujó con la punta del pie. Se acomodó las gafas de nuevo con un empujón de la mano, un poco apresurado, mientras veía a su pluma rodando por el suelo blanco y colándose, casualmente, debajo de la cortina del compartimento de Kaoru.


—Ah, Kyouya-senpai, se te ha caído algo, quieres que…


—No —respondió con voz fuerte y enérgica. Hikaru lo observó con la boca abierta, pero se encogió de hombros y siguió vistiéndose, intentando decidir qué ponerse primero, si la capa o la gorguera.


Cuando Kyouya se percató de que Hikaru no estaba mirando, metió la mano por debajo de la cortina amarilla y siguió vigilando. De pronto, una mano fría se enroscó en su muñeca y tiró de él, en silencio. Kaoru lo arrastró dentro de su compartimento y, como Hikaru no se quejó, supieron que todo estaba bien.


—Su bolígrafo, Kyouya-senpai —siseó Kaoru con un murmullo apenas audible, mientras escuchaban el susurro de los listones del traje de Hikaru haciendo ruido en el espacio de al lado.


Kyouya tomó la pluma y la deslizó de nuevo dentro de su bolsillo. Kaoru levantó ambas manos y las juntó detrás de su cuello. Kyouya lo sujetó con firmeza por la cintura y sintieron los pechos desnudos de ambos juntándose. El roce delicioso de una piel contra la otra los hizo estremecer.


Ésta vez, fue Kaoru quien lo besó primero, con una ansiedad irreprimible que los embargó al mismo tiempo, ahí, en ese espacio reducido compuesto por tres paredes y una cortina. Si alguien abría la cortina…


—Ah, Kyouya no está aquí —preguntó Tamaki, entrando a los vestidores.


—Estaba aquí hace un momento. Creo que ha perdido algo y debe estar buscándolo.


Kyouya rió silenciosamente sobre los labios de Kaoru, los cuales rozaba con displicente tacto para no hacer un ruido delator. De pronto, Hikaru gritó:


—¡Kaoru, ¿te ha gustado el detalle de los botones?! ¡Son camafeos, yo lo sugerí!


—S-sí —respondió con voz ahogada. Kyouya aprovechó el momento para deslizar su boca por el frágil mentón, emprendiendo un tortuoso camino de diminutos besos sobre la piel pálida del cuello. Kaoru se mordió el labio inferior para no gemir.


Deslizó las puntas de sus dedos por todo el pecho de Kyouya, blanco y fuerte, mientras su superior repartía caricias húmedas por su espalda desnuda. Coló un par de dedos por los botones abiertos del pantalón negro de Kyouya y la mano de éste llegó rápidamente para detenerlo antes de que iniciara el peligroso camino hacia el delirio de tocar lo que había debajo de su ropa interior.


Se miraron, Kyouya un tanto arrepentido y Kaoru sobresaltado. ¿Acaso eso no era lo mejor? Kyouya, por primera vez en su vida, fue en contra del razonamiento de su propia decisión.


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