En un pequeño pueblo de Grecia, en las afueras, dos niños de ocho años, miraban al cielo. Uno estaba sentado. Tenía el pelo de un verde ligeramente azulado, y un dedo elevado hacia el cielo nocturno, mientras señalaba un conjunto brillante de estrellas.
-¿Ves, Milo? Esa es la constelación de Acuario. No sé por qué, pero es una constelación que siempre consigo identificar. Podría decirse, que es la que me identifica…- al no recibir respuesta, miró a su compañero, algo triste, porque sabía que el otro estaba pensando en los eventos de la tarde-… ¿Milo?
Milo tenía el pelo rebelde, todo revoltoso, y, como Camus, largo hasta los hombros, pero al contrario que su amigo, de un color azul profundo.
-¿Irás, Camus?… al Santuario de Athena…
-… así que sí que pensabas eso, Milo…
-¡¡Pero…!! ¡¡Separarnos ahora mismo es…!!
-Milo… en el Santuario de Athena, lograré hacerme más fuerte. Mucho más fuerte… incluso que aquí. Por favor, entiende… Volveré después de encontrar la fuerza para protegerlos a todos. Pero… volverme fuerte… es lo mínimo que puedo hacer.
-Camus…
Milo entendía, así como Camus sabía que a su amigo no sólo le dolía la separación, sino que también le molestaba la idea de quedarse atrás. Milo, quien siempre lo había protegido sin importar de qué, no quería alejarse, ni dejarlo sufrir nunca. Apretó los puños en el pasto. Camus le apoyó una mano en la cabeza, y le sonrió.
-Déjame crecer, Milo. Quiero poder caminar a tu lado, poder proteger a la gente como lo haces tú. Quiero ser como tú, Milo.
Milo no lo miró. Porque estaba ligeramente molesto: Él había adoptado a Camus cuando este había perdido la memoria, pero siempre se había sentido inferior: Camus era tan puro, a comparación, que él jamás lo superaría.
-“Tengo miedo… Camus, si tú me olvidas… o si no puedo seguir protegiéndote después de esto… para mí sería… como la muerte”
Quería decirle esto. Sin embargo…
-Entonces… mira ahí, Camus…-le tomó la mano, la alejó de Acuario, y la llevó por el cielo, hasta otro pequeño grupo de estrellas brillantes en la noche- Ese es el escorpión. Así como encuentras a Acuario, no importa donde valla, yo encuentro al Escorpión. Y siento que, en noche en las que quiero proteger algo, brilla con más intensidad. Yo recordaré Acuario. Tú recuerda Escorpio.
-… ¿Milo…?
-Si vas a irte para luchar por aquello que crees, entonces, lo único que podemos hacer es estar conectados por algo. El cielo se ve en todo el mundo. Mientras yo vea a Acuario, y tú a Escorpio, entonces, seguiremos conectados, sin importar la distancia que nos separe, ¿sí?
-…… ¡SI!
Asintió entusiasta Camus. Se sonrieron en silencio por nos momentos, hasta que una voz pausada y fría llamó al peli verde.
-Camus, ya debemos irnos. ¿Te despediste de tu amigo?
-… sí, señor…
-Bien, entonces en marcha.
-Milo… volveré, es una promesa. Pero no sé cuánto me tomará… por favor, no cambies para entonces…
-Tienes una promesa, Camus. Vuélvete fuerte cuanto antes, y vuelve. Quiero saber si entonces podrás derrotarme.
Se estrecharon las manos, y Camus se alejó. Siguiendo al Caballero de Plata que había llegado hasta ahí.
Esperaron que la imagen del otro desapareciera entre la distancia, y la oscuridad, saludándose con la mano, con una sonrisa, como si se viesen al día siguiente con normalidad. Se suponía que no iba, sino que volvía, pro tenían a sensación de que nadie esperaba Camus como lo haría ilo.
Cuando la imagen del otro desapareció, silenciosas lágrimas empezaron a cubrir sus mejillas, y ambos elevaron sus miradas al cielo.
“Qué curioso… Escorpio… hasta hoy no había conocido nunca esta constelación, y sin embargo, su imagen se grabó en mi mente en minuto…”- miró su mano con una sonrisita, y la acercó a su pecho, cubriéndola son su otra mano. “¿Será que hoy está brillante como nunca… o que me tomaste la mano para señalarla, y no me puedo olvidar de ese momento… Milo?”
Pensando esto, Camus se giró para ver el pueblo donde había estado viviendo con Milo hasta ese momento.
“Camus… ¿Qué ten fuerte volverás… y cuándo será eso?… las palabras que no te dije recién me queman la garganta, y me piden que te las diga, Camus”, levantó la mano hacia Acuario, y acarició el contorno de la constelación “Estas estrellas son hermosas y brillantes como tú, pero no son tan cálidas… Vuelve pronto, sé que aprendes rápido a ser fuerte, así que vente rápido… no podré sobrevivir con estas estrellas y tu ausencia mucho tiempo…”
“Dios, por favor, que nuestro reencuentro sea pronto… no le pude decir que lo quiero… que es importante para mí… que no puedo perderlo… pero la próxima vez, lo diré, definitivamente. Así que… quiero volver a verlo rápido”.
Sin saberlo, ambos pensaron esto, en perfecta sincronía, mirando para adelante. Sin embargo, todavía no sabían que eso que sentían, y eso que se querían decirse no sería dicho así nunca.